Mostrando entradas con la etiqueta Fracaso escolar. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Fracaso escolar. Mostrar todas las entradas

De tantos árboles no se ve el bosque... o,


Hace ya tiempo que se reciben informes de niños que describen extensamente habilidades y falencias que muestra la evaluación diagnóstica, con acompañamiento de cuadros y estadísticas.
Foto: Framepool & RightSmith Stock Footage


Se “aplican” casi literalmente tests con resultados numéricos que arrojarán un diagnóstico avalado, claramente por un grupo de profesionales renombrados de países extranjeros. En otros casos se aplican un sinnúmero de tests de inteligencia y de otras capacidades, arrojando un C.I. que parecería inamovible de la manera en que es presentado, como si el CI representara a ese pequeño sujeto llamado niño. Lo más alarmante es cuando ese numerito arrojado da por debajo de cierto nivel, porque con demasiada facilidad y ligereza se etiqueta al niño con un rótulo y en algunos casos incluso se los deriva a neurólogo o psiquiatra para evaluar una posible medicación.


Se envían formularios a docentes y a padres con preguntas a responder categorizadas cuantitativamente, dejando de lado el encuentro personal, la entrevista con los docentes de cada niño tan importante para conocer la realidad en profundidad. Cada escuela es diferente y cada docente tiene un vínculo particular con sus alumnos por lo que es importante escucharlos y comprender a ese niño en ese aula, recreo, en esa institución en particular con la/s docente/s de cada año que acompaña ese proceso de aprendizaje. En un cuestionario enviado por papel, se desoyen las voces, los afectos puestos en ese vínculo, las realidades que pueden ser complejas en un aula que tienen un entramado particular, un modo de funcionamiento propio muy variado y diferente en cada escuela.

Mucho más se desoye enviando un formulario a los padres, donde se dejan de mirar gestos, tonos, modos de participar de cada uno como si el vínculo filial se limitara a una sumatoria de conductas sin percibir lo que cada madre y padre siente frente a las diferentes manifestaciones y con ese niño en particular, más allá de los hermanos que puedan estar y los demás miembros familiares.

Cuando se leen estos informes cargados de datos y cuadros numéricos, con todos los resultados de los subitems de cada evaluación que se tomó al niño, la pregunta que surge en primer lugar es cómo toleró un niño pequeño atravesar estos encuentros con un tesista/terapeuta que evaluaba todo el tiempo haciendo preguntas, solicitando que ejecute acciones, etc. ¿Qué sintió? ¿Cómo se sintió? ¿Qué pudo expresar de lo que le pasa en estas y otras situaciones? ¿Cómo se toleró su tiempo interno? Paralelamente, cuando se llega al final de la lectura de estos informes, la segunda pregunta que surge es: ¿dónde está el niño/sujeto que tiene un nombre que lo identifica y un apellido que lo hace partícipe de un grupo y una trama familiar? ¿O acaso el niño es únicamente una sumatoria de funciones cerebrales a evaluar y que si no están acomodadas habrá que reajustar casi mecánicamente? (porque después vienen las indicaciones de tratamiento con actividades preestablecidas para que el niño se “ajuste” o se “regule”).

Foto: https://bit.ly/2GnIIvj
En esas instancias de evaluación pocas veces se juega con el niño, pero jugar “de verdad”, comprometiéndose y habilitando que el niño se comprometa, “se juegue” su propia realidad y pueda desplegar su historia, su realidad, su sufrimiento, sus preguntas, sus posibilidades. Jugar sin ser evaluado cuantitativamente sino jugar para establecer un diálogo, un vínculo, ser alojado en un momento en que algo estalló, hizo crisis o no encuentra otra forma de expresión más que la angustia, la dificultad. Jugar para contar lo que atraviesa a cada niño aunque lo está dramatizando con animales, fichas, muñecos, masa o en un silencio profundo.

En el juego y en el jugar con el otro aparece el niño, ese niño sujeto, entramado, -a veces enredado-, en una trama familiar, vecinal, escolar... un niño que en ocasiones no puede responder una consigna de un test (y cuyo resultado será por debajo de lo esperado tal vez) porque hay otras situaciones que ocupan su pensamiento, irrumpen e inhabilitan sus posibilidades de pensar.

  • A Lucio (10 años) lo deriva la escuela porque no realiza las actividades en el aula, deja muchas actividades incompletas y por momentos se muestra indiferente al aprendizaje. En su primer entrevista, al comentar su estar en la escuela, comenta: “sí, muchas veces no hago nada porque tengo que pensar en otras cosas”. Sus padres están separados hace mucho tiempo y el vínculo entre los padres es muy conflictivo. El juego de Lucio durante mucho tiempo era construir casas y destruirlas.
Si a Lucio lo sometiéramos a una serie de evaluaciones extensas, es probable que en algún momento los resultados dieran por debajo del promedio, teniendo en cuenta que su necesidad de pensar en otra cosa, como él mismo lo expresa, irrumpan en cualquier situación, especialmente cuando la consigna no es atractiva para él. Sin embargo, en el jugar en cada sesión, Lucio puede mostrar todo su potencial y sus posibilidades de aprendizaje en las construcciones que realiza, en sus relatos, en el armado de historias, resultando para él un aprendizaje significativo que lo implica y lo hace partícipe de los cambios.

