«El trato y la atención a la familia de los niños, niñas y adolescentes en protección...". Renovando desde dentro nº5.

 "...Propuestas de cuidado e intervención social», 



Un poco de reflexión crítica y contextualización

Lo que en este artículo se expone tiene que ver con mi experiencia profesional y no tiene la intención de describir lo que no conozco. Trabajo fundamentalmente para las familias en el ámbito sobre todo del acogimiento y de la adopción, desde un recurso de iniciativa propia de mi cooperativa, Agintzari. La colaboración y la coordinación con los diferentes recursos comunitarios (protección, salud, educación) es constante. Creo que el trato técnico y los cuidados dados a las familias con las que he trabajado es mejorable. Mientras en la reflexión de enero, “Diseñando la mesa del cambio.¿Qué tipo de intervención es más eficaz en la reparación de daños por desprotección infantil”, de Alberto Rodríguez, se ponía el acento en la necesidad de más intervención familiar en los procesos de protección a nuestros niños, niñas y adolescentes, en la reflexión de este mes yo quiero escribir sobre el trato dado a la familia o, mejor dicho, a las familias, en el sistema de protección y otros recursos comunitarios y proponer algunas mejoras de intervención psicosocial.

Siguiendo una de las máximas de este blog, Renovando desde dentro, comparto la idea de familia en sentido amplio y, por tanto, en el sistema de protección se trata no solo de la familia biológica de los niños, niñas y adolescentes, sino de la familia como un continuo que, partiendo de la familia biológica, puede pasar también por la familia de acogida y la familia adoptiva del niño, niña y adolescente, cuando estas se contemplen en su procedimiento de protección.

El sistema de protección debe contemplar a todas ellas, tenerlas en cuenta, hacerlas partícipes del proceso de protección de sus hijos e hijas en lo que a cada una de ellas le corresponda y respetarlas. El no hacerlo debidamente supone un desperdicio de recursos imperdonable, y además es inaceptable y reprochable para cuantos trabajamos en ello.

Con excesiva frecuencia las instituciones, las organizaciones, los y las profesionales de la protección, familiares y conocidos y técnicos del resto de recursos comunitarios hemos culpabilizado a las familias de los niños, niñas y adolescentes de los males originales, la falta de avances y hasta de los fracasos técnicos, cuando no cumplen con nuestras irreales y erráticas expectativas.

Se podría incluso pensar que nuestro sistema se asienta en muchos momentos sobre el señalamiento y el ensañamiento con los causantes del daño y sufrimiento causado a los niños, niñas y adolescentes a los que hay que proteger. No hay dudas a la hora de señalar que la familia biológica es la causante de los malos tratos y sufrimientos infligidos. Tampoco se le considera en demasiadas ocasiones capaz de contribuir en el proceso de protección y de haber aportado también algunas experiencias positivas constituyentes, de un legado, propiedad de sus hijos e hijas en protección. Lo que no alcanza los niveles exigidos en algunos manuales de evaluación y códigos de buen trato no suele ser considerado apropiado, ni digno de conservación. Pero lo cierto es que en las memorias de muchos niños, niñas y adolescentes de protección hay buenos recuerdos y buenas experiencias con sus familias de origen.

Pensábamos que las familias de acogida y las familias adoptivas de los niños, niñas y adolescentes del sistema de protección podían escapar a este trato y cada vez vemos más familias que se quejan del trato recibido cuando piden ayuda y recursos. Y reciben ese trato porque no pueden cubrir los objetivos de reparación deseados o señalados desde unos programas que contemplan sus dificultades como torpeza, fracaso y mala praxis. Y esto se produce cuando, además, el propio sistema de protección todavía desconoce y no se espera la existencia de ciertos conflictos, crisis y procesos identitarios de sus protegidos. Las expectativas de reparación y los logros esperables con ellos y ellas, víctimas de abandono y adversidades graves en edades tempranas, no cuadran, ni coinciden, ni son posibles con la inversión actual y los programas de seguimiento desarrollados para hacer frente a las secuelas. Son muchas las familias de acogida y adoptivas que con todo su potencial de “amor”, idoneidad y buenas prácticas se ven impotentes y solas ante el sufrimiento y daño de sus hijos e hijas. La incomprensión y la mirada sospechosa la reciben de sus entornos cercanos y de bastantes profesionales de los diversos recursos comunitarios.

En la protección de estos niños, niñas y adolescentes, con cierta frecuencia su familia, o sus familias en plural, no salen muy bien paradas, ni tratadas. Estas sienten que se les culpabiliza en exceso, que molestan, que no se les quiere cerca, que no se cuenta con ellas lo suficiente y no entienden ni por qué ni para qué las instituciones, las organizaciones y los profesionales les tratan de esa manera.

