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El Consell ha autorizado la firma de un convenio tipo entre la Vicepresidencia y Conselleria de Servicios Sociales, Igualdad y Vivienda y 84 entidades locales para la constitución de la Red de Consejos Locales de la Infancia y la Adolescencia (Red CLIA).
GENERALITAT VALENCIANA
10/09/2024
El objetivo de este acuerdo consiste en promover la participación activa de niños, niñas y adolescentes en las políticas públicas municipales y fomentar sus derechos.
Además, el convenio, que no implica coste económico para las partes, establece compromisos específicos de colaboración. Concretamente, entre las obligaciones de las entidades locales, se incluyen el intercambio de información sobre la participación infantil y adolescente, el fomento de dicha participación en su ámbito de actuación y la sensibilización de la ciudadanía sobre los derechos de la infancia y adolescencia.
Por su parte, la Generalitat proporcionará cooperación técnica y apoyará la promoción de los derechos y la participación de la infancia.
Actualmente, hay 85 consejos locales de infancia y adolescencia en funcionamiento en la Comunitat Valenciana, de los cuales 84 pueden firmar el convenio, porque ya estaban en activo cuando se inició su tramitación.
A nivel provincial, las 84 entidades locales del convenio de la Red CLIA se distribuyen así: 18 en Alicante, 12 en Castellón y 54 en Valencia.
Red CLIA
La Red CLIA se configura como una plataforma de apoyo y colaboración mutua entre la Generalitat y los consejos locales de infancia y adolescencia, y permite un marco de cooperación interadministrativa para mejorar la coordinación de iniciativas y el intercambio de experiencias.
Los consejos locales de infancia y adolescencia son órganos de participación infantil a nivel municipal, establecidos por la Ley 26/2018 de Derechos y Garantías de la Infancia y la Adolescencia, que permiten a niños, niñas y adolescentes expresar sus opiniones sobre las políticas públicas que les afectan.
Al acceso a contenido crítico para los menores, antaño la gran preocupación, se ha sumado, con las nuevas tecnologías móviles y el estallido de las redes sociales, otros retos. En especial, el tiempo de consumo de pantallas y las interacciones con desconocidos online. En esta nueva era, mucho más horizontal, en la medida en que los padres están bien adaptados a los avances tecnológicos, a la par que especialmente sensible, dado que la cotidianidad digital ha multiplicado también los riesgos, es importante saber: ¿dónde ha quedado el control parental?
¿QUÉ ES EL CONTROL PARENTAL?
El control parental se trata de un mecanismo usado por adultos con el objetivo de controlar el uso que hacen los menores de edad de sitios web, sistemas operativos o equipos. A través del control parental, es posible restringir el acceso a contenidos no aptos, monitorear las páginas por las que navegan los menores, así como bloquear sitios web o usuarios que representen una posible amenaza. Eso, sin contar con que, a través de varias herramientas de control parental, existe también la posibilidad de limitar el tiempo de uso de las computadoras, con lo que se evitan posibles vulneraciones en la salud de los menores directamente relacionadas con el uso excesivo de las pantallas.
Aunque las generaciones más jóvenes sean auténticos nativos digitales, y habitantes de una sociedad en la que las pantallas son herramientas imprescindibles de uso cotidiano, eso no significa que dispongan de la madurez necesaria para evitar ser víctimas de las sórdidas actividades que se llevan a cabo en internet. E incluso más allá de ser objeto de manipulaciones espurias por parte de desconocidos en la red, o de toparse con material lejos de lo recomendable para su edad, una cantidad de uso excesivo puede convertirse, igualmente, en un grave problema de salud física y mental. Es por ello por lo que el control parental se revela como una necesidad, casi imperiosa, en la crianza de las nuevas hornadas.
TIPOS DE CONTROL PARENTAL
Si bien la parte más vital del control sigue residiendo en un especial empeño de atención sobre los menores y el uso que hacen de la tecnología, acompañándolos, guiándolos por un uso debido de internet y advirtiéndoles de sus riesgos, existen mecanismos técnicos complementarios. Moderadores de la velocidad, por así decirlo, con los que los progenitores pueden asegurarse de que los menores están cumpliendo, más allá de su vigilancia, con los límites establecidos.