  • Felipe (5 años) en el Jardín se dispersa tanto en actividades más pautadas como en el juego. Durante todo su pasaje por el Jardín ha mostrado actitudes más inmaduras teniendo en cuenta su edad cronológica lo que venía acompañado de un trato familiar hacia él considerándolo el bebé de la familia. Los padres refieren de él que todavía es muy chiquito. Cuando realizaron una consulta sugerida por el Jardín, asisten en primer término a un profesional que administra un test de inteligencia y copia de figuras geométricas, dando por cerrado el diagnóstico y el abordaje, teniendo en cuenta que los resultados son de un valor promedio. Sin embargo, Felipe continuaba con dificultades de atención y concentración, mostrándose muy dependiente en diferentes instancias en su transcurso escolar. En esta primer consulta no se tuvo en cuenta la situación familiar, las dificultades entre los padres, el lugar que este niño tenía en esa historia familiar. Sus juegos refieren constantemente a un bebé que no puede crecer, que no puede avanzar y que busca desesperadamente la mirada y atención de otro. Estos aspectos más profundos, irrumpían en su proceso de aprendizaje y de crecimiento y autonomía.
Desde la mera administración de un test o batería de test, Felipe y su situación familiar quedó escondida. Necesitaba un lugar diferente que en esos números que resultaron no permitían otra lectura que la de una evaluación numérica, fría, sin comprensión de algo más. Desde la observación del juego de Felipe comenzaron a emerger otros aspectos que necesitaban una escucha, una mirada.

Un niño es mucho más que un resultado numérico, que un cociente intelectual. Es un sujeto, con una historia y un enorme desarrollo por delante a construir junto con otros. Es un sujeto en crecimiento que en algunos momentos necesita una escucha diferente, un acompañamiento profesional en algunos casos que habilite en él otros recursos integrados en ese entramado familiar y social. No se trata tampoco de ajustar funciones ni regular conductas, sino de ver a ese niño en juego donde, -valga la redundancia-, pone en juego todo su ser.

María Regina Öfele/Lic. en Psicopedagogía/Dra. en Psicología Educacional-Especialista en Juego/Atención clínica de niños y adolescentes/Directora del Instituto de Investigación y Formación en Juego

Y si no te gusta, te aguantas.


Mariano Fernández Enguita

en su blog,
Acceso a Texto completo, incl. tablas y referencias,
Publicado en FESyE,  


El protagonismo de las pruebas PISA en los últimos años ha tenido un tremendo efecto reduccionista y simplificador sobre el debate educativo. Primero, en lo que casi todo el mundo coincide, al reducir la complejidad del aprendizaje y la educación a unos pocos indicadores cuantitativos; segundo, en lo que suele poner énfasis el sector más innovador de la educación, al concentrar todo el foco sobre el desempeño en las tres disciplinas clásicas que mide (vía competencias, sí, pero disciplinas al fin y al cabo), lengua, matemáticas y ciencias, en detrimento de otras materias; tercero, al reducir la escolarización a la enseñanza y el aprendizaje académicos, ignorando la función de cuidado que igualmente compete a la institución escolar. Es este último aspecto el que trataré en estas líneas.

No es el cuidado la faceta más glamorosa de la escuela, pues prevalece en la profesión la tendencia a dejarlo a otras instituciones y profesiones o a las familias, pero es algo difícil de ignorar y eludir. Piense el lector, sin más, en la hipótesis de tener que elegir para sus hijos entre una escuela segura pero ineficaz y otra eficaz pero insegura. Más allá de la mera seguridad o de la custodia, cerca de la mitad de las horas de la mitad de los días de quince o más años de un menor típico transcurren en la escuela, por lo que ese tiempo, además de un medio, puede y debe considerarse un fin en sí mismo. Y sabemos también que, al final, cuenta menos la enseñanza que el aprendizaje y que este está condicionado por la disposición y el grado de bienestar del aprendiz, a la vez que influye en ellos (a día de hoy uno de los hallazgos más seguros de las neurociencias). Tanto es así que las pruebas académicas internacionales ya han comenzado a incluir indicadores al respecto. PISA (OECD, 2017) pregunta a los alumnos sobre su nivel de satisfacción general, su sentimiento de pertenencia en la escuela o su ansiedad ante el trabajo escolar. PIRLS (Mullis & al., 2017), prueba de la IEA menos conocida y centrada en lengua, lo hace también sobre este último y sobre la satisfacción con el propio desempeño, y ambas por el acoso escolar. Contamos, además, con datos procedentes de algunos otros informes, bien sean de carácter regular, como el Estudio sobre Conductas Saludables de los Menores Escolarizados que patrocina la OMS (HBSC, 2016), u ocasional, como el proyecto internacional Childrens’ Worlds Survey (Rees & Main, 2015).

El mensaje más importante no viene de la comparación entre países sino entre grupos de edad, y es contundente. De acuerdo con HBSC, el porcentaje de escolares que afirma que le gusta “mucho” la escuela desciende por doquier, de manera implacable, con la edad: en España, 54% de los alumnos y 44% de las alumnas a los once años, 23 y 20% a los trece y 17 y 13% a los quince
Hay sin duda muchas maneras de formular y, probablemente, de entender una pregunta sobre cuánto gusta o satisface la escuela, pero la caída es universal y se confirma en la Childrens’ Survey, en la que la satisfacción cae en todos los países analizados entre los diez y los doce años, en España de 8.8 a 8.0 puntos sobre 10. El mensaje es claro: tenemos a los menores cada vez más tiempo en una institución que les gusta cada vez menos. Es inevitable señalar que esa caída parece más radical en España que en otros muchos países. La pista más simple es que, de mayor a menor satisfacción, nuestro país ocupa, entre los 42 que participan en HBSC, el puesto 12º cuando los alumnos tienen once años, 26º a los trece y 31º a los quince.