Pero como el objetivo de este blog no es solo la reflexión crítica o la queja, quiero dejar aquí de señalar los errores de trato a la familia o familias y a destacar algunas buenas prácticas de la intervención psicosocial que pueden facilitar su integración como protagonistas y artífices de la protección de sus hijos e hijas. A la vez que hemos visto cosas que no hay que hacer, hay también instituciones, organizaciones y profesionales capaces de incorporar a las familias al proceso protector y facilitar el que sean recursos imprescindibles, valiosos y válidos. ¿Qué hacen para ello?

Propuestas de intervención psicosocial con la familia de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes con medidas de tutela, acogimiento o adopción

Estas propuestas vienen sobre todo del intercambio con otros profesionales y del modo en que en nuestra cooperativa (Agintzari) queremos mirar y ver a las familias con las que trabajamos. Somos sistémicos convencidos, creemos en la fuerza de la comunidad y, por tanto, no podemos concebir la protección sin la participación de todos sus protagonistas. En el año 1991 fui becado por el Ministerio de Asuntos Sociales de Alemania para asistir durante cuatro meses a un curso internacional con otros veinte profesionales de muy diversos países. Los recursos y programas conocidos nos ayudaron a diseñar algunos de los proyectos y recursos que hoy gestionamos. Por otro lado, cuando en el año 2000 visitamos los servicios de protección a la infancia de Berlín (Alemania) de la mano de programas de intercambio para profesionales patrocinados por la Unión Europea, nos topamos con un sinfín de buenas ideas y de buenas prácticas que nos trajimos para Bilbao.

Un primer hallazgo que ya nos forzaba a cambiar de idea ante la concepción de la familia biológica en los procesos de acogida y adopción, fue la denominación como familia “donante” (abgebende Familie, abgeben es un verbo con los siguientes significados:entregar, dejar, dar, ceder, pasar). Usaban también la denominación de familia de origen (Herkunftsfamilie), pero la idea de donación sonaba provocadora y curiosa. Había modos de trabajar con la familia para que hiciera la entrega voluntaria de su hijo o hija y para que participara. La familia biológica como la que pone, dona, entrega al niño o la niña en las situaciones de acogimiento y adopción era un modo de trato, algo posible, que rápidamente nos pusimos a diseñar. Nos fascinó esta posibilidad y nos ayudó a proponer situaciones similares sobre todo en los procesos de acogida familiar, adopción y otros programas.

La experiencia nos permite asegurar que, en un contexto de acompañamiento profesional, las familias pueden perfectamente y legalmente cooperar en los procesos de protección (preservación, acogida residencial, acogimiento familiar, adopción, incorporación a la vida adulta…) de su hijo o hija. Esto implica, entre otras acciones, las tomas de decisión, las tareas auxiliares en la acogida residencial, la selección de la familia, la preparación del niño o de la niña que se va a entregar, la preparación de su futura familia acogedora o adoptiva, la entrega a su nueva familia, el seguimiento, el apoyo a crisis y conflictos con el sistema y, por supuesto, en futuras búsquedas de orígenes y relaciones posteriores.

En la visita-estudio a Berlín, en el año 2000, contactamos con una educadora social que había entregado de joven a su hijo en adopción. En aquellos momentos asesoraba a grupos de madres biológicas para acompañarlas en el difícil y doloroso proceso de entrega y encomienda de sus hijos e hijas a sus nuevas familias. Esta entrega y encomienda implica una concepción más amable y consciente del proceso de cesión y un bálsamo significativo para las familias del presente y del futuro.

Esta misma educadora nos dio información sobre una asociación de autoayuda de madres biológicas que informaban, preparaban, acompañaban a madres que quisieran entregar a sus hijos e hijas tanto en acogida residencial, como familiar o adopción. Lo hacían desde la convicción de que ellas eran así útiles para sus criaturas y sus futuras familias. Se sentían colaboradoras y partícipes de un proceso sin la perjudicial y traumática actuación de incógnito ni cesiones a la fuerza. El nombre de la asociación era muy curioso “Madres sin hijo” (Müttern Ohne Kind). Ellas consideraban su tarea como una responsabilidad maternal y colaboraban en el difícil proceso de transición entre unas y otras. Probablemente no es posible un proceso de entrega y donación más amable que este para los niños y niñas y sus diversas familias. A nosotros esta experiencia complementaria, nos inspiró y orientó considerablemente a mejorar el trabajo de información, preparación, acompañamiento, seguimiento y capacitación de las familias en primer lugar en el proceso de acogimiento familiar y posteriormente en las adopciones donde nos lo dejaron hacer.

