Un 23% han aumentado las muertes de bebés con la prohibición del aborto en Texas, EE.UU.
“Construyendo espacios seguros”, XXVI Congreso SEPS. 16 al 18 noviembre, Valencia.
"Más importante el código postal que el código genético", Entrevista con Ferran Campillo, Pediatra ambiental
El 88% de la carga de enfermedades y muertes relacionadas con el cambio climático va a recaer sobre los menores de cinco años. Ferran Campillo — Pediatra ambiental |
ENTREVISTA con Ferran Campillo*, Pediatra ambiental
¿Qué es la pediatría ambiental?
Se trata de una subespecialidad pediátrica que se dedica al manejo y a la detección de factores de riesgos ambientales relacionados con la salud de niños y adolescentes. Es una definición corta que abarca un montón de cosas: el sitio donde viven los niños, el cambio climático, la contaminación atmosférica, las condiciones de la escuela; hay muchos factores que de alguna manera pueden afectar al desarrollo y a la salud de la infancia y la adolescencia.
La Comunidad de Madrid y Cataluña forman parte de un grupo de regiones de la Unión Europea que han pedido excepciones en el cumplimiento de la futura directiva contra la polución. ¿Cuáles son los peligros de este paso, especialmente para los niños?
Cualquier región que lo que pide quiere, en vez de intentar llegar a los objetivos que marca la OMS en materia de calidad de aire, tener límites más laxos para favorecer a algún tipo de industria. Es una pésima noticia para la salud de las personas. Estar expuestos a un aire de mala calidad afecta a la salud de niños y adolescentes, incluso en la etapa prenatal, en muchas áreas. Esto conlleva un aumento de enfermedades respiratorias como asma y bronquitis de repetición; ahora mismo, en ciudades como Barcelona, algunos estudios apuntan a que una tercera parte o incluso la mitad de los casos de asma se debe a una mala calidad del aire. El asma no solo afecta a la calidad de vida de ese niño y de esa familia, sino que es un motivo muy frecuente de consulta en pediatría, con lo que todo eso conlleva de gasto sanitario.
La contaminación también tiene consecuencias en el neurodesarrollo. Cada vez sabemos más que los niños que acuden a escuelas donde hay más tráfico motorizado tienen peor rendimiento académico que aquellos que van a escuelas con mejor calidad del aire. Eso es un problema de equidad, los que puedan gozar de mejor calidad del aire tendrán más oportunidades.
¿Qué papel tiene el entorno en la salud de una persona? ¿Es tan importante como la genética o los hábitos?
Se suele decir que, de lo que determina el estado de salud, un 20% depende del sistema sanitario y el 80% está fuera del ámbito sanitario. Aquí entran la genética, los hábitos, la actividad física, el consumo de alcohol, el tabaco, pero también el lugar donde vivimos. Muchas veces decimos que es más importante el código postal que el código genético, porque a veces, con una misma genética, estando en un sitio con peor calidad del aire podemos tener más enfermedades cardiovasculares, infartos, ictus o enfermedades pulmonares crónicas en adultos.
Sin embargo, las políticas sanitarias están muy centradas en la práctica médica, cuando ya estamos enfermos. De hecho, en el presupuesto de sanidad de las comunidades autónomas todo lo que sería salud pública y medicina preventiva creo recordar que en ningún caso supera el 3% del presupuesto.
Para todo lo demás tenemos muy pocos recursos y eso que muchas de las acciones que tienen que ver con la salud están fuera del ámbito sanitario, no dependen de lo que médicos y enfermeros prescriban, sino que están en manos de concejales y alcaldes. Un alcalde puede decidir que por las escuelas de su municipio no pase el tráfico motorizado, o que en un barrio haya muchos más árboles y zonas verdes con todo lo que eso implica para la salud, desde disminuir el efecto isla de calor hasta mejorar la salud mental. Muchos alcaldes y concejales todavía no se dan cuenta de la importancia que podría tener para sus conciudadanos hacer este tipo de políticas.
Un alcalde puede decidir que por las escuelas de su municipio no pase el tráfico motorizado, o que en un barrio haya muchos más árboles y zonas verdes con todo lo que eso implica para la salud. Ferran Campillo, Pediatra ambiental
¿Podría compartir un ejemplo de problemas de salud asociados a la contaminación del aire que ve en su consulta?
Recientemente tuvimos a un niño con un problema de asma. Ya había ido a su pediatra, y el pediatra lo había mandado al especialista. Un niño que cada vez necesitaba más medicación. En la consulta pudimos detectar una serie de factores ambientales que afectaban al desarrollo de la enfermedad. Uno de ellos, muy importante, es la pobreza. Los niños con menos recursos suelen vivir en casas de menor calidad, con problemas de humedad, moho, y quizá también estén expuestos al humo del tabaco y a otras drogas, y todo eso está empeorando la salud de este niño. Después de la intervención que hicimos para el hogar, con el propietario, el ayuntamiento y los servicios sociales, mejoraron sus síntomas. Es un ejemplo de como cuando nos fijamos en el entorno podemos modular muchos de los factores que afectan a las enfermedades.
