Nivek, un niño soldado en el corazón de África: "kadogo". 12 de Febrero día del drama de los niños soldado.
La infancia robada de los niños en la guerra
Los conflictos bélicos tienen sin duda algunas consecuencias nefastas para la población civil. Pero son los niños los que sufren en mayor medida las atrocidades de la guerra. Indefensos y completamente vulnerables, presencian horrores que a tan temprana edad son incapaces de comprender.
31 de enero de 2024
Niños soldado reclutados | Fuente: @altamiranoMLG (X) |
Estas situaciones macabras son acompañadas de torturas, violaciones y explotación. Son forzados a abandonar sus hogares, obligados a participar en el flagelo de la guerra y en el peor de los casos perecen durante el conflicto. A lo largo de su infancia sufren prácticas inhumanas muchas veces vinculadas a castigos.
Según UNICEF, en los últimos dieciséis años, sólo los datos oficiales cuentan con más de 93.000 niños reclutados y 25.700, mutilados. Han masacrado a más de 104.100 y 14.000 han acabado siendo víctimas de violencia sexual.
Qué dice la Ley sobre la protección del menor
Hace ya más de veinticinco años que, según UNICEF, las Naciones Unidas emitieron un informe sobre “El impacto de la guerra en los niños”. Hace más de dos décadas que la comunidad internacional pedía que se incrementasen las medidas que protegiesen a los niños de las atrocidades de la guerra. Aun así, sólo la guerra de Gaza se cobró durante los cien primeros días del conflicto la vida de 10.000 niños. Desde el inicio de la ofensiva de Israel 8.000 cuerpos se encuentran aún sepultados o sin identificar. Estos datos suponen que casi el 70% de las muertes en Gaza sean de niños. Pero no hace falta irse a Oriente Medio, en Ucrania la ONU reportó cifras de hasta 525 muertes de menores en junio de 2023.
A pesar de estos datos atroces la ley internacional se ha posicionado conjuntamente para proteger al niño en múltiples convenciones. Las más importantes son la Convención sobre los derechos del niño (1989) y su protocolo sobre la participación de los niños en conflictos armados (2000). También legisla sobre este tema el Estatuto de Roma, los Convenios de Ginebra y sus Protocolos Adicionales. Numerosas resoluciones del Consejo de Seguridad han abogado por la protección del menor, así como los Principios de Paris.
Niños soldado
Son múltiples las formas en las que los niños terminan siendo víctimas de la guerra: niños huérfanos, desplazados, heridos, encarcelados, explotados o en el caso que nos acontece niños soldados. Todos ellos tienen una cosa en común: se les ha arrebatado la infancia. Sin embargo, los Principios de Paris prestan especial atención a un tipo de víctima, a menores asociados a fuerzas o grupos armados. Esto es lo que comúnmente se conoce como niños soldados.
Estos niños proporcionan a ejércitos y milicias la inocencia necesaria para posicionarles en las primeras líneas de fuego. Su temprana edad les vuelve dóciles, baratos y extremadamente útiles a ojos de la guerra. No comprenden la magnitud de la muerte
Fue Kapuscinski, en su libro Ébano, quien explicó cómo la guerra entre niños se ha masificado gracias a la tecnología. Ésta ha adaptado las armas a las manos de los niños como si de juguetes infantiles se tratasen, más livianas, más pequeñas, más infantiles.
Pero ha sido principalmente África quien la ha legitimado. Ha convertido los conflictos en guerras de niños contra niños. Cuando ya los adultos perecen, solo quedan los niños para librar sus batallas.
Qué hay detrás de estas prácticas
Estas guerras son, en muchas ocasiones, producto de la pobreza o de conflictos armados que han escalado. También son la consecuencia directa de la inestabilidad política de muchas regiones, principalmente africanas. Pero no debemos olvidar que en un porcentaje claramente mayoritario tenemos los intereses político o económico. Esto hace que a menudo estas prácticas se financien por empresas occidentales o por China. El resultado es claro: niños sometidos en Sierra Leona por los diamantes de sangre, en la República Democrática del Congo por el coltán o en Sudán del Sur por la riqueza del petróleo. Los minerales que llegan a occidente en muchas ocasiones vienen manchados de sangre.