La OMS pregunta si los alumnos se sienten presionados por el trabajo escolar y así es, de manera creciente, con la edad, pasando en grueso de uno a dos de cada tres. Llama la atención que España aparezca siempre en cabeza de esta clasificación, 4ª a los once años, 2ª a los trece y 3ª a los quince (entre 42 sistemas educativos participantes). En los datos de PISA 2015 también destacamos, por una vez en cabeza: sobre cinco preguntas relativas a la preocupación por exámenes, notas, tareas, etc., la OCDE elabora un “índice de ansiedad en relación con el trabajo escolar” en el que España, con 0.4, es segunda, por detrás sólo de Italia (0.5), entre treinta y cinco países de la organización.

HBSC les pregunta cómo juzgan su desempeño académico y, sin acercarse nunca demasiado a los extremos, los alumnos españoles empiezan siendo más optimistas que la media a los once años (87% de ellos y 83% de ellas lo ven bueno o muy bueno, frente al 79 y 74% de media internacional, 8ª posición entre 42) para terminar siendo más pesimistas a los quince (57 y 52% frente a 62 y 58%, 29ª posición).

PIRLS y PISA preguntan a los alumnos por su sentimiento de pertenencia a la escuela en que estudian. PISA muestra que la mayoría de jóvenes de 15 años tienen un alto sentimiento tal, pero también que en algunos países desciende desde 2003 y en el conjunto lo hace desde 2012 (la prueba es trienal). Los alumnos españoles presentan aquí un indice extraordinariamente positivo, 0.47, el más alto de la OCDE y de todos los participantes. PIRLS construye otro índice, a partir de tres preguntas, que atribuye un “alto sentido de pertenencia a la escuela” al 69% de los alumnos españoles, diez puntos por encima de la media y en la décima posición entre cincuenta participantes. Pero a escala regional llama poderosamente la atención el bajo índice obtenido por PISA para los alumnos de Cataluña, 0.18, el menor de todas las CCAA y muy inferior a la media –a pesar de que su ansiedad por el trabajo escolar es la segunda más baja, 0.32 frente al 0.40 nacional– algo que se compadece mal con la insistente proclamación de que se ha alcanzado una escolarización inclusiva.

Finalmente, estos informes recogen la incidencia de algo más infrecuente en términos agregados pero habitualmente mucho más grave como experiencia individual, el acoso escolar. El país presenta porcentajes e índices comparativamente favorables cuando se atiende a los casos más graves, que se dan con menos frecuencia (según PISA y HSBC), pero no tanto cuando se busca un alumnado enteramente libre del riesgo (PIRLS).
Los grandes grupos demográficos presentan las diferencias previsibles. Las alumnas aprecian la escuela más que los alumnos (HBSC y PISA) y se sienten menos presionadas por el trabajo escolar (HBSC), aunque sufren mayor ansiedad ante el mismo (PISA), valoran mejor su propio desempeño (HBSC) y se sienten en menor medida parte de la institución (PISA). Los inmigrantes aprecian la escuela algo menos que los nativos y se sienten bastante menos identificados con la suya (PISA).  Los alumnos de las escuelas públicas algo menos que los de las escuelas privadas (HSBC) y los de mejores notas algo menos que los de peores (PISA).

Hasta acabar la década de los noventa en inglés, y de entonces a mitad de la década pasada en español, hubo un ascenso imparable de la literatura académica sobre el teachers’ burnout o malestar docente, que llego a constituirse en un subgénero literario y quizá haya remitido sólo porque ya se considera simplemente parte del paisaje, o sea, fuera de discusión. Puede que haya llegado el momento de preocuparse del malestar de los otros, los alumnos, que a fin de cuentas son los teóricos beneficiarios del sistema.

Un comienzo injusto: desigualdad en la educación de los niños en países ricos.






En los países más ricos del mundo, 
a algunos niños les va peor en la escuela que a otros 
debido a circunstancias que escapan a su control, 
como el lugar donde nacieron, el idioma que hablan 
o la profesión que ejercen sus progenitores.

UNICEF Innocenti Launches Report Card 15:      

Office of Research - Innocenti
Acceso al Documento.       

Estos niños acceden al sistema educativo en situación de desventaja y pueden quedarse aún más rezagados si las políticas y prácticas educativas refuerzan, en lugar de reducir, la brecha entre ellos y sus compañeros. Esos tipos de desigualdad son injustos. No todos los niños tienen las mismas oportunidades de alcanzar su pleno potencial, de perseguir sus intereses y de desarrollar sus talentos y habilidades, acarreando con ello costos sociales y económicos. Este informe se centra en las desigualdades educativas en 41 de los países más ricos del mundo, todos ellos miembros de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) o de la Unión Europea (UE). A partir de los datos más recientes disponibles, se examinan las desigualdades a lo largo de la infancia —desde el acceso a la educación preescolar hasta las expectativas educativas una vez concluida la enseñanza secundaria— y se analizan en profundidad las relaciones entre la desigualdad educativa y factores como la actividad profesional de los padres, los antecedentes migratorios, el género y las características de las escuelas.
La principal particularidad de este informe es la tabla clasificatoria, donde se resume el calado de la desigualdad educativa en la enseñanza preescolar, primaria y secundaria. El indicador de la desigualdad en la educación preescolar es el porcentaje de alumnos matriculados en centros oficiales un año antes de la edad oficial de ingreso en la escuela primaria. Tanto para la escuela primaria (cuarto curso, alrededor de los 10 años) como para la escuela secundaria (15 años), el indicador muestra la diferencia entre las puntuaciones obtenidas en las pruebas de lectura por los estudiantes que obtienen los mejores y los peores resultados.

