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“I Foro de prevención de la violencia contra las personas menores de edad en el ámbito deportivo"


Este I Foro se define como un punto de encuentro entre todos los agentes involucrados en distintos aspectos vinculados a las situaciones de violencia contra las personas menores de edad, especialmente en el contexto del ámbito deportivo.




Personas destinatarias: se dirige a profesionales y estudiantes de las distintas disciplinas afines al ámbito infantil y adolescente, organizaciones que trabajan en el contexto de la protección a la infancia y la adolescencia y al público general sensibilizado con esta realidad.

Más información, programa e inscripciones gratuitas AQUÍ
Inscripciones gratuitas, requiere inscripción previa en el formulario habilitado más abajo en esta misma página.
Aforo: 500 personas por orden de inscripción.

CERTIFICADO DE ASISTENCIA:
FAPMI-ECPAT España emitirá un Certificado de Asistencia bajo exclusiva petición del interesado/a al correo electrónico de la Secretaría técnica y una vez comprobada su asistencia al menos al 80% de la formación.

COORDINACIÓN Y CONTACTO:
Alejandra Pascual. FAPMI-ECPAT España.

Foro con el apoyo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación y la colaboración de la Fundación Athletic Club.


La inquietud infantil.

tampoco nacieron excesivamente inquietos, 
simplemente son niños reaccionando a un mundo y a unas circunstancias 
que les obliga a subir los decibeles de expresión, 
un mundo construido por nosotros los adultos 
donde la tranquilidad y la paz 
no encuentra muchas oportunidades y espacios donde anidarse.

Asi que....:

aumentemos nuestra atención y disposición para con los niños 
para que no tengan que gritar o estallar.



Los niños (la palabra se refiere también a las niñas) de hoy no encuentran calma suficiente. Les tocó vivir en un mundo acelerado, cargado de estímulos, caracterizado por la prisa, la rapidez, la urgencia.
El estruendo lo viven fuera de casa: exceso de autos, cláxones furiosos, basura de todo tipo, inseguridad, contaminación…; pero el estruendo también está en casa: gritos, estrés, violencia, donde en ocasiones el recurso para protegerse consiste en saturarse de otros estímulos muchas veces también dañinos provenientes de los medios de comunicación, de las pantallas: computadoras, televisiones, teléfonos.

Ruido, estruendo, presión, rapidez, adjetivos que van en contra de las necesidades del desarrollo infantil, el cual se cuece a fuego lento, en la tranquilidad de los entornos, en los silencios que se intercalan con los sonidos de la infancia, en la austeridad que genera el espacio para la creatividad, en el jugar, en la pausa que posibilita el retraimiento al mundo interno donde se activa la fantasía, la imaginación, la creatividad…

“Los niños no son como antes, ahora están muy acelerados, excesivamente despiertos, precoces, no se están quietos, parece que nacieron con el chip de hiperactividad”, es una expresión cada vez más frecuente entre los adultos, enunciada con cierta sorpresa, como si su personalidad “acelerada” fuera una cuestión ajena a nosotros sus cuidadores y educadores y al entorno que hemos creado, y en cambio se tratara de una cuestión genética, “un chip con el que nacieron”.

La verdad es que hemos construido ciudades grandes ajetreadas, estridentes que afectan de manera importante a todos los seres vivos que las habitamos. Científicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España concluyeron que los pájaros que viven en ciudades grandes pueden pasar más tiempo cantando en respuesta a los elevados niveles de ruido.

Explicaron que los pájaros verdecillos (Serinus serinus) que abundan en muchas regiones urbanas de Europa, pueden emplear hasta el 60% del tiempo en cantar a niveles de 70 decibelios. Afortunadamente no sobrepasan este límite temporal, pues hacerlo implicaría el riesgo de “dedicar más tiempo al canto que a otras tareas tan importantes como estar atento a los depredadores”, de acuerdo con investigador Mario Díaz.
El canto es a los pájaros lo que el movimiento a los niños. Canto y movimiento son vehículos de expresión, respectivos. De ahí que el aumento en el volumen y frecuencia del canto de las aves como respuesta al ruido de las ciudades no deje de guardar semejanza con el aumento y frecuencia del movimiento de los niños ante el tipo de ciudades y dinámicas urbanas construidas.
Así como los pájaros tienen que amplificar su instrumento de comunicación para hacerse escuchar, los niños también tienen que amplificar sus recursos de expresión para hacerse notar, para ser vistos, para ser tomados en cuenta en medio del bullicio urbano, en medio de la desatención de los adultos.

En comunidades pequeñas, con organizaciones que permiten el encuentro frente a frente, que no separan demasiado a los padres de sus hijos en la vida cotidiana, a los niños les basta con usar la palabra para ser tomados en cuenta.

En las ciudades grandes, en cambio, no les está alcanzando el uso de la voz, y al no obtener retroalimentación o respuesta de los adultos, se ven forzados aumentar el ‘volumen’ de expresión al nivel que las circunstancias exijan: gritando, berreando… moviéndose: agitándose, pataleando, golpeando… enfermando, y en casos extremos (afortunadamente poco frecuentes pero dramáticamente cada vez más presentes) dándose muerte, suicidándose.

Nuestros niños contemporáneos no son, pues, niños enfermos de hiperactividad (los que tienen este trastorno realmente, constituyen una franja muy baja en la población), tampoco nacieron excesivamente inquietos (algunos nacieron temperamentales pero esto no instala un destino de impulsividad cuando se les ayuda a encauzar su torrente de energía), simplemente son niños reaccionando a un mundo y a unas circunstancias que les obliga a subir los decibeles de expresión, un mundo construido por nosotros los adultos donde la tranquilidad y la paz no encuentra muchas oportunidades y espacios donde anidarse.