A esta lista podemos sumar el comercio de armas que se usa en combates donde participan niños. España, según Amnistía Internacional es uno de los principales exportadores de armamento y munición ligera a África y también a otras regiones del mundo de forma legal y en algunas ocasiones ilegal.
El reclutamiento
En la mayoría de las situaciones los niños son forzados e incluso secuestrados con el fin de afiliarlos a las fuerzas armadas. Los procesos de coacción y coerción a menudo presentan las armas como medio de supervivencia. El miedo, las heridas emocionales o la violencia empujan a los menores a participar en estos conflictos atroces.
A menudo luchan en el frente convirtiéndose en escudos humanos. Pero también son explotados como colaboradores, portadores y espías. Las niñas, especialmente, además acaban siendo esclavas de violencia sexual como castigo.
Consecuencias físicas y psicológicas de esta práctica
El impacto de la guerra durante la infancia es brutal para los menores. No sólo a nivel físico siendo víctimas de lesiones crónicas y torturas, sino también psicológico. La brutalidad que presencian, la privación de comida y el abuso de sustancias derivan en trastornos psicológicos. Estos traumas son a menudo irreparables. A su vez, aquellos niños y principalmente niñas víctimas de violencia sexual sufren secuelas y lesiones. Además, se ven privadas de atención sanitaria. Frecuentemente son incapaces de combatir enfermedades de transmisión sexual, partos a edades inimaginables y recuerdos verdaderamente traumáticos.
En caso de ser liberados el trastorno sufrido puede aumentar. En algunas comunidades sufren rechazo y discriminación al intentar reinsertarse en la sociedad. Especialmente las niñas al haber mantenido relaciones sexuales fuera del matrimonio o incluso con el enemigo. Su propia sociedad las empuja a la prostitución. Los grupos armados les roban la infancia, pero sus comunidades les condenan de por vida. Los niños terminan siendo criminalizados. A ojos de estas sociedades un asesino es un asesino
Por todo esto que estas prácticas han de ser completamente abolidas. A pesar de las múltiples legislaciones y de la consternación a nivel internacional se debe prestar una atención inigualable y una cooperación sin precedente para su erradicación.
El aumento de conflictos armados, la pobreza extrema y los intereses políticos y económicos conllevan la masificación de esta práctica. Pero es la desinformación y sobre todo la impunidad la causante de que la infancia de miles de niños se convierta en un infierno.
El infame empeño de militarizar la infancia.
“No se trata de qué país le dejamos a nuestros hijos, sino de qué hijos le dejamos a nuestro país”, repitió como un mantra en más de una ocasión el rey de la soja Alfredo Olmedo, hoy candidato a diputado al Parlasur por las listas de Milei. Desde hace años, el hombre que -desde el 24 de julio y hasta este domingo- sortea 100 dólares diarios, sostiene la urgencia de relanzar el servicio militar obligatorio.
A lo largo de la historia se ha intentado adiestrar a las infancias para prevenir rebeldías e indocilidades. Y hace escasos días, Alfredo Grande publicó en esta agencia que la doctrina del exterminio de las minorías, y de algunas mayorías molestas, volvió o nunca se fue.
Y se argumentaba –como hizo el comandante Agustín Benítez, de Curuzú Cuatiá (Corrientes), la Gendarmería Infantil «aniquilará el ocio, que es el principal factor de las inclinaciones malsanas» y llenará las mentes de «nobles contenidos: Dios, patria, familia: no pueden ser vaciadas por el nihilismo frustrante y desalentador, sus firmes principios no pueden ser sustraídos por la degradación».
