La necesidad de “obtener” deportistas para participar en competiciones de alto nivel o, como anteriormente he comentado, músicos espectaculares no tiene ningún sentido ser priorizada frente a la necesidad de que los niños sean niños...
Cada
año más de mil niños de entre seis a ocho se postulan para conseguir
entrar en La Masia. Lugar donde se van a forjar los futuros Messis y
otros grandes futbolistas de nuestro país. Bueno, quien habla de La
Masia puede permitirse hablar de centros deportivos de alto rendimiento
donde, alumnos menores de edad y, en ocasiones, de edades muy tempranas,
van a ser forjados en un determinado deporte.
Bueno, lo anterior
también sirve para aquellos niños a los que se les da extremadamente
bien algún instrumento musical y, para ellos, también existen sus
centros de internamiento.
Sí, el premio para un niño (o más bien para
sus padres) es estar interno en una residencia en la que, debido a
motivos varios, sólo va a relacionarse con su familia en días concretos
y, cómo no, va a ser formado en el deporte o instrumento a lo largo de
tres, cuatro, cinco o seis horas al día.
La necesidad de “obtener” deportistas
para participar en competiciones de alto nivel o, como anteriormente he
comentado, músicos espectaculares no tiene ningún sentido ser priorizada
frente a la necesidad de que los niños sean niños. Y un niño no
debería, una vez finalizada su jornada educativa, dedicar esa barbaridad
de horas diarias a mejorar en ese deporte o instrumento musical porque
eso, por mucho que queramos justificarlo, es simple y llanamente
explotación infantil. Eso sí, en este caso, justificada por demasiados y
vendida por los que ofrecen esos internados como la posibilidad de ser
el nuevo Messi.
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