“una hora de naturaleza por cada hora de pantalla”. ¿Y en qué se basa esta recomendación? .
“Los ambientes naturales nos ayudan a descongestionar la vista y la atención
que le prestas a un estímulo tan fuerte y tan conciso como es la pantalla.
Ofrecen estímulos blandos, como el mar, las nubes o las puestas de sol,
que atraen la atención sin que tengamos que estar concentrados
y eso permite descansar la mente de la fatiga que producen las pantallas o el trabajo”.
Joan Amorós.
Beatriz Lucas,
Durante el confinamiento se ha disparado el consumo de pantallas y la sobreexposición entraña riesgos de ansiedad, sobrepeso o incluso pérdida de visión. Varios expertos marcan el camino para aparcar los aparatos de un modo saludable y en familia
La naturaleza te permite conectar pero también investigar y mantener activos los procesos de curiosidad. En la imagen una niña investiga un bicho que ha encontrado en un día de 'cole' en el grupo de juego en la Naturaleza Saltamontes, en Madrid (pie de foto KATIA HUESO).
A la consulta de la psicóloga María Guerrero, con el desconfinamiento ha llegado un nuevo perfil de paciente: niños que usaban muy poco o nada las pantallas y ahora no hay manera de que hagan algo sin ellas. En el caso de los adolescentes, la adicción les suele restar horas de sueño o les causa un gasto de dinero en juegos online o en mejoras de aplicaciones.
A María Guerrero, además del hábito, le preocupan las consecuencias para la salud física y mental. “Diversos estudios nos hablan de la relación entre el abuso de tecnología y aislamiento, problemas de obesidad, hábitos sedentarios con pérdida de masa muscular, pérdida de visión... Pero también puede ser detonante de ansiedad o depresión y, según un experimento realizado por la revista americana de pediatría, los niños que están en contacto de forma habitual con dispositivos móviles, tabletas u ordenadores son más irritables y muestran una menor capacidad de atención, memoria y concentración que los que no lo están”, apunta Guerrero, que es la psicóloga de la aplicación de control parental Qustodio.
Según Guerrero, el cerebro de un niño “funciona por hábitos y estos tardan en asentarse unos 21 días. Y la tecnología ha sido la única vía de comunicación y ocio durante más de 100 días”. A los padres, esta especialista les suele explicar que, si su hijo está más atrapado de lo normal, no es que sea un bicho raro, sino que es algo común: “La mayoría de los juegos, redes sociales y apps para niños están diseñados para que el cerebro segregue sustancias placenteras. Si para un adulto es difícil dejar un hábito, en el caso del cerebro de un niño, que es más inmaduro y con menor capacidad de autocontrol, es aún más delicado”.
Pero antes de que el lector se lleve las manos a la cabeza y se deje arrastrar por el catastrofismo, la psicóloga advierte: “Hay marcha atrás, pero no es fácil y habrá resistencia al cambio”, asegura esta experta en nuevas tecnologías.
Hay solución, coincide e insiste el profesor barcelonés y asesor de familias Francisco Castaño: “No somos supermadres ni superpadres. No tenemos la culpa de que se nos haya ido de las manos. Nos ha tocado estar en casa, teletrabajar y hacer la comida con hijos a los que atender y les hemos dejado olvidados frente a la pantalla... No hay que fustigarse. Son circunstancias sobrevenidas y vamos a darle la vuelta”, apunta este docente que acaba de publicar el libro La mejor versión de tu hijo (Plataforma editorial).
Paso 1: Calma, tus hijos seguramente no sean adictos a la pantalla
Antes del confinamiento, los expertos ya habían alertado del preocupante aumento del uso de las tecnologías en las niñas, niños y adolescentes.