1. Limitar el tiempo de uso de los dispositivos: Aunque, como ya hemos mencionado, estar pendiente de la cantidad de horas que pasan los jóvenes frente a las pantallas es la mejor forma de enfrentar los límites de uso, los dispositivos como ordenadores o smartphones, tiene en su sección de ajustes un apartado llamado “Bienestar digital y control parental”. Esta herramienta permite poner un temporizador a la aplicación que se desea limitar, bloqueando su uso pasado ese tiempo. Si bien puede ser fácil de trampear, sencillamente conociendo el código de bloqueo, es uno de los instrumentos más útiles.
2. Limitar el contenido de los dispositivos: Una estrategia más contundente consiste en bloquear, directamente, el uso de ciertas aplicaciones, páginas web o contenidos. En la app de Family Link, Google abre una posibilidad muy sencilla de restricción, que puede incluso organizarse individualmente. De esa forma, en el caso de hablar de varios menores a cargo, unos tendrán acceso a cierto contenido que les será limitado a otros.
3. Desactivación de las conversaciones: Los sistemas de mensajería instantánea son uno de los escenarios que más preocupan a los padres. Si tenemos en cuenta que se trata del canal de unión predilecto para estafadores y desconocidos que tengan intereses ilegítimos, parece lógico que aplicaciones y páginas web abran la posibilidad de su desactivación. Los videojuegos, por ejemplo, son un entorno en el que esta clase de sistemas convienen ser desactivados si hablamos de niños de poca edad.
4. Limitar las compras: Si bien parece lógico, no lo es tanto según el entorno. Restringir la posibilidad de que se lleven a cabo compras no autorizadas en aplicaciones y juegos, puede ahorrarles muchos disgustos a los padres. Tanto unos como otros, pueden llegar a facilitar tremendamente los mecanismos de pago, y es imprescindible que los niños no tengan facilidades para realizarlos.
5. Activar las alertas de geolocalización: Nadie pone en duda que parece una herramienta un tanto invasiva, y que un mal uso de los tutores de ella puede vulnerar la, también necesaria, privacidad de los menores. No obstante, se trata de una medida adicional de seguridad perfecta para poder tener controlados los dispositivos, así como para recibir notificaciones según los sitios web que se visiten y alertas de cara a áreas no autorizadas.
EL CONTROL PARENTAL: UN TRABAJO DIARIO
Favorecer que los niños y adolescentes hagan un uso responsable de la tecnología digital, tanto en la cantidad de tiempo que designan a ella, como a la naturaleza de su uso, es una actividad de implicación diaria. Además de todos los ejemplos que hemos presentado anteriormente, conviene también llevar a cabo revisiones y actualizaciones de las configuraciones de privacidad y seguridad con cada nuevo dispositivo, evitar malwares descargando las aplicaciones en sitios oficiales y elegir contraseñas fuertes. Además de, por supuesto, cerciorarse de que los perfiles en redes sociales de los menores están únicamente limitados a su entorno y las personas conocidas, impidiendo un uso malintencionado de la información disponible en las plataformas.
El presente y el futuro digitales son una realidad insalvable con un número igual de elevado de ventajas para los más jóvenes, como de situaciones potencialmente conflictivas. Es un trabajo de los tutores y adultos de su alrededor, educarlos en el respeto a los peligros de la red, así como en el de un uso excesivo de las pantallas. Allá donde la palabra no llegue, podrán llegar estas herramientas. Formas de control parental cada vez más sofisticadas, para circunstancias cada día más extraordinarias.
La desinformación debería ser una asignatura más en la educación en las escuelas, al mismo nivel que leer, escribir o matemáticas., y concluye que es crítico que los escolares del país desarrollen las habilidades para discernir hechos de ficción y mantenerse seguros y bien informados.