Nota de prensa y accesos: 

Gordon Brown, UN Special Envoy for Global Education, delivered a video address to kick off the launch event, emphasizing that, even after 200 years of public education, we still have a long way to go to close the gaps. Watch his video address.
Report authors Kat Chzhen, Anna Gromada, and Gwyther Rees presented the key findings of the report, with a focus on sources of educational inequalities, and findings for each stage of education: preschool, primary school, and secondary school.
The launch event also featured two panel discussions with experts, educators, and students discussing the importance of mitigating education inequality and what the most pressing policy and programming recommendations are.

In another first, UNICEF Innocenti developed a dedicated website for Report Card 15: An Unfair Start: https://www.unicef-irc.org/unfairstart, which features an interactive league table and other figures from the report, as well as infographics and data videos to highlight the key findings, conclusions, and recommendations from the report.



What are the sources of education inequality and how can we close the gaps?
Report Card 15: An Unfair Start addresses these questions and more.

Follow the conversation on Twitter: #UnfairStart

Magnitud de la segregación escolar por nivel socioeconómico en España y sus Comunidades Autónomas y comparación con los países de la Unión Europea.



La segregación para arriba ("elitización") y para abajo ("marginación") 
no se generan solas.
España es el sexto país europeo que más segrega en las escuelas y solo Hungría lo hace más que la Comunidad de Madrid.

Javier Murillo y Cynthia Martínez-Garrido, 
de la Universidad Autónoma de Madrid, 
a partir de datos de PISA 2015.

“las políticas como el fomento de la educación privada, 
la competencia entre centros o la creación de un distrito único” 
fomentan las desigualdades educativas.




Grupos interactivos en el CEIP Manuel Núñez de Arenas
El sistema educativo español es el sexto más segregador de Europa, con niveles similares a los de Eslovenia, Bulgaria o República Checa. Y, dentro de él, aún hay regiones que mejoran esta posición cuando se las considera por sí mismas: la Comunidad de Madrid tiene índices de segregación que solo supera Hungría en toda la Unión Europea, según el estudio Magnitud de la segregación escolar por nivel socioeconómico en España y sus Comunidades Autónomas y comparación con los países de la Unión Europea, realizado por los investigadores Javier Murillo y Cynthia Martínez-Garrido, de la Universidad Autónoma de Madrid, a partir de datos de PISA 2015.

Dicho de otra forma, el sistema español es el sexto (y el madrileño el segundo) de toda Europa que más agrupa a sus estudiantes en las escuelas en función de que sean ricos o pobres. Los ricos con los ricos, los pobres con los pobres. Y, dicen los autores, la segregación no se genera sola. El factor segregación residencial explica una parte. Pero no toda.
“Se observa la incidencia de las políticas educativas regionales respecto a los criterios de admisión de centros en la segregación escolar, mostrando que políticas como el fomento de la educación privada, de la competencia de centros mediante la publicación de rankings o la creación de un distrito único pueden configurar sistemas educativos inequitativos que atentan a la igualdad de oportunidades”, explican los autores del estudio en lo que parece una descripción tal cual del sistema madrileño.
Y no parecen venir buenas noticias en el horizonte. Murillo, coordinador del grupo de investigación Cambio Educativo para la Justicia Social, que ha elaborado el estudio, explica que están preparando otro que muestra que la crisis favorece la segregación. “Desde el año 2000 hasta el 2012 bajó, pero ahí empezó un repunte y en los últimos años ha subido de forma importante en España”, sostiene. “Dado que no ha habido un cambio de políticas importante ni un cambio demográfico, creemos —es una hipótesis— que se debe a la crisis, a la caída de los ingresos en las familias”, argumenta.
En la otra cara de la moneda, también hay comunidades que destacan por lo contrario y ofrecen un sistema muy poco segregador, donde los alumnos están proporcionalmente mezclados. En este apartado aparecen regiones como las Islas Baleares, Galicia o Aragón.