¿Hay alguna forma de detectar esos riesgos ambientales en la salud?
Hace siete años empezamos a utilizar una herramienta desarrollada por la OMS que se llama hoja verde, adaptada por el doctor Ortega [pionero de la pediatría ambiental en España y responsable de esta unidad en Murcia] para detectar riesgos ambientales. Nosotros la utilizamos durante el embarazo, pues todo lo que suceda en esta etapa puede marcar la salud de esa personita.
En nuestro hospital, igual que se hace una analítica y una ecografía en el primer trimestre, se hace también una hoja verde. Esto nos permite identificar riesgos y proponer intervenciones para reducirlos. Son tareas que a corto plazo no vemos, se tarda diez años hasta ver cómo estamos a nivel de asma u otras enfermedades que puedan estar influenciadas por esos factores ambientales.
¿Cómo afecta el cambio climático a los niños?
Justamente he estado hablando con los responsables de un municipio de mi comarca donde ha habido una inundación recientemente. Aquí en Catalunya estamos en situación de sequía, y una de las cosas que dicen los expertos en cambio climático es que se incrementarán los eventos climáticos extremos, es decir, sequías combinadas con lluvias torrenciales. Siempre ha habido inundaciones, pero serán cada vez más frecuentes y más intensas.
También están los problemas relacionados con el calor. A veces con golpes de calor los niños pueden desmayarse, marearse, tener fiebre. En los últimos diez años se han incrementado de manera casi exponencial las consultas médicas por estos motivos. No son patologías nuevas, pero podemos ver que van a aumentar en frecuencia o en intensidad.
Luego, hay otras enfermedades que son nuevas en nuestra zona. Empezamos a ver cambios de la distribución de lo que llamamos vectores: insectos como algunos mosquitos y garrapatas pueden cambiar su distribución geográfica habitual. Empezarnos a encontrar enfermedades que no eran prevalentes en nuestra zona, como la fiebre del Nilo occidental o el dengue. No nos tiene que extrañar que en los próximos años empecemos a tener en nuestro territorio enfermedades que sonaban a algo tropical.
Los niños, según la OMS, van a ser los más afectados por el cambio climático, ya que por sus condiciones fisiológicas son los más vulnerables a estos impactos. El 88% de la carga de enfermedades y muertes relacionadas con el cambio climático va a recaer sobre los menores de cinco años, que son el 12% de la población mundial. Deberíamos estar muy preocupados por el cambio climático.
¿Cuáles son los beneficios de que los niños estén en contacto con la naturaleza? ¿Qué cantidad es suficiente, según su criterio?
Cada vez hay más estudios que empiezan a describir esto. A partir de dos horas a la semana en contacto con la naturaleza ya empezamos a notar efectos importantes para la salud. La recomendación es cuanto más tiempo mejor, y el entorno, cuanto menos influido por la mano del ser humano, mejor. Hay una recomendación que me gusta mucho de los compañeros de aquí de Canal Salut de la Generalitat que dice: si podemos, todos los días hay que pasar un ratito en un parque urbano, algún día a la semana visitar un espacio natural cercano al domicilio y una vez al mes pasar un día o fin de semana en un parque natural. Aunque no es una recomendación estricta, sí que nos que da una idea de la frecuencia con la que deberíamos estar en la naturaleza.
Es también muy importante que renaturalicemos las ciudades, reverdecer las zonas urbanas. Tenemos muchas calles sin un árbol, sin arbustos, sin nada que nos recuerde al sitio de donde venimos evolutivamente, que son los bosques y que es esencial por el cambio climático.
¿Cuáles son las diferencias en términos de salud entre un niño que está en contacto con la naturaleza y otro que no?
De manera global, los niños que están menos en la naturaleza pasan ese tiempo haciendo otra cosa, a menudo expuestos a las pantallas. Según la última encuesta de salud que hace periódicamente la Generalitat de Catalunya, más de la mitad de los niños pasa dos horas o más al día delante de algún dispositivo electrónico. Aparte de los riesgos del acceso a Internet y a las redes en general, lo que dejan de hacer en ese tiempo es actividad física al aire libre, que mejora los niveles de vitamina D y la sociabilización.
Esto quizá se deba en parte al sentimiento de inseguridad en las calles, nos lo dicen muchas familias; pasan coches a una velocidad impresionante, huele a humo, hay pocos espacios en los que los niños se sientan seguros o con acceso a esas zonas verdes.
El problema que tenemos es que los niños no votan. No pueden decidir el entorno en el que viven, si sus papás van a fumar dentro del hogar o si la formación más votada del lugar donde viven no prioriza el desarrollo de la infraestructura ciclista o de más zonas verdes. Por eso es muy importante que como pediatras y sociedad en general defendamos esos derechos de la infancia.