Manuel Bruscas, vicepresidente del área de producto en Qustodio, una app de control parental que en España usan más de 50.000 familias, explica que en febrero ya había un uso medio de dos horas diarias de niños de 4 a 15 años, según los datos de uso de los usuarios de la aplicación. Y que en algunas aplicaciones como Youtube se había pasado de 39 minutos diarios en 2019 a superar los 63 antes justo del confinamiento y que se convirtieron en 75 minutos el 30 de abril. “Se ha incrementado un 180% la utilización de las tecnologías y va a ser difícil recuperar los números iniciales. Muchos niños notarán que les falta algo, las relaciones se construyen con miradas, con empatía, con relación física y eso la pantalla no te lo da, así que es ahí donde debemos incidir en el proceso de desconexión”, explica Bruscas.
Pero que se usen más las tecnologías que antes o que los niños y adolescentes se resistan a soltar la pantalla no significa que sean adictos. El psicólogo Garicoitz Mendigutxia, director del programa Suspertu, de prevención de adicciones del Proyecto Hombre Navarra, cree que con la vuelta al contacto social descenderán estos hábitos, que considera “coyunturales”. En su proyecto, las niñas, niños y adolescentes a los que atendían antes de confinamiento por estos usos conflictivos eran apenas un 10% del total de pacientes. “Y no hemos detectado un cambio de conducta alarmante a raíz de estos procesos”, explica desde Pamplona.
Aclara, además, que para que sea considerado una adicción, o más bien un “uso conflictivo de las tecnologías”, estas les deben restar tiempo e incluso dinero de otras actividades de su vida. “Deben darse situaciones de aislamiento social, afectar a sus dinámicas de vida —por ejemplo, que la familia no pueda salir a cenar porque el hijo prefiere estar conectado—, solo se relacionan con las redes o tienen problemas y conflictos familiares o porque están conectados hasta las cuatro de la mañana y afecta al rendimiento escolar”, explica el psicólogo. Si ese no es el caso, el plan de acción será más fácil que funcione, si además se le añaden cuatro palabras: tesón, constancia, límites y alternativas.
Paso 2. Habla con ellos y marca los límites para una desconexión progresiva
Educadores, psicólogos y expertos en adicciones coinciden en que estos hábitos saludables deben comenzar desde que los niños son muy pequeños y comienzan a tener acceso a las pantallas: hay que sentarse a hablar con ellos y establecer los límites de uso tanto de tiempos y horarios como de espacios. “Es un relajo dejarle delante de la pantalla cuando es pequeño y vamos a un restaurante, pero hay que pensarlo dos veces porque luego tendrá consecuencias”, señala el psicólogo navarro que es partidario de que los niños, niñas y adolescentes pasen la mayoría del día sin pantallas. Los gurús de Silicon Valey, por ejemplo, educan sin pantallas porque saben que es mejor para un crecimiento saludable. “Igual que educamos en la alimentación, o en el consumo, debemos educar digitalmente a nuestros hijos”, advierte Manuel Bruscas, de Qustodio.
“Hay que sentarse para explicarles las normas y por qué se deben cumplir. Si les haces partícipes, sienten que son parte del proceso y comprenden por qué, van a ser mucho más colaboradores. Ellos asumen las reglas perfectamente si las entienden”, explica Mendigutxia.
María Guerrero cree que hay que recurrir a los argumentos científicos y explicarles que las pantallas pueden perjudicar su salud. Los especialistas en visión han alertado de un empeoramiento de la salud visual de forma masiva durante el confinamiento y la Fundación Pau Gasol asegura que España es líder europeo en obesidad infantil. El exceso de pantallas genera estrés, irritabilidad, aislamiento y depresión... “A los niños no les vale cualquier argumento, necesitan datos concretos y gráficos para colaborar”, explica Guerrero. Y apunta: “Prohibir no sirve de nada porque van a tener que utilizar Internet para estudiar, mantenerse en contacto con sus compañeros... Y, cuando prohibimos totalmente algo, impedimos que nuestros hijos aprendan a establecer una relación sana con ello y eso genera problemas más graves a largo plazo porque se acaba convirtiendo en un objeto de deseo grande”.