Son niños que al invertir grandes cantidades de energía, tiempo y movimiento para conseguir la atención, el cuidado y el amor que requiere cualquier cría humana, no pueden dedicarse a otras tareas importantes de vida, o que quedan expuestos a los depredadores.


Bajemos el volumen a nuestras ciudades y aumentemos nuestra atención y disposición para con los niños para que no tengan que gritar o estallar.

La manía de decirte por qué (y por qué no) tienes que tener hijos.


Durante años se fue acumulando tensión hasta que se hizo insostenible. La guerra se desencadenó con la ley antitabaco. La guerra entre quienes tienen hijos y quienes no los tienen. Con la expulsión del humo de los bares y restaurantes, los críos comenzaron a formar parte de la parroquia de los garitos. Sin tanto farias de media tarde y malboros de postureo, los niños fueron poco a poco invadiendo los bares en compañía de sus familias. Y con los niños llegó el ruido, las quejas, el correteo entre las mesas, las liadas en el baño y vasos que se caían al suelo. Los pobladores habituales de los bares que no tenían descendencia se sintieron atacados en el oasis de sus tascas. Los niños a la calle, insinuaban con mirada desafiante a los padres que charlaban despreocupados mientras sus hijos planeaban un ataque terrorista sobre los sandwiches de chaka.  
Los sin hijos quieren a los niños en silencio, callados y sentados. Muchos padres y madres también. De hecho, por eso se inventó youtube en el móvil. Para que los críos dejen de dar la tabarra y aprendan que cualquier cosa se puede esconder dentro de un huevo kinder (sigo sin entender la fascinación por los vídeos de los huevos kinder, pero será la edad, supongo). A los niños hay que ponerles límites, sí, pero entre eso y pretender que asuman un comportamiento lobotomizado hay un trecho. 

Los niños que deberían ser un síntoma de vida y jovialidad son para muchos un puro estorbo. El éxito de los hoteles sin niños o los vuelos sin niños son una prueba de ello. Ya queda menos para las calles sin niños, como las calles sin coches, una peatonalización para adultos. ¿Esta calle es adulta o corro el riesgo de que un crío me tire un helado en los zapatos? Y es verdad que los niños pueden ser un engorro y fastidiarte el día, pero si vas a ver la última de Star Wars a un cine el sábado a las cinco de la tarde te lo estás buscando con ganas.
En general, España es un país que aspira a tener el silencio de los países nórdicos pero sin pagar los impuestos para sostener un Estado de Bienestar nórdico. España es un país de adultos gritones que quiere que sus hijos se comporten como si fueran hasta arriba de tranquilizantes.

La mayor parte de mi vida he sido un sin hijos. Llevo ya siete años siendo padre. Como todo traidor a la causa -como Jiménez Losantos que pasó de ser maoísta a ultraderechista-, me he radicalizado con el paso del tiempo y soy uno de los líderes más destacados de la organización armada clandestina Personas Con Hijos.
Ahora comprendo, mejor que antes, que los niños viven sometidos a una domesticación constante y gradual que les obliga a ser obedientes todo el tiempo y no moverse demasiado, estar sentados y callados. A esto también se le llama sistema educativo obligatorio. Ahora me parece lo más lógico del mundo que, cuando salen de los colegios, los niños no quieran estar quietos. Pasan seis horas quietos al día, aprendiendo conocimientos imprescindibles pero también aprendiendo a ser sumisos y a entender que el mundo está hecho de gente que da órdenes y gente que las recibe. Si tienes hijas el escenario es todavía peor: a todo ello se le suman las consecuencias de la colonización machista de las mentes de los niños y niñas desde edad muy temprana. Y en esto no me refiero a la escuela sino a la sociedad en general. 

Por supuesto, además de (intentar) enseñar a mis hijas el sentido de la frustración, el respeto a los demás y todo ese etcétera para ser buenas personas, como padre hago todas las cosas que dije que nunca haría: quitar los mocos con la mano porque se me han acabado los pañuelos de papel, recoger un chupachús que se les ha caído del suelo y, venga, tampoco es para tanto, ponerles pelis en las que la gente a veces dice tacos, comprarles más chuches de los recomendables, jugar a hacer que nos tiramos pedos. Soy un mal padre y soy un buen padre. Depende del bando en el que me toque ser ajusticiado. (Apunte: en el bando de las padres hay una guerra civil legendaria entre quienes creen ser mejores padres que los demás, es tan cruenta como la anterior).
Y, sin embargo, me enfurruño con esa superioridad moral con la que nos tratamos mutuamente los que somos padres y los que no. No tienen hijos, pobrecillos, no saben lo que se pierden. Tienen hijos, pobrecillos, no saben lo que se pierden. 
Todos tienen razón que es lo mismo que decir que ninguno tiene razón. 
Esta neurosis llega a sus estadios más surrealistas cuando alguien te dice por qué (y por qué no) tienes que tener hijos. España es un país muy meticón: “yo no quiero a juzgar a nadie pero” es una versión más del “yo no soy racista pero”.