En un estudio del que es coautor explica que los niños, de manera especial durante los primeros diez años de vida, inhalan más sustancias tóxicas por kilogramo de peso que un adulto. Si a ello unimos la menor capacidad para neutralizar y eliminar los contaminantes externos, sus efectos adversos van a ser más intensos y persistentes. ¿Cómo pueden proteger los padres a los niños?
A mí me gusta priorizar, vivimos en un mundo en el que es difícil aislarse y estar libre de tóxicos y riesgos, pero tenemos que crear un entorno lo más seguro posible dentro de nuestro alcance. Fumar o no fumar depende de nosotros, así como ir a la escuela a pie o en bicicleta en lugar de en coche o en moto, porque sabemos que la distancia media entre domicilio y escuela es de un kilómetro, que es una distancia fácil para hacer andando, o con qué frecuencia realizamos actividades de ocio en el medio natural.
Hay otros factores que se podrían solucionar con el voto. Yo me pongo muy contento cuando hay algún alcalde que se dedica a buscar el bienestar de la infancia. Cuando nos ponemos a la altura de los niños, respirando literalmente ese aire más concentrado en tóxicos que está a un metro de altura, nos damos cuenta de que si mejoramos el entorno para los niños, también lo estamos mejorando para toda la comunidad.
Cuando nos ponemos a la altura de los niños, respirando literalmente ese aire más concentrado en tóxicos que está a un metro de altura, nos damos cuenta de que si mejoramos el entorno para los niños, también lo estamos mejorando para toda la comunidad. Ferran Campillo, Pediatra ambiental
Los disruptores endocrinos son otro de los problemas que preocupa a la comunidad científica, especialmente cuando afectan a los niños. ¿Cómo se enfoca este asunto desde el campo de la pediatría ambiental?
Nos concierne, son muchas de las exposiciones que mencioné anteriormente, especialmente lo que tiene que ver con la exposición a plásticos y pesticidas, ya sea a través de la dieta, o los pesticidas en el hogar como los antimosquitos, y otros muchos componentes de la ropa. Lo que nosotros hacemos son recomendaciones individuales, como no almacenar la comida en envases de plástico, usar siempre envases de vidrio, o el tipo de alimentación, que también influye. Y una cosa que nos preocupa mucho es que vemos cómo la pubertad en las niñas empieza cada vez antes, y estoy convencido de que tener en cuenta todos estos factores podrá mejorar el pronóstico.
*Ferran Campillo (Barcelona, 36 años) es pediatra ambiental y está al frente de la Unidad de Salud Medioambiental Pediátrica de La Garrotxa, en Catalunya. En este espacio se analizan los factores de riesgo ambientales que pueden afectar a la salud de la infancia, como la contaminación atmosférica, que causa más de 10% de las muertes prematuras en personas adultas cada año en España y que según la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), sigue siendo el mayor riesgo medioambiental para la salud en Europa.
¿Cómo afecta el horario al rendimiento de los estudiantes?
Estudios y limitaciones
Para comenzar, conviene subrayar que los estudios que se han realizado hasta la fecha para determinar qué tipo de jornada favorece en mayor medida el rendimiento académico son escasos y presentan una serie de limitaciones metodológicas que dificultan extraer una respuesta concluyente.
Por ejemplo, no siempre es posible aislar el efecto del tipo de jornada del de otras variables, como el tipo de centro escolar o las características del alumnado.
Con esto presente, los resultados disponibles en España no apuntan a una superioridad de la jornada escolar continua sobre la partida y sugieren más bien que la jornada partida promueve en mayor medida el rendimiento académico.
Francisco José Morales Yago, Universidad Nacional de Educación a Distancia
Arturo Galán, Universidad Nacional de Educación a Distancia (ESPAÑA)
Ramón Pérez Juste, Universidad Nacional de Educación a Distancia (España)
DOI: https://doi.org/10.5209/RCED.55335
Ciclos atencionales
En contraste con lo anterior, sí existen abundantes estudios sobre cómo se distribuyen los ciclos atencionales de los escolares a lo largo de la jornada escolar.
Para responder a esta pregunta, la atención se mide en diferentes momentos del día con, por ejemplo, tareas de discriminación visual, en las que los estudiantes tienen que localizar en un tiempo limitado letras, números o símbolos concretos dentro de una cadena.
Por etapas, los resultados muestran que:
En el alumnado de infantil hay un aumento de la atención durante la mañana que pasa a reducirse durante la tarde.
En el alumnado de primaria, el pico de mayor atención comienza a trasladarse a la tarde.
Y en el alumnado de etapas superiores de primaria los mayores niveles de atención se desplazan claramente hacia la tarde, mientras que se mantienen especialmente bajos durante las primeras horas de mañana.