Paso 3. Aquí sí, ahora sí
Los expertos también proponen que se limiten los espacios y momentos: “El móvil o tableta debe usarse en un espacio común de la casa, no debe usarse mientras estamos en familia en las comidas y tampoco dejarles solos. Igual que no dejas solo a tu hijo en una discoteca o en medio de Nueva York, no les debemos dejar solos en Internet, hay que estar a su lado, supervisándolos”, apunta. Las aplicaciones de control parental pueden ayudar en esos límites: si el dispositivo se apaga, no cargan contra los padres y además las familias pueden supervisar lo que ven sus hijos y conversar con ellos al respecto.
También recomiendan establecer tiempos máximos de uso, según la edad. Aunque Bruscas señala que no se trata tanto del tiempo como de la calidad de lo que ven en la Red. “Si tu hijo es un fanático del piano o de la programación y se pasa horas viendo tutoriales online, pues en realidad está cultivando una afición”, señala. Además, no recomienda la desconexión total: “No se pueden poner puertas al campo y pasar del todo a nada, sino educar en un uso saludable”. Y, aunque no se pueden establecer recetas para todos los casos, Francisco Castaño recurre a la literatura científica para argumentar dónde empieza a ser un uso poco recomendable y marca las dos horas como límite para los más mayores. La siguiente es una propuesta de uso de pantallas según la edad basada en las recomendaciones del profesor Castaño.
Paso 4: Sé su modelo
“Somos lo que nos enseñaron nuestros padres cuando intentaban no enseñarnos nada”. Esta frase del filósofo y escritor Umberto Eco es una de las favoritas del educador Francisco Castaño para explicarles a las familias que pasan por su consulta la importancia de lo que hacen las madres y los padres en los procesos educativos.
“Los menores acaban haciendo lo que hacemos los mayores. Igual que no puedes decirle a tu hijo que no beba alcohol con una cerveza en la mano, no puedes pedirle que apague el móvil si tú no dejas de mirarlo. Por eso la reflexión y el plan de acción debe ser en familia y con el compromiso de todos, de padres y madres, de preservar espacios sin tecnología”, concluye Castaño. Así que, madres y padres del mundo, preocupados porque sus hijos están enganchados, mírense al espejo y desenchufen también.
Paso 5: Tiempo juntos: alternativas de ocio, salir al aire libre y compartirlo con ellos.
Bruscas cree que las pantallas nunca deberían “sustituir interacciones ricas con otras personas, con la familia o los amigos”. Por ello, propone compartir deporte, paseos actividades al aire libre, actividades domésticas, hacer comidas, tareas de limpieza, organización de casa... “Hacer cosas con ellos también te da pie para hablar y te permite acercarte a las pantallas y ver qué le interesa a tu hijo y conocerlo y cuestionarlo”, apunta también Mendigutxia, psicólogo de Proyecto Hombre Navarra.
Para María Guerrero, la mejor alternativa es al aire libre, en familia. “Los niños necesitan jugar al aire libre porque su cerebro se desarrolla más”, explica. Un estudio realizado con 12.000 familias demostraba que los presos de EEUU pasan más tiempo al aire libre, en el patio de su cárcel, que los niños”. Existen incluso empresas que te ayudan a realizar desconexiones en la naturaleza, como Desconnexions, que ofrece actividades en toda España para que desenchufar de la tecnología y conectar con otras personas y la naturaleza, además de aprender del entorno medioambiental. Y son los mismos responsables de la creación del Día Mundial sin Móvil el 15 de abril.
El psicólogo y fundador de la compañía, Joan Amorós, asegura que la naturaleza puede mitigar la depresión y la ansiedad, ayudar a prevenir o reducir la obesidad y la miopía, reforzar el sistema inmune y reporta muchas otras ventajas para la salud física y psicológica. Precisamente, la mayoría de los problemas de salud que pueden generar las pantallas. Amorós propone “una hora de naturaleza por cada hora de pantalla”. ¿Y en qué se basa esta recomendación? “Los ambientes naturales nos ayudan a descongestionar la vista y la atención que le prestas a un estímulo tan fuerte y tan conciso como es la pantalla. Ofrecen estímulos blandos, como el mar, las nubes o las puestas de sol, que atraen la atención sin que tengamos que estar concentrados y eso permite descansar la mente de la fatiga que producen las pantallas o el trabajo”.
Manos a la obra, ¡tira del cable!.
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