¿Por qué la gente tiene hijos? No descubro el mundo si argumento que hay un legado genético ancestral de miles de años -un instinto de supervivencia que llega desde los albores de la Humanidad- que es irracional e inaprensible, y que está ahí. No descubro el mundo tampoco si añado que existen unos convencionalismos sociales que empujan a la gente a sumarse al estilo de vida de la mayoría, a sentirse pertenecientes a un grupo, arropados por la sociedad.
Es eso que llamamos socialización y que se convierte en una doctrina coercitiva -los procesos de socialización restringen por defecto nuestra libertad de elección- cuando muchas mujeres son sometidas a ese interrogatorio bochornoso que siempre empieza con la expresión “¿y tú, para cuándo?”. Hace muy poco un amigo mío, emparejado y sin hijos, se hizo la vasectomía. En el centro médico donde le tomaron los datos le hicieron saber que no entendían por qué había tomado esa decisión. Llevar la contraría a las consensos básicos de una sociedad siempre ha sido un desafío y una lucha que puede tardar décadas.
Pero el rechazo a esos convencionalismos, lícito y necesario, ha provocado que tradicionalmente  la izquierda no haya querido relacionarse con el significado político de la familia. A la familia se la ha visto como algo conservador y su defensa se ha dejado en manos de la derecha más rancia. Incomprensible cuando en la familia se generan los mecanismos más solidarios que pueden encontrarse en esta sociedad mercantilizada. ¿Por qué la izquierda ha renunciado a un discurso sobre la familia y se lo ha regalado al Opus? ¿Si el hipercapitalismo nos hace individualistas, competitivos y vacíos porque no convertir a la familia en una barricada contra todo eso?

En fin, todo está ya tan maniatado por la economía de mercado que tener hijos o no tenerlos se ha convertido en una recomendación macroeconómica. Todo esto que he escrito hasta ahora venía a cuento de que esta semana leí una entrevista a un responsable de una empresa aseguradora que decía que para mantener el sistema de pensiones teníamos que tener más hijos, como si la gente decidiera tener hijos después de leer en Expansión que el PP se ha pulido el Fondo de Reserva de las pensiones.
Se supone que iba a escribir un artículo para desentrañar las trampas de ese discurso demográfico destinado a convencernos de que el colapso del sistema de pensiones es inevitable y que asumamos como natural que nuestras aportaciones a planes privados -y no una gestión diferente de los fondos públicos- salvarán nuestras vidas, y de paso permitirán pagar la vida de lujo de quienes se lucran apostando contra lo público. Pero al final me ha salido esto.

Déjalos comer tierra: Salvar a nuestros niños de un mundo desmesurado.

Los científicos afirman que los niños necesitan microbios, 
no antibióticos, para desarrollar la inmunidad.
  Los entornos hiper-higiénicos pueden llevar a enfermedades crónicas.




El conocimiento científico ha llevado a pruebas innegables,de que la exposición temprana a estos organismos es beneficiosa para el bienestar de nuestros niños.






Dr B Brett Finlay y Marie-Claire Arrieta.
Let Them Eat Dirt: Saving Our Children from an Oversanitized World.


Sí, es importante lavarse las manos. Es crítico durante la temporada de resfriados y gripe y especialmente si visita a alguien en el hospital.


El problema es que, al menos en Occidente, los padres (y sobre los vendedores de fantasías crematísticas para su salud financiera) se han tomado el trabajo de mantenerse limpios hasta el límite.

La nueva ciencia muestra que destruir grandes organismos llamados microbios con nuestros desinfectantes para manos, jabones antibacterianos y dosis generosas de antibióticos está teniendo un impacto profundamente negativo en el sistema inmunológico de nuestros niños, dice la microbióloga Marie-Claire Arrieta, coautora de un nuevo libro llamado Déjalos comer tierra: Salvar a nuestros niños de un mundo desmesurado.

La profesora asistente de la Universidad de Calgary, junto con su co-autor, el estimado microbiólogo Brett Finlay, argumentan que estamos criando a nuestros hijos en un entorno más limpio e hiper higiénico que nunca antes. Dicen que exagerarlo de la manera en que lo hacemos está contribuyendo a una serie de condiciones crónicas que van desde las alergias a la obesidad. Conversé recientemente con Arrieta para saber más.


Ambos somos microbiólogos y hemos estado estudiando la comunidad de microbios que viven en nuestras entrañas, lo que llamamos nuestro microbioma intestinal. En los últimos años, la investigación de nuestro laboratorio y otros laboratorios ha demostrado que la salud de este microbioma temprano en la vida es realmente crucial para nuestra salud de por vida. No es solo que seamos científicos, sino que ambos somos padres. Pensamos que los padres y cuidadores realmente se beneficiarían de nosotros al llevar este conocimiento al público.

Hemos escuchado durante un tiempo que el uso excesivo de antibióticos puede provocar infecciones hospitalarias resistentes a los antibióticos, algo que podemos asociar con las personas mayores y otras personas inmunodeprimidas. Pero creo que las implicaciones son mucho más inmediatas e individuales que eso. ¿Cuál es la conexión entre los microbios y el desarrollo del sistema inmune en la infancia?

Cuando nacemos no tenemos microbios. Nuestro sistema inmune está subdesarrollado. Pero tan pronto como los microbios entran en escena, ponen en marcha nuestro sistema inmune para que funcione correctamente. Sin microbios, nuestro sistema inmunitario no puede combatir bien las infecciones.......


En los 150 años desde que descubrimos que los microbios causan enfermedades infecciosas, hemos luchado para mantenerlos a raya. Pero una reciente explosión de conocimiento científico ha llevado a pruebas innegables de que la exposición temprana a estos organismos es beneficiosa para el bienestar de nuestros niños. Resulta que nuestro énfasis actual en la hiper-limpieza y las dietas deficientes están afectando la salud de por vida de nuestros hijos.....



