Elmenhorst: Una escuela bosque en Hamburgo y El jardín secreto: una escuela en los bosques escoceses: dos experiencias de niños y naturaleza.

Dos experiencias, dos escuelas en los Bosques.
Blog Educar en Verde,Heike Freire 

Acordándome de Joseba y su reciente experiencia
en Avellanosa de Rioja (Burgos), 
y su escuela de El Colmenar.




EN ELMENHORST

Mi amiga Elvira Pacheco, maestra de la escuela Trabenco y miembro del MRP "Escuela abierta" está realizando una estancia en Hamburgo, donde ha entrado en contacto con algunas Walkindergarten. Esta es la crónica que nos hace de Elmenhorst, un centro que ha visitado recientemente. 
Muchas gracias Elvira!


6:30 mañana.
Suena el despertador y me preparo, que hoy toca visita a una Escuela en el Bosque, o Bosque-Escuela, o como aquí les llaman: WALDKINDERGARTEN.
Hace un frío que pela.

Tenemos suerte y cuando llegamos, sólo nos espera la maestra y podemos charlar un rato con ella. Los niños todavía no han aparecido. Podemos ver la caseta de madera que hace de punto de encuentro y espacio para guardar materiales, libros y pertenencias de niños y maestras.
Como veis en las fotos, a fuera (siempre en el exterior), hay construido un espacio habilitado para la asamblea diaria en la que el grupo se saluda, canta y reparte sus responsabilidades (hoy se pedían voluntarios para: contar a los compañeros, abrir la puerta de camino al bosque, para mirar la carretera y asegurarse de que no vienen coches…). 

Poco a poco van llegando los niños acompañados de sus familias (casi todos en bici, claro..) y embutidos en sus ropas para el agua y el frío. Mi mayor sorpresa: es una escuela pública. Como todas las de este tipo en esta región. Nada de experiencia alternativa, elitista, al margen de… no, es una escuela municipal, ordinaria, oficial y al alcance de todos.

A ella acude un grupo de 26 niños de entre 2 y 6 años. Son tres maestras las que les acompañan cada mañana al bosque. El tiempo no las condiciona. Únicamente se suspende la salida si hay tormenta y fuertes vientos. La lluvia, la nieve y las bajas temperaturas, no las echan para atrás. “Si llueve, vamos a un lugar lleno de árboles que está completamente cubierto de hojas” dice una de ellas. No quiero ni imaginarme lo que tiene que ser una jornada en pleno invierno. Se ve que son mujeres fuertes, apasionadas con lo que hacen y…. muy abrigadas. jiji.

Niños y maestras se organizan y después de un rato de transición, comienza el paseo. Tras llevar a cabo la ceremonia de cruzar la “carretera” (un camino asfaltado entre árboles) los niños echan a correr libremente… se caen y se levantan solos, pisan charcos, se suben por los árboles, se tropiezan con raíces de árboles, canturrean, algunos caminan de la mano tranquilamente, otros chillan, se agachan para recoger palos y uno se detiene continuamente para recoger semillas y regalármelas (he acabado con el bolsillo…guarro). Al sonido de una campanilla, se reúnen rápidamente y se detienen para contarse, por si falta alguno. Esto lo hacen continuamente…Un paseo precioso.

Llegamos a uno de los puntos de referencia/trabajo (tienen varios dentro del bosque), lo llaman con un nombre mágico “la Dama de nosecuantitos” (no recuerdo el nombre). Allí se sientan a almorzar tranquilamente, las maestras también. Eso si, cada uno lo suyo…no colectivizan la comida y nosotras que no hemos llevado nada, nos hemos quedado a dos velas.Cuando terminan… juego libre. Y cada uno se aventura en lo que quiere, le surge…etc.

Llegamos a uno de los puntos de referencia/trabajo (tienen varios dentro del bosque), lo llaman con un nombre mágico “la Dama de nosecuantitos” (no recuerdo el nombre). Allí se sientan a almorzar tranquilamente, las maestras también. Eso si, cada uno lo suyo…no colectivizan la comida y nosotras que no hemos llevado nada, nos hemos quedado a dos velas. 