Un factor de desigualdad

“La escuela juega un papel determinante en la equidad y cohesión social. Cuando se ve limitada en su papel de educar a través de la convivencia de personas con diferentes características personales o sociales se convierte en un factor de desigualdad, de tal forma que no solo reproduce las desigualdades, las legitima y potencia”, describe el estudio. “La segregación escolar (…) es uno de los factores que contribuyen en mayor medida a impedir una verdadera igualdad de oportunidades y generar desigualdad social”, añaden.
Publicidad
Y eso es exactamente lo que está ocurriendo en España, según confirman los datos estudiados. El informe busca “aportar una visión global del fenómeno de la segregación escolar por nivel socioeconómico” por lo que, explican sus autores, “se aborda su interpretación desde las dos dimensiones: uniformidad y exposición”.
En román paladino, la segregación se mide a partir de dos índices. Por un lado, el índice de Gorard señala la proporción de estudiantes de un grupo minoritario (pobres, por ejemplo, pero también pueden ser ricos) en una escuela respecto a la presencia de ese mismo grupo en un área geográfica concreta. Esto es, si una comunidad autónoma hay, por ejemplo, un 10% de pobres, en una escuela específica tendría que haber un 10% de pobres para que el índice fuera cero. Esto es la uniformidad.
Por otra parte, el índice de Aislamiento estudia la probabilidad de que un miembro del grupo minoritario (un pobre) se encuentre en su escuela con otro miembro de su mismo grupo (otro niño pobre). Esta es la exposición.

Los resultados

En ambos valores España ofrece unos resultados altos, por encima de la media. En concreto, nuestro país obtiene un promedio de 0,38 en el índice Gorard. Esto quiere decir que el 38% de los estudiantes de un grupo socioeconómico concreto (los pobres, por seguir con el ejemplo, pero podrían ser los ricos también) tendrían que cambiar de centro para que la proporción de estudiantes en los colegios reflejara la de la población. En Madrid este índice sube hasta el 0,41 (un 41% de los estudiantes, cuatro de cada diez, tendría que cambiar de centro). La media europea es del 0,35.
Respecto al índice de Aislamiento, España tiene un 0,32. Este dato significa que un estudiante pobre tiene un 33% de posibilidades de encontrarse en su centro con otro estudiante de su mismo grupo socioeconómico (esta regla, como la anterior, se puede aplicar también al grupo minoritario de los más ricos). El dato madrileño en este apartado sube hasta el 0,33, mientras que la media europea es 0,30.
Estos datos sitúan a España entre los países con una mayor segregación. Solo Bulgaria, Eslovaquia, República Checa, Rumanía o Hungría están por encima. Y de estos, solo Hungría supera a Madrid en segregación.
Publicidad
En el otro extremo, regiones como Islas Baleares, Galicia y Castilla y León presentan índices muy bajos de segregación promedio, lo que las sitúa al nivel de países punteros de Europa —y por extensión del mundo, dicen los autores— en este apartado como los nórdicos. Todas ellas bajan del 0,30 en ambos índices.

Las razones y las consecuencias

Pero esto son las medias. Los investigadores destacan una cuestión “interesante”. El estudio ha medido la segregación que sufren cuatro grupos diferentes que, cada uno por sí mismo, son minoritarios: el 10% más pobre (P10), el 25% con menor nivel socioeconómico (Q1), el 25% con mayor nivel socioeconómico (Q4) y el 10% más rico (P10). Y concluye, analizando cada grupo por separado, que la segregación no es igual para todos los grupos.
Así, “la segregación es más alta para el Q4 que para el Q1 y para el P90 que para el P10 en ambos índices”, señala el informe. “Este hecho, que no se da en todos los países, pero sí en todas las Comunidades Autónomas españolas, indica que la segregación para los estudiantes con familias de mayor nivel socioeconómico es mayor que para las de menor”, explica. “Lo que habla de una tendencia a la segregación ‘por arriba’ del sistema educativo español, es decir, a la ‘elitización’ del mismo”, concluye.
Los autores del informe intentan encontrar respuestas a por qué se produce esta segregación y por qué hay tanta diferencia entre regiones en España. “Poco se conoce de la situación de la equidad en las escuelas españolas”, exponen de inicio. Y lanzan algunas ideas: “La segregación escolar es producto de muchos factores. Uno es la segregación residencial, pero no solo. Las políticas educativas favorecen o limitan la segregación de la escuela. Decisiones como el fomento de mecanismos de cuasi-mercado potenciando opciones de elección de centro, por ejemplo, favorecen la segregación escolar”, explican.

Y de ahí pasan a hablar del modelo madrileño, el que “sin duda alguna más ha impulsado la creación de sistemas de cuasi-mercado escolar, así como políticas de selección escolar”, afirman. “En los últimos años se ha fomentado decididamente la competencia entre centros y la libre elección por parte de familias y estudiantes. En esta lógica se encuentran medidas como el establecimiento del distrito único o la publicación de ránkings de centros atendiendo a los resultados de pruebas estandarizadas externas en centros de Educación Infantil, Primaria y Secundaria”, explica el informe.
“Junto a ello, la discutida política de creación de centros bilingües está generando procesos de selección implícitos por los cuales los niños, niñas y adolescentes con más recursos asisten a este tipo de centros, dejando a los que más dificultades tienen fuera de los mismos. Tampoco es posible olvidar la apuesta decididia por fomentar la educación privada, siendo Madrid la región de España con más estudiantes matriculados en centros de titularidad privada”, cierran.
Publicidad
Pero el problema no es la existencia per se de centros privados concertados, matiza Murillo. “No por tener más escuelas privadas se es más segregado, lo importante es garantizar que los centros privados con concierto no seleccionen a los estudiantes”. En la Comunidad de Madrid, un 30% de los estudiantes está matriculado en un centro concertado, el porcentaje más alto de España.

Comportamientos antisociales y rendimiento académico en la escuela secundaria,

La vulnerabilidad de los hijos ante los factores ambientales y estresantes 
se eleva cuando el clima familiar está deteriorado por la presencia de conflictos, 
la falta de cohesión o el apoyo entre los miembros de la familia.


