‘El alto precio de la belleza: Explotación laboral infantil en la cosmética mundial’,
Código de autorregulación de la publicidad infantil de juguetes
Las niñas y niños, al igual que el resto de la ciudadanía, tienen derecho a ser informados sobre los productos que les interesan y perciben la publicidad como parte de su vida cotidiana.
Recomendaciones del Comité de los Derechos del Niño para proteger los derechos de la infancia en el entorno digital.
Es importante señalar que, en la elaboración de estas recomendaciones, el Comité realizó un proceso de consultas que tuvo en cuenta las opiniones de más de 700 niños y niñas de diferentes edades y países. Desde la Plataforma de Infancia hicimos llegar al Comité las aportaciones propuestas por los 70 chicos y chicas participantes en el VIII encuentro estatal de la red Cibercorresponsales en 2019.
Cibercorresponsales es la red de la Plataforma de Infancia en la que participan alrededor de 900 chicas y chicos de 12 a 17 años a través de blogs en los que tratan cuestiones que les interesan, les preocupan o les afectan directamente. En el Ciberencuentro los chicos y chicas reflexionaron sobre la ciberseguridad y elaboraron un posicionamiento consensuado respecto al borrador del Comentario General. Este posicionamiento incluía, entre otras cuestiones, su preocupación sobre «cómo afrontar los bulos, las cadenas de mensajes, los contenidos ofensivos y con cualquier expresión de violencia”, así como propuestas como «fomentar una enseñanza adecuada a los usuarios, que permita un aprendizaje progresivo a todas las edades, permitiendo así tener un mayor conocimiento sobre el verdadero uso de las redes y también sobre los medios que existen para protegernos”.
De acuerdo con el Comité de los Derechos del Niño, el entorno digital ofrece nuevas oportunidades para hacer efectivos los derechos de la infancia, aunque también plantea riesgos relacionados con su violación o abuso. El reconocimiento del derecho de los niños, niñas y adolescentes en un entorno digital debe tener muy presente los cuatro principios generales de la Convención:
- No discriminación.
- Interés superior del menor.
- Supervivencia y desarrollo.
- Respetar el punto de vista de los niños y niñas.
En este sentido, el Comité establece las recomendaciones del Estado para dar cumplimiento a dichos principios, así como a las medidas generales de aplicación, requiriendo una amplia gama de medidas legislativas, administrativas y de otra índole, incluidas medidas preventivas.
Asimismo, el Comité hace una mención especial a las obligaciones de los Estados en relación con las empresas, de forma que estas cumplan con sus obligaciones de respetar los derechos de la infancia e impedir y reparar toda vulneración de sus derechos en relación en el entorno digital.
Si bien el Comité se pronuncia sobre los derechos de la infancia en el entorno digital en relación con cada una de las áreas temáticas, una de las principales preocupaciones del Comité es la violencia que se ejerce contra la infancia en internet, en particular en épocas de crisis, como la actual pandemia. Por ello, se insta a los Estados a diseñar y ejecutar normativa que proteja a los niños de contenidos engañosos y nocivos, de todas las formas de violencia que se producen en el entorno digital como, por ejemplo, ciber agresiones, trata de niños o extorsión por información.
Durante la pandemia, la brecha digital, que afecta a más de un millón de niños, niñas y adolescentes en España se ha hecho más visible, especialmente por las dificultades para acceder a internet, la falta de dispositivos adecuados, supresión de recursos de apoyo, entre otros. Esta situación supuso que, debido a las diferencias socioeconómicas, muchas niñas y niños no pudieron seguir su formación como lo hacían sus compañeros y compañeras. Es importante destacar que España aún no ha traspuesto la Directiva (UE) 2018/1808, cuyo objetivo, entre otros es, evitar de forma efectiva el acceso de los niños y niñas a contenidos adultos. España además se comprometió en 2018 a elaborar una ley dirigida a garantizar los derechos de la infancia ante el impacto de internet y garantizar su seguridad.
«Un acceso significativo a las tecnologías digitales puede empoderar a los niños, niñas y adolescentes y ayudarles a realizar toda la gama de sus derechos civiles, políticos, culturales, económicos y sociales. Si estas tecnologías sólo están disponibles para algunos niños y no para otros, se producirán mayores desigualdades y se verán afectadas sus oportunidades de futuro», explicó Luis Pedernera, presidente del Comité.
El texto completo de la Observación General 25 del Comité de los Derechos del Niño puede consultarse en español en el apartado Observaciones Generales de nuestra web.
La nueva publicidad infantil entra en los hogares a través de vídeos divertidos y cotidianos protagonizados por niños reales de carne y hueso.
