Sex Education, que acaba de estrenar su cuarta temporada en Netflix, es una serie que trata la sexualidad de los jóvenes de forma igualitaria y desde distintas orientaciones y puntos de vista. No se limita a estudiantes enrollándose o hipersexualizados, sino que aborda la gestión de las relaciones afectivas, el deseo y el autoconocimiento. Habla de valores. Y lo hace desde una visión positiva.
Por eso, uno de los mensajes más repetidos entre seguidores anteriores a la generación Z –nacidos antes de 1994– durante las anteriores temporadas es que ojalá ellos hubieran tenido una ficción así de adolescentes. Es un buen referente.
El problema, explican varias expertas, es que es una herramienta pedagógica más. La base de la educación sexual debería estar en las escuelas desde bien pequeños. Mirta Lojo, psicopedagoga feminista, señala que si bien en algunos centros imparten talleres, estos son puntuales. Solo si la formación llega a familias y profesores, el cambio será estructural.
Formar al profesorado
"Para mí la clave está en formar al profesorado", asegura Lojo. "Cada centro debe reflexionar sobre cómo abordar e incluir la educación sexo-afectiva en el proceso educativo. Debe ser transversal, con clases para tratar cuestiones específicas", añade.
"Sobre educación sexual sucede algo muy raro, tanto en las escuelas como en la serie, y es que acude alguien de fuera a impartir unas horas", dice la fisiosexóloga Marta Torrón, coautora del libro Tu cuerpo mola. "Los estudiantes lo leen como que la sexualidad es algo tan raro o complejo que debe enseñarlo alguien muy experto". Por eso considera "importante que sean los profesores quienes lo asuman"; y que hablen de "la anatomía y de lo importante que es sentir placer" como de los planetas en clase.
En España, el sistema educativo "obvia la enseñanza de aspectos claves para las relaciones interpersonales que son la base de una sexualidad segura y saludable: el respeto, la empatía, la comunicación asertiva, la aceptación de las diferencias individuales y la diversidad...", añade Irene Bedmar, psicóloga y sexóloga clínica.
Para ella, "una de las consecuencias más negativas de la herencia de modelos de sexualidad obsoletos es la gran desinformación al mantener, generación tras generación, tópicos y falsas creencias en torno a las relaciones afectivas". Esto, indica, desemboca en problemas como la violencia machista, y también "en trastornos anímicos tan serios como la cronificación de la ansiedad, la depresión, e incluso el incremento de las tasas de suicidio en la adolescencia".
Espacios seguros para hablar
En la serie los adolescentes encuentran espacios seguros para plantear sus dudas, primero gracias a la clínica sexual montada por los protagonistas, Otis y Maeve. Después, con algún profesor aliado. Y algo menos, con la terapeuta sexual cuando la tienen. Con los adultos visitantes siempre cuesta más.
"En la mayoría de casos, los adolescentes tratan de aclarar sus inquietudes en internet o entre sus iguales; en otros, pueden tratar el tema puntualmente en el centro educativo o aprovechando alguna charla. Pocas veces es con la familia o adultos de confianza", dice Ana Yáñez Otero, directora del Instituto Clínico Extremeño de Sexología (ICEXS).
Por eso es importante llevar a los centros algunas de las lecciones de la serie:
1/ El uso del preservativo para prevenir embarazos e ITS –en los últimos años han repuntado estas infecciones–. Yáñez Otero explica que muchos adolescentes no utilizan adecuadamente los métodos contraceptivos, "bien por falta de educación y percepción de riesgo, por tener información errónea o por no responsabilizarse de su acceso".
2/ El sexo es placentero aunque no sea vaginal o anal. En la serie vemos cómo un chico aprende que el sexo vaginal no es la única vía para que su pareja llegue al orgasmo. Y un personaje tetrapléjico explica en qué zonas del cuerpo siente placer.
3/ Hay distintas orientaciones e identidades no normativas. Algo confuso, un estudiante se masturba con el póster de una mujer y de un hombre. Un personaje homosexual le explica a otro cómo debe hacerse una lavativa. Y vemos a chicos gustándose maquillados y a chicas intimando entre ellas sin que se las sexualice.
En la tercera temporada también hubo una persona trans no binaria. Todo positivo, porque de lo que no se habla, no existe. "La invisibilización de las diversidad afectivo-sexual causa gran cantidad de problemas. Los menores que crecen sin modelos positivos van a desarrollar carencias y problemas de legitimidad respecto a su identidad", asegura José A. M. Vela, coordinador del Servicio de Orientación y Apoyo a jóvenes LGTB+ del Cogam. "Si en la ficción solo ven personajes cis-hetero, acaban asumiendo que eso es lo normal". Así, "las personas no normativas pueden ser forzadas a permanecer ocultas". Mostrar la diversidad afectivo-sexual "no es más que reproducir una realidad que ya existe".
4/ Diversidad de cuerpos (y esto incluye a las vulvas y los penes) y autoconocimiento. La estudiante Aimee Gibbs descubre que su vulva es normal aunque no se parezca a las que ha visto hasta ahora. En otro episodio, Otis la anima a masturbarse para conocerse y saber qué le gusta en el sexo. Hasta entonces, solo se había preocupado por el placer de sus parejas.
Marta Torrón explica que las mujeres desconocen su cuerpo incluso de adultas: "Llegan a consulta y alucinan con lo básico porque nunca se habían mirado". O desconocían que podían contraer la musculatura del suelo pélvico. Así que muchas arrastran problemas crónicos, como el vaginismo, también mostrado en la serie.
5/ Si te llega una foto de uno de tus compañeros desnudos no te rías, imponte. La serie no criminaliza el llamado 'sexting'. Pero en un episodio a varios estudiantes les llega la imagen de una vulva que se convierte en motivo de burla. Hasta que las compañeras le dan la vuelta a la situación apropiándose de ella al grito de: "Es mi vagina". Buen ejemplo de sororidad.
6/ La virginidad no existe. Recuerdan que es un constructo social, aunque muchos personajes estén obsesionados con ella.
Y 7/ Tu madre también tiene sexo. La madre de Otis es terapeuta sexual. Habla de sexo sin tapujos con su hijo y ejerce la profesión en su casa, que está llena de material sexual. Aquí dan por hecho que madres, padres y profesores también son personas sexuales.