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El cuerpo como zona de sacrificio; economía política y libidinal del malestar.

 Lo que se etiqueta como malestar psíquico está relacionado con la precarización de la vivienda y el trabajo, de los vínculos y los afectos, de la misma existencia. 
La medicalización de la sociedad terapéutica tapona los interrogantes. 
Tapona el pensamiento. Tapona la acción. 
Es el “como si nada” de las autoridades universitarias frente al caso de suicidio, 
pero con otro lenguaje
Nunca pasa nada. / Acacio Puig
La verdadera catástrofe es que todo siga igual.
(Walter Benjamin) 

Una chica se arroja al vacío desde la duodécima planta de la facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid. El decanato decide continuar las clases como si nada, aconsejado supuestamente por un equipo de psicólogos. Se diserta y se toman apuntes mientras levantan el cuerpo de la chica. Sus compañeros y otros estudiantes protestan, logran interrumpir el silencio. 

¿A quién se le ocurre que lo mejor, cuando sucede algo así, es reproducir la normalidad y no hablar? Negar la palabra, el intercambio de palabras, precisamente lo único que puede curar algo, como sabemos desde Freud. Esa chica decidió quitarse la vida a primera hora de la mañana en el lugar donde estudiaba, ¿acaso no hay nada que pensar al respecto? Seguir igual es no responder de ninguna manera a su gesto. No acogerlo de ningún modo. Reducirla a la nada por segunda vez. 

La Facultad de Geografía e Historia fue la mía durante muchos años como estudiante, pero no recuerdo nada parecido. Los tiempos han cambiado mucho desde entonces, a la vez veloz e imperceptiblemente. La presión neoliberal al rendimiento ha transformado nuestras sociedades en profundidad. Los adolescentes y los jóvenes hablan hoy de síntomas, medicaciones y terapias con total soltura, como en otros tiempos hablábamos de porros, motos y chupas. 

La normalidad no es ningún refugio que haya que proteger, sino justamente el nido de la serpiente. Lo que hay que interrogar y pensar radicalmente. Desgraciadamente, el “negacionismo” de todo lo disruptivo, de las señales de daño psíquico, social o ambiental, no sólo es un atributo de la extrema derecha, sino transversal a todas las ideologías políticas. Una cuestión de sensibilidad, no de ideas

¿Aprenderemos a ver y leer esas señales? ¿A detener el maldito “como si nada” de la normalidad mortífera para pensarlas juntos y hacernos cargo?

Economía política del malestar 
Necesitamos cambiar el mundo, no que nos mediquen para soportarlo.
(Pintada)

Los llamados problemas de salud mental atravesaron con la pandemia la barrera del sonido y empezaron a ser audibles públicamente en sociedad. Durante muchos años, distintos autores, grupos y movimientos pensaron la extensión del malestar psíquico y anímico paralela a la transformación neoliberal del mundo, dando así la voz de alarma. Ahora se ha creado un nuevo cargo en el Ministerio de Sanidad, el Comisionado de Salud Mental, con el objetivo de “rebajar el sufrimiento en la sociedad”. 

Las declaraciones de Belén González, la primera comisionada, impresionan. Por lo que señala y por su análisis. Allí donde sólo se ven problemas de salud mental, ella invita a pensar una cuestión política y social. Es un desplazamiento decisivo de la mirada. Lo que se etiqueta como malestar psíquico está relacionado con la precarización de la vivienda y el trabajo, de los vínculos y los afectos, de la misma existencia. 

El lazo con el otro está frágil o deshecho, las comunidades barriales o laborales apenas existen. Sin colectividad ninguna a la que acudir, se va al médico. El malestar habla el lenguaje de la salud mental porque es la única vía legitimada para expresarse, conseguir una baja laboral, ser escuchado y tenido en cuenta. Pero lo que se presenta como un caso de estrés o ansiedad tiene mucho que ver con un jefe cabrón o el trabajo cotidiano en un lóbrego sótano. 

El problema es que el lenguaje médico individualiza y despolitiza lo que es común y colectivo. Trata de resolver por la vía del diagnóstico y la medicación lo que requeriría una transformación social de las estructuras sociales. Tapona la escucha singular del malestar (y el tratamiento específico) a través de categorías y soluciones a priori

El malestar no es algo que deba ser “curado” a toda prisa y de cualquier modo, sino en primer lugar interrogado. No se trata simplemente de contenerlo o aliviarlo, sino de escucharlo y acompañarlo. Porque el malestar habla, nos habla, nos está hablando de la necesidad de cambiar las condiciones de vida. Es la señal de que algo no anda bien en la organización de la vida colectiva. 

“No es depresión, sino deserción” dice Franco Berardi (Bifo). Lo que se clasifica como problema de salud mental es una protesta silenciosa contra el estado de las cosas. No estamos deprimidos, sino en huelga. Una huelga de nuevo tipo, existencial, humana, que aún no encuentra su forma política, su modo de compartirse. 

