Apostamos por un modelo que presta una especial atención a la inclusión de variables que clásicamente han sido excluidas del interés investigador en el modelo tradicional, como es, por ejemplo, el género. Desde las primeras concepciones de la adolescencia hasta bien entrado el siglo XX, intelectuales en los campos de la filosofía, la antropología, la sociología o la psicología hicieron referencia al adolescente varón como representativo de esta etapa. Así, encontramos en el estudio de la adolescencia un marcado carácter androcéntrico que ha supuesto una escasa representatividad de las mujeres en la investigación.
La inclusión de la perspectiva de género supone una herramienta fundamental para superar este sesgo y atender a una importante variable empírica y analítica que nos ayuda a explicar el comportamiento de chicos y chicas adolescentes. Por este motivo, es importante incluir esta perspectiva cuando analizamos los factores individuales, familiares, escolares, relacionales y comunitarios asociados al desarrollo positivo en la adolescencia Y es que uno de los fines de la investigación en las Ciencias Sociales debe ser el orientarse hacia el desarrollo y la creación de un conocimiento que nos permita comprender los mecanismos que sostienen la igualdad y realizar propuestas de desarrollo de competencias en las personas orientadas a una sociedad más igualitaria en todos los ámbitos y específicamente en la relación entre hombres y mujeres.