Este interesante e importante libro explica cómo los millones de microbios que viven en nuestro cuerpo influyen en el desarrollo infantil; por qué un desequilibrio en esos microbios puede provocar obesidad, diabetes y asma, entre otras afecciones crónicas; y cómo, desde la concepción, los padres pueden tomar medidas concretas para influir positivamente en la salud a largo plazo de sus hijos. Los autores ahondan en el papel de los microbios en todo, desde la nutrición y los métodos de parto hasta las elecciones sobre alimentación y estilo de vida ("¿Deberíamos tener una mascota?" "¿Debo darle a mi hijo un antibiótico y un probiótico?" "¿Debería dejarlo? su juego con un amigo que está enfermo? ").

Basado en la mejor literatura científica publicada hasta la fecha, incluido el trabajo de vanguardia de los autores, este libro cambiará la forma de ver la suciedad y la comida, y le permitirá dar a sus hijos un comienzo más saludable en la vida.

'NiñoFobia' en el restaurante:

   "Los espacios sin niños son síntomas de una enfermedad social"

elespañol.com

"Estamos en una sociedad que cree legítimo 
que existan restaurantes, hoteles o aerolíneas 'sin niños'. 
Y eso nos estigmatiza a los que somos padres" - denuncia. 
"Y es discriminación por razón de edad, tal y cómo la entiende la Constitución. 
Una sociedad que segrega,  no es una sociedad sana". 
Verse relegados de los espacios para adultos, 
lleva a los que los niños vean retrasado su proceso de socialización. 
Aceptar los espacios sin niños, argumenta, normaliza un hecho "aberrante".

"Pensar que es legítimo prohibir entrar a niños porque molestan es aberrante" .

El cómic con el que Andrés Palomino denunció el incidente de Aita Mari.
El cómic con el que Andrés Palomino denunció el incidente de Aita Mari.


En una tierra privilegiada en la que la buena mesa es casi una religión, el Aita Mari, sito en la parte vieja de San Sebastián con vistas al mar, goza de una reputación que hace honor a la fama de la cocina vasca. Una puntuación de 4,5 sobre cinco en Tripadvisor con más de 260 reseñas que alaban sus platos, vinos y la atención al cliente. Hay un borrón, sin embargo, en un comentario reciente, aupado en votos por más de 60 personas: "Mal para niños".

La reseña está escrita por Andrés Palomino, guionista de televisión, dibujante de cómics y - más importante para el tema que nos ocupa - papá de dos mellizos. La familia de origen barcelonés se encontraba de visita de fin de semana cuando entraron a comer al restaurante. "Fuimos con dos niños pequeños y nos insinuaron muy desagradablemente que entonces no les salía a cuenta atendernos" - denuncia el comentario. 
Palomino recurría a su arte - y a su blog personal - para extenderse sobre el incidente en forma de tira cómica. El encuentro fue breve: pidieron mesa para seis, pero el propietario les preguntó primero si habían visto el menú. A continuación inquirió si los pequeños iban a comer. "Porque si no comen, no me sale a cuenta darles la mesa". La familia se marchaba entonces airada por el comentario, y tanto la viñeta como la reseña eran la forma de dejar patente que la "niñofobia" acababa saliendo cara.

"Estoy destrozado" - cuenta el propietario del Aita Mari, Pablo Lara, al teléfono con EL ESPAÑOL en referencia a las críticas recibidas en las redes sociales a raíz de la denuncia de Palomino. "Llevamos catorce años en el negocio y nunca nos ha sucedido nada parecido. Por supuesto que los niños son bienvenidos, nunca le hemos negado la mesa a nadie. Somos padres, tíos, abuelos... que me acusen de 'NiñoFobia' es como si me llamasen racista" - lamenta el restaurador.

Según explica, el intercambio ocurrió en tono "jocoso". "Pregunté por el menú porque no tenemos uno específico para niños aunque intentamos adaptar el de adultos". Asegura que se hubiera disculpado de inmediato de haberse dado cuenta de que estaba ofendiendo al cliente. Ahora teme ser el blanco de una campaña online en su contra porque, según confiesa, "no sabe mucho de redes sociales". En cualquier caso, la réplica "no me sale a cuenta" no habría sido pronunciada.
"Será que el humor vasco no se parece al catalán" - comenta con ironía Palomino al escuchar la versión del restaurante. Se atiene a la versión que tradujo en su viñeta. "Soy guionista, me quedo con las frases". En cualquier caso acepta las disculpas de Aita Mari y subraya que denunciar el incidente era indispensable para abrir el debate sobre la 'NiñoFobia' en la sociedad.

"Es el síntoma de una sociedad enferma"

Andrés Palomino se arrancó a dibujar sobre los 'problemas de padre' durante el embarazo de su mujer, un trabajo continuado que ha plasmado en su obra editada, Manual para padres frikis. También ha cultivado en él un férreo compromiso a favor la inclusión de los niños en todos los niveles de la sociedad, una causa comprometida con los blogs, comunidades y páginas que se suman a #stopniñofobia.

"Estamos en una sociedad que cree legítimo que existan restaurantes, hoteles o aerolíneas 'sin niños'. Y eso nos estigmatiza a los que somos padres" - denuncia. "Y es discriminación por razón de edad, tal y cómo la entiende la Constitución. Una sociedad que segrega, que decide relegar a las familias al McDonalds, no es una sociedad sana". Verse relegados de los espacios para adultos, explica, lleva a los que los niños vean retrasado su proceso de socialización. Aceptar los espacios sin niños, argumenta, normaliza un hecho "aberrante".