La llamada media literacy es, sin duda, una necesidad fundamental en los tiempos que vivimos. Se calcula que más de setenta países en todo el mundo han experimentado ya campañas organizadas de desinformación, en algunos casos con resultados desastrosos. La desinformación con respecto a las vacunas durante la pandemia, por ejemplo, provocó que la mortalidad en los estados de mayoría republicana fuese significativamente más alta que en los de mayoría demócrata, y los casos de manipulación electoral a lo largo del mundo son ya incontables y han dado lugar a toda una industria dedicada a ello.Además, la popularización de la inteligencia artificial ha rebajado dramáticamente las barreras de entrada a la desinformación: simplemente, no estamos mentalmente preparados para asumir el mundo de la llamada post-verdad. Prácticamente cualquiera puede ser fácilmente engañado. Por otro lado, hay fuertes intereses en contra de la investigación o de la educación en desinformación: el auge de los populismos y la polarización que promueven intentan mantener una población más fácilmente manipulable, más influenciable por determinadas campañas de todo tipo.
Sin duda, la educación en la prevención de la desinformación y en el fomento del pensamiento critico es fundamental, y de hecho, hay países como Finlandia que llevan tiempo trabajando en ello a varios niveles con un éxito bastante importante: el país está primero en los rankings de resiliencia contra la desinformación, pero en muchos sentidos, es cierto que lo tiene más fácil que otros: por un lado, su prestigioso sistema educativo facilita que sus profesores introduzcan el tema en sus clases, y por otro, el hecho de que el finlandés sea un idioma minoritario hablado únicamente por 5.4 millones de personas en el mundo permite que los mensajes falsos escritos por no nativos sean en muchos casos fácilmente identificados debido a la presencia de errores gramaticales o de sintaxis. Además, Finlandia ha desarrollado iniciativas de alfabetización en pensamiento crítico a todos los niveles, desde las escuelas de Primaria hasta los cursos abiertos para adultos.
Sigue leyendo desde aquí, o desde la fuente: This article is also available in English on my Medium page, «Why the rise of online disinformation is an opportunity to change how we teach our children«
IA entrenada con fotos de personas menores sin permiso de los padres:
Un problema real y grave.
© 2016 Frank May/picture-alliance/dpa/AP Photo |
Imágenes de menores brasileños expuestas
El informe revela que más de 200 fotos de niños brasileños han sido identificadas en el dataset LAION-5B, utilizado para entrenar modelos de IA como Stable Diffusion de Stability AI. Estas imágenes, algunas de las cuales incluyen detalles personales como nombres y lugares de nacimiento, han sido recolectadas sin el consentimiento de los padres.
Riesgos de privacidad
El uso no autorizado de estas imágenes representa una seria violación de la privacidad de los menores. Las fotos pueden ser manipuladas para crear deepfakes, exponiendo a los niños a riesgos significativos sin que ellos o sus familias estén al tanto. Este problema es una llamada de atención sobre la importancia de proteger la información personal de los menores en el entorno digital.
Origen de las imágenes
Muchas de las fotos provienen de blogs personales o videos de YouTube con pocas visitas, donde se esperaba un cierto grado de privacidad. Esto destaca cómo contenido aparentemente seguro puede ser explotado para entrenar IA sin el conocimiento de los afectados. Pero las fuentes no estarían limitadas a estas fuentes pudiendo también acceder a fuentes abiertas con fotografías de menores como Instagram, Facebook, Twitter (X), TikTok, Flickr, etc, cualquier fuente abierta podría ser utilizada potencialmente sin permiso para entrenar modelos IA.
Magnitud del problema
Human Rights Watch examinó solo una fracción minúscula del dataset, lo que sugiere que el problema podría ser mucho más amplio y escalar hasta muchas más fuentes de datos abiertas. Siempre sin entrar en que podrían hacer la plataformas cerradas con las fotografías privadas que se comparten, daremos el beneficio de la duda siempre en primer lugar, el tiempo nos dirá como evoluciona. Este hallazgo subraya la necesidad urgente de revisar y limpiar estos datasets para proteger la privacidad de los menores.
Implicaciones éticas y protección de la privacidad infantil
El uso de imágenes de menores sin autorización en el entrenamiento de IA plantea serios dilemas éticos. Es crucial que se implementen y sigan normativas estrictas para salvaguardar la privacidad y los derechos de los niños.
Acciones correctivas
LAION ha anunciado que eliminará las fotos identificadas en el informe, pero esto es solo el primer paso ya que podrían ser miles o millones las fotografías que deberían ser borradas de los datasets. Se requieren auditorías exhaustivas y la limpieza continua de los datasets para asegurar que no se utilicen imágenes no autorizadas.