El objetivo es hacer una llamada a una mayor regulación de este tipo de publicidad y, sobre todo, al fomento de una educación digital publicitaria en familia y en la escuela, la mejor y más útil herramienta que tenemos a nuestra disposición.
Los reyes del consumo de medios infantil
Youtube se ha convertido en el rey del consumo infantil, por encima de la televisión tradicional e incluso de las plataformas de streaming. Durante el confinamiento de 2020, el 78 % de los niños veían con asiduidad vídeos de Youtube. Ahora es la plataforma favorita de los niños entre 5-14 años, que pasan en ella una media de 85 minutos al día.
Dentro de este medio de comunicación es creciente la presencia de los llamados kid influencers. Son niños y niñas que graban actividades cotidianas (jugar, comer…) en vídeos de formato corto y divertido. Muchas veces, ayudados por sus padres y con contenido de marcas incluidos. Estos influencers tienen millones de visualizaciones e incluso están doblados en múltiples idiomas.
No consuma noticias, entiéndalas.
Algunos de los kids más populares en Youtube son El mundo de Ryan, con 30 millones de suscriptores (y que ha dado el salto a la televisión: en España lo podemos ver en Clan TV) o Sis and Bro, con más de 16 millones. En español, son muy conocidas Las Ratitas (24 millones de suscriptores) o Dani y Evan (3,16 millones), que han sacado incluso libros de sus aventuras.
Esta plataforma basa sus recomendaciones en algoritmos e insiste en el contenido que sabe que gusta a cada niño. Así, hace que nuestros hijos puedan pasar horas “pegados” a una pantalla viendo a otros niños abrir sobres sorpresa o jugar con sus juguetes en bucle. Horas y horas de los mismos impactos. Pero ¿saben los niños identificar que muchos de esos vídeos son publicidad?, ¿influyen en sus decisiones de compra?, ¿debemos ponerles límites?
Influencia probada: “Quiero eso”
La influencia de los kid influencers se produce en un proceso persuasivo de diferentes capas:
Los niños quedan fascinados por una estética divertida e inmersiva que les hace tener una actitud positiva hacia el personaje y lo anunciado.
Se crea una ilusión de intimidad que genera una relación especial con esos personajes en el tiempo (algo que se llama parasocial interaction).
Se produce una identificación aspiracional con ellos, tal y como también sabemos que ocurre con los personajes de ficción seriada. De ahí que muchos padres y madres habrán escuchado a sus hijos decir “quiero eso” cuando ven este tipo de vídeos. Quieren tener lo que tienen ellos y, finalmente, ser como ellos.
Con la señalización no es suficiente
Aunque algunos de estos vídeos estén identificados como publicidad cuando hay una marca (no lo están todos), su influencia comercial sigue siendo predominante en unos niños que no tienen la madurez crítica necesaria para entender completamente un mensaje publicitario. Muchos de ellos ni siquiera saben leer de manera correcta, por lo que habría que armonizar una señalización que incluyera avisos orales, entre otras cuestiones. Es necesaria más regulación de este tipo de contenido publicitario por parte de las plataformas: reducir la presencia de marcas, las recomendaciones que hace el algoritmo y valorar qué tipo de productos es adecuado que se publiciten. Mención especial se llevarían, por ejemplo, la comida ultraprocesada que tan presente está en estos contenidos y que puede promover un estilo de vida poco saludable entre los pequeños, aunque no haya una marca concreta detrás.
Fomento del consumismo exacerbado
No podemos poner vallas al campo inmenso que es Youtube. Tampoco hay que alarmarse porque mucho del contenido de juguetes que ven es inofensivo, aunque de manera reiterada puede fomentar un consumismo exacerbado, especialmente en esta época del año, o no coincidir con los valores que quieren inculcar los padres.
Se recomienda ampliar el contenido que los niños pueden ver en Youtube y reducir o negociar el cambio de vídeos si han estado mucho tiempo viendo un tipo de contenido específico como los kid influencers. Sobre todo, es bueno sentarnos con ellos para reflexionar cuando aparezca una marca en ese contenido y reflexionar con ellos sus decisiones de consumo.
Por otro lado, es muy recomendable analizar este tipo de contenido en los colegios desde las primeras etapas de Educación Infantil, ya que la reflexión pausada con otros compañeros reforzará la actitud crítica y una auténtica alfabetización mediática que irá creciendo con los años.
Tal y como nos muestra la ciencia, los niños pueden aprender a entender la publicidad, también en los complejos escenarios en línea. Y es lo más efectivo que tenemos por el momento.