En términos generales, se podría decir que el alumnado experimenta un pico atencional hasta media mañana y otro más o menos pronunciado a lo largo de tarde. Precisamente por ello, la jornada escolar partida, que se distribuye en dos períodos lectivos (uno matinal y otro vespertino), se adapta mejor a la curva de atención de los escolares que la jornada continua.
Adolescentes: un caso especial
El caso de los adolescentes merece una consideración especial. Por una parte, conviene subrayar que en la etapa secundaria del sistema educativo español predomina la jornada escolar continua.
A eso se suma el hecho de que la media de horas de clase que pasan los adolescentes dentro del aula en España es significativamente superior a la media de la OCDE, cuestión que no se ve reflejada en las pruebas de evaluación externas, como PISA.
El resultado es que los adolescentes arrancan la jornada muy pronto por la mañana para cubrir todas las sesiones de aprendizaje diarias estipuladas.
Cambio en los patrones de sueño
Ahora bien, existen pruebas sólidas de que esta población se caracteriza por unos patrones de sueño diferentes a la población preadolescente o adulta. Concretamente, los jóvenes de estas edades están más activos y en alerta a medida que se acerca la noche; se inclinan por retrasar el momento de acostarse y experimentan, en consecuencia, una clara somnolencia a primeras horas de la mañana.
¿Cuál es el resultado de esta desconexión entre el horario escolar y los ciclos de sueño de los adolescentes? Que reciben buena parte de las clases en un claro estado de sopor; por cierto, confundido a menudo con un clima de concentración elevado por el silencio que impera en el aula en horas tempranas de la mañana.
De hecho, numerosos estudios han puesto de relieve cómo comenzar la jornada escolar a primera hora de la mañana se traduce, a efectos prácticos, en una privación del sueño en esas edades. Y esto tiene consecuencias no deseables como, por ejemplo, la aparición de problemas conductuales, la falta de atención, un rendimiento académico inferior o un número mayor de accidentes o lesiones.
Empezar más tarde
Una solución planteada en numerosas ocasiones desde la comunidad científica pasa por modificar la hora de comienzo de la jornada escolar.
La toma de decisiones en materia educativa es compleja e implica siempre múltiples factores. Aunque aún falta más investigación en este campo, sería muy recomendable tomar en consideración las pruebas disponibles sobre la distribución de las sesiones de aprendizaje a lo largo del día y su relación con el rendimiento académico y bienestar de los escolares.
*Marta Ferrero González: Docente, investigadora y vicedecana de investigación y transferencia en la Facultad de Formación del Profesorado y Educación, Universidad Autónoma de Madrid
Cómo es posible que uno de cada cinco jóvenes españoles tenga un problema de salud mental!
Foto: Istock/EC Diseño. |
A finales de los años ochenta, la Asociación Americana de Psiquiatría dio un paso que cambiaría para siempre la historia de la salud mental. Aunque se había hablado de los problemas de concentración de los niños desde principios de siglo, fue entonces cuando se les dio el nombre “trastorno de déficit de atención con hiperactividad”, que puso sobre la mesa que si un niño se distraía demasiado, quizá no es que simplemente fuese un niño despistado, sino que sufría una enfermedad que podía (y debía) ser diagnosticada. En muy poco tiempo, el número de diagnósticos se disparó y cientos de miles de niños empezaron a ser tratados farmacológicamente.
Durante los últimos años, cada vez más evidencia científica apunta a la posibilidad de que, aunque el aumento de casos fuese razonable, se estuvieron diagnosticando casos que en otras circunstancias no habrían sido calificados de TDAH por distintos motivos.
Por ejemplo, el pasado año, 30 años después, una metainvestigación (Sobrediagnóstico del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad en Niños y Adolescentes: Una Revisión Sistemática de Alcance ) señalaba que probablemente se había producido un sobrediagnóstico (y sobretratamiento) de los casos más leves: se consideraba enfermedad las que eran rasgos de personalidad, como impulsividad o falta de atención.
Saltemos a 2022. Hoy, alrededor de uno de cada siete adolescentes de 10 a 19 años en todo el mundo ha sido diagnosticado con algún problema de salud mental, como alertaba Unicef en su informe sobre el estado mundial de la infancia. En España, el país europeo con una cifra más alta de adolescentes diagnosticados, el porcentaje es aún más alto: el 20,8% (21,4% de las niñas y 20,4% de los niños), más de la quinta parte. Según la estadística y la forma de cuantificarlo, el número puede ser aún mayor. Hace menos de un mes, una encuesta realizada en EEUU mostraba que el 42% de la generación Z (los nacidos entre 1995 y 2010) está diagnosticado con un problema de salud mental. Ansiedad, depresión, TDAH (Trastorno de Déficit de Atención) y TEPT (Trastorno de Estrés Postraumático) son los más frecuentes.