La medicalización de la sociedad terapéutica tapona la pregunta. Tapona el pensamiento. Tapona la acción. Es el “como si nada” de las autoridades universitarias frente al caso de suicidio pero con otro lenguaje. 

Economía libidinal del malestar 
¿Qué tenemos que curar? No lo sé con precisión, pero al menos esto
en primer término: la enfermedad de querer curar.
(Jean-François Lyotard)

Los planteamientos de Belén González, que retoman otros como los que Guillermo Rendueles lleva exponiendo hace décadas, me parecen impecables en términos de “economía política”: la precarización, la explotación y la atomización social resultante como causas objetivas del sufrimiento. 

Propongo ahora complementar este enfoque con un análisis “en economía libidinal”. ¿Qué significa esto? Pensar la dimensión deseante, psíquica y anímica de nuestra sociedad. Preguntarnos por la relación entre capitalismo y deseo. Las causas subjetivas del malestar. 

¿Cómo aparecen las cosas, cómo experimentamos la vida, qué nos hace vibrar? El malestar tiene también que ver con una relación con el mundo. Con la interiorización de las lógicas de rendimiento y competitividad. No sólo somos víctimas pasivas o inocentes de la vida-mercado, sino también sus agentes activos y entusiastas incluso. 

Hoy el mandato de productividad pasa adentro. ¿Adentro de qué? De nosotros mismos. Cada cual reproduce el sistema que nos daña al tomarse a sí mismo como capital humano que gestionar: capital-cuerpo, capital-erótico, capital-imagen, capital-visibilidad, capital-relaciones, capital-contactos, capital-proyectos, capital-ideas, capital-salud y capital-capacidades. 

La presión al rendimiento y la competitividad nos hace vibrar. La demanda de hipercomunicación e hiperexpresividad encuentra en nosotros un eco. El mandato de productividad se apoya en nuestros ideales de perfección y de control, en nuestros ideales del yo. Por eso también hay gente con buenos salarios que sufre psíquica y anímicamente, como analiza David Graeber en su Trabajos de mierda

El movimiento del capital, según lo analiza Marx, busca siempre la expansión: siempre más productividad, rendimiento y competitividad, independientemente del bienestar, la satisfacción y la felicidad de los sujetos. En esta lógica autónoma, los territorios, los recursos y las poblaciones aparecen como inmensas zonas de sacrificio. Zonas a devastar y consumir a mayor gloria del imperativo insaciable de la ganancia. 

Nosotros mismos, cuando nos identificamos íntimamente con el capital, obedecemos también esa lógica de siempre-más. Y nuestro propio cuerpo aparece entonces como una zona de sacrificio. Sacrificio de los vínculos y los afectos, de la satisfacción y la felicidad, del reposo y el descanso en la persecución insensata del beneficio, la exigencia y la autoexigencia, la culpa y la deuda. 

Nuestros padres y abuelos sacrificaron el cuerpo a través de la represión disciplinadora y autoritaria. Hoy lo hacemos mediante la movilización total, la optimización y la maximización, la gestión empresarial de uno mismo y la marca personal. Una renuncia al cuerpo –a sus inclinaciones, ritmos y altibajos propios– ya no por represión y negación, sino por aceleración y autosuperación permanente. El gimnasio acristalado como nuevo altar público de la lógica sacrificial.

Es ridículo considerar a nuestra sociedad como “hedonista” cuando desconoce absolutamente el placer como gratificación y recompensa que se basta a sí misma. El consumo –el único goce que se conoce– es la compensación de una vida amputada, sin proyecto ni sentido propios, sometida al deseo del Otro, al imperativo de rendimiento y competitividad. Una compensación que, como sabemos bien por experiencia, no calma, aplaca o sacia nada. La insatisfacción es estructural. Un pozo sin fondo. 

Politizar el malestar
Para acabar con la masacre del cuerpo
(Félix Guattari)

¿Cómo aflojar el nudo de la productividad? ¿Cómo dejamos de identificarnos y vibrar con los imperativos de siempre-más? ¿Cómo salir de la lógica del sacrificio? 

Desatar el nudo de la productividad depende de la mejora de las condiciones objetivas: salarios e ingresos, condiciones y espacios de trabajo, tiempo y recursos. Pero también depende de una mutación del deseo. Primero un desasimiento del mandato de rendimiento, luego la instauración de otra relación con el mundo, una nueva experiencia de vida. 

Habría que volver a pensar a Marx con Freud, a Freud con Marx, reanudar el diálogo entre política y psicoanálisis. Sin Marx, sin crítica de la economía política y luchas sociales, el psicoanálisis se vuelve adaptativo: minimización de daños mediante el aprendizaje personal de otra relación con el mundo. Sin Freud, sin crítica de la economía libidinal y luchas de deseo, la política acaba prescindiendo de los sujetos y retornando al punto de partida, incapaz de cambio cualitativo.