“La regulación de la comunicación audiovisual en España: la búsqueda de un consenso de mínimos para la protección de los derechos del niño”
ONLINE- https://eventos.comillas.edu/74505/
PRESENCIAL- https://eventos.comillas.edu/74520/
AULA P. MARTÍN DE NICOLÁS (E-308).
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GSIA es una asociación sin ánimo de lucro, de carácter independiente, que fue creada hace 10 años por un pequeño pero apasionado grupo de profesionales de diferentes especialidades.
Su finalidad principal es la de contribuir al reconocimiento de los derechos humanos en la infancia y la adolescencia, a través del estudio, la formación, la sensibilización y la difusión de los mismos.
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Los niños son personas consumidoras vulnerables y tenemos la obligación de protegerles frente a la publicidad.
El ministro de Consumo, Alberto Garzón, ha anunciado que su cartera regulará, a través de un real decreto, la emisión de publicidad de alimentos y bebidas no saludables cuando se dirija al público infantil y adolescente.
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“La infancia vulnerable en los medios de comunicación” 2020, Informe Aldeas Infantiles SOS...
El trabajo en común entre Aldeas y la FAPE comenzó en 2014 con la redacción del Código ético periodístico para la infancia vulnerable, un documento en el que se ofrecían consejos y recomendaciones para tratar de manera adecuada las informaciones sobre la infancia.
Cada informe anual examina seis criterios, tres de ellos escogidos de los consejos recogidos en el Código ético.
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Por qué debemos proteger a los niños de la publicidad!, y eso no es atentar contra la libertad de nadie.
Es por esto que situar el debate desde la “libertad” no es solo una falacia sino algo que vulnera directamente los derechos de la infancia. Desde que en 2005 se firmó el código de autorregulación PAOS, encargado de regular el marketing de los alimentos insanos, nuestra alimentación y la de nuestros hijos e hijas no ha dejado de empeorar. El 40,6% de los niños de entre 6 y 9 años, y el 20% de los adolescentes, tienen sobrepeso u obesidad. Está ampliamente demostrado que la mayor presencia de anuncios publicitarios de alimentos malsanos se relaciona con las actuales tasas de obesidad infantil.
Pedir a la industria alimentaria que se autorregule para proteger la salud de la población es como pedirle a la lluvia que no nos moje. Ya lo advirtió Margaret Chan, directora de la OMS de 2007 a 2017: “Si una industria está involucrada en la formulación de políticas de Salud Pública, tengan la seguridad de que aquellas medidas más eficaces serán: o bien minimizadas o bien apartadas en su totalidad”. Si ser el cuarto país europeo con mayor prevalencia de obesidad infantil no nos da pistas de que hay que hacer algo más que lo que se ha venido haciendo no sé muy bien qué más necesitamos. Podría decir como Richard Louv en Los últimos niños en el bosque cuando habla sobre el trastorno por déficit de naturaleza: “Es la salud, idiotas”.
Además, hay un problema de comprensión lectora bastante importante porque hay una gran diferencia entre limitar la publicidad de productos que son perjudiciales para la infancia (y para el resto de la población) y prohibir su consumo. La medida del Ministerio no trata de prohibirte que sigas comiendo magdalenas para desayunar o que le sigas llevando a tus hijos el bollo relleno de chocolate de tu infancia, lo que pretende es que todas esas empresas que condicionan tus elecciones alimentarias lo tengan más difícil para hacer pasar como “buenrolleros” alimentos que tienen un claro impacto en nuestra salud. Oh, sorpresa, la mala alimentación es un problema de salud pública y la industria alimentaria no es un dulce corderito. A los negacionistas y a los defensores de la libertad les pregunto: ¿para qué necesita la población infantil la publicidad? ¿A quién beneficia? ¿Qué le aporta en su vida? ¿Qué derechos infantiles vulnera su regulación?.
Para abordar el problema de la alimentación infantil se requiere un enfoque ambicioso y valiente que deje a un lado los intereses económicos de la industria alimentaria y que ponga en el centro la salud. Es curioso, porque poner en el centro la salud, a su vez también está muy relacionado con los intereses económicos, pero no con los de la industria, sino con los del sistema sanitario: mejor alimentación, menos enfermedades prevenibles, menos gasto. Es difícil escapar de las técnicas del marketing alimentario, ya que van más allá de hacer anuncios divertidos o con los que se identifiquen los niños. También hay otras técnicas que se nos pasan desapercibidas, como los conflictos de interés de asociaciones y organismos que se suponen defensores de la salud infantil y que sin embargo avalan productos insanos a cambio de financiación. Es cierto: la publicidad no es la única causa de los datos de malnutrición. No lo es, pero es uno de los factores que condicionan nuestra salud junto con otros como la educación y el nivel económico. Educación y regulación de la publicidad no son acciones excluyentes. Hay que promover una mayor y mejor educación alimentaria desde la infancia –empezando por los adultos–, pero también hay que repensar quiénes pueden acceder a la información y, por supuesto, a los alimentos saludables. No es casualidad que los grupos de población más desfavorecidos sean los que tienen unas mayores tasas de obesidad y enfermedades prevenibles.