Hoy, un 15,9% afirma padecer un problema de salud mental continuo; en 2017, era el 6,2%
La pregunta del millón es, por lo tanto, cómo hemos llegado hasta aquí. No solo es que hace unas décadas estos niveles fuesen impensables, es que hace apenas un lustro la percepción que teníamos sobre salud mental era muy diferente. El barómetro sobre salud y bienestar juveniles realizado por la FAD y el Centro Reina Sofía sobre adolescencia y juventud muestra cómo entre 2017 y 2021, los años en que la salud mental dejó de estar estigmatizada, la percepción ha cambiado por completo. Hoy, un 15,9% de jóvenes señala que ha padecido algún problema de salud mental continuamente o con frecuencia, cuando hace menos de un lustro era apenas un 6,2%.
¿Aumentan los casos o aumentan los diagnósticos, tienen los jóvenes cada vez más problemas o están sobrerrepresentados? El caso del TDAH da alguna pista. Si bien es cierto que los problemas de déficit de atención habían aumentado en las décadas anteriores por distintas razones, también era posible que se hubiese producido un diagnóstico equivocado al atribuir explicaciones patológicas a comportamientos en principio naturales. Pablo Malo, psiquiatra en el Servicio Vasco de Salud y divulgador psicológico, recomienda cierto escepticismo, especialmente con las cifras estadounidenses: “Algunas provienen de encuestas y por tanto son autorreferidos y algo menos fiables”.
Son los dos pilares de lo que algunos han llamado epidemia psiquiátrica. Por un lado, un empeoramiento objetivo de la salud mental de grandes capas de la comunidad, asociado a la incertidumbre, la falta de esperanza en el futuro o las condiciones sociales. Al mismo tiempo, una preponderancia de los discursos psiquiátricos que ha terminado provocando que la terapia, después de décadas de estigmatización, se haya convertido en la respuesta a problemas muy variados. Una mayor conciencia sobre la salud mental y un deterioro de las condiciones objetivas. Como señalaba recientemente Elisa Seijo, presidenta de la Sociedad Asturiana de Psiquiatría, “por un lado, la sociedad vende la necesidad de estar contento y feliz, una felicidad enlatada de frases fáciles; por otro, es cierto que las cifras de la OMS son rotundas”.Malo habla del “contagio social” como algo plausible. “Una influencia de los medios de comunicación en sentido amplio (incluidas las redes sociales) y una magnificación del problema que permite que los malestares y las crisis vitales se conviertan en trastorno, que lo que ha sido siempre psicología sea ahora psicopatología”, valora. Además, la sobrecarga de la atención primaria en España puede haber influido en este boom. “Los médicos de atención primaria tratan ellos mismos estas patologías menores y es posible que ahora se vean desbordados para hacerlo y nos deriven más”, razona.
"Cuando estás en una consulta ves rápidamente si, por ejemplo, se ha publicado que un ibuprofeno ha salido caducado: lo que adquiere relevancia en la sociedad tiene un reflejo claro", explica Juan Antonio López Rodríguez, médico de familia del Centro de Salud General Ricardos y miembro del grupo de Salud Mental de SEMFYC. "Uno de los principios básicos es que parece que cada vez que vas a una consulta tienes que salir con un diagnóstico y un tratamiento". Sin embargo, en muchos casos se trata de malestares que no tienen por qué convertirse en enfermedades, explica.
López publicó un paper sobre sobrediagnóstico en salud mental que señalaba a los sospechosos habituales: el ya citado TDAH, ansiedad o depresión. "A medida que pasa el tiempo, se diagnostican más cosas, pero no solo en salud mental, sino también en otros campos; sin embargo, algunas no van a producir una enfermedad grave". Hay razones para este aumento de los diagnósticos. Generan más tranquilidad al paciente, pero también permiten gestionar bajas o proporcionar medicamentos. "Eso se deriva en que hay etiquetas que aparecen porque tienes que poner una etiqueta", añade. "Me pasó hace poco en una charla sobre el cáncer: es difícil decirle a alguien que tiene cáncer de tiroides que está mal diagnosticado, porque en realidad no iba a repercutir en su vida, que iba a morir con ese cáncer sin que le afectase. Las etiquetas no son todo, y en salud mental menos".
"En algún momento, parece que no eres nadie si no tienes tu diagnóstico"
Esto se acentúa aún más en el caso de los niños y adolescentes, que como señalan padres y profesores, han encontrado su identidad colectiva en el reconocimiento de determinados diagnósticos. “Todas las personas tenemos necesidad de ponerle nombre a las cosas que nos ocurren, porque si no, nos movemos en una experiencia emocional sin nombre”, valora Roger Ballescà, psicólogo del Hospital Sagrat Cor de Hermanas Hospitalarias. “Lo que es cierto es que se han popularizado determinados diagnósticos, en algún momento parece que no eres nadie si no tienes tu diagnóstico”.