Medidas regulatorias y educación
Las autoridades deben imponer directrices más estrictas sobre la recolección y uso de datos. Es fundamental educar a los padres y tutores sobre los riesgos de publicar fotos de menores en línea y promover una mayor conciencia sobre la protección de la privacidad infantil.
La importancia de no compartir fotos de menores en redes sociales
La revelación de estos hechos nos recuerda la importancia de no compartir fotos de nuestros hijos ni de otros menores en redes sociales. Publicar imágenes de niños, incluso en grupo, puede tener consecuencias imprevistas y peligrosas en el mundo digital. Proteger la privacidad de los menores debe ser una prioridad para todos.
Esta situación destaca la necesidad de un enfoque más cuidadoso y ético en el uso de la tecnología. Educar a la sociedad sobre los riesgos asociados y establecer medidas de protección sólidas es esencial para salvaguardar el bienestar de los menores en el entorno digital.
Hablando de Infancia y Adolescencia.
La Asociación GSIA edita esta Revista de Prensa, bimensual y digital,que analiza la actualidad recogida por los mediosen relación a la infancia y la adolescencia,aportando nuestro propio enfoquecon distintos secciones, artículos y columnas de opinión.
Dejamos de verlos como sujetos
(con derechos, deseos, opiniones propias…),
para contemplarlos como objetos, recipientes..,
en los que introducir pensamientos, aprendizajes..,
para que maduren, y se conviertan en adultos.
Así les estamos arrebatando su consideración como personas autónomas.
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En un polémico libro, el psicólogo estadounidense Jonathan Haidt culpa a las pantallas y a las redes sociales del aumento de ansiedad y depresión entre jóvenes y adolescentes, pero en ciencia la explicación nunca es tan sencilla.
El 9 de enero de 2007, cuando Steve Jobs presentó el primer iPhone y anunció que iba a “reinventar el teléfono”, el mundo de las comunicaciones cambió para siempre. Pero aquel día, según el psicólogo estadounidense Jonathan Haidt, se produjo otro cambio siniestro e inesperado: fue el pistoletazo de salida de la gran crisis de salud mental que atenaza hoy a jóvenes y adolescentes, con tasas de ansiedad y de depresión nunca vistos.
Esta es la atrevida tesis de su nuevo libro, La generación ansiosa, que se publicará en español a finales de mayo y en el que pone el foco en el supuesto “recableado mental” que ha experimentado la llamada generación Z por culpa de las nuevas tecnologías y el botón de “me gusta”. “Sostengo que esta gran reconfiguración de la infancia es la principal razón del maremoto de enfermedades mentales en los adolescentes que comenzó a principios de la década de 2010”, escribe Haidt.
El autor también defiende que los padres de estos niños cometimos el error de sobreprotegerlos en el mundo real, mientras los dejábamos indefensos en el mundo virtual cuyos peligros se desconocían, como si los hubiésemos enviado al planeta Marte sin conocer previamente las condiciones. “Estas son las razones principales por las que los niños nacidos después de 1995 se convirtieron en la generación ansiosa”, resume.
“No está respaldado por la ciencia”
El libro ya ha tenido respuesta de conocidos científicos que estudian la cuestión. La psicóloga Candice L. Odgers, de la Universidad de California en Irvine, rebatió los argumentos de Haidt en la revista Nature y le acusó de establecer una falsa relación causal entre dos factores que coinciden en el tiempo. También anticipa que el libro va a vender muchos ejemplares por su enfoque amarillista “que muchos padres están dispuestos a creer”, aunque su tesis central “no está respaldada por la ciencia”.
“Un análisis realizado en 72 países no muestra asociaciones consistentes o medibles entre el bienestar y el despliegue de las redes sociales a nivel mundial”, escribió la experta. “Además, los hallazgos del estudio Adolescent Brain Cognitive Development, el mayor estudio a largo plazo sobre el desarrollo del cerebro adolescente en los Estados Unidos, no han encontrado evidencia de cambios drásticos asociados con el uso de la tecnología digital”.
