Es complicado ser Robyn Higley cuando se acerca el 11 de septiembre.
¿Cómo hacer el duelo por un padre al que nunca conoció? ¿Cómo lidiar
con la etiqueta que le han asignado para toda la vida, bebé del 11-S,
cuando ella ni siquiera estaba en ese día terrible?A su padre, Robert Higley, todos lo llamaban Robbie. El 11 de
septiembre de 2001 fue a su nuevo trabajo como ejecutivo de una
aseguradora en el piso 92 de la torre sur del World Trade Center, en
Nueva York. Había comenzado tres meses antes y ese día estaba
especialmente emocionado porque le habían pedido que asumiera el cargo
de director en funciones.
A las 8:46 de la mañana, un avión alcanzó la torre norte y
Robbie llamó a Vycki, su esposa. Le dijo que había ocurrido algo en el
otro edificio pero que él estaba bien. "Vista ahora desde el recuerdo,
fue una conversación dolorosamente corta", dice Vycki.
A Vycki le llevó un tiempo reconstruir lo ocurrido tras esa
llamada: su marido ayudó a evacuar a doce compañeros en un ascensor, uno
de los últimos en llegar a la planta baja antes de que el vuelo 175 de
United Airlines se estrellara contra la torre sur a las 9:03. Robbie no
logró salir. Vycki dice que decidió no entrar en el ascensor porque
quería "hacer de director" y asegurarse de que todos los demás
estuvieran bien.
Vycki quedó viuda el 11 de septiembre. Una madre sola al cuidado
de su hija de cuatro años, Amanda, y con el embarazo de Robyn en estado
avanzado. Cuando Robyn nació siete semanas después, el 3 de noviembre
de 2001, ya era conocida como "la bebé del 11-S".
Su condición de recién nacida y víctima de los atentados de las
Torres Gemelas generó tanto interés que el día de su nacimiento en la
sala de partos había un equipo de cámaras de la cadena ABC. "Fue
gracioso", dice Robyn. "Mi madre se puso de parto, llegó al hospital y
se encontró con que ABC News ya la estaba esperando".
Crecer siendo "bebé del 11-S"
Robyn Higley es una de las 105 personas que estaban en el
vientre materno cuando sus padres murieron en los atentados terroristas
de Nueva York, Washington y Shanksville (Pensilvania). Como miembro de
este club formado bajo un criterio tan excepcional, Robyn nació y creció
en un mundo donde su identidad ya le había sido asignada.
De pequeña empezó a comprender que había ocurrido algo muy grave
el día en que su padre perdió la vida, pero no tenía ni idea de cómo
procesarlo. "Sabía en qué consistía el 11 de septiembre, pero no cómo
debía sentirme”, dice. “Para una niña de cinco años, son cuestiones muy
complejas".
El desafío de educar a dos niñas pequeñas tras la calamidad de
los atentados también pilló por sorpresa a Vycki. ¿Qué debía contarles?
"Nadie le dio un manual a nadie", dice. "No había un manual sobre las
Torres Gemelas en el que se nos dijera qué hacer, cómo criar a dos niñas
pequeñas que habían perdido a su padre en esta cosa terrible".
Robyn tuvo dificultades con Amanda, su hermana mayor. Eran muy
buenas amigas y estaban muy unidas pero sus experiencias opuestas del
11-S provocaban tensiones y rivalidades. Cuando ocurrió el atentado,
Amanda tenía cuatro años y Robyn aún no había nacido. "Hay muchos celos
entre ellas", dice Vycki. "Como bebé del 11-S, nacida tras la muerte de
su padre, Robyn recibió toda la atención mediática y eso molestó a
Amanda. Pero Robyn tiene celos de Amanda porque pudo estar cuatro años
con su padre y ella no estuvo ninguno".
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Memorial del 11-S. EFE |
Cada vez que llegaba el 11 de septiembre, se intensificaba la
atención sobre Robyn. "Durante todo el instituto fue algo horrible, con
personas que ni siquiera eran amigas acercándose para decir 'Oye, ¿cómo
estás? ¿Estás bien?'. Era como si esperaran que yo necesitara su
compasión y su lástima", cuenta ella.
A veces Robyn tenía la extraña sensación de que la gente quería
que rompiera a llorar o que tuviera un ataque de nervios: "Querían que
me derrumbara; cada vez que salía un anuncio del 11 de septiembre, todos
los ojos giraban hacia mí en el momento en que la primera torre caía y
yo empezaba a reaccionar".
Robyn, Amanda y Vycki asistirán por primera vez este año a la
conmemoración oficial del 11-S en la Zona Cero. Tras evitar durante años
este acontecimiento de difusión mundial, Vycki cree que ha llegado el
momento. "Este parece ser el año adecuado para hacerlo", dice.