El caso de los trastornos adaptativos
Si revisamos las pirámides de impacto de enfermedades mentales entre la población española, en casi todos los casos (de ansiedad a depresión) estas tienden a aumentar con la edad, tocando techo entre los cuarenta y los sesenta. Con una ilustrativa salvedad, la de los trastornos de personalidad, donde son mucho más elevados entre los cinco y los 25 años. Son los trastornos límites (esquizoide o histriónico), los relacionados con los impulsos (como la adicción al juego) o los trastornos de conducta.
Ocurre algo semejante con los trastornos adaptativos mixtos, ya que, como señala Malo, es “relativamente sencillo diagnosticar a alguien de un trastorno adaptativo con síntomas mixtos de ansiedad y depresión, que ya es un diagnóstico psiquiátrico”. Por eso los diagnósticos más comunes están relacionados con la ansiedad, la depresión y el TDAH, señala el autor de Psiquiatría evolucionista: una introducción. “Cualquier problema personal o estrés de la vida diaria, sea a nivel laboral o interpersonal, da lugar a una serie de síntomas como insomnio, ansiedad, bajo ánimo, preocupaciones obsesivas, etc., y ello ya cualifica para esta etiqueta diagnóstica”.
La tribu ha desaparecido
Los niños y adolescentes viven en una sociedad en la que la ansiedad al futuro es cada vez más fuerte. Pandemia, crisis económica, guerra y crisis energética, magnificadas por los medios de comunicación, generan el caldo de cultivo perfecto para la proliferación de problemas mentales. “En general, no tenemos una sociedad demasiado amiga de la infancia ni de la adolescencia, sino que crea muchas presiones de todo tipo sobre niños y adolescentes”, explica Ballescà. “Somos una sociedad que tolera muy poco las frustraciones, les pedimos mucho pero acompañamos poco a nuestros hijos e hijas”.
"Tendemos a colocar el diagnóstico en los chicos, pero el diagnóstico es social"
Ballescà matiza que él no considera que haya un sobrediagnóstico como tal, sino “un desplazamiento del diagnóstico” que tiende a situar el foco en el individuo, en este caso, entre los jóvenes. No se trata de que haya un exceso de diagnóstico, porque como explica, “probablemente un chico que amerita un trastorno de ansiedad, lo tiene”, sino que el diagnóstico más preciso atendería también a lo social. “Tenemos tendencia a colocar el diagnóstico en los chicos y chicas, entre los que aumentan la depresión, la ansiedad y la hiperactividad, pero muchos de estos trastornos son adaptativos. Lo que hay que preguntarse es qué hace que esos chicos tengan tantas dificultades”.
A ello hay que añadir el elemento agravante de la pandemia y sus consecuencias. Como asegura Cristina Larroy, directora de la Clínica Universitaria de la Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, todos los estudios señalan en la misma dirección. No es casualidad, especialmente en lo que concierne a la ansiedad y los trastornos de los estados de ánimo, ni considera que haya un sobrediagnóstico. La investigadora apunta a la pandemia, con el vuelco de estilos de vida que ha provocado, como el gran catalizador. “En la adolescencia los jóvenes empiezan a tener otro rol distinto al que tenían en la niñez, y al que van a tener en las edades adultas”, explica. “Eso genera, como toda época de transición, incertidumbres y vulnerabilidad”.
La referencia ya no es tanto la familia como los amigos, y sin embargo, durante meses (o años) la socialización de estos con los adolescentes se ha reducido a lo mínimo. “La adolescencia y principio de la juventud es una época en la que puede haber muchos roces familiares, porque las personas están intentando encontrar su hueco y para eso tienen que enfrentarse a lo que hay”, prosigue Larroy. “Por tanto, imagínate que estás durante un mes y medio rodeado de tu familia y sin el apoyo de tus amigos. Esto ha hecho que los problemas emocionales y de estado de ánimo de los jóvenes, que ya están en una situación de vulnerabilidad, se hayan disparado”.
Entre los diagnósticos más comunes que se han encontrado están los de ansiedad y trastornos del estado de ánimo, que son los que, como explica la psicóloga, “aparecen después de una situación como la que hemos vivido”. Ya ocurrió después de las cuarentenas mucho más limitadas de SARS en Canadá y Hong Kong, añade, así que los efectos tras una pandemia que ha provocado el cambio en los estilos de vida de millones de personas es aún más agudo. “Entre las mujeres, lo que también han aumentado han sido los trastornos de conducta alimentaria”, explica.
La psicopatologización de la vida cotidiana
Una observación frecuente es que se han patologizado muchos problemas que simplemente formaban parte de la experiencia humana. Donde antes había una dificultad, ahora hay una enfermedad. “Otra de las problemáticas es el etiquetaje o la psicopatologización, que supone atribuir una casualidad patológica a algo que en realidad corresponde a un malestar asociado al hecho de vivir”, coincide Ballescà. “El problema no es el nombre que le ponemos a la cosa, sino el malestar que existe: ese malestar tiene que ser atendido, seguramente no necesita un diagnóstico clínico pero sí una atención, y no vivimos en un entorno social demasiado adecuado para hacerse cargo de esos malestares que forman parte de la experiencia de vivir”.