Hace unos siete años, la policía catamarqueña convocó a través de las redes sociales a niños de 6 a 14 años para la formación de una policía infantil y “elevar el espíritu patriótico”. Ya había habido movidas similares en Chubut, Misiones, Chaco, Corrientes, Entre Ríos, Jujuy, Mendoza, Neuquén, Salta, San Juan, Santa Fe y Tierra del Fuego que luego fueron eliminadas.
Publicado originalmente en Pelota de Trapo
Descolonizando Discursos Infantiles, una Orientación Posthumanista y Crítica desde la Educación Superior.
Este proyecto pretende estudiar cómo el realismo activo, el posthumanismo y el nuevo materialismo podrían contribuir a una reconfiguración de la infancia en el diseño y contenido de los planes de estudios y proyectos de investigación poscualitativos y poscoloniales.
Reúne a miembros nacionales e internacionales de todas las disciplinas, incluidas las artes creativas, las humanidades, la medicina, el derecho, las ciencias sociales y naturales. El enfoque transdisciplinario se centra en cómo los conceptos de niño e infancia incluyen y excluyen, y continúan marginando, no solo a los humanos jóvenes, sino también a los académicos de la primera infancia en el mundo académico y en naciones y continentes enteros (por ejemplo, África). Los miembros de este colectivo investigan cómo los marcos poscualitativos basados en el realismo existente, el poshumanismo y el nuevo materialismo pueden relacionarse de manera diferente con los llamados "pueblos perdidos" tanto del humanismo como del poshumanismo, e informar sobre teorías y prácticas descolonizadoras y posdesarrollistas en todas las fases de la educación.
En el corazón de este proyecto está la noción de una educación infantil en un esfuerzo por descolonizar la educación (superior). Desde 2016, el proyecto ha apoyado con éxito a muchos investigadores de maestría y doctorado y ha generado una gran cantidad de publicaciones, incluidas publicaciones multimedia, artículos revisados por pares, capítulos y libros (ver recursos). También ha recibido a varios miembros en Sudáfrica, incluidos Karen Barad, Fikile Nxumalo, Affrica Taylor, Karen Malone y muchos más de forma virtual. Más de 40 miembros del equipo interactúan, comparten y colaboran entre sí a través de grupos de lectura, desarrollo de propuestas de subvención, cosupervisión, presentaciones de conferencias, coloquios, talleres de escritura y otras iniciativas de colaboración. Las redes sociales y los espacios de reunión virtuales sincrónicos permiten la colaboración continua entre continentes y espacios geopolíticos.
Investigación
Después de la desaparición del apartheid, la educación superior se ha preocupado por el género, la raza, la clase, la sexualidad y la capacidad, pero hasta ahora se ha prestado poca atención a la edad como categoría de exclusión. En particular, los conceptos de niño e infancia no han sido incluidos en los discursos decoloniales sobre la transformación de los espacios educativos y los currículos. A pesar de décadas de crítica académica sostenida y contestación en la investigación de la primera infancia, los programas de estudio actuales a nivel mundial y las pedagogías promovidas en sus cursos aún tienden a asumir el niño occidental esencializado y universal que se desarrolla de acuerdo con un proceso lineal de formación similar a una etapa de acuerdo con su /su/su potencial innato (desarrollismo).
Además, el concepto de niño tiende a referirse a un ser niño cronológico en el mundo y a la infancia como una etapa de la vida del ser humano con poca o ninguna relevancia para las pedagogías y metodologías de la educación superior. Desde conceptos binarios y por tanto excluyentes de las distintas variables intervinientes, se continúa haciendo su dañino trabajo de exclusión, como Cultura/Naturaleza, Adulto/Niño, Educación Superior/Educación de la Primera Infancia. El proyecto DECD continúa desconstruyendo nociones como 'indígena', 'postcolonial' y 'descolonizador' mediante temporalidades unilineales problemáticas y una meta/física del individualismo. Teorizar la diferencia de manera diferente abre estos (y otros) conceptos para incluir el filosofar animista de los niños pequeños y la creación de sentido discursivo material. Las filosofías de la cultura de la naturaleza se necesitan con urgencia en el (polémico) llamado Antropoceno: el tiempo geológico de un planeta dañado por los humanos como resultado del capitalismo industrial global, la estandarización del tiempo universal, la mecanización del trabajo y la extracción de combustibles fósiles.
