El 14 de marzo de 2020 se declaró el estado de alarma en España y se tomaron medidas para combatir la pandemia provocada por el Covid-19. Entre las medidas aplicables a todos los ciudadanos se destacó la restricción de circulación en vías y espacios de uso público. Esta medida, sumada al cierre de todas las escuelas, supuso un cambio radical en la forma de vida de los niños y adolescentes de este país. En la Comunidad de Madrid, que es la más afectada por la enfermedad, este cambio afectó a más de 1.000.000 de niños de 0 a 16 años.
Como el cierre de escuelas se había producido unos días antes en esta región, y al mismo tiempo el estado de alarma incluía el cierre de establecimientos y la recomendación de teletrabajo siempre que fuera posible, se puede suponer que las familias con niños pequeños y niños de escuela edad, pudieron organizar la cadena de atención domiciliaria con cierto margen de tiempo. Surgieron consejos e iniciativas de diversa índole para orientar las actividades que se podían realizar con los niños sin tener que salir temprano de casa. Asimismo, se impuso la idea de que era necesario proteger a los niños ante la amenaza de perder el ritmo de aprendizaje escolar, o no aprobar cursos, instalando una réplica del aula dentro del hogar, ignorando que no todos los niños serían en las mismas condiciones para lograr los resultados requeridos.
Ciertamente, como explicó Jens Qvortrup [1] , los niños están "en principio expuestos a las mismas fuerzas sociales que los adultos, aunque de una manera particular". Pero esa particular forma suele ser interpretada por los adultos en representación de los niños, dejándoles poco espacio para que expresen sus juicios, opiniones y sentimientos, y menos aún para que participen en la toma de decisiones que les afecta. Sin embargo, los niños no son simplemente espectadores silenciosos, ni sujetos pasivos de la acción benéfica de los adultos, sino que son ellos mismos miembros activos que contribuyen al bienestar de su familia y su comunidad, construyendo sus propias estrategias de resiliencia para enfrentar situaciones de crisis [2] .
Tomando esta perspectiva como punto de partida, nos pareció oportuno plantearnos la siguiente pregunta: ¿cómo ven y cómo viven los niños la pandemia Covid-19 y sus consecuencias, especialmente en el contexto de su vida diaria?. Es probable que, a medida que pase el tiempo, se vaya investigando mucho a partir de los recuerdos de estos días, pero recoger las primeras impresiones de lo que se vive hoy, aquí y ahora, parece ser algo que merece la pena, aunque sea. necesario utilizar herramientas poco sofisticadas y permitir cierta licencia metodológica.
El objetivo de este breve artículo es presentar los resultados de una consulta que involucró a un grupo disperso de niños, residentes en Madrid, de 4 a 14 años, entre el 23 de marzo y el 8 de abril de 2020 (segunda y tercera semana de internamiento domiciliario).
El camino seguido para recolectar los datos
España se encuentra entre los 10 países del mundo que más utilizan WhatsApp. Esta herramienta es un aliado para mantener comunicada a la población durante el aislamiento forzado provocado por la alarmante situación, por lo que también se ha utilizado para recopilar información de niños para nuestro pequeño proyecto de investigación.
El contacto con los niños se hizo a través de amigas, que son abuelas, madres o tías de niños de las edades señaladas anteriormente (también había hombres, pero era principalmente una cadena de mujeres). Han otorgado la autorización necesaria, explicado a los niños el propósito de la consulta, logrando así su participación, o no, y enviado al investigador los mensajes que los niños realizaban, ya sea en forma de escrito o dibujo, audio o video, a través de WhatsApp.
Antes de lanzar la consulta, se habló directamente con tres niños, quienes aconsejaron que sea algo breve y “estilo libre”, es decir, que cada niño se exprese sobre el tema desde cualquier ángulo y por cualquier medio.
30 niños participaron en la primera ronda de consultas, en una muestra bien equilibrada: 50% niños / niñas; 50% 4 a 8 años, 50% 9 a 14 años. La clase social de origen es mayoritariamente de clase media, con alguna representación de la clase trabajadora y de los hogares monoparentales.
