En mi familia recuerdo que siempre cenábamos con las noticias, nadie hablaba para que mi padre pudiera escuchar el telediario. Cuando había algo que decir, normalmente era para discutir o insultar al político de turno. Os podéis imaginar, un desastre en cuestiones pedagógicas, pero muy eficaz a la hora de tomar conciencia de clase. Entonces en casa nadie mediaba ni limitaba nuestro consumo informativo fueran coches bomba, cargas policiales en el astillero Euskalduna, el inicio de las rebajas o las mamá Chicho lo que pusieran en la tele.
¿Sentís ahora, como madres y padres, que es necesario mediar en las informaciones para las niñas y los niños?.
¿Os preocupa cómo responder ante noticias de gran impacto social, aterradoras para cualquier persona?
Para tratar de encontrar respuestas, hemos acudido a la Asociación Pediátrica Española y la Sociedad de Psiquiatría Infantil, al Grupo de Sociología de la Infancia y la Adolescencia (Asociación GSIA), y hemos hablado con la periodista y catedrática Carmen Marta Lazo y con las profesoras de nuestra hija, María Rivas Sevilla y María José Olmo García.
que extraemos para enmarcar e integrar las noticias en las dinámicas familiares:
El acceso a la información es un derecho, también para la infancia
El acceso a la información es un derecho para la infancia y, como plantea Kepa Paul Larrañaga, presidente del Grupo de Sociología de la Infancia y la Adolescencia (Asociación GSIA), es necesario incorporar a los niños y niñas en el debate actual sobre los derechos fundamentales de acceso a la información y de libertad de expresión.
La Convención sobre los Derechos del Niño recoge en su articulo 17 que serán los Estados quienes velen “por que el niño tenga acceso a información y material procedentes de diversas fuentes nacionales e internacionales, en especial la información y el material que tengan por finalidad promover su bienestar social, espiritual y moral y su salud física y mental”.
Evitemos fijar una edad
“Todas las edades pueden ser adecuadas, siempre teniendo en cuenta el nivel madurativo del niño”, considera el doctor Pedro Javier Rodríguez Hernández, portavoz de la Sociedad de Psiquiatría Infantil, integrada en la Asociación Española de Pediatría (AEP). Lo importante, expone, es adaptar la edad a las intervenciones que, principalmente desde la familia, se deben realizar para ayudar en el procesamiento de la información.
Para Larrañaga, establecer una edad responde a una arbitrariedad que queda establecida en las culturas. “Hay países que permiten el voto de sus ciudadanos y ciudadanas a los 16 años, y otros en los que se puede firmar un contrato laboral, o dar permiso para una intervención quirúrgica a diferentes edades a partir de los 11 o 12 años. Por tanto, diferentes culturas pues diferentes arbitrariedades”, argumenta.
Las profesoras de nuestra hija tampoco marcan una edad concreta que condicione el acceso a las noticias. María Rivas Sevilla y María José Olmo García aseguran que ya en el ciclo infantil (de 3 a 5 años) son las propias niñas y niños quienes traen a clase preguntas sobre los más diversos temas que les preocupan, escuchan o despiertan curiosidad.
Sin censura de temas
Desde GSIA hablar de filtrar temas y que padres y madres decidan sobre cuáles sí y cuáles no vamos a hablar equivale a una censura. Rodríguez, por su parte, coincide en afirmar que todos los temas se pueden tratar y que más que en el qué tenemos que poner la atención en cómo lo vamos a contar.
En el campo del periodismo, Carmen Marta Lazo, toda una referente en educación, competencias mediáticas y comunicación digital, defiende la importancia de tratar todos los temas con nuestros hijas e hijos, muy especialmente aquellos que despiertan su interés.
“Lo importante es comentar esas imágenes o noticias que se escapan o impactan a los ojos de la infancia más que imposibilitar que las vean o escuchen”, considera Marta. Por ejemplo, las imágenes relacionadas con la violencia u otros temas de impacto pueden apelar a las familias para hablar en casa de lo que nos muestran esas imágenes pero también para sensibilizar en lo doloroso y positivizar su impacto. “Igual podemos hacer con las imágenes sensibleras con las que se trata de edulcorar y adornar en exceso la realidad. La realidad tampoco es así”, subraya.
Larrañaga no cree que los niños y las niñas sean los mayores consumidores de ese tipo de informaciones, tal como ha evidenciado en estudios recientes para el Centro de Internet Segura, donde se constata que niños y niñas usan internet y las redes sociales para socializarse y entretenerse, en su mayor parte. Para este etnólogo comprometido con el avance, promoción y consolidación de los derechos de los niños y las niñas la alerta hay que establecerla en la normalización de la violencia en ciertas informaciones. “Se requieren acciones colectivizadas entre todas las generaciones para lograr un internet más seguro, acciones colaborativas y de apoyo mutuo. Y ser más activistas en la búsqueda de soluciones a esta normalización de la violencia”, reclama.
Mediar la información
Rivas y Olmo, que llevan trabajando juntas una década, aconsejan acompañar a los niños y las niñas cuando comienzan a consumir noticias, para resolver o atender sus dudas y evitar que una malinterpretación o comprensión les genere sentimientos de ansiedad.
“Es importantísimo mediar” reafirma Marta, quien reconoce que a la hora de asumir esta responsabilidad los diferentes agentes se pasan la pelota: la escuela dice que le toca a la familia, la familia que la culpa es de los medios y los medios que la responsabilidad es de la escuela. “Pero todos debemos ser copartícipes en esta tarea: familia, escuela y medios”, zanja la catedrática, investigadora y autora de numerosos artículos y publicaciones, entre ellas «Comunicación Digital: Un modelo basado en el Factor R-elacional.» (Editorial UOC, 2016) y «La televisión en la mirada de los niños» (Fragua, 2005).
Para la Sociedad de Psiquiatría Infantil “lo principal es saber que los hijos van a procesar toda la información de su alrededor aunque parezca que no están atendiendo” y que nuestra labor es “intentar educar y realizar prevención primaria en todo el proceso de recepción e interpretación de la información”. Rodríguez aporta algunos consejos. “El adulto debe servir de modelo desde edades tempranas a partir de visualizaciones compartidas con los niños y comentarios de los contenidos añadiendo, según la edad, interpretaciones comprensibles y opiniones de valor”.
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