Haidt se ha defendido con una gran profusión de datos en su popular newsletter, en la que admite que este miedo a que los jóvenes se estén “pervirtiendo” es un tic generacional que se repite desde la antigüedad. “Hasta ahora, los escépticos han tenido razón la mayoría de las veces, y cuando tienen razón, se ganan el derecho de llamar alarmistas a los que han fomentado un pánico moral infundado”, escribe. Pero, como pasó antes con el tabaco, el alcohol o la violencia en televisión, los escépticos no siempre tienen razón, advierte. Como en el cuento de Pedro y el lobo, sugiere, “la pregunta que tenemos que hacernos es la siguiente: ¿tienen razón los escépticos... o realmente el lobo llegó alrededor de 2012 y desde entonces ha estado atacando a los jóvenes a través de sus teléfonos inteligentes y cuentas de redes sociales?”.
Separar el trigo de la paja
Para tener una visión fundamentada y completa del problema, conviene reconocer primero los hechos que recoge Haidt que son incontestables. A lo largo de su libro, el psicólogo muestra las tablas con la evolución de las tasas de depresión y ansiedad en Estados Unidos y en otros países, y en todos se repite la misma tónica. A partir de 2010, en las sociedades occidentales se disparan los problemas de salud mental en todos los tramos de edad, pero entre adolescentes y jóvenes se observan aumentos de hasta el 134% en ansiedad y del 104% en depresión, con especial incidencia en las mujeres. Si acudimos a los datos de España observamos lo mismo: las cifras se disparan en los dos grupos de edad, de 15 a 19 años y de 20 a 24.
“Lo que postula Haidt es que ya tenemos estudios que hablan de causalidad y no solo de correlación”, explica Gregorio Montero, médico psiquiatra infantil y juvenil, experto en TDAH y problemas con las nuevas tecnologías. “Y desde el otro lado, donde yo me incluyo, se le critica que efectivamente no tenemos estudios longitudinales con una población muy amplia que demuestren claramente una relación causal, porque para eso necesitamos ensayos clínicos aleatorizados, y es muy difícil hacerlos, sobre todo con grandes poblaciones”. La sensación entre la comunidad científica, resume, es que Haidt se está dejando llevar por el sensacionalismo y que su libro está plagado de afirmaciones que no son del todo ciertas a nivel científico, aunque el problema sobre el que pone el foco sea grave y muchas de sus recetas, válidas.
“Mamá, ¡mírame a los ojos!”
“A esta generación le ha pasado mucho más que el iPhone”, asegura Sara Toledano, psicóloga de la Fundación Manantial. “A estos jóvenes también les ha pasado tener unos padres que están igual de estresados que ellos, dedicando toda la energía al trabajo y que están usando muchas veces las redes para desconectar”, apunta. Y recuerda el caso de una paciente que sufrió un shock cuando su hija le dijo: “Mamá, ¡mírame a los ojos!”.
“Lo que yo veo en consulta es que padres y madres trabajan cada vez más horas y los chavales están cada vez más solos”, recalca Montero. “Si un chaval está solo porque sus padres no llegan a final de mes y no tienen más remedio que trabajar todo el día, y al mismo tiempo otros chavales están como él, tenemos el cóctel perfecto”, asegura. Así que, en general, no es solo el hecho de usar el móvil y las redes, hay que entender el contexto, lo mismo que sucede con el alcohol y otras drogas. “Es muy diferente tomar cerveza que tomar tequila, y tomarte un vino porque ha ganado tu equipo el sábado, que tomarte un tequila por las noches, que es lo que hacen [metafóricamente] los adolescentes”.
“Por mi experiencia y mi conocimiento —insiste Toledano—, te puedo decir que en el campo de la salud mental no podemos establecer causas directas de ningún problema, no funciona la causalidad lineal”. Ella y su equipo lideraron recientemente el informe #Rayadas en el que se abordaba con profundidad este asunto y se mostraba su especial incidencia en las mujeres más jóvenes. En este estudio trataron de entender qué ocurre a nivel emocional con la población entre 16 y 24 años y la conclusión es que la causa es multifactorial, aunque las pantallas lo hayan empeorado.