La segunda ronda no fue planeada originalmente, sino que se hizo para comprobar la firmeza de algunas declaraciones observadas en la primera, comparándolas con las opiniones de otro grupo de niños de características similares. Aquí las respuestas también fueron abiertas, pero se sugirió que los niños mencionen las tres principales ventajas y desventajas que vieron en la situación actual. En esta ronda participaron 29 niños y la distribución fue más irregular: 60% niños, 40% niñas; 41% 4 a 8 años, 59% 9 a 14 años.
Lo que dicen los niños
Los niños cuentan, o mejor dicho, dibujan, sus emociones. Al principio sienten incertidumbre y desorientación, porque su vida habitual se ha visto interrumpida. El virus, sobre todo entre los más jóvenes, se vive como una amenaza, que está fuera, y por tanto no pueden salir. En estas circunstancias, el hogar, el propio hogar, se percibe como un entorno protector, como un refugio seguro donde se encuentran los padres, hermanos e incluso las mascotas. Quieren entender por qué pasó, porque lo que ha pasado (“un bichito que vino de China y la gente se ha puesto enferma en todos, en todos los países”, Amelia, 4 años) lo saben bien; están informados, incluso si los adultos tratan de dejarlos fuera. Tristeza, porque los edificios y las calles están vacías, no hay espacio para el color (“Pintaré el arcoíris de colores cuando sea feliz, pero ahora no”, Amina, 6 años).
Hablan de la vida familiar. La "cuarentena" (no dicen "encierro") ha provocado una reorganización de roles dentro del hogar. Explican cómo se combinan los horarios: el trabajo de mamá, papá cocinando, ellos, los niños, colaborando en tareas de limpieza ... Pero sobre todo hablan de estar, jugar, contar, hacer deporte, bailar, ver películas y series, toda la familia junta. Sobre todo, es esta forma de vida familiar, aparentemente forzada por el aislamiento, el aspecto más valorado por ellos.
Gestionar su propio tiempo libre también les parece una novedad. Ante el carácter semiobligatorio y dirigido que tienen todas las actividades de ocio con las que los adultos intentan obsesivamente llenar el tiempo libre de los niños en las sociedades industriales, en las circunstancias actuales sienten que pueden elegir e inventar qué hacer, e incluso optar por no hacer nada. .
El lado opuesto de esta libertad de elegir qué hacer con su tiempo está representado en las tareas escolares. La situación generada por la pandemia ha puesto de relieve la importancia de las distintas “brechas digitales” en la docencia - ver Fernández-Enguita . Para los niños consultados, lo que se revela es la "brecha" que indica la diferencia no tanto en el acceso de los niños a los medios digitales, sino entre escuelas y profesores con o sin experiencia digital. Así, hay niños que expresan su preocupación y dificultades en el aprendizaje a distancia o la sobrecarga de las tareas convencionales, mientras que otros relatan sus encuentros diarios en el aula virtual como una experiencia satisfactoria.
Algunos de los niños consultados dicen estar aburridos o confinados o enojados por no poder salir de casa. Pero todo esto está relacionado con la imposibilidad de estar con sus amigos, hablando, jugando o haciendo deporte con ellos. Afortunadamente, la tecnología ha venido a ayudarlos:
Pero en el siglo XXI tenemos la suerte de tener tecnología, hablo con mis amigos y mi familia por videollamada, juego en la consola con ellos y (tengo) reuniones con ellos y mis profesores. (Santiago, 10 años).
Por fin sienten que la solución está en sus manos de alguna manera. Marco lo ha representado así:
Explicación: En el medio está el Coronavirus y la línea roja de una máquina de latidos. Hay que elegir de qué lado estar, o el de arriba, que es mirar una pantalla todo el día [es un dibujo de un código binario], o el de abajo, en colores, que está siendo divertirse, jugar con la familia, pasar el rato.
Queda por mencionar sus fuertes sentimientos de empatía con los adultos que cuidan a todos, su compasión por las personas que padecen el virus, su solidaridad y un sentido de comunidad y esfuerzo colectivo. Así los niños comparten el mensaje de la emblemática canción española en esta crisis:
¡Pasara! ¡Resistiremos! (Lucía, 10 años)
Referencias
[1] Qvortrup, J. (1993) 'Nueve tesis sobre la infancia como fenómeno social'. Informe Eurosocial , 47: 11-18.
[2] Gaitán, L., Pechtelidis, Y., Tomás, C. et. Alabama. (2020) La vida de los niños en el sur de Europa. Desafíos y riesgos contemporáneos. Edward Elgar.
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