Robyn ya se está angustiando un poco por el 20 aniversario.
Siete semanas después, cumplirá veinte años y eso le ha hecho pensar que
no faltan tantos para llegar a los 29, la edad de su padre. "Me estoy
acercando a la edad que tenía él cuando murió; cuando tenga 30 años haré
cosas que él nunca pudo hacer como dejar a mi hijo en la guardería,
algo que él nunca hizo conmigo", dice. "Si lo piensas, es muy
desconcertante".
No poder escapar de los recuerdos
Los 105 bebés del 11-S son un subconjunto de un grupo mucho
mayor formado por todas las niñas y niños que perdieron a uno de sus
padres en las Torres Gemelas, en el Pentágono o en el vuelo 93 de United
Airlines que se estrelló en un campo cerca de Shanksville. Un total de
3.051 menores sufrieron la muerte de un progenitor. En la mayoría de los
casos, el padre (siete de cada ocho víctimas del 11-S fueron hombres).
Terry Sears lleva veinte años metida en el mundo de los niños
del 11-S. Es la directora ejecutiva de la ONG Tuesday's Children, creada
a pocos días de los atentados para dar asistencia a largo plazo a los
niños de la tragedia. Ahora que se acerca el aniversario, Sears se ha
puesto a mirar viejas imágenes de los primeros años de la ONG, cuando
llevaban a los niños de excursión.
Lo que más le impresiona es la magnitud de la pérdida. "Se
organizaba un picnic en Nueva Jersey o una fiesta en la playa de Long
Island, y acudían cientos de niños que habían perdido a sus padres ese
día, era una sensación de duelo tan concentrada... Mirar las imágenes
hoy sigue siendo algo abrumador".
A lo largo de los años, Sears ha identificado experiencias
compartidas entre los niños. Una de las más potentes es la condición
siempre presente del 11-S, la sensación de que no pueden escapar de él
por mucho que lo intenten. "Salía todos los días en las noticias, justo
cuando empezabas a ver la televisión al regresar del colegio, volvían a
aparecer esas imágenes con los edificios derrumbándose", dice. "Para los
niños del 11 de septiembre, sus historias se reprodujeron todos los
días y durante años en público".
Sears llama la atención sobre otra potente experiencia
compartida de la que también habla Robyn Higley: la tiranía de lo que
esperan las otras personas. "Muchos niños del 11 de septiembre me han
contado que a lo largo de los años han tratado de ser ellos mismos",
dice Sears. "Conseguir un nuevo trabajo y sentirse frustrados cuando
alguien les dice 'He oído que has perdido a tu padre', aunque ellos no
buscaran que nadie se apiade, cuando solo querían ser normales".
"Nunca llegas a ser totalmente inmune"
Mike Friedman conoce perfectamente la sombra que el 11 de
septiembre ha proyectado sobre los niños de la tragedia. Él y Dan, su
hermano gemelo, tenían 11 años el día en que perdieron a su padre. "El
11 de septiembre es la única tragedia que se asocia a una fecha
concreta, nadie deja que se te olvide", dice. "Está en las noticias, en
la televisión, en Internet; nunca llegas a ser totalmente inmune; en la
semana previa al 11-S nunca me siento como soy normalmente".
Incluso antes de los atentados, los hermanos tenían una conexión
especial con los enormes rascacielos del World Trade Center en el
centro de Manhattan. Mike y Dan miden 1,80 metros y fueron durante años
los más altos de su escuela, incluidos los profesores. Gracias al
trabajo de su madre tuvieron la oportunidad de conocer a la estrella del
baloncesto Magic Johnson, que les firmó un autógrafo que decía: "A las
Torres Gemelas, la mejor de las suertes". El apodo quedó y Mike y Dan
serían conocidos como las Torres Gemelas mucho antes de que su padre,
Andrew Friedman, fuera ese día a trabajar comprando y vendiendo acciones
en el piso 92 de la torre norte. Tenía 44 años.
Entre las experiencias de los gemelos y las de Robyn Higley hay
diferencias notables. Ellos sí habían nacido el 11-S y recuerdan
perfectamente al director del colegio llamándolos para que salieran de
clase. Les dijo que un avión se había estrellado contra el edificio de
su padre en Nueva York y que no se preocuparan, que él estaba bien.
El resto del día transcurrió como si nada hubiera ocurrido.
Recuerdan estar pasándolo bien en casa de un vecino, nadando en la
piscina y disfrutando de la barbacoa. No fue hasta el día siguiente
cuando su madre, Lisa Friedman Clark, los sentó y les dijo: "Chicos, no
creo que vuestro padre vuelva a casa".