Todas las familias necesitan tener acceso tanto físico como económico a alimentos frescos y saludables para mejorar sus decisiones alimentarias, lo que requiere de acciones reales que no busquen complacer a la industria alimentaria. ¿Esta es una cuestión que depende únicamente de la responsabilidad individual o debemos tratarlo como un problema colectivo? Claramente lo segundo.
Tengo que volver a escribirlo para encontrar la trampa: limitar la publicidad de alimentos insanos dirigida a público infantil. A lo mejor hay algo que yo no veo, porque donde otros encuentran una prohibición, yo encuentro una protección. Ensalzamos la infancia nominalmente, pero en la práctica nos importa muy poco. Lo hemos visto quizás con más nitidez desde que empezó la pandemia.
Por ejemplo, los niños fueron los últimos en poder salir a la calle y en poder volver a tener contacto con otros iguales. ¿Recordáis que los parques estuvieron cerrados mientras que los bares permanecían abiertos? ¿O la clase de menús escolares que se dieron en la Comunidad de Madrid a los niños y niñas más vulnerables?
A la infancia hay que protegerla, pero no construyendo parques de caucho con infames vallas de colorines, ni agendizando sus vidas con extraescolares infinitas, ni llevándoles en coche a la puerta del colegio hasta que cumplen los 18.
A la infancia hay que protegerla dejándola de utilizar para nuestro beneficio adulto. Porque para defender el derecho a la salud de todos los niños y niñas debemos empezar por tratarles como ciudadanos y no como consumidores. Porque no puede ser que la infancia solo nos importe si podemos sacar un rédito de ella.
Pornografía y adolescencia: la otra pandemia.
La sensación de aislamiento, ansiedad, tristeza, aburrimiento, soledad y desesperación causada por el Covid-19 ha dejado una huella importante en los seres humanos de nuestra generación. Una nueva etapa para la que no estábamos preparados, y donde nuestros mecanismos de resiliencia y afrontamiento han tenido que sacar todo su armamento para mantenernos a flote.
Mientras tanto la industria de la pornografía aprovechaba el efecto
virus para esparcir y contagiar su material sexual explícito a más
rincones, más hogares y más adolescentes. Utilizando estrategias de
marketing asociadas a bienes sociales o benéficos, como: “Si ves este
vídeo porno salvarás a las abejas de la extinción” o publicando de forma
gratuita algunos de sus contenidos Premium, como si fuera un regalo a
la sociedad, un consuelo a la tristeza para los que sobrevivían a los
días más duros de la pandemia.El Mundo.
Fue así como el consumo de pornografía se convirtió en una fuente de alivio o refugio para muchas personas que pasaban horas y horas en casa matando el tiempo. Un alivio fugaz y efímero, cortoplacista, que no alcanzaba a ver más allá del placer instantáneo, algo, desgraciadamente, muy común en los seres humanos. Según un estudio publicado tras el primer confinamiento en la Journal of Behavioral Addictions el consumo de pornografía se vio incrementado a nivel mundial en un 11% durante el mes de marzo de 2020.
De esta manera muchos adolescentes, encerrados en casa y con un acceso ilimitado a internet, donde padres y madres hacían malabares para conciliar la vida laboral, personal y familiar, se iniciaron en un consumo cada vez más rutinario de la pornografía.
“En la pandemia empecé con el porno, antes no lo veía de forma habitual, pero la soledad me llevó a consumirlo cada vez más. Ahora necesito más cantidad y porno más intenso cada vez. Creo que me estoy enganchando y no soy capaz de dejarlo” (Raúl 17 años)
Estas palabras las relataba el primer adolescente que atendí de forma presencial después del confinamiento, me entristeció, y me hizo pensar sobre los paralelismos que la pornografía y un virus tan letal como el Covid-19 tienen: el efecto contagio y el deterioro de la salud.
El efecto contagio
Una industria que ha conquistado de forma totalitaria el internet, donde podemos encontrar más de 750 millones de webs pornográficas, 230 millones de apps pornográficas descargadas cada año y más de 219.000 vídeos vistos por minutos. Su capacidad de esparcirse es realmente potente.