“En el estudio preguntábamos a estos 2.000 chicos cuáles eran las preocupaciones que asociaban a su salud mental, y colocaban la crisis climática, el desempleo y la ausencia de expectativas como tres factores muy importantes que condicionaban su bienestar o malestar emocional”, recuerda. “Lo que sí creo es que las redes sociales han supuesto un cambio en el comportamiento, en la manera de ser y de percibir el mundo y, por tanto, en el bienestar o malestar emocional de estos jóvenes, pero que impacta igual que el resto del contexto social”, asegura.
“Creo que es multifactorial, pero está claro que estamos ante un experimento en tiempo real en todo el mundo”, afirma Gabriel Rubio, catedrático de la Universidad Complutense (UCM) y jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Doce de Octubre. “Lo que sí que vemos en las consultas es que cuanto más grave es el cuadro clínico que tiene el joven, mayor es el enganche que tiene con el móvil y las redes sociales”. Hace un año, en la facultad de Medicina de la UCM, en la que él trabaja, hicieron una encuesta anónima en la que participaron 657 estudiantes, casi el 70% de los matriculados. “Y nos encontramos que una de las conductas que claramente estaba más sobrerrepresentada era la de uso abusivo de las tecnologías, la adicción al móvil”, asegura. “¡Y esto en estudiantes de Medicina!”.
Adolescencia vulnerable
Un posible argumento contra la tesis de Haidt es que este aumento de los problemas de salud mental está presente en todos los tramos de edad, como si la causa fuera el gran cambio en los modos de vida, en las formas de relacionarse y de informarse. “Pero no hay que olvidar que es mucho más fácil condicionar los rasgos de personalidad de un crío que de una persona de 35 años”, matiza el doctor Rubio. “Cuando un chaval está conectado en redes sociales desde los 11 años, acostumbrado a que le respondan, a que se le acepte, a los likes, le estás condicionado su forma de ser, seguramente para mal”.
“El motivo por el que nos preocupa más la adolescencia es por el desarrollo cerebral”, afirma Rubén Baler, especialista en salud del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de EEUU (NIDA). “La adolescencia es un periodo de vulnerabilidad y las autoridades de salud pública tienen una responsabilidad mayor de enfatizar el mensaje e intervenir de forma temprana para poner a esos individuos en una trayectoria más saludable”. Para Baler, de visita en España por el Congreso Mundial de Patología Dual de Mallorca para hablar de este tema, aunque el mensaje de Haidt sea simplificador y no del todo correcto científicamente, es mejor pasarse de alarmista que reaccionar tarde.
“No cuesta tanto hacer algo preventivo”, sostiene. “Yo creo que los responsables deberían al menos tomarlo con cautela, para que los adolescentes no sufran los efectos más contundentes y nocivos que, sospechamos, pueden tener”. Y recuerda que hay ejemplos en la historia en los que, a pesar de que no había una prueba contundente de estudios longitudinales, resultó que se debía a intereses de la industria, como pasó con el tabaco, o la culpabilización de las grasas de los problemas cardiovasculares, cuando lo que estaba detrás era sobre todo el azúcar.
“En medicina y psicología conviene aplicar el principio de prudencia”, coincide Montero. “Que la ciencia no haya demostrado al 100% que la epidemia de trastornos mentales en adolescentes y adultos sea por las redes sociales o los smartphones, no significa que no debamos hacer nada al respecto ni tomar medidas”. Aunque los argumentos de Haidt son muchas veces inconsistentes, las recomendaciones que hace en su libro le parecen válidas: retrasar la compra del smartphone y el acceso a las redes sociales, evitar el uso de dispositivos digitales en los centros escolares y la supervisión por parte de los padres para enseñar a los jóvenes a usarlos. “Hay que enseñarles a conducir y ponerse al volante del móvil, pero para circular con responsabilidad y madurez”, concluye.
“Nos han puesto en un experimento global de magnitudes épicas, en el cual millones de ciudadanos en el mundo somos conejillos de Indias”, asegura Baler. “Lo que hay que conseguir es una alfabetización, el primer paso es educarnos, porque la gran mayoría están viviendo como sonámbulos sin darse cuenta de lo que está pasando”. “A los chavales hay que ayudarles desde la escuela y la familia a que tomen cierta distancia crítica de los mensajes que escuchan, que puedan tener experiencias presenciales, relacionales, y no solo a través de las redes sociales”, recomienda Toledano. “Hay que volver a hacer interesante el mundo real”.