Pero también hay afinidades entre los niños del 11-S. Como le
ocurrió a Robyn, a los gemelos les llevó años averiguar lo que le había
ocurrido a su padre. Lisa quería ocultarles los detalles dolorosos hasta
que tuvieran la edad para asimilarlos, así que crecieron pensando que
su padre había estado bien hasta el derrumbe de la torre norte, que
había tenido "mucho aire", como les dijo su madre. Dan tenía la
impresión de que el piso 92 había sido un lugar tranquilo hasta el
último momento.
Con poco más de 20 años, su madre les dijo la verdad. "Nos contó
que pasó una hora y media de infierno atrapado en el piso, tosiendo un
montón mientras ella hablaba por teléfono con él, con humo, paredes
derrumbándose, el hueco de la escalera inaccesible, la gente ahogándose y
saltando del edificio; fue algo doloroso de escuchar".
El proceso de duelo
Todos los niños del 11-S han pasado por dificultades a lo largo
de los años. Los Friedman acudieron a terapeutas infantiles que les
ayudaron en el proceso de duelo y de niña Robyn tuvo graves ataques de
paranoia. Le generaba ansiedad separarse de su madre y solo entraba en
un cine cuando alguien lo había inspeccionado y declarado seguro. "Crecí
sabiendo que mi padre entró un día en el trabajo y no salió, eso me
hizo tener mucho miedo de entrar en cualquier situación", dice.
Los recuerdos les han ayudado a establecer una conexión con sus
padres perdidos. Los gemelos tienen colchas que les tejió un desconocido
de Oregón con las camisetas y prendas de la universidad en la que
Andrew estudió. Dan guarda uno de los palos de golf de su padre en la
taquilla del club de Long Island donde ahora juegan los dos y Robyn
guarda un conejito rosa de peluche que su padre le compró cuando él y
Vycki se enteraron de que el embarazo era de una niña.
El conejito la ha tranquilizado mucho en todos estos años.
También la ha ayudado a afrontar una de sus mayores angustias: que su
padre nunca supiera quién era ella. "Tuve que lidiar con eso durante un
montón de tiempo, con que él no supiera quién soy; pero él sí sabía que
yo era una niña, lo sabía porque me había comprado cosas y eso me
reconfortaba un poco, sabía de mí, sabía quién era, se emocionaba por
mí".
El asesinato de Bin Laden
Los chicos del 11-S también han compartido inesperados momentos
de regocijo. El más extraño de todos, el asesinato de Osama Bin Laden en
mayo de 2011. Su muerte en Pakistán a manos de un equipo de seis Navy
Seal estadounidenses se anunció mientras Robyn celebraba con su familia
el 14 cumpleaños de su hermana Amanda. "Lo celebramos con una tarta de
chocolate, estuvo realmente bien", recuerda Robyn.
También han tenido lo que podríamos llamar las ventajas de ser
famosos del 11 de septiembre. A Robyn la llevaron entre bastidores de Hairspray,
el exitoso musical de Broadway. "Pude ponerme sobre un bote gigante de
laca para el pelo. Para una niña de seis años, era lo más genial que
había", recuerda. Todos los veranos asistía durante una semana al
"Campamento de América", un lugar de recreo en el campo dedicado
expresamente a los niños del 11 de septiembre. Llegó a considerarlo un
refugio, un lugar donde no había que dar explicaciones ni tenía que
hablar de "eso".
Con el paso de los años, según cuenta Robyn, su afecto por el
padre que nunca conoció se ha hecho más profundo. Cuando ella era niña,
él solo era una fotografía. Ahora tiene un perfil más completo de su
padre como ser humano. "Un loco divertido al que le gustaba hacer reír a
la gente", dice. "Una de las mejores personas que hayan existido".
Pese a todo, Robyn dice estar sorprendida por lo bien que ha
salido, por cómo pasó de bebé del 11-S a convertirse en una mujer
independiente y fuerte. "Estoy muy sorprendida por lo bien que he salido
teniendo en cuenta todo lo que había en mi contra".
Dice que sólo tiene dos penas. Le gustaría que su padre
estuviera cerca para verla crecer. "Que pudiera ver lo orgullosa que
estoy de mí misma", dice. El otro está relacionado con el mismo 11 de
septiembre. De vez en cuando se permite divagar sobre cómo Robbie
sacrificó su propia vida para salvar a otros. "Fue un héroe y eso me
encanta", dice. "Pero también hay momentos en los que me enfado: ¿por
qué no se subió a ese ascensor?".
Traducido por Francisco de Zárate
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