"Los psiquiatras cumplimos el papel que antes cumplían otras instituciones sociales"
Para Malo, “esta psicopatologización y psiquiatrización de la vida cotidiana es algo que viene de lejos”. El autor de Los peligros de la moralidad achaca a “la disolución de estructuras que antes nos ayudaban a manejar problemas de la vida diaria (la familia extendida, el sacerdote o la religión en general, los vínculos con la comunidad)”, esta mirada hacia la psicología como tabla de salvación en la ausencia de otras soluciones.
“Hoy en día, los psiquiatras cumplimos ese rol que antes jugaban otras instituciones sociales y, por otro lado, animamos continuamente a la gente a recurrir a psiquiatras y psicólogos, así que tampoco es sorprendente que la gente lo haga”, añade con autocrítica.
El círculo se cierra: cuando se abren las puertas a hablar de salud mental, es normal que muchas más personas acudan a consulta, lo que provocará que aumenten los diagnósticos.
Pero también a que esta se convierta, en algunos casos, en una panacea que nos haga olvidar que nuestro problema no es solo nuestro, sino de todos; que el cambio no afecta únicamente al individuo, sino a una sociedad enferma.
"Lo que nos dicen los niños: la pandemia de COVID-19 y cómo debe responder el mundo?".
Se trata de un estudio internacional que ha realizado ISSOP (Sociedad Internacional de Pediatría Social https://www.issop.org/ )
Lo que nos cuentan los niños: la pandemia de COVID-19 y ¿cómo debe responder el mundo?.
Se trata de un estudio internacional que ha realizado ISSOP (Sociedad Internacional de Pediatría Social https://www.issop.org/ )
La salud planetaria como requisito previo para la salud de los niños.
CRIN habló con Fithriyyah Iskandar* , una joven activista ambiental y médica de Indonesia, sobre las intersecciones de los problemas de salud humana y planetaria, las barreras que enfrentan las comunidades marginadas cuando intentan involucrarse con los sistemas judiciales y los problemas con la participación simbólica de niños y jóvenes. personas por gobiernos y organizaciones.
Beneficios y efectos nocivos del consumo digital en niños y adolescentes
- Actualización a
- 7/20/2022. Adapted from Beyond Screen Time: A Parent’s Guide to Media Use.
Niños y uso de pantallas en números.
Una investigación reciente de Common Sense Media (en inglés) muestra que el uso de las pantallas por parte de los preadolescentes (de 8 a 12 años) y los adolescentes (de 13 a 18 años) ha aumentado más rápido en los dos años transcurridos desde la pandemia que en los cuatro años anteriores. La investigación encontró que los niños de 8 a 12 años pasan un promedio de cinco horas y media al día en pantallas y consumiendo contenidos. Esa tasa sube a más de ocho horas y media al día para los adolescentes.
Entre los adolescentes, el 79 % dijo que usa las redes sociales y los videos en línea al menos una vez a la semana, y el 32 % dijo que "no querría vivir sin" YouTube. Y casi dos tercios (65 %) de los preadolescentes dijeron que ven televisión, el 64 % ven videos en línea y el 43 % juegan juegos en un teléfono inteligente o tableta todos los días.
Las tasas promedio diarias de tiempo de pantalla se dispararon más entre los niños negros e hispanos/latinos y los de familias de bajos ingresos. Estos adolescentes y preadolescentes pasaban entre 6,5 y 7,5 horas al día en pantallas de entretenimiento.
En otra encuesta (en inglés), el 71 % de los padres con hijos más pequeños (menores de 12 años) dijeron que les preocupaba que sus hijos pasaran demasiado tiempo frente a las pantallas.
Riesgos y beneficios del uso de dispositivos por parte de niños y adolescentes
¿Por qué usar dispositivos digitales?
El uso de los dispositivos digitales puede:
Exponer a los usuarios a nuevas ideas e información.
Sensibilizar sobre temas y eventos actuales.
Promover la participación comunitaria.
Ayudar a los estudiantes a trabajar con otros en tareas y proyectos.
El uso de los medios digitales también tiene beneficios sociales que:
Permiten que las familias y los amigos se mantengan en contacto, sin importar dónde vivan.
Mejoran el acceso a valiosas redes de apoyo, especialmente para personas con enfermedades o discapacidades.
Ayudan a promover el bienestar y los comportamientos saludables, como dejar de fumar o comer sano.
Por qué limitar el uso de pantallas:
El uso excesivo de los medios digitales y pantallas puede poner a su adolescente en riesgo de:
- Problemas del sueño. El consumo de pantallas puede interferir con el sueño. Los niños y adolescentes que pasan más tiempo en las redes sociales o que duermen con los dispositivos móviles en sus habitaciones tienen mayor riesgo de tener problemas del sueño. Incluso los bebés pueden verse sobreestimulados por las pantallas y perder el sueño que necesitan para crecer. La exposición a la luz (en particular a la luz azul) y al contenido estimulante de las pantallas puede demorar o interrumpir el sueño y tener efectos negativos en la escuela.
