Hermano mayor, Justin Bieber y otros venenos adolescentes.

por Alba Sotelino Couñago y Carmen Paniagua.



Los adolescentes son un caso perdido desde hace milenios!!, 
¿cómo hemos podido llegar al presente?
¿En qué momento el sonriente y sonrosado niño 
pasa a ser un adolescente rebelde o apático?
¿Qué ha pasado? 
¿Dónde ha ido esa ternura, esa inocencia? 

Hagamos un ejercicio de imaginación simple. 
Piensa en un niño, un niño pequeño, ¿qué adjetivos te vienen a la cabeza para describirlo? ¿Tierno, inocente, cariñoso…? 
 Ahora, piensa en un adolescente. ¿Por casualidad palabras como inestable, orgulloso y egoísta han aparecido de repente? 

¿Qué ha pasado? ¿Dónde ha ido esa ternura, esa inocencia? ¿En qué momento el sonriente y sonrosado niño pasa a ser un adolescente rebelde o apático?
“La juventud actual ama el lujo, es maliciosa, es malcriada, se burla de la autoridad y no tiene ningún respeto por los mayores. Nuestros muchachos de hoy son unos tiranos, que no se levantan cuando un anciano entra a alguna parte, que responden con altanería a sus padres y se complacen en ser gentes de mala fe…”.

Tranquilo, no es problema únicamente tuyo que te sientas identificado con la frase anterior. Para tu sorpresa, esta reveladora afirmación la realizó nada más y nada menos que Sócrates en el siglo IV a. C. Pero no fue el único, ya que podemos encontrar ideas similares hasta en una tablilla de arcilla encontrada en Babilonia hace más de 3000 años que afirma:
“Los jóvenes de hoy son unos perezosos, unos malhechores que jamás serán como la juventud en otros tiempos. La juventud actual no será capaz de asegurar el mantenimiento de nuestra cultura…”.

Tradicionalmente, se ha entendido la adolescencia como un período de vaivenes emocionales, de rebeldía y desobediencia y, como no, de estrés y verdadero sufrimiento para los que rodean a aquellos chicos y chicas que, unos años atrás eran tan dulces e inocentes. A esta visión se le ha denominado storm & stress.

Sin embargo, si los jóvenes, o adolescentes, son un caso perdido desde hace milenios, ¿cómo hemos podido llegar al presente? 
¿Cómo hemos sido capaces de alcanzar una sociedad ordenada, si somos los hijos/nietos/bisnietos de los adolescentes que ya fueron mal vistos en su época?

La respuesta es simple: prejuicios.

Y es que la realidad es bien distinta a como la acabamos de leer. Los adolescentes, los jóvenes, no son peores en cada generación. Somos nosotros quienes, al crecer, nos olvidamos de quiénes hemos sido y vemos con malos ojos a la generación a la que daremos paso en unos años.
¿Recordáis a la madre de Marty Mcfly, co-protagonista de la popular saga de “Regreso al Futuro”? ¿O a Claire Dumphy, madre y protagonista en “Modern Family”? Ambas tienen en común una cosa: Su adultez responsable y “moralista”  poco tiene que ver con su imagen en la adolescencia… y es que esas madres pacientes, empáticas y cuidadoras una vez fueron rebeldes, impulsivas y desobedientes.
De hecho, para ser justos, los adolescentes actuales puede que sean hasta mejores que los de hace unas décadas. Así, según estudios como el Health Behaviour in School-aged Children (HBSC) que realizan preguntas a adolescentes de entre 11-18 años cada cuatro años desde 1982, han encontrado que algunas conductas de riesgo, como el consumo de tabaco o alcohol, están disminuyendo cada vez más en los últimos años. Por ejemplo, en 2002 en nuestro país el 14.7% de los adolescentes afirmaba fumar a diario. Esta cifra ha disminuido en aproximadamente la mitad en el año 2014. En cuanto a la delincuencia, también ha disminuido, concluyendo que el número de detenciones y expedientes abiertos a menores es menor cada año.
Ahora bien, si los datos nos muestran que nuestros prejuicios son erróneos, entonces ¿qué los mantiene? Como muchos de vosotros podéis imaginar, gran parte de la responsabilidad de la imagen negativa que tenemos sobre los adolescentes viene dada por los medios de comunicación. Cualquiera que se anime a hacer un análisis del contenido de las noticias que dan los medios sobre los jóvenes verá que en la gran mayoría la conducta antisocial o el consumo de sustancias es el tema principal. Poco se habla de los intereses de los jóvenes, de su implicación activa y positiva en la sociedad, de sus aportaciones cada día más numerosas.