Esto requiere también un pensamiento sistémico familiar de la transición de los niños y niñas entre sus diversas familias, además de estrategias y tiempo de trabajo con todas las partes. Siempre se nos ha mirado raro por tener esta visión y estas prácticas en nuestra cooperativa, Agintzari. El pensamiento y la consiguiente praxis de que unas familias son las sustitutas de otras nos parece inadecuado. Las familias son complementarias y cada una aporta a los niños, niñas y adolescentes sus diversos legados.

Es bueno informar, acompañar y pedir permiso a la familia que va a entregar a su hijo o hija siempre que se pueda, pensando que son muy pocas veces cuando esto no se puede hacer. Ayudarles a elaborar sus duelos, sus sentimientos de fracaso y pérdida, las bondades de la solución familiar frente a la residencial, que muchos familiares biológicos han experimentado…, todo ello les predispone a la colaboración en la preparación de sus hijos e hijas para ser entregados, les hace asumir responsabilidades para el futuro, aportar sus legados de una forma natural e incluso colaborar en las crisis y dificultades que sus hijos e hijas puedan tener a lo largo de las diferentes etapas evolutivas durante su acogida familiar o su proceso adoptivo. Teniendo estas praxis las familias pueden sentirse y ser consideradas competentes, útiles y protagonistas. Cada cual a su manera pueden también construir red de ayuda mutua ante las dificultades de los niños y niñas y no se desperdician energías en procesos estériles y letales de apropiación (considerar que la única familia aceptable es la de acogida o la adoptiva).

El acompañamiento a madres, padres y familiares de los menores tutelados en los momentos de progresar hacia el acogimiento residencial, familiar, o la adopción es una manera técnica de ayudarles a hacer una transición de la negligencia y desprotección hacia la responsabilización como “madres, padres, familiares sin hijo o hija a cargo”, pero presentes con sus aportes a su crianza. La superación de los prejuicios y recelos de los diversos integrantes de las diversas familias, de los profesionales y del sistema de protección tiene como consecuencia, no solo un modo de mirada distinta, sino además un buen trato y unos cuidados que redundan en el interés superior del niño, niña o adolescente.

Tareas de los padres, madres y familiares

Pensamos que estas son las tareas y funciones que pueden asumir las familias biológicas en las situaciones de acogimiento residencial, familiar o adopción de sus hijos e hijas como “madres, padres, familiares que ceden a su hijo o hija” cuando se les prepara y se les acompaña con respeto, solvencia y mimo:
.- Notificación al hijo o hija de la separación por parte de sus familiares biológicos, explicándoles los motivos e informándoles de su aceptación y permiso para convivir y querer a sus nuevos familiares. Esta notificación puede ser vivida con dolor, pero también como una encomienda y un permiso para vincularse con las nuevas personas
.- La transición entre familias y el consiguiente duelo adaptativo que sufrirán los niños, niñas y adolescentes tendrá menos riesgos de generar excesos de sufrimiento y la frecuente traumatización que han generado en nuestra cultura protectora las rupturas y separaciones abruptas. En el ingreso en centro de acogida residencial, el acompañamiento familiar por parte de la familia biológica se puede hacer también con estos métodos.
.- Rituales de entrega, presentación, encomienda y recomendaciones a los técnicos del centro residencial y a las familias acogedoras o adoptivas por parte de la familia biológica, con la colaboración y mediación de los profesionales, que ayudarán a rebajar la desconfianza mutua, tensiones y temores.
.- La elaboración del legado y de la historia familiar con aportes de datos reales de la biografía familiar y personal de sus miembros es una tarea progresiva y evolutiva que facilita en buena parte la reparación del abandono y de los malos tratos infligidos. La historia, por muy cargada que esté de experiencias de dolor y sufrimiento, debe ser narrada y explicada de forma coherente y cuidadosa, y para ello las familias necesitan ayuda y acompañamiento. La experiencia nos viene a confirmar lo que nos dice Boris Cyrulnik, que, aunque en las historias y biografías familiares de los niños, niñas y adolescentes víctimas de abandono en edades tempranas hay dolor y sufrimiento, este tiene una esperanza frente al horror total que generan los silencios y la falta de transparencia en torno a las adversidades y abandono sufridos. Así, hemos podido comprobar que las historias de vida malas y potencialmente patologizantes son historias y narraciones incompletas, mal elaboradas e incoherentes. Ayudarles a poner orden, lugares, personas, emociones, acontecimientos, fechas… con narraciones libres de juicios y prejuicios es algo que todos agradecemos y es la forma de que historias que podrían