Politizar el malestar es una bella consigna pero un camino difícil. El malestar es a la vez íntimo y común. La presión al rendimiento se inscribe en cada cuerpo de manera diferente, dependiendo de su historia particular, de su biografía psíquica, de sus heridas y cicatrices personales. La “clase” de los sintomáticos no existirá nunca como bloque homogéneo e identitario, sólo como trama compleja de cuerpos y voces singulares. Una conversación entre diferentes, una configuración de únicos, una banda de solistas. 

Freud llamaba “sublimación” al saber-hacer con los malestares íntimos. En lugar de padecer el sufrimiento de forma aislada, ser capaz de elaborar a partir de él algo común y compartido (una obra de arte por ejemplo). Pero se equivocaba al atribuir esa facultad únicamente a algunos artistas geniales. Cualquiera puede, y también en colectivo. Es posible pensar la politización del malestar como un trabajo de sublimación a la vez íntimo y común: salir del padecimiento individual, encontrarse y elaborar el malestar como energía de transformación. 

Politizar el malestar empieza por una pregunta: ¿Qué (nos) está pasando? Una pregunta que interrumpe los automatismos, en primer lugar el automatismo del silencio, la normalidad donde anida el mandato de productividad y competencia. Y prosigue con una conversación, un espacio-tiempo de elaboración colectiva desde lo más singular y lo más propio, desde el cuerpo y la vida dañados. Para leer juntos las señales y hacernos cargo. 

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Amador Fernández-Savater acaba de publicar Capitalismo libidinal; antropología neoliberal, políticas del deseo, derechización del malestar

La salud mental en la infancia y adolescencia ante un mundo en cambio

Según la Organización Mundial de la Salud, entre el 10 % y el 20 % de los adolescentes presentan o presentarán algún tipo de problema de salud mental y todos los indicadores apuntan a un incremento de la incidencia de problemas de salud mental en menores.


Ultima Hora

Víctor Malagón

Palma 02/03/2024


La psiquiatra Montserrat Dolz. | Redacción Local

La segunda jornada del Ciclo Jóvenes de Ultima Hora, en colaboración con la Fundación La Caixa, aborda esta situación con la doctora Montserrat Dolz, jefa del área de Salud Mental Infantil y Juvenil del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona y asesora de la Generalitat de Catalunya, como plato fuerte.


La jornada se desarrollará el jueves 14 de marzo a las 19.00 horas en el CaixaForum Palma. Además de la presencia de Dolz, intervendrán otros expertos como Oriol Lafau, coordinador autonómico de Salut Mental en Balears; Aina Amengual, directora del Institut per a la Convivència i l’Èxit Escolar, y el catedrático en Ciencias de la Computación e IA, Llorenç Huguet. Los tres participarán en una mesa redonda. El acto estará moderado por la periodista Elisabeth Moll.


Bajo el título ‘Salud Mental en niños y jóvenes, entre la resiliencia y la vulnerabilidad’, Dolz hablará desde veinte años de especialización en jóvenes y niños, un campo en el que es una de las principales expertas a nivel estatal, una actividad que compagina con numerosas acciones formativas.


Además de su trabajo como psiquiatra, desde el año 2013 colabora como asesora en salud mental infantil y juvenil en el Plan Director de Salud Mental y Adicciones de la Generalitat de Catalunya.


Investigación


Dolz ha desarrollado una amplia tarea de investigación, tras estancias en el King’s College of London y la Center for the Assesment and Prevention of Prodromal States en la University of California.

En el año 2011 participó en la puesta en marcha de Capris, el proyecto pionero en España en el estudio de la población infanto-juvenil en riesgo a desarrollar psicosis.


La jornada del próximo día 14 es la segunda de las tres que forman el Ciclo Jóvenes de Ultima Hora, que pretende dar una visión en profundidad de la situación de adolescentes y menores ante la transformación social. La primera de las jornadas, que se desarrolló el pasado mes de enero, abordó de la mano del psicólogo clínico, José Ramón Ubieto, las nuevas adicciones en la era digital.

Los suicidios de adolescentes se disparan un 40% en un año: "Las cifras sacan los colores al sistema"

Los suicidios están en máximos históricos. En 2022 superaron los 4.000 (en concreto 4.227 se quitaron la vida), una barrera que no se había rebasado nunca pese a que las muertes voluntarias aumentan, de forma inexorable, desde 2019. En este contexto, preocupan especialmente los suicidios de adolescentes entre 15 y 19 años, que han pasado de 53 a 75 (comparación entre 2022 y 2021), lo que implica un crecimiento del 41,5%. 

el Periódico de España

Patricia Martín

Madrid 30 DIC 2023 8:55


La cifra de 75 suicidios en adolescentes es la más alta desde el año 2000. Y a ella hay que sumar que en el primer semestre de 2023 (últimos datos disponibles, procedentes de la estadística de defunciones del INE, publicada recientemente) han fallecido otros 30 adolescentes.