Los medios de comunicación hablan.

Un ejemplo que no podemos dejar pasar es el programa Hermano Mayor, que se emite en varios países. En este programa, capítulo a capítulo, vemos adolescentes que muestran una imagen negativa sobre esta etapa: drogas, robos y violencia están presentes en cada minuto (y milagrosamente, tras unos días con el presentador desaparecen…) Otro ejemplo es la conocida serie británica Skins, en la cual se muestra a la adolescencia como un período de desenfreno, impulsividad y consumo diario de drogas  ¿En qué canal echan un programa sobre adolescentes reales que puedan servir como modelo y den una imagen positiva?
girl wasted vodka phrase skins quote
Pero no toda la culpa la tiene Hermano Mayor, famosas series como Física o Química nos devuelven una y otra vez la imagen de un adolescente que nadie querría como hijo.
Estas noticias inevitablemente nos generan una idea sesgada sobre los adolescentes, hecho que nos lleva a tener una imagen negativa sobre ellos, a rechazarlos y en muchas ocasiones, volcar sobre ellos todos estos estereotipos de los que hablamos.
Este hecho tiene claras consecuencias negativas en dos grupos:
  • En ocasiones, los adultos no nos preocupamos lo suficiente por ellos: pese a que son menores de edad, aunque, por ejemplo, su desarrollo cerebral no está completo aún y le quede tiempo para parecerse al adulto, los consideramos culpables, invulnerables y totalmente responsables de sus actos.
Creemos que ya pueden cuidarse solos, por lo que no nos movilizamos para mejorar su bienestar tal y como lo hacemos con los niños. Un ejemplo y consecuencia de ello lo vemos en el maltrato adolescente: por ejemplo, el maltrato a niños y niñas nos aterra; si vemos a un padre pegarle a un niño de 5 años rápidamente se nos estremece el cuerpo y, si somos responsables, llamaremos al teléfono de protección al menor para denunciar la situación. Pero, ¿qué pasa con el maltrato de padres hacia sus hijos adolescentes? En muchas situaciones no nos estremece igual, pensamos que algo habrán hecho, que quizás hasta se lo hayan ganado, y no vamos a llamar a nadie para que vaya en su ayuda pues “ya es suficientemente mayorcito” para buscar ayuda por sí mismo (cosa que no pensamos en la violencia machista cuando una mujer es maltratada). Somos mucho más tolerantes hacia el sufrimiento de los adolescentes.
  • Los adolescentes pueden llegar a identificarse con esta imagen, e incluso pensar que ser adolescentes es hacer lo que los medios dicen, lo que la sociedad espera de ellos. A este fenómeno se le llama profecía autocumplida. En este caso, si me dicen que ser adolescentes es tener conductas de riesgo y discutir con mi familia, es lo que haré una vez que llegue a la adolescencia, ya que se supone que la adolescencia implica todo esto. Por lo tanto, no es raro que en estas edades se use la frase “Es que soy adolescente”, “Si no lo hago ahora, ¿cuándo lo voy a hacer?” o “Es que tiene las hormonas revueltas” para justificar ciertos comportamientos, como por ejemplo discusiones en casa, desafíos a la autoridad o malas contestaciones.

En conclusión…

Como podemos apreciar, la adolescencia es una etapa marcada por los cambios, puesto que ya no nos referimos a los adolescentes como niños, pero tampoco como adultos. 
Por lo cual, es esperable que en muchas ocasiones a los adolescentes les surjan dudas acerca de cuáles son los límites, y en consecuencia, los pongan a prueba o se opongan  a estos. 
La demanda de mayor independencia es una constante absolutamente normal en esta etapa del desarrollo y es ahí donde los padres, madres y educadores deben hacer una reflexión sobre la situación, sus hijos e incluso sobre ellos mismos (¿Quién no quería independencia con quince años?).
Es necesario que los adultos desarrollemos una actitud más crítica con respecto a la imagen adolescente que se ofrece en los medios de comunicación y que abramos los ojos a lo que la realidad nos ofrece, dejando de lado los prejuicios, como forma de fomentar una adolescencia más sana.

No olvidemos que nosotros también tuvimos que crecer.

Para saber más:

-Un libro: Desarrollo positivo adolescente (2015). Alfredo Oliva Delgado (coord.) Editorial Síntesis.
-Una película: Ghost World, Ciudades de papel
-Una serie: The O.C.

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