Anderson Alves Ribeiro,
Trabajo fin de Máster,
F. de Ciencias Jurídicas y del Trabajo.
Universidad de Vigo.
Máster Universitario en Menores 
en Situación de Desprotección y Conflicto Social.


Resumen:
Existe relación entre los problemas conductuales en el contexto escolar en el bajo rendimiento académico. Asimismo, aparece bien documentado que las dificultades de adaptación escolar y social son predictoras de las conductas delictivas, violentas, además de las conductas de riesgo.  
Partiendo de este supuesto nos planteamos un estudio queremos verificar si existen diferencias en las variables socio familiares de los estudiantes que mantienen comportamientos antisociales en la escuela frente a los que no lo tienen y cómo inciden éstas en el rendimiento. Además de cómo afecta los comportamientos antisociales, particularmente los disruptivos, en el rendimiento académico. 

Para ello aplicamos a participaron 159 estudiantes de Enseñanza Secundaria Obligatoria de la provincia de Ourense y Pontevedra la batería de Socialización BAS-3  (Silva y Martorell, 1978) y la escala de clima familiar FES (Moos, Moos y Trickett, 1984). Además se pasó a los tutores de este grupo un cuestionario creado ad hoc por el grupo de investigación PS1-Psicología Jurídica de la Universidad de Vigo, en el que se pregunta por las características sociodemográficas y escolares de los estudiantes que han participado en el estudio. De los resultados encontrados observamos que, si bien la socialización no establece diferencias entre el grupo de menores disruptivos y los que no, la variable clima familiar sí establece diferencias significativas tanto en el comportamiento como en el rendimiento del alumnado. 
Asimismo, hemos podido comprobar que los menores que mantienen comportamientos antisociales, en particular los disruptivos, presentan peor rendimiento que los que no. 
De cara a la intervención se confirma la necesidad de incluir el desarrollo de un clima familiar optimo para prevenir no sólo los comportamientos desajustados sino también el fracaso escolar....

CONCLUSIONES:

Sobre los comportamientos antisociales en el ámbito escolar y las variables sociales.
Los resultados informan que existe un funcionamiento familiar distinto en el grupo de
estudiantes con conductas disruptivas y violencia en el aula y en el centro de los que no manifiestan estos comportamientos. Por tanto, se confirma la hipótesis inicial que preveía la existencia de un clima familiar distinto intragrupos. 
Estos hallazgos van en  consonancia con el estudio de Basanta, Fariña y Vázquez (2014), quienes prueban que el clima familiar influye en el comportamiento antisocial de los menores. Postulado que ya había sido anunciado por Pichardo, Fernández y Amezcúa (2002), al señalar que la vulnerabilidad de los hijos ante los factores ambientales y estresantes se eleva cuando el clima familiar está deteriorado por la presencia de conflictos, la falta de cohesión o el apoyo entre los miembros de la familia. 
En la misma línea se  manifestaron Torrente y Rodríguez (2003), al indicar que la adaptación social de los  menores va increscendo cuando el estilo educativo de los padres se basa en el apoyo, el razonamiento, la negociación y la toma de decisiones conjuntas. 

Todo ello ya se ha sido puesto de manifiesto por Loeber y Dishion (1982), que habían postulado que el tipo de disciplina familiar y los estilos educativos son variables con mayor predictivo del primer acto delictivo.  
A este respecto Arce, Seijo, Fariña y Mohamed-Mohand (2010) advierten que los menores socializados en ambientes familiares de mayor riesgo tiende a ser más vulnerables a desarrollar comportamientos antisociales que los predispongan hacia la escalada de la carrera delictiva.

Sin embargo, no se confirma la hipótesis inicial que mantenía que el nivel de socialización varía intergrupos (estudiantes con comportamientos antisocial vs estudiantes sin comportamientos antisociales), por tanto no se replican los resultados mostrados en esta dirección en estudios previos que refieren que los menores con comportamientos antisociales muestran déficits en el desarrollo social (Ortega, 2000; Espinosa, Clemente y Vidal, 2002). 

Sobre los comportamientos antisociales, las variables sociales y el rendimiento académico. Se verifica la hipótesis inicial que mantenía que los menores que
mantienen comportamientos antisociales (disruptivos, violentos, son expulsados, amonestados, absentismo) tienen peor rendimiento académico, siendo éste a su vez afectado por la falta de cohesión familiar. A este respecto, Arce, Seijo, Fariña y Mohamed-Mohand (2010) indican que está probado que el fracaso se relaciona con una menor competencia social y mayores tasas de comportamiento antisocial y delictivo. En la misma línea, Kellam, Rebok, Ialongo y Mayer (1994) refieren que está  bien documentado que las dificultades de adaptación escolar y social son predictores de conductas delictivas, violentas, además de la emisión de conductas de riesgo.

De cara a la intervención. Los resultados encontrados en este estudio apoyan la propuesta de intervención y tratamiento propuesto por Beelmann y Lösel (2000),  quienes precisan que los programas de intervención con menores en riesgo han incluir necesariamente contenidos que permitan desarrollar la competencia social de los estudiantes. Por otra parte, hemos podido constatar que si queremos prevenir la inadaptación social debemos intervenir sobre la familia para favorecer que ésta sea funcional y, por tanto, sea capaz de generar el apoyo y ayuda que requieran sus miembros. A tal efecto, autores como Lila y Buela (2003) y Navarro (2003) proponen programas que actúan sobre el sistema familiar, habilitándolos para ejercer la función de agente de prevención de la conducta de riesgo.