Si en 2021 llamó la atención el alto número de suicidios infantiles, dado que murieron por esta causa 22 niños de entre 10 y 14 años, ahora en esa franja se ha vuelto “a lo que desgraciadamente era habitual” (12 muertes), pero “preocupa el aumento del suicidio adolescente –de 15 a 19 años–, especialmente en varones (44 chicos y 21 chicas)”, explica Andoni Anseán, presidente de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio.


También destacan las muertes de menores de 30 años (descontando las infantiles), que han pasado de 316 a 341: un 7,9% más. Además, por primera vez, en todos los quinquenios por debajo de 30 años el suicidio supera a las otras dos causas de defunción más frecuentes. Así, frente a los 341 suicidios, hubo 320 muertes en accidentes de tráfico y 276 por tumores.


Diferencias por sexo


La mayoría de los suicidios son cometidos por hombres. Aunque la prevalencia de las enfermedades mentales en mujeres es más alta, a la hora de consumar un suicidio, la tasa es mucho mayor en los varones (3.126 hombres se quitaron la vida en 2022, frente a 1.101 mujeres). No obstante, entre los jóvenes (de 15 a 29 años) “preocupa el suicidio de las mujeres”, que ha pasado de 79 defunciones en 2021 a 117 en 2022: casi un 61% más.


Se han registrado, además, la mayores tasas de suicidio de la historia, tanto totales (8,85 muertes por 100.000 habitantes) como por sexos (13,34 en hombres y 4,52 en mujeres).

Estas cifras indican que, desde que llegó la pandemia, se está registrando “un aumento de los problemas de salud mental y de las conductas suicidas” que indican y piden “que estemos alerta”, según reclama Anseán.


Las causas


El suicidio es un problema multifactorial, que la pandemia ha aflorado porque los jóvenes “han perdido el pudor a contar que sufren un problema mental y a pedir ayuda”. Pero el incremento de la demanda asistencial “ha sacado los colores” al sistema, dada la escasez de recursos y la imposibilidad de absorber toda la demanda.


Déficit de psicólogos


España tiene una media de seis psicólogos por 100.000 habitantes en la red pública, mientras la media europea se sitúa en 18. Esta escasez provoca que la mayoría de las personas que tienen que ir al psicólogo se lo costeen de su bolsillo.

Asimismo, otros factores que podrían explicar el incremento de los suicidios están relacionados con la precariedad económica, la falta de perspectivas entre los jóvenes, los cambios culturales y de hábitos y el uso masivo de las redes sociales, que generan aislamientos y grandes diferencias entre las personas más y menos populares, sobre todo en edades tempranas. También los expertos hablan de un alarmante efecto imitativo.


Frente a ello, la Fundación Española para la Prevención del Suicidio demanda un gran pacto nacional similar al que se forjó contra la violencia machista, dotado de presupuestos “reales”. El objetivo no solo es aumentar los recursos de atención del sistema nacional de salud sino prevenir los trastornos mentales y la conducta suicida. Para ello, la entidad reclama que se imparta educación emocional en los colegios e institutos, “con el objetivo de ir más allá de la mera atención a los enfermos y prevenir los problemas mentales antes de que aparezcan”. 

Los suicidios en menores alcanzan máximos históricos

La Sociedad Española de Psiquiatría advierte de que “hay señales claras de que nos están pidiendo ayuda” Los suicidios en menores de 30 años han crecido un 7,9 % en un año, consolidándose como su primera causa de muerte absoluta, por delante de los accidentes de tráfico y los tumores, e inquietan especialmente los adolescentes de entre 15 y 19: en 2022, se quitaron la vida 75, un 41,5 % más que en 2021. 

DEIA-Efe

Madrid | 30·12·23 | 10:38


“Hay señales claras de que nos están pidiendo ayuda”, afirma a EFE Manuel Martín, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM), tras analizar la reciente estadística Defunciones según la Causa de Muerte del INE, que arroja, por quinto año consecutivo, un incremento de los suicidios.

Muertes que han alcanzado cifras históricas en ambos sexos (3.126 hombres, que suben un 4,8 %, y 1.101 mujeres, en cuyo caso el incremento es del 7,8 %), con lo que se han convertido en la principal causa de defunción externa global. Un total de 4.227 personas, un 5,6 % más que en 2021. 11,6 al día.


341 suicidios


“El año pasado nos preocupaban muchísimo los suicidios infantiles, que fueron 22 en 2021, una cifra absolutamente inaudita en España”, comenta Andoni Ansean, presidente de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio. Ahora que ese número ha vuelto a lo que “desgraciadamente era habitual” (12 menores de 14 años en 2022), los expertos permanecen alerta a lo que está pasando entre los 15 y los 29, donde el suicidio se ha erigido como la primera causa de muerte absoluta, sea natural o externa. En todo ese grupo, se contabilizaron 341 muertes por suicidio, 20 más que por accidente de tráfico (320) o tumores (276). Es un 7,9 % más que el año anterior (316), cuando ya habían crecido un 5,3 % respecto a 2020 (300).