- Obesidad. El uso excesivo de pantallas, así como el tener un televisor en la habitación, pueden aumentar el riesgo de la obesidad. Ver televisión durante más de 1,5 horas al día es un factor de riesgo de obesidad para niños de 4 a 9 años de edad. Los adolescentes que ven más de 5 horas de televisión al día tienen 5 veces más probabilidades de tener sobrepeso que los adolescentes que ven de 0 a 2 horas. La publicidad de alimentos y bocadillos (snacks) mientras se ve la televisión pueden promover la obesidad. Además, los niños que abusan de las pantallas son menos propensos a estar activos con juegos físicos saludables.
- Retrasos en el aprendizaje y habilidades sociales. Cuando los bebés o niños en edad preescolar ven demasiada televisión, pueden mostrar retrasos en la atención, el pensamiento, el lenguaje y las habilidades sociales. Una de las razones de esto podría ser que no interactúan tanto con sus padres y familiares. Los padres que mantienen la televisión encendida o pasan demasiado tiempo con sus propios dispositivos digitales pierden valiosas oportunidades de interactuar con sus hijos y ayudarlos a aprender.
- Efecto negativo en el desempeño escolar. Los niños y los adolescentes con frecuencia consumen contenidos de entretenimiento al mismo tiempo que hacen otras cosas, como las tareas escolares. Hacer varias cosas a la vez puede tener efectos negativos en la escuela.
- Problemas de conducta. El contenido violento en la televisión y las pantallas puede contribuir a problemas de comportamiento en los niños, ya sea porque lo que ven los asusta o confunde o porque intentan imitar a los personajes de la pantalla.
- Uso problemático de internet. Los niños que pasan demasiado tiempo usando las pantallas y consumiendo contenido digital pueden estar en riesgo de un tipo de comportamiento adictivo llamado uso problemático de Internet. Los jugadores de videojuegos corren el riesgo de sufrir un trastorno derivado del uso excesivo de videojuegos. Pasan la mayor parte de su tiempo libre en línea y muestran menos interés en las relaciones fuera de línea o de la vida real. Pueden existir mayores riesgos de depresión tanto en el extremo alto como en el bajo del uso de Internet.
- Conductas de riesgo. Los contenidos de los adolescentes en redes sociales a menudo muestran comportamientos de riesgo como el uso de sustancias, actividad sexual, autolesiones o trastornos alimentarios. La exposición temprana de los adolescentes al alcohol, el consumo de tabaco o comportamientos sexuales en las pantallas está relacionada con la participación más temprana en estos tipo de comportamientos.
- El "sexteo", la privacidad y los predadores sexuales. El "sexteo" es la práctica de enviar imágenes desnudas o semidesnudas, así como mensajes de texto explícitos usando un teléfono inteligente, computadora, tableta, videojuego o cámara digital. Cerca de 19 % de los jóvenes ha enviado una foto sexual a otra persona. Los adolescentes deben saber que una vez que el contenido se envía/comparte con otros, puede no haber forma de borrarlo o eliminarlo completamente. También puede que no estén informados acerca de la configuración de privacidad o cómo fijarla. Otro riesgo es que los delincuentes sexuales pueden estar usando las redes de contacto, los salones de chats, los correos electrónicos y los videojuegos en línea para contactar y explotar a los niños.
- Acoso cibernético. Los niños y los adolescentes en línea pueden ser víctimas del acoso cibernético. El acoso cibernético puede tener un efecto negativo a corto y largo plazo en la vida social, el desempeño académico y la salud a largo del acosador y la víctima. Afortunadamente, los programas para ayudar a prevenir el acoso escolar también pueden reducir el acoso cibernético.
Haga un plan familiar de uso de pantallas
Los niños de hoy están creciendo en una época de experiencias de uso de los medios altamente personalizadas. Es inteligente desarrollar un plan de uso de pantallas personalizado para sus hijos. Esto ayuda a sus hijos a evitar el uso excesivo de los dispositivos digitales al equilibrarlo con otras actividades saludables.
Un plan de uso de pantallas debe considerar la edad, salud, personalidad y etapa de desarrollo de cada niño. Recuerde, todos los niños y adolescentes necesitan dormir lo suficiente (8 a 12 horas cada noche, según la edad), actividad física (1 hora al día) y tiempo lejos de las pantallas. Cree un plan personalizado para su familia con nuestro plan familiar interactivo de uso de pantallas. Desarrollado por la American Academy of Pediatrics (AAP), esta herramienta funciona con los valores y la vida ocupada de su familia.
Información adicional:
- Hábitos saludables para el uso de pantallas en la infancia y adolescencia
- Cómo elaborar un plan para el consumo digital de la familia
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