El autor se revuelve contra el argumento de que está en la libertad de cada cual el reclamar un espacio en que los "niños no molesten". Se trata de una "necesidad" creada artificialmente, responde, fruto de un "egoísmo exacerbado" obsesionado con el "bienestar individual". Palomino subraya que la decisión libre y legítima es la de que las parejas tengan hijos o no. "Pero no puedes pretender aislarte en una burbuja de los hijos de los demás. No vives sólo en esta sociedad. Son nuestro futuro, el tuyo también".
Los niños son revoltosos, movidos, ruidosos: siempre lo han sido, asegura, y solo en los últimos tiempos hemos estado convirtiéndolo en un problema. "Opinar sobre cómo educan los demás a sus hijos es complicado. Seremos mejores o peores padres, pero todos hacemos lo que podemos. Y somos los primeros interesados en que se comporten bien a la hora de comer".

Palomino es consciente de que su opinión no se comparte de forma unánime. "Estoy recibiendo multitud de reacciones a favor y en contra", explica. Y se congratula, porque afirma que el debate de la 'NiñoFobia' es uno que tocaba plantear. Su postura está clara. "Defender los espacios libres de niños nos lleva por un mal camino"

La revolución de Celia.

Una exposición recoge las ilustraciones del dibujante Serny* 
 sobre este personaje infantil y su hermano.






MUSEO ABC
Amaniel 29-31. 28015 Madrid
T. +34 91 758 83 79
13 DIC 2016 — abril 2017

Una ilustración de Serny de las historias de Celia.
La mañana del día de Reyes, Celia Gálvez Montalbán, una niña de la alta burguesía de Madrid de los años treinta, compartió los regalos que le habían dejado Sus Majestades con Solita, la hija del portero. La niña de cabellos rizados los fue dejando caer, atados a una cuerda, desde su ventana hasta el patio para que los recogiera su amiga pobre: un peluche, una cocinita… Así hasta que su padre le dio el alto y puso fin al reparto. En otra ocasión, Celia consiguió camelarse a doña Benita, una de las señoras del servicio doméstico de la casa familiar, para meter un burro en casa.


Las travesuras y ocurrencias de esta niña la llevaron a pasar una temporada interna en un colegio de monjas. El rebelde personaje de ficción, que creó la escritora Elena Fortún (Madrid, 1886-1952), y que posteriormente se convirtió en serie de televisión —estrenada originalmente en el año 1993 en TVE— desembarca ahora al Museo ABC (Amaniel, 29). 
El pintor Ricardo Summers*, Serny fue el encargado de elaborar las primeras ilustraciones de este personaje para los libros de Fortún. Y justamente esos dibujos, entre otros, son los que ahora se pueden ver en la exposición abierta hasta el 16 de abril.

La nieta del artista, Begoña Summers, es la comisaria de la muestra. Y cuando estaba en quinto curso de carrera decidió hacer su tesis doctoral sobre la carrera de su abuelo: “Le admiro mucho y me pareció la mejor forma de rendir homenaje a su trayectoria”, cuenta la ahora doctora en Bellas Artes.

La exposición Serny. Celia, Cuchifritín y otras historias ilustradas recorre las aventuras de esta niña, su hermano Cuchifritín y de su gato Pirracas. Además, la mitad de las obras expuestas recoge los dibujos y las portadas que el pintor e ilustrador realizó para el periódico ABC o la revista Blanco y Negro para acompañar novelas,cuentos o poesías.

Fortún escribía y Serny daba vida con trazos y color a las aventuras de estos personajes, cuyas aventuras se publicaban desde 1932 en el suplemento semanal Gente Menuda del periódico, dedicado en ese momento a los hijos de la clase acomodada; los pocos españoles que sabían leer a principios del siglo XX.
La última de las novelas de la saga fue Celia en la revolución, volumen que el año pasado se reeditó. 
Aunque el libro salió a la luz en 1987, se retiró rápido del mercado.La historia cuenta el horror del hambre, los fusilamientos y las persecuciones de la Guerra Civil desde los ojos de la niña. Se trata de un relato autobiográfico de Elena Fortún, una mujer que, aunque no militó en ningún partido, tenía una clara convicción republicana. La escritora proyectó en su personaje ese compromiso de contar la verdad sobre lo que habían vivido.

Aunque los trazos de Serny no aparecen en ese último libro, él dio forma a los característicos rizos rubios de Celia así como a sus vestidos cortitos y elegantes. “Buscaba decir más con menos medios. Su gusto por lo bello le llevó a tratar con delicadeza tanto la línea como el color, algo que enlaza con una herencia española que tiene como último referente a Goya”, explica Summers. A pesar de no ser el único que dibujó a estos iconos de la literatura infantil “es el responsable de que los lectores los identifiquen y los recuerden”

MÁS INFORMACIÓN

*Serny (Ricardo Summers e Isern, Puerto de Santa María, Cádiz, 1908 – Madrid, 1995) fue un pintor que comenzó su actividad artística como dibujante ilustrando revistas y periódicos.El Museo ABC alberga 1.141 obras de las seis décadas de colaboración que mantuvo con Prensa Española. Es uno de los artistas que hicieron posible la Edad de Plata (1878-1936), un período de nuestra historia reciente que destaca por su dinamismo y riqueza cultural.

De cómo robamos infancias de forma absurda y no nos damos cuenta.

En qué momento alguien decidió que ¡NO ERAN NIÑOS!.

Estoy un poco cansado de ver la gran cantidad de sobre-exigencias que tiene un niño con autismo, 
muy cansado de ver cómo deben esforzarse 40 veces más que cualquier otro niño 
para conseguir agradar, complacer, satisfacer, o cumplir las expectativas de otros.

¿Han olvidado que a pesar del autismo siguen siendo niños?