Los factores de la exclusión educativa en España: Estudio UNICEF.



Estudio de UNICEF sobre la exclusión educativa en España.


Autores: Universidad Autónoma de Barcelona
y UNICEF Comité Español.
Mayo 2017.


En este trabajo, UNICEF presenta un informe que pone de manifiesto que nuestro actual sistema educativo, desde las políticas hasta las dinámicas en el aula, tiene poca capacidad de incluir a los “diferentes”, de generar pertenencia, corresponsabilidad o un vínculo sólido con el proceso educativo.

Y, por otro lado, la inclusión educativa que se está llevando a cabo es ineficaz, ya que se basa en medidas de atención especial en un grupo de alumnos clasificado como problemático, en riesgo o excluido, pero que no tienen apenas incidencia sobre el conjunto del sistema.

Se trata de la primera vez que un informe en España recoge y sistematiza los factores de exclusión centrado en el ámbito educativo y escolar.

Desde GSIA, resaltamos el segundo apartado en el cual se focaliza el análisis en la experiencia de jóvenes sujetos a procesos de exclusión educativa. A partir de grupos de discusión con jóvenes de entre 14 y 24 años en riesgo de abandono escolar prematuro y/o que han abandonado los estudios en algún momento de su trayectoria educativa se analizan, entre otras cuestiones, sus vivencias sobre las transiciones educativas, el rol del profesorado en los procesos de exclusión educativa o la percepción de las medidas de atención a la diversidad sobre las oportunidades de éxito escolar. Este apartado, por tanto, permite incorporar la voz de los jóvenes en el análisis de los mecanismos de exclusión e inclusión educativa.


Presentación del proyecto EDUQUAL.

Experiencia en Mentoring Educativo.

miércoles 5 de julio, a las 12 horas.
en el salón de actos de la Fundación Ortega-Marañón, 
calle Fortuny, 53, Madrid.

Invitación a la Presentación 

El proyecto Eduqual (“ALIANZA ESTRATÉGICA PARA EQUIDAD EDUCACIONAL EN CONTEXTOS DESFAVORECIDOS”) es un programa comprensivo de mentoring educativo, desarrollado en el marco del programa ERASMUS+, en el que adolescentes y jóvenes con dificultades de aprendizaje y que viven en contextos desfavorecidos participan de una experiencia de acompañamiento que les guía en su proceso de desarrollo personal y académico en momentos clave de su etapa vital, complementada con la participación en actividades que fomentan su creatividad y sensibilidad cultural así como su concienciación e implicación social .

Los mentores son jóvenes universitarios que ayudan a los mentees a fortalecer sus habilidades y competencias personales, sociales y motivacionales para desarrollar todo su potencial.  
Proporcionan a niños y adolescentes la seguridad de que tienen a alguien cercano que se interesa y preocupa por ellos, que los acompaña en su crecimiento y que los ayuda con sus retos cotidianos.

El proyecto EDUQUAL se desarrolla  en Madrid en los barrios de San Cristóbal de los Ángeles y en Majadahonda así como en Hamburgo (Alemania) y Turin (Italia).

La presentación tendrá lugar 
el miércoles 5 de julio 
en el salón de actos de la Fundación Ortega-Marañon, 
calle Fortuny, 53, Madrid, a las 12 horas.
Entrada libre hasta completar aforo. S.R.C.: actos@fogm.es 

Sobre el temor a las escuelas de 'alta concentración':

están fuertemente estigmatizadas.

      
,
.

El temor a la concentración de hijos de inmigrantes en las escuelas
está sobredimensionado 
tanto por su impacto sobre el rendimiento 
como por el que tiene en otras dimensiones de la experiencia escolar.
Ni las escuelas de alta concentración generan relaciones más conflictivas entre estudiantes, 
ni entre éstos y los profesores.
Pasar de un centro sin hijos de inmigrantes a otro en el que todos lo son 
 sólo está asociado a un incremento la ansiedad de apenas un 5%.

Las escuelas con una alta concentración de hijos de inmigrantes están fuertemente estigmatizadas. A ello contribuyen tanto los padres, como las administraciones, los medios de comunicación o los académicos y analistas de la realidad social que extraen conclusiones extraordinarias a partir de observaciones anecdóticas. Me propongo aquí ofrecer una sencilla evaluación del impacto de la concentración en diversos aspectos de la experiencia escolar utilizando datos representativos de las escuelas y los estudiantes de la Comunidad de Madrid y Cataluña por ser los territorios con un mayor peso de la inmigración en su población, y por la presencia de los mayores núcleos urbanos del país.
 
Aunque el temor que genera la concentración está sobre todo alimentado por la idea de una pérdida en el rendimiento, se suele creer que las relaciones sociales en estos centros son más conflictivas y que, por todo ello, sus estudiantes tendrían menores niveles de bienestar. Por suerte, en 2015 el estudio PISA ha ampliado su foco incluyendo algunas dimensiones que nos permiten evaluar todo ello de una forma más comprehensiva.
 