El proyecto DECD proporciona espacios intelectuales solidarios, tanto presenciales como virtuales, para que filósofos, teóricos y profesionales interactúen en diversos contextos geográficos para participar en la investigación y la deliberación sobre la realidad actual, el posthumanismo, el nuevo materialismo y el impacto que tienen estas filosofías. para descolonizar la primera infancia, en particular desarrollando enfoques que tengan resonancia para las perspectivas y contextos del sur.
Una de las críticas en las que se basa el posthumanismo es el carácter occidental no problematizado de los conocimientos -blanco, masculino, heterosexual, capaz- que se supone que son aplicables en todos los contextos y que se han utilizado para subyugar otras prácticas de conocimiento en su dominio. Lo que distingue a este proyecto es su interés también en cómo el posthumanismo mismo tiende a ignorar cómo la edad a menudo se pasa por alto en su teorización. Los investigadores de este proyecto son muy conscientes de estas prácticas de conocimiento y uno de los objetivos del proyecto es investigar y problematizar los conocimientos de los contextos del Norte y del Sur, para cuestionar el adultocentrismo, con miras a desarrollar y evaluar marcos posthumanistas poscoloniales para pedagogías innovadoras, prácticas de investigación y programas académicos en todas las fases de la educación.
Contacto: decdproject@gmail.com
Study on the evolution of the Children and Armed Conflict mandate 1996-202: ONU, Niños y conflictos armados.
"Ventanas" novela a partir de 14 años que denuncia la guerra y sus destrozos en la infancia: los niños soldados entre ellos.
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"Infancia Reclutada", 800 testimonios de NNA reclutados por la guerrilla colombiana.
El director del estudio cuenta también que a los menores les entrenaban para combate y de ahí identificaban a los que tenían "más berraquera o fortaleza" y los ponían en primera fila como "carne de cañón", para dejar a los combatientes más curtidos atrás.También les enseñaban a gritar para que cuando se acercara el Ejército u otros grupos armados gritaran y el contrario se asustara y dejara de disparar.
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El ejército británico aún recluta a más soldados a los 16 que cualquier otra edad
- Página de problemas de CRIN sobre el alistamiento militar
- Informe de dos páginas que defiende el establecimiento de 18 años como la edad mínima para el reclutamiento
- Folleto que rompe mitos: Soldados a los 16 años - Separando la realidad de la ficción
- Las fuerzas armadas: información para los jóvenes.
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La batalla sin fin de los niños soldado en Colombia
Giselle, de 18 años, avanza con otros miembros de las FARC en la región de Antioquia, en Colombia, en enero de 2016, Rodrigo Abd/AP/Gtres |
Tras los hechos, el Ministro de Defensa, Diego Molano, quiso proyectar una imagen de autosuficiencia y seguridad. Además, hizo responsables a las disidencias guerrilleras, quienes, a su juicio, convertían a los menores en “máquinas de guerra”. Analistas del conflicto armado como Andrés Aponte señalan que el Gobierno conservador de Iván Duque buscó con aquellas declaraciones evadirse de su obligación constitucional de proteger a una de las poblaciones más vulnerables del conflicto, y de paso, cargarles con el peso de una “gran estigmatización”.
La noticia revivió, además, el recuerdo devastador de los ocho menores de edad que fallecieron en 2019, tras otra descarga de plomo aéreo sobre la misma facción guerrillera. El hecho trató de ser ocultado por la cartera de Defensa y le costó el puesto al entonces ministro Guillermo Botero.
Una de las poblaciones más golpeadas por la violencia en Colombia
El reclutamiento ilícito de menores de 18 años en la guerra colombiana es una antigua realidad. A pesar de la opacidad de las cifras, sabemos que 6976 niños, niñas y adolescentes han sido acogidos entre 1999 y 2021 por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), entidad estatal que atiende a los jóvenes que se desvinculan, o son rescatados, de cualquier grupo armado ilegal.