Daniel Comin


Estoy cansado de que niños y niñas, que por el hecho de tener autismo, y por tanto, problemas sensoriales, de comunicación, motrices,…, es decir, que -debido a una serie de dificultadas- el mundo les resulta hostil y complejo, y que a pesar de todo eso, estén sometidos a tremenda presión de forma sostenida.

Van de un lado al otro en un incansable baile de terapias, 
entran y salen de gabinetes, colegios, salas, …, 
hasta los juguetes que les compran son ¡para niños con autismo!, 
¡por Dios! 
¡Que paren el mundo que me bajo! 
En qué momento alguien decidió que ¡NO ERAN NIÑOS!

No parecemos darnos cuenta que nuestra conducta obsesiva, rígida e inflexible que pretende mejorarlos a toda velocidad, de lo que sea que tengan, les está robando su infancia. Creo que los que encajamos en el diagnóstico de autismo somos los demás, no ellos. El único diagnóstico que un niño debiera recibir es el de infancia temporal. Porque tristemente la infancia se va, y en muchos casos, nuestros niños no se enteraron de que la tenían, ni la disfrutaron.

Se nos ha olvidado algo básico, empecinados en conseguir encajarlos en nuestro mundo imperfecto, lleno de normas y reglas, las cuales, nosotros mismos nos pasamos la vida criticando, pero no movemos un dedo por cambiarlas, se nos ha olvidado vivir. Y de paso, convertimos a nuestros hijos en una especie de satélite de su propia vida, donde ni pinchan, ni cortan, ni participan. No son niños, solo son autismos. No tienen porque cumplir nuestras expectativas.

Nuestros propios miedos, nuestras propias expectativas están limitando a nuestros niños, les hemos condenado a vivir bajo el yugo de nuestro propio miedo, de nuestras propias inhibiciones. Nos hemos olvidado de que en las cosas simples y sencillas se encuentra la verdadera felicidad, se nos ha olvidado que nada hay más importante en el Universo que ese beso espontáneo, esa caricia, esa mirada cómplice que nos llama a jugar, a tirarnos por el suelo, a henchir nuestros pulmones con el aire de la vida y soplarlo con todas nuestras fuerzas sobre la tripa de nuestro hijo y obtener unas sonoras y estruendosas pedorretas ¡Cómo si eso solo se pudiera hacer con un bebé de 9 meses!

Nuestra amargura, nuestra depresión, nuestra insatisfacción general por la vida que estamos viviendo, sí, la misma que -y seamos claros- también se lo está poniendo difícil a nuestros niños y a nosotros, pero eso no es excusa para dejar de demostrar, de profesar una profunda locura de amor continuado. De parecer totalmente locos a los ojos de los “normales”, de comportarnos como si hoy fuese el último día de nuestra vida. Porque en el fondo ¿quién sabe si no es realmente el último día de nuestra vida?

Déjense de buscar un propósito a las cosas y empiecen a buscar el sentido, que no, no es lo mismo. A veces nos vemos embutidos por nosotros mismos en una locura de odio, furia, mala leche, o como prefieran denominarlo, hacia el mundo en general. Que obviamente hay muchas razones de peso para ello, tampoco caigamos en el modelo de superfelicidad en medio del horror, pero hay que ser muy, muy cuidadosos de no caer en la amargura que el mundo nos provoca, en muchas ocasiones porque el mundo no entiende, o no da cabida, o no le da la santa gana de ayudar a nuestros hijos. Esto es así, y al ritmo que van las cosas va a seguir igual durante algún tiempo.

Pero aquí el orden de los factores sí altera el producto. Ojo a nuestros propios estados emocionales. Está muy bien ir a pelear como fieras por los derechos de nuestro hijo, que en el fondo es pelear por los derechos de todos. Pero si el entorno es hostil -que lo es- y cuando llegamos a casa tenemos las heridas demasiado abiertas, si abrazamos a alguien lo vamos a llenar de sangre. Espero entiendan la metáfora.

Y es que esto no es fácil, no hay magia, ni hostias consagradas que resuelvan nada de forma inmediata. Pero en el momento que usted cruce la línea invisible que separa la fortaleza de la amargura, está firmando el principio del fin.

Cada vez que sienta que no puede más, que su hijo ha tenido una crisis infernal, que el Gobierno de turno le ha jodido, que el colegio de turno no hace nada bien, que el médico, terapeuta, psicólogo, o lo que sea, no tiene ni idea de lo que hacen, pues se fastidia, se limpia la sangre de las heridas y se pone las pilas. Porque es su obligación, porque para eso es madre o padre, pero porque sobre todo cuando haga lo que le voy a proponer a continuación se va a sentir muy liberado, es como alcanzar el nirvana.

Una vez usted piense que el mundo y todo lo que le rodea le odia, quiero que piense que solo le quedan 6 horas de vida, y más le vale aprovecharlas. Así que vuélvase absolutamente loca o loco, cómase a su hijo o hija a besos, revuélquense por el suelo, ¡hagan pedorretas!, jueguen, busquen formas imaginarias en las nubes, cuenten estrellas, cuenten cuentos, dense un baño de los de ponerlo todo perdido, coman pasteles hasta reventar, aunque luego el subidón de azúcar los tenga en pie hasta las 3 de la mañana, hagan algo divertido, sean niños. Procuren puntuar para, por un tiempo determinado, entrar en el diagnóstico de infancia temporal, y eso háganlo con sus hijos. Posiblemente las primeras veces que usted lo haga su hijo se quede en shock pensando ¡qué diantres comieron hoy mis padres!, pero le va a gustar seguro ¡A quien no le gusta que le quieran! Y tras esa especie de terapia de amor desaforado, de ese estado de embriaguez amorosa, estarán todos cansados, pero con una inmensa sonrisa en la cara ¿Cuanto vale la sonrisa de nuestros hijos? ¿Y la nuestra? Porque la nuestra también cuenta.