No es la primera vez que el suicidio supera las otras dos causas de defunción más comunes en los menores de 30 años, pero sí lo es que este patrón se reproduzca en todos los subgrupos etarios. Así, en el de 25-29, se produjeron 102 defunciones por cáncer y 120 por un siniestro frente a las 135 por suicidio; en el de 20-24, se registraron 100, 126 y 131, respectivamente. El caso de los adolescentes es aún más alarmante: 75 (44 chicos y 21 chicas, un 41,5 % más que en 2021, cuando fueron 53), se quitaron la vida frente a los 74 que murieron en carretera o los otros 74 que fallecieron por cáncer. Es la cifra más alta de la historia tras rebasar los 70 de 2018.


Las autolesiones se multiplican


La salud mental ha desbancado a la violencia como motivo de consulta de los adolescentes a la Fundación ANAR; dentro de ella, la conducta suicida es la que más llamadas acaparó en 2022 (7.928 por ideación suicida e intentos de suicidio, el 17,5 % del total), con lo que se ha multiplicado por 34,8 en una década. Por detrás se sitúan las autolesiones, que han pasado de las 71 en 2012 a 3.243 en 2022, casi 46 veces más. Suicidio y autolesiones son dos cosas distintas, aclara el doctor Martínez, porque el daño que se infligen a sí mismos los adolescentes, aunque puede ser un indicador de riesgo, no siempre tiene una intencionalidad suicida y “muchas veces obedece a otro tipo de fenómeno que tiene que ver con la descarga de tensión o un ansia importante que no se libera”.


Aun así, “no cabe duda de que están lanzando mensajes”, porque la demanda de atención en salud mental que empezó a notarse con la pandemia “ha aumentado claramente”, y eso se refleja en el engrosamiento de las listas de espera. “Nos está dando señales de que algo está ocurriendo”, coincide Asean, que prosigue: “cualquiera que trabaja con chavales en una escuela, instituto, centro de salud, ha notado el aumento de la ideación, las autolesiones y los comportamientos o intentos suicidas”.


El riesgo de suicidio aumenta con la edad, sobre todo en varones: la tasa entre chicos de 15 a 29 años es de 7,64, mientras que la de los mayores de 79 se quintuplica a 37,38; en el caso de las chicas se duplica de 3,85 a 6,97. De hecho, el número más alto de muertes por suicidio se da en población de 55 a 59 (479, un 18 % más), aunque la tasa mayor la presentan mayores de 79 (18,19) y la subida más acusada (26,1 % con 275 suicidios) apareció en la franja 70-74. Con todo, la tasa española (7,87) es de las más bajas de la UE, por encima de Chipre, Malta, Grecia, Italia y Eslovaquia, y muy lejos de Lituania, Hungría y Eslovenia.


024


Teléfono conducta suicida. Desde que se pusiera en marcha hace algo más de año y medio, el teléfono 024 de atención a la conducta suicida ha recibido más de 178.000 llamadas, más de mujeres que de hombres, de las que el 8,2 por ciento presentaban un riesgo alto y un 4 % eran tentativas de suicidio. De acuerdo con los datos proporcionados por el Ministerio de Sanidad, de las 178.122 llamadas que el 024 –una línea atendida por Cruz Roja que da cobertura a todo el país las 24 horas del día– ha atendido entre el 10 de mayo de 2022 y el 30 de septiembre de 2023, 7.555 ha sido necesario derivarlas al servicio que proporciona el 112.

Retroceden los derechos de los niños en Catalunya: aumentan el bullying y las denuncias por violencia sexual

El cumplimiento de los derechos y oportunidades de los niños y niñas en Catalunya está en claro retroceso, según apunta un informe que la Taula d'Entitats del Tercer Sector ha publicado este jueves y que analiza varios aspectos.

El Periódico

Elisenda Colell

16 de noviembre del 2023. 16:32





Desde el acceso a extraescolares, la brecha digital, la violencia sexual y el acoso escolar por no hablar de los elevados índices de pobreza. El cumplimiento de los derechos y oportunidades. Los casos de violencia escolar y bullying se han triplicado en los últimos tres cursos; las denuncias por violencia sexual han aumentado un 51% en cinco años y hace años que el riesgo de pobreza supera el 30% de menores, una tasa solo superada por Bulgaria y Rumanía en la Unión Europea.