Por su parte, la Unidad de Víctimas del conflicto ha registrado desde 1985 unos 16.045 homicidios de personas de entre 12 y 17 años. Y otras cifras apuntan que, del total de más de nueve millones víctimas del conflicto registradas en la misma entidad, algo más de un millón son adolescentes.
El politólogo Carlos Otálora es enfático en señalar que si a la violencia en Colombia “se le pusiera una edad, la niñez y la adolescencia serían, sin duda, una de las poblaciones más golpeadas”.
Así mismo lamenta que los medios locales se hayan limitado a replicar la faceta más llamativa de una problemática profunda y compleja. Andrés Aponte añade, en el mismo sentido, que el lenguaje noticioso ha distorsionado la realidad: “La prensa en Colombia repite como muletilla que se trata de ‘reclutamiento forzoso’ de menores. Un estudio detallado muestra que eso es impreciso y que en nuestro país el grueso de los casos de incorporación a los grupos ilegales es voluntaria”.
De la misma manera, añade que el tratamiento correcto sería el de “reclutamiento ilícito”. Y remata asegurando que, allí, "prefieren las condenas moralistas y se forman ideas erróneas. En el caso colombiano no sucede lo que en Nigeria, donde Boko Haram rapta a los niños y les corta violentamente toda capacidad de elección”.
Cruce de caminos
A los 13 años, Pedro Pablo Ibatá ya era un muchacho con nociones políticas y relatos de guerra en la cabeza. A esa edad tomó la decisión de alistarse en la guerrilla marxista de las FARC y seguir los pasos de su padre, que formó parte de las primeras cuadrillas insurgentes a principios de los años 60. Del universo rural que dejaba atrás, solo añoraba a su familia, ya que la mayoría de chicos en la zona apostaron también, en un punto u otro, por la lucha armada.
En Vistahermosa, la población del centro del país donde Ibatá fue criado, a finales de los 80 quedaban ya pocos conocidos. Muchos acabaron en las tropas antagónicas de la extrema derecha paramilitar, que, por entonces, se empleaba a fondo en eliminar del mapa a los miembros de la Unión Patriótica, una formación política legal de raíz guerrillera.
Ibatá recibió el nombre de Guillermo como alias de guerra y pasó casi 30 años en la clandestinidad, donde llegó a ser uno de los mayores expertos en explosivos con varios delitos en la capital. Hoy, tras los acuerdos de paz de 2016 en La Habana con el Gobierno, es uno de los 19.000 desmovilizados de las antiguas FARC. Cuenta que a sus 47 años ya es abuelo y tiene canas. A pasar de ser un hombre precavido, muestra entusiasmo cuando habla de su nueva misión al frente de una de las dependencias del programa de reinserción a la vida civil para jóvenes combatientes.
Las desaparecidas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia fueron, históricamente, los mayores reclutadores de jóvenes, con un 56%, según las cifras de menores acogidos por el ICBF, la mayoría de ellos tenía entre 14 y 17 años. A las FARC las siguen el aún activo Ejército de Liberación Nacional, con un 19% del total de menores reclutados y las desmovilizadas Autodefensas Unidas de Colombia, con el 15%.
Casi todas las fuentes coinciden en que, a pesar de que es innegable que ha habido reclutamiento forzoso, se trata de un fenómeno residual a lo largo de medio siglo de conflicto interno. Hay documentación, por ejemplo, que demuestra que en la década de los 90 las FARC ejercieron un sistema de cuotas. En determinadas regiones se llevaban para la selva, bajo extorsión, a un menor por cada familia. En 2012 se descubrió el escándalo de unos escuadrones, bautizados los "pisa suave", de niños especializados en operaciones especiales que llegaron a degollar a miembros de la fuerza pública.