Cuando no esperas nada de un niño, es cuando él está dispuesto a dártelo todo. Son niños, no maquinas. Trátenlos -por tanto- como lo que son, porque eso es empezar a respetarlos a ellos, es contender con su dignidad, y con la de la infancia. Hay que predicar con el ejemplo. Esa debe ser la esencia de la paternidad.

En la película de 1997 “La vida es bella”, una historia tremenda y dura, aunque quizá es una de esas películas que hay que ver al menos una vez en la vida, Roberto Benigni (Director, co-guionista y protagonista) nos muestra como un padre que es encerrado en un campo de concentración nazi junto con su hijo, consigue, en medio del horror y las privaciones de la guerra y el holocausto, hacer que su hijo, no solo sobreviva a la dureza y hostilidad del entorno, además preserva la integridad emocional de su hijo.

No les pido tamaña heroicidad, pero sí que entiendan que si su mente solo navega entre aguas turbulentas, si solo desean como único propósito de su vida que su hijo alcance determinadas metas, posiblemente pierdan el sentido de la vida, la suya y la de los que les rodean.

‘El derecho de los niños y adolescentes a la ciudad’, Jornada.





"Mejoramos nuestro espacio público con caminos escolares y otras experiencias".

15 de Diciembre, 
IMEB y el Institut Infància i Adolescència, 
Ayuntamiento de Barcelona, 
Espai  Jove La Fontana, 
Carrer Gran de Gràcia, 190-192. 

Puede consultar el programa aquí y 
formalizar su inscripción a través de este formulario.


Cómo transformar el espacio público de la ciudad para poder vivir mejor la infancia y la adolescencia? Esta es la premisa a partir de la cual se centrarán las diferentes conversaciones, debates, charlas y talleres que se llevarán a cabo en el marco de la jornada, que coorganizamos IMEB y el Institut Infància i Adolescència, El derecho de los niños y adolescentes a la ciudad. Mejoramos nuestro espacio público con caminos escolares y otras experiencias. 
La jornada, que tendrá lugar el próximo 15 de diciembre en el Espai  Jove La Fontana de forma gratuita y abierta a toda la ciudadanía, tiene por objetivo poner el foco sobre la necesidad de repensar y transformar la ciudad para hacer posible las que se pueda vivir mejor la infancia y la adolescencia, entendiendo que, así, se consigue una ciudad mejor para toda la sociedad.


Contaremos con la presencia del pedagogo especialista en infancia y ciudad, Francesco Tonucci, como invitado principal. 
Por la mañana, Tonucci conversará con Itziar González, arquitecta, urbanista y experta en cooperación ciudadana en el territorio, sobre cómo mejorar el espacio público para que sea un entorno más educativo y comunitario para la infancia y la adolescencia. 
 Y, acto seguido, se abrirá el diálogo con un grupo de chicos y chicas de cuatro escuelas diferentes que han estado trabajando sus propuestas de mejora, a partir del proyecto ‘Camí escolar, espai amic’ del IMEB. 
La sesión de mañana se redondea con una cata de experiencias sobre infancia, adolescencia y espacio público en Barcelona con más de veinte experiencias impulsadas por escuelas, entidades sociales, iniciativas comunitarias y el ayuntamiento.

Por la tarde, tendremos cuatro talleres simultáneos abiertos a la ciudadanía en la que se debatirá sobre la dimensión educativa del espacio público y la participación de los niños, el juego y el encuentro en las calles y plazas, la acción comunitaria y la movilidad, a partir de una presentación inicial de personas especialistas. Finalmente, habrá una entrevista abierta a Tonucci por parte del periodista Carles Capdevila y concluirá la jornada la Alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.

 El aforo es limitado y se tendrá en cuenta el orden de inscripción.

El método KiVa, una idea que está acabando con el bullying.

En Finlandia ha desaparecido el acoso en las escuelas.
 ¿Cómo lo han logrado?


Marc Rodriguez Castro Psicólogo
Psicología y Mente
Psicología del desarrollo

En España, el 70% de los escolares de 15 años ha sido víctima o verdugo (en muchos casos, ambos) de bullying, tanto de forma presencial como mediante nuevas tecnologías. 
Los expertos señalan que este tipo de acoso existe en todas las sociedades humanas, y han pedido a las escuelas que acepten el problema para poder estudiar e implementar medidas dirigidas a prevenirlo allí donde puede aparecer y hacerlo desaparecer allí donde existe.

El método KiVa es una de las propuestas más prometedoras en este sentido.

Los orígenes del método KiVa
Finlandia es un país que destina grandes recursos a la educación, al ser considerada esta última un asunto de Estado de gran relevancia. En los últimos años el país nórdico se ha propuesto acabar con el acoso escolar y mejorar el sistema educativo en sus distintas vertientes.
Reflejo de ello es que Finlandia ha conseguido en los últimos años el digno primer puesto en educación superior, educación primaria y formación en el Índice de Competitividad Global (ICG) gracias a la importancia que se le da a la educación en los últimos tiempos. Todas las medidas destinadas a la educación han contribuido a crear una potente fuerza laboral con las competencias adecuadas para adaptarse a un contexto socioeconómico en constante cambio y que ha causado altos niveles de desarrollo tecnológico.