Tanto es así que, en España según el último informe publicado por la Universidad de las Islas Baleares, el 62,5% de los adolescentes entre 13 y 17 años ha visto pornografía en algún momento de su vida, con una edad media para el inicio de contacto entre los 9-11 años, adelantándose incluso a los 8 años en algunos casos.
Además a nivel internacional el 37,7% de los varones y el 19,3% de las mujeres son usuarios de riesgos, porque presentan una mayor probabilidad de desarrollar una adicción a la pornografía, un porcentaje que debería preocuparnos.
El deterioro de la salud
No seamos alarmistas, el porno no mata, pero sí puede convertirse en una crisis, una crisis de salud pública que ya se ha declarado en otros países del mundo, como EEUU. La pornografía puede generar adicción y otras consecuencias perjudiciales, deteriorando la vida sexual, académica, personal, familiar o social de los adolescentes.
Según estudios recientes, la pornografía puede alterar la visión que los hombres tienen en las mujeres en los más jóvenes generando una visión más machista, misógina y objetificante del sexo, favoreciendo los estereotipos de género. También diversos estudios argumentan que el consumo repetido de pornografía puede fomentar el desarrollo conductas sexuales de riesgo, aumentando las promiscuidad, el número de parejas sexuales y favorecer el contagio de enfermedades de transmisión sexual.
El reciente informe de Save The Children alerta sobre como el consumo de pornografía puede afectar a la satisfacción sexual de los adolescentes, donde el 36,8% no distingue entre la realidad o la ficción y entre el 14,4%-35,3% de los adolescentes consumen más pornografía de la que les gustaría.
¿Cuándo se convierte en un problema?
Ñam. Sobre lo que comemos, libro para jóvenes lectores.
vivirán menos que nosotros a causa de la actual epidemia de obesidad infantil.
Por eso es importante este libro para jóvenes lectores.
En los últimos años, la sociedad ha tomado conciencia de la importancia de la alimentación como factor clave para disfrutar de una buena salud y evitar las enfermedades. Cada día nos interesa más saber qué comemos, de dónde viene, cómo se ha preparado, qué elementos contiene y cómo afectará a nuestro organismo. Queremos comer sano.
Pero ¿Qué es comer sano? Hoy es difícil saberlo. La publicidad nos ha hecho un lío importante, y a veces no sabemos ni lo que estamos comiendo. Comida sana es conseguir todos los nutrientes que necesitamos a partir de la cantidad necesaria de alimentos saludables. Y cocinarlos o prepararlos con mucho cuidado y amor. Comer sano es también evitar el consumo de alimentos que no son saludables o reducirlos al máximo. ¿Fácil? Seguro que hay muchas cosas en las que podemos mejorar nuestra alimentación. Pero necesitamos información.
Según el último informe de la European Heart Network, la primera causa de muerte en Europa son las enfermedades cardiovasculares, y la principal causa de estas enfermedades son factores dietéticos modificables.
Debemos tener en cuenta que nuestros hijos vivirán menos que nosotros a causa de la actual epidemia de obesidad infantil que azota el planeta. Debemos informarles sobre lo que comen y así les daremos la posibilidad de tener una vida mejor y más feliz.
Por eso es importante leer y compartir toda la información que nos ofrece "Ñam", un libro sobre lo que comemos.
Las infancias y el currículo del capital: el caso Divercity.
En Colombia, un modelo de negocio educativo centra su interés en la infancia como nicho de clientes, asegurándose rentabilidad por dos vías: desde el ofrecimiento de servicios de entretenimiento infantil y procesos de formación, y desde la fidelización de marcas comerciales a través de juegos de rol, los cuales pretenden educarles para el «mundo real».
Divercity, una «ciudad (divertida) a escala, donde los niños y las niñas entre los 3 y los 13 años pueden asumir más de 45 roles entre oficios y profesiones mientras aprenden cómo funciona el mundo real» (Divercity, 2018a)
El artículo presenta reflexiones teórico-críticas sobre Divercity bajo la estrategia de análisis documental, develando sus intencionalidades y prácticas formativas, así como identificando componentes curriculares que le constituyen desde el punto de vista ideológico-económico. Los resultados apuntan a un creciente ejercicio de consumo instructivo de los infantes en los centros comerciales.
Se concluye que existe una consolidación de procesos iniciales de mímesis del consumo adulto y una fidelización de las grandes marcas presentadas por Divercity.
*N.R.: Traemos este artículo por su posible relación con similar dispositivo, que en España se llama Micropolix.