Mientras, las maestras, junto a un tipi que han construido otros niños mas mayores, preparan material para pintar, algo de números, de figuras geométricas… hoy se acercan quienes quieren, pero nos dicen que también preparan actividades dirigidas que realizan todos.
Entre los materiales…¡¡navajas!! Me da la risa. ¡Las utilizan todos, incluso un niño de 2 años!. Mis pies comienzan a entrar en 1ª fase de congelación. Charlamos sobre sus objetivos: contacto con el medio natural, la autonomía (tendríais que ver como ellos solos se quitan esos monos de nieve para hacer pis) y la competencia social.Les pregunto por el trabajo artístico, y me comentan que un profe de música trabaja con ellos un día a la semana y que una vez al mes, realizan una excursión a la ciudad (Jope! Al revés!) y visitan museos. Con una sonrisa y sin intención de justificarse, una de ellas comenta: “hay cosas que se hacen en las escuelas que nosotras no trabajamos, pero si otras muchas que ellos ni se plantean”

Luz, color, olores, temperaturas, sensaciones…Nuestros pies (los de mi acompañante y los míos) ya están congelados. Ellas se rien… Un trabajo precioso pero muy duro. Nos cuentan que a veces llegan agotadas a casa con ganas de irse a la cama (bueno, pues como nosotras… les decimos). Para nosotras ha sido suficiente. No queremos molestar mas (bueno, en realidad nos morimos por un café calentito…). Nos despedimos.

Una experiencia inspiradora.
Nada, que no me esperéis, que me quedo en los bosques. Eso si, mandadme buenos leotardos y bragas de cuello alto, que si no, es imposible…




Los pequeños pies de Allystor se mueven con agilidad por la tierra húmeda y tierna. Sortean los troncos de los árboles, saltan entre las piedras y las ramas caídas, se deslizan o “escalan” por las pendientes. Con su mochila al hombro, su anorak y su osito de peluche fuertemente agarrados, mi improvisado guía se vuelve, de vez en cuando, para vocear algún consejo: “¡cuidado con el agujero!”, “esto resbala”, “¡vamos, es por aquí!”. Perdida en el bosque, sin cobertura y a punto de abandonar mi proyectada visita al “Jardín Secreto”, (una escuela infantil, a dos horas de Edimburgo), Allystor y su madre, que llegaban tarde, me rescataron: “Hoy están en la zona del árbol hueco. Mi hijo conoce el camino”, dijo ella volviendo al coche. La experiencia de dejarme llevar por un niño de 6 años, en un territorio desconocido, fue un sorprendente ejercicio de confianza, muy recomendable para cualquier adulto.

La escuela nómada
¡Y llegamos!. En un claro del bosque, rodeado de robles, pinos, castaños, y fresnos, destaca un colorido grupo: son 14 niños y niñas (de 2 a 6 años) (hay 18 inscritos) y tres educadoras. Preside la reunión un viejo plátano con un enorme agujero en la base, por el que se asoman jugando algunos pequeños. Cathy Bache, una profesora de teatro que residió en Noruega, impulsó el proyecto  hace seis años, tras varias experiencias cuidando niños en la naturaleza. En cumplimiento de la legislación escocesa, que no permite crear una escuela sin un edificio, el centro comunitario de la pequeña aldea de Lethan sirve de punto de encuentro a las familias, al principio y al final de la jornada. Desde allí, los niños caminan diariamente a las colinas, en invierno (con temperaturas que rondan los 0 grados) como en verano: “El bosque es un entorno acogedor que ofrece muchas posibilidades, explica Cathy. “Hay zonas estupendas para resguardarse del viento o de la lluvia, donde la temperatura se mantiene constante”. Durante todo el año, la escuela transita, nómada, por más de 20 áreas distintas, acondicionadas y adaptadas a la climatología, con refugios naturales o tiendas. Sus pintorescos nombres expresan los juegos y la imaginación de los niños: “donde los tigres”, “el árbol de cocinar”, “la carpa amarilla”, “los columpios para pies”, “la gran hoguera” o “la tienda blanca”, que dispone además de un pequeño huerto y dos grandes arcones donde guardan material escolar y de jardinería. “Con buen tiempo, ellos eligen el lugar, según sus intereses. En caso contrario, lo decidimos nosotras”, vuelve a explicar Cathy. Aunque estamos casi a finales de junio, es el clima fresco y nublado de Escocia. Mary, otra de las educadoras, está montando un tejadillo con lona, “por si llueve”, mientras los pequeños continúan inmersos en sus juegos. En esta escuela sin paredes ni techo, los niños recuperan y desarrollan su conexión innata con la naturaleza; gracias a ella, refuerzan también el contacto consigo mismos, la claridad con que perciben su cuerpo, sus pensamientos, sentimientos y deseos. Mediante la exploración y el juego espontáneo, van construyendo vivencias y experiencias concretas y directas, en un entorno amplio y respetuoso.

Puedes continuar leyendo este artículo de Heike Freire en el nº 407 de la revista Cuadernos de Pedagogía (www.cuadernosdepedagogia.com) dedicado a la Infancia hoy.

También puedes publicar tus comentarios con las experiencias de escuelas que  favorezcan el juego al aire libre y en la naturaleza.

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