El informe de la Taula d'Entitats del Tercer Sector, elaborada por la Plataforma d’Infància de Catalunya (PINCat), señala sobre el agravamiento de las condiciones materiales de los menores en varios aspectos. Lo han publicado este jueves porque la semana que viene se celebra el Día Internacional de los Derechos de los Niños y Niñas, y en este marco la entidad ha celebrado un fórum con entidades llegadas de toda europa para analizar la realidad de los derechos de los menores y proponer soluciones y alternativas.


Violencias


Los datos que llaman más la atención es sobre la violencia a la que están expuestos los niños y niñas Catalanes. En el curso escolar 2020-2021 se comunicaron 539 casos de violencia en el ámbito escolar. El curso pasado, esta cifra ascendió 1.545 episodios atendidos por la Unitat de Suport a l'Alumnat en Situació de Violència (USAV) del departament d'Educació. Son casi el triple. También aumentaron el 51% las denuncias de violencia sexual en las que las víctimas son menores: de 947 en 2016 a 1.463 en 2021. En ese mismo periodo también crecieron un 8% las denuncias de violencia machista en las que las víctimas son niños y adolescentes.


Sin ordenador o teléfono


El informe también hace hincapié en las pantallas y el acceso a las tecnologías por parte de los menores. El 36% de los hogares con niños y en situación de pobreza no tienen ordenador. Tampoco tienen acceso al teléfono móvil el 42% de las familias vulnerables con menores. Son 12 puntos más que en 2018. Además, si en 2020 el 6% de menores no usaba ordenador ni tableta, en los últimos tres meses este porcentaje aumenta hasta el 27%. Todos ellos, menores que viven en hogares vulnerables.


Este informe insiste en las tasas de pobreza infantil, que llevan ya varios años cronificadas sobre el 30%: es decir, uno de cada tres niños catalanes es pobre. En total, son más de 436.000 niños y adolescentes catalanes. Y de estos, uno de cada tres viven en la privación material severa: no pueden cubrir sus neceesidades básicas. El informe alerta de que, si no se actúa, el 80% de estos menores serán pobres cuando sean adultos. Y añaden que criar a un niño en 2023 es un 30% más caro que en 2021, por lo que el 21% de los padres no pueden hacer frente al coste que supone tener un hijo.


Tentativas de suicidio


Sobre el ámbito sanitario, inciden en que las tentativas de suicidio han aumentado un 195% entre las niñas, y un 10% entre los niños. Esta ya es la primera causa de muerte de jóvenes de entre 15 y 35 años en Catalunya. La Taula del Tercer Sector también recuerda que hay 100.000 menores sin pediatra ni médico asignado, y que más de 66.000 menores permanecen en listas de espera en la sanidad pública, especialmente para visitas con especialistas. Unos datos, dicen, que no han experimentado "mejoras significativas en los últimos años".


Por último, destacan que este curso también hay el triple de alumnos con necesidades especiales que hace tres años. "Los recursos de acompañamiento al alumnado presentan el 56% de las vulneraciones en 2022, sobre todo por la negación o el no ofrecimiento de horas suficientes de 'vetllador' escolar y monitores".


Sin extraescolares


La Taula también recuerdan que el 64% de los alumnos catalanes no practican extraescolares o actividades de ocio en verano por que no se las pueden permitir. La entidades relacionan esta situación con la elevada tasa de abandono escolar prematuro, que aunque ha caído dos puntos (hasta el 16,9%), es mayor que la media estatal (13,3%) y europea (9,7%).


Con todo, las entidades sociales piden más recursos de acompañamiento a los menores y un plan de abordaje en la infancia para que se cumplan los derechos de los niños y niñas en Catalunya.


“Ya no quiero dormir, no soporto más pesadillas”. En Gaza hay cerca de un millón de niños. Su miedo es insoportable.

 Mahmoud Mushtaha, el joven periodista gazatí, cuenta el infierno en la Franja. 

Desde su precaria y peligrosa situación, Mushtaha nos ha hablado del terror y 

el sufrimiento que Israel está infligiendo a un millón de niños gazatíes

 que mueren bajo los misiles, la falta de comida y agua o las epidemias 

 que empiezan a aflorar por las pésimas condiciones de vida en la Franja.  

Muchos de ellos sufren trastornos psicológicos por los bombardeos. 

Save the Children advierte de que el 80% muestra signos de angustia emocional.


Mahmoud Mushtaha 

Ciudad de Gaza 

Crónicas desde el Infierno, CTXT.


Una niña palestina y su madre son rescatadas de los escombros, Khan Yunis, sur ciudad de Gaza. / Mohammed Zannoun


Mariam Jarada, de 14 años, expresa su miedo a dormir debido a las pesadillas. “El sonido de los aviones y los bombardeos me da pánico. Cada vez que intento dormir, me atenaza un miedo a que algo malo esté ocurriendo. He llegado a un punto en el que ya no quiero dormir; no soporto más pesadillas”.