  1. Rendimiento: ¿en qué umbral comienza la caída?
No existen diferencias en las puntuaciones que obtienen los estudiantes en escuelas con menos del 20% de hijos de inmigrantes. Es decir, la presencia de inmigrantes en la mayoría de los centros madrileños y catalanes puede ser considerada irrelevante para el rendimiento. En la muestra PISA de la Comunidad de Madrid, éstos centros representan el 51% y en Cataluña cerca del 62%.
 Sólo parece haber una caída en lo que los estudiantes demuestran saber en escuelas en las que al menos más de uno de cada cuatro alumnos tiene origen en la inmigración.
 
Figura 1. Evolución de las puntuaciones PISA en matemáticas por concentración de hijos de inmigrantes en los centros
Figura 1.jpg
Fuente: elaboración propia a partir de PISA 2015.
Nota: estimadores obtenidos a partir de modelos HLM. El eje vertical recoge el rango de valores de la variable dependiente en el que se sitúa el 90% de los casos.
 
Es importante señalar que, como máximo, al pasar de un centro sin hijos de inmigrantes a otro en el que todos los alumnos lo sean, el deterioro de las puntuaciones en matemáticas es de en torno al 20% (18 en Madrid y 22 en Cataluña). Sin embargo, ello no debería generar alarma. Sabemos que los centros que acogen a más hijos de inmigrantes también escolarizan a más alumnos de familias desaventajadas. Como ya expliqué en un post anterior esto explica la caída.
 
  1. Relaciones sociales: ¿un ambiente más conflictivo?
Una de las ideas más comúnmente extendidas entre los agoreros de la concentración es que alimente relaciones más problemáticas entre los estudiantes, y conflictos entre ellos y el propio centro. Podemos comprobar si es así utilizando dos índices, uno sobre la sensación de pertenencia de los estudiantes, que resume la forma en que se relacionan los estudiantes entre sí, y otro sobre el tratamiento que reciben por parte de los profesores.
El índice sintético sobre la sensación de pertenencia de los estudiantes hacia el centro incluye respuestas a preguntas tales como ‘me siendo un outsider’, ‘no puedo hacer amigos’, ‘no pertenezco al centro’, ‘me siento fuera de lugar’, ‘no gusto a los otros estudiantes’, ‘me siento aislado’, ‘me siento infeliz’, ‘me siento insatisfecho’, etc. La idea de que las relaciones entre los alumnos pueden ser más conflictivas en centros de alta concentración a penas encuentra acomodo en los datos. Pasar de un centro en el que hay menos del 10% de hijos de inmigrantes a otro en el que todos los son, supone una pérdida, como máximo, del 5% en la puntuación de este índice de pertenencia.
 
Figura 2. Relación entre la pertenencia al centro y la concentración
Figura 2.jpg
Fuente: elaboración propia a partir de PISA 2015.
Nota: estimadores obtenidos a partir de modelos HLM. El eje vertical recoge el rango de valores de la variable dependiente en el que se sitúa el 90% de los casos.
 
Se ha especulado también con que las relaciones entre profesores y alumnos podrían ser más problemáticas en los centros de alta concentración. PISA incluye un índice sobre la percepción que los alumnos tienen de la forma en que les tratan los profesores (‘se dirigen a mi menos frecuentemente que a otros’, ‘me evalúan con más dureza’, ‘me hacen entender que soy menos inteligente’, ‘son más estrictos conmigo’, ‘me ridiculizan’, etc.). Pues bien, tampoco en esta dimensión encontramos diferencias.
 
Figura 3. Relación entre la percepción sobre el comportamiento de los profesores y la concentración
Figura 3.jpg
Fuente: elaboración propia a partir de PISA 2015.
Nota: estimadores obtenidos a partir de modelos HLM. El eje vertical recoge el rango de valores de la variable dependiente en el que se sitúa el 90% de los casos.
 
  1. El malestar individual: ¿incrementa la ansiedad?
Finalmente se ha extendido la idea de que los centros en los que, por sus características familiares, el alumnado no refleja una imagen equilibrada y realista de la composición de la sociedad podrían transmitir a sus alumnos la sensación de situarse en el margen, de pertenecer a un gueto y, por ello, de tener menos oportunidades. PISA 2015 incluye diversas herramientas para medir el bienestar de los estudiantes y, aunque en su origen esta información fue sistematizada para estudiar la ansiedad en el aprendizaje, podemos aquí comprobar si niveles altos de concentración están asociados con mayores niveles de malestar individual.
 
Figura 4. Relación entre el malestar (ansiedad) de los estudiantes y la concentración
Figura 4.jpg
Nota: estimadores obtenidos a partir de modelos HLM. El eje vertical recoge el rango de valores de la variable dependiente en el que se sitúa el 90% de los casos.
 
Aunque como podemos ver en la Figura 4 se produce un incremento en este indicador a medida que aumentamos el nivel de concentración, sería una exageración sobredimensionar este problema. Cómo máximo el deterioro medio en este indicador es de en torno a un 5% tanto en la Comunidad de Madrid como en Cataluña. Poco impacto para el ruido que este argumento hace en la literatura sobre concentración.
 
Nota final: 
Contra la mística dominante, hay poco de singular en la concentración de inmigrantes en las escuelas. 
El problema que genera en el rendimiento no es tal ya que se debe a la concentración general de desventaja. 
En otros aspectos sería suficiente con que transmitiéramos una idea menos compleja y más normalizada de un fenómeno que tiene menos aristas de lo que se suele creer.