Pero el politólogo y ex guerrillero del ELN, Álvaro Villarraga, matiza que en el esquema clásico de las guerrillas campesinas predominó un sistema de convencimiento político y factores de tipo hereditario. Los documentos de inteligencia militar clasificaban como familias “farianas” o “elenas” a los clanes de milicianos que se sucedían por las estructuras a través de generaciones.
El caso de los paramilitares es distinto. Su modelo consistía en atraer delincuentes jóvenes más avazados, muchas veces ex guerrilleros o ex militares, a los que se les ofrecía un sueldo o la promesa de todo tipo de bienes. A diferencia de las guerrillas, su centros de preparación se situaban a las afueras más pobres de ciudades medias, y no en el campo.
Andrés Aponte, de la Fundación Ideas para la Paz, se refiere a una “mercenarización” de la guerra. “A partir de los 80 se abre una ventana de ascenso social distinto para jóvenes humildes. En la guerrilla no había pago, pero en el caso de los paras sí, y la remuneración dependía de la destreza de cada guerrero.”, señala el investigador.
Generaciones rotas
A los 14 años, José Sánchez ingresó a la guerrilla de las FARC para evitar la cárcel. Su padrastro había violado a una de sus hermanas y como venganza decidió “zamparle un tiro para que aprendiera a respetar”. Por eso huyó. Allí recibió el alias de "El tuerto". No reniega de su pasado, pero confiesa que, en las más de tres décadas en la montaña, lo único con lo que nunca congenió con su organización fue en la fe religiosa. “Los lineamientos marxistas-leninistas imponen el ateísmo. Con eso nunca pude. Siempre creí en la existencia de Dios y antes de cada misión me echaba la bendición sin falta”, aseguró.
Sánchez tuvo en sus manos la misión de reclutar nuevos integrantes para “la causa”. Asegura sin titubear que nunca mintió ni tampoco obligó a nadie a seguirlo. Hoy, desmovilizado y con 57 años, trabaja como conductor de maquinaria pesada y no reniega de su pasado.
"No había más nada"
Camila, en cambio, se muestra reacia a hablar de su vida en la guerrilla. Además de haber perdido una pierna al pisar una mina antipersona, ha tenido problemas de salud y su única preocupación en la vida es velar por el futuro de su hijo de seis años.
También entró a las FARC con 14 años porque en su municipio “no había más nada”. Ni escuela, ni ejército, ni nada. Allí aprendió a leer, cumplió funciones como enfermera y odontóloga. Su voz es seca y dura. Su vida no ha sido muy distinta. Tras preguntar una y otra vez cuál es la finalidad de la entrevista, pide una única condición: que no se mencione su nombre. No quiere que su hijo lea en el futuro sobre un pasado que quisiera enterrar.
Las motivaciones para escoger el camino de las armas han variado muy poco en el último medio siglo. La violencia ha amainado, pero de ninguna forma ha desaparecido. De hecho, el cierre de escuelas debido a la crisis sanitaria ha espoleado nuevos casos de reclutamiento documentados por Organizaciones como la Coalición contra la vinculación de niños, niñas y jóvenes al conflicto armado colombiano (Coalico).
El vínculo entre niños y maestros se ha visto interrumpida. Y el repliegue por el confinamiento ha ahondado aún más el vacío institucional.
En los últimos tiempos, nuevos grupos ilegales, así como bandas más pequeñas apoyadas en el sempiterno y lucrativo narcotráfico, han sumado herramientas digitales para enganchar a chicos en los suburbios urbanos (en la ruralidad la cobertura de internet no supera en promedio el 9,6%). Se trata de muchachos mucho menos ideologizados, más interesados en subsistir. Muchas veces, migrantes venezolanos vulnerables.
José lo resume claro: “Desde hace rato el Estado se lo pone muy fácil a los grupos armados”. Basta repasar las declaraciones de los excombatientes para constatar que hay patrones que se repiten: precariedad, ausencia estatal, venganza o violencia. Pero también pequeñas dosis de esperanza de que en un futuro no muy lejano las próximas generaciones no tendrán que crecer bajo el silbido de las balas.