En la Franja de Gaza viven alrededor de un millón de niños. Muchos menores y jóvenes nacidos aquí han estado expuestos a los bombardeos y ataques aéreos durante las cuatro guerras israelíes anteriores –en los años 2008, 2012, 2014 y 2021–, además de a varios ataques, y ahora vuelven a estarlo en 2023.


Cuando comenzaron los bombardeos en la ciudad de Gaza, la niña Dana Shamiya, de 11 años, escribió a bolígrafo una carta y la colocó bajo la almohada de su madre. El mensaje dice: “Todo es aterrador y da miedo. Ha sido mi cumpleaños y no he soplado las velas. No recibí regalos ni nada. Echo de menos a mi padre y a mis hermanos. Me siento como si estuviera ardiendo. Casi me vuelvo loca, Dios”.


Decenas de miles de niños sufren distintos síntomas psicológicos relacionados con el miedo a los bombardeos. Entre estos síntomas se encuentran la depresión, la ansiedad, los trastornos de conducta, las pérdidas de orina, la irritabilidad y un largo etcétera. “Dana expresó el miedo y la ansiedad que ella y el resto de mi familia estamos experimentando en Gaza a causa de los ataques aéreos y los cañones que no dejan de disparar”, explica Mohammed Shamiya, hermano de Dana.


Save the Children, organización internacional no gubernamental con sede en el Reino Unido, ha advertido de que las secuelas de la situación en Gaza seguirán afectando a los niños durante muchos años. La organización destaca que los niños de Gaza experimentan miedo persistente, privación del sueño y muestran signos de ansiedad como temblores continuos y micción involuntaria.


Además, Save the Children asegura que “no hay ningún niño a salvo en Gaza en estos momentos. Al menos 4.412 niños han muerto desde que comenzó el ataque israelí contra Gaza. Los niños que sobrevivan sufrirán secuelas mentales a largo plazo: ninguno ha salido ileso”.


En otro hogar, Bassem Al-Shawa, de 51 años, intenta calmar a su hija Marah, de nueve años y medio, al oír los bombardeos israelíes. Dice: “Cuando mi hija oye el sonido de cualquier explosión, empieza a gritar y a llorar y dice: ‘No quiero morir y quiero estar contigo’”.


“Varios días después del ataque israelí a Gaza, Marah cayó en un estado de miedo, mostrando síntomas preocupantes de deshidratación y una coloración amarillenta de la cara. Al principio atribuí su angustia al ruido constante de los ataques aéreos israelíes, pero las terribles circunstancias de los hospitales, desbordados por el gran número de víctimas, me impidieron buscar atención médica inmediata”, explicó Bassem.


Los niños de Gaza se enfrentan ahora no sólo a las crisis de pánico, sino también a una grave escasez de alimento


Y añadió: “A medida que pasaban las semanas, el estado de Marah se deterioró aún más. Hasta tres semanas después no conseguí llevarla al centro de salud más cercano, donde descubrimos que había desarrollado anemia debido a una grave desnutrición”. El miedo de Marah le había dificultado enormemente la ingesta de alimentos.


El psiquiatra Mohammad Abu Al-Sabah advirtió en las redes sociales de que los niños de la Franja de Gaza que han sufrido traumas importantes pueden correr el riesgo de desarrollar tendencias violentas. Explicó que las consecuencias psicológicas de esas experiencias traumáticas suelen manifestarse en forma de comportamientos perturbadores y agresivos. Las guerras, señaló, tienden a contribuir a una mayor prevalencia de la violencia entre los niños, ya sea en el entorno escolar o en sus hogares.


Según Abu Al-Sabah, una mayoría significativa de los niños de la Franja de Gaza se enfrentan a problemas de salud mental, como depresión, ansiedad y trastornos del comportamiento, lo que subraya la urgente necesidad de apoyo e intervención en materia de salud mental.


“¿Qué culpa tiene esta niña de contraer la enfermedad junto con el miedo? Francamente, no sé cómo tratarla dadas las difíciles circunstancias vitales en las que vivimos. Siempre cuido de mi hija y le doy de comer lo mejor posible, pero en Gaza, la calamidad te llega tan hondo que no te lo esperas”, dijo Al-Sabah.


Según Save the Children, el 80% de los niños de Gaza muestran signos de angustia emocional debido a los continuos ataques. La ONU ha emitido repetidas advertencias de que Gaza puede convertirse pronto en un lugar inhabitable.


El impacto traumático de los continuos bombardeos israelíes en los niños de Gaza es desgarrador. Su miedo es insoportable. Además, los niños de Gaza se enfrentan ahora no sólo a las crisis de pánico, sino también a una grave escasez de alimentos, lo que hace surgir el alarmante espectro de la hambruna y de la catástrofe humanitaria que se cierne sobre la Franja.

"¡Puto móvil!". He leído y acepto que el puto móvil dañe la salud mental de mis hijos.

que crean adicción intencionadamente y ponen en peligro a niños y adolescentes.