El sistema educativo finlandés: uno de los mejores del mundo

Finlandia es actualmente una de las naciones más creativas y innovadoras de la U.E y del mundo, posicionándose en el segundo puesto en el ranking, (el primer puesto lo ostenta Suiza). En el momento en que la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) elaboró el informe PISA, el país nórdico consiguió los primeros puestos en educación.
No obstante, el sistema educativo finlandés no es perfecto: Finlandia también sufre la nefasta epidemia del acoso escolar. ¿Con qué herramienta solucionan el bullying en Finlandia? Pues con el programa KiVa.

El programa KiVa

El término KiVa surge de la unión de las palabras “Kiusaamista Vastaan” (en finlandés, contra el acoso escolar). 
Gracias a esta propuesta, Finlandia está consiguiendo erradicar el acoso escolar. Este método es aplicado en el 90% de las escuelas de educación básica, y su éxito es tal que se ha convertido en una herramienta imprescindible a la hora de valorar y escoger cualquier centro del sistema educativo finlandés, tanto para trabajar, en el caso de los profesores, como para estudiar, en el caso de los alumnos.

La etapa de experimentación

El programa KiVa fue creado a propuesta del gobierno finlandés y la comunidad educativa; “El proyecto comenzó a introducirse de forma aleatoria en los colegios finlandés”, explica Christina Salmivalli, profesora de Psicología y una de las inventoras del programa.
Años después se realizó un estudio (uno de los mayores del país, por cierto) para ver cómo evolucionaba el programa y la incidencia que este tenía en los alumnos. Los resultados fueron apoteósicos: el programa KiVa había disminuido todos los tipos de acoso en los institutos y colegios. El cerco al bullying había empezado a funcionar. De hecho, el acoso escolar desapareció en el 80% de los centros escolares. Cifras espectaculares que, lógicamente, han despertado el interés de la comunidad educativa internacional.

Resultados a largo plazo contra el bullying

Al cabo de un año los investigadores se percataron que el número de niños y adolescentes que padecían acoso escolar habían disminuido un 41%. Pero el método no sólo resolvió el problema sino que el programa también potenció el confort de los alumnos y la motivación de estos a la hora de estudiar, disparándose a través de este modo las buenas calificaciones.
La embajada de Finlandia en Madrid afirma que un 98 por ciento de los 1.000 colegios que colaboraron en el programa en 2009 creyeron que la vida escolar había mejorado significativamente durante el primer año en el que se comenzó aplicar el método KiVa, algo que confirman numerosos estudios.
Es tal el éxito del programa que el método KiVa ha recibido el Premio Europeo de Prevención del Crimen en 2009, entre otros.
Una de las mejores maneras de entender el potencial de este programa KiVa contra el acoso es a través de un ejemplo. En la escuela Karamzin tenían un problema grave de acoso escolar, por lo que el programa KiVa se puso en marcha en la escuela durante el 2008: durante el primer año de implantación se redujo el acoso escolar en un 60%.

¿Cómo funciona el método KiVa?

El método utilizado en el programa KiVa consiste en no centrarse en la dialéctica de la confrontación entre víctima y acosador (ni tratar a la víctima para que sea más extravertida ni intentar cambiar al acosador para que desarrolle empatía) sino que se basa en la actuación sobre los alumnos testigos que se ríen de tal situación.
En muchos casos, estos espectadores interiorizan que lo que pasa es normal, incluso divertido, aunque tengan una opinión subyacente diferente. Lo que se pretende hacer a través del método es influir en dichos espectadores para que no participen indirectamente en el acoso. Si esto se consigue, el acosador, que necesita de reconocimiento para proseguir con el bullying, deja de acosar a causa de que no le aporta ningún beneficio.
En resumen, el programa de basa en intentar que los espectadores no les rían las gracias a los jóvenes que son la parte agresora en el acoso. Sencillo, pero eficaz.

Los detalles del programa

En el programa KiVa los estudiantes son instruidos en unas 20 clases a los 7, 10 y 13 años (edades clave en el desarrollo del menor) para identificar las diferentes formas de bullying. De este modo ya son concienciados desde bien pequeños.
Hay diez temarios y trabajos que se realizan a lo largo del curso y en donde se enseñan valores morales como la empatía y el respeto por los demás. Se utilizan gran cantidad de recursos: charlas, videojuegos, manuales para el profesorado, vigilancia en el recreo, largometrajes... incluso un buzón virtual para denunciar si son testigos o víctimas de acoso escolar.

El equipo KiVa

En toda escuela el director elige un equipo KiVa integrado por tres adultos que detectan y investigan los casos de acoso escolar.
Primero determinan si el acoso es puntual o continuado. Después hablan con la víctima para tranquilizarla. Posteriormente hablan con los acosadores para sensibilizarlos y con los testigos, que son la piedra angular del programa, de esta forma se consigue reducir el acoso escolar.

El potencial del método

Este drástico cambio en una serie de escuelas finesas puede dar una idea de los cambios cualitativos a nivel social que este tipo de programas podrían tener no solo en las escuelas, sino en los diferentes estratos culturales de personas adultas educadas mediante estos métodos.
Si ya desde las etapas más tempranas somos educados para no apoyar pasivamente actos de violencia de este tipo, es concebible que la mentalidad de los adultos también cambie en muchos sentidos. Solo el tiempo dirá si este tipo de cambios culturales repentinos llegan a darse. Las repercusiones del programa KiVa pueden ir mucho más allá de la lucha contra el bullying, pueden ser la semilla para una sociedad más justa, solidaria y cohesionada.

Graduado en Psicología por la Universitat Autònoma de Barcelona. Posgrado en intervención clínica. Máster en psicología de la salud.