La primera responsabilidad es de esas compañías cuyo modelo de negocio busca 
maximizar beneficios a costa de la salud pública, también de los menores
y de los gobiernos que no las regulan ni sancionan como deberían. 

Pero las familias también deberíamos darle una vueltecita al asunto.
Le regalaste a tu niño su primer móvil, le diste permiso a tu hija adolescente 
para que se instalase la misma red social que usan todas sus amigas, y como de costumbre
 marcaste la casilla de “He leído y acepto los términos y condiciones de uso” 
sin leer ni el primer párrafo. 
Total, para qué, si van a hacer lo que quieran, tanto las empresas como los hijos. 
“El puto móvil”, así lo llamas tú también en casa, ¿verdad?.
Una joven revisa su teléfono móvil, en una fotografía de archivo. EFE/Robert Ghement
Si hubieras echado unos minutos en leerte las condiciones, te habrías llevado una sorpresa: en el largo contrato pone cosas como que “esta aplicación está diseñada conscientemente para atraer, captar y atrapar a los más jóvenes”, “esta plataforma se aprovecha del dolor de los niños manipulándolos psicológicamente y manteniéndolos adictos a la vez que rebaja su autoestima”, “su uso prolongado por menores de edad tiende a correlacionarse con depresión, ansiedad y problemas de imagen corporal”, o que “la compañía busca maximizar el beneficio a expensas de la salud pública, poniendo a los niños en peligro”.
Espera, que el documento que aceptaste y firmaste sin leer es muy largo, hay más: “esta plataforma implementa funciones para extraer tiempo y atención adicionales de usuarios jóvenes cuyos cerebros en desarrollo no están preparados para resistir estas técnicas manipuladoras”“la empresa explota de manera desmedida las vulnerabilidades psicológicas de los usuarios jóvenes”, y la guinda: “nuestro algoritmo ofrece contenido de acuerdo con programas de refuerzo variable, manipulando la liberación de dopamina en los usuarios jóvenes, induciéndolos a usar repetidamente nuestros productos, como un jugador en una máquina tragaperras”.
Venga, ahora que ya lo has leído, dale a “aceptar” y deja a tu niño o tu niña que sigan con su móvil y su TikTok o su Instagram.
No, por desgracia los documentos de condiciones de las redes sociales no son tan sinceros y transparentes. Los párrafos anteriores los he copiado de la demanda que los fiscales de más de cuarenta estados norteamericanos acaban de presentar contra Meta, la empresa matriz de Facebook, Instagram o WhatsApp. Se unen a las decenas de demandas que hace meses presentaron también familias y centros educativos, contra Meta y también contra TikTok, Snapchat o Youtube, por el daño a la salud mental de los más jóvenes, pero también por el destrozo educativo y el mayor esfuerzo y gasto que tienen que soportar las escuelas públicas por “los crecientes costes atribuibles a la crisis de salud mental”.
No lo pone en ningún contrato, pero lo sabemos de sobra y no podemos seguir haciéndonos los tontos: llevamos años leyendo noticias sobre investigaciones que vinculan las redes sociales con daños a la salud mental de los adolescentes, además de trastornos alimentarios, suicidios, ciberacoso, insomnio, menor rendimiento escolar o hasta la captación y explotación de menores para el tráfico sexual.
Las familias no tenemos la culpa, pues la primera responsabilidad es de las empresas, y de los gobiernos que no las regulan ni sancionan como deberían. No es un problema de abuso o mal uso de su tecnología: es un modelo de negocio, su beneficio se basa en promover en los usuarios el abuso y el mal uso. Pero las familias deberíamos darle una vueltecita al asunto, desde que les ponemos el móvil a los bebés para que coman o no molesten, hasta regalarles su primer smartphone a edades cada vez más tempranas (en la comunión ya), y permitir o desentendernos de que usen redes sociales sin estar preparados para ello.
Llevamos años sospechando que no es bueno, leyendo noticias al respecto, viendo en vivo cómo afecta a nuestros hijos, cómo nosotros mismos nos convertimos en yonquis. Llevamos años refiriéndonos al aparato como “el puto móvil”, motivo frecuente de bronca familiar. Llevamos años comentando que, fíjate, los dueños e ingenieros de las grandes tecnológicas no dejan que sus hijos tengan pantallas, y en las escuelas de Silicon Valley usan pizarra, tiza y papel. ¡Qué curioso!. 
Nos hace mucha gracia cuando vemos a un niño, nativo digital, hacer el pellizco con los dedos sobre un libro buscando ampliar o reducir una página. Pero cada vez tiene menos gracia. Y menos que va a tener si en el futuro se confirman las consecuencias de la adicción y la toxicidad de plataformas y pantallas para toda su generación. Igual un día nos lo echan en cara: “¿por qué me disteis el puto móvil cuando no tenía edad para ello?” Y no podremos defendernos diciendo que hicimos clic en lo de “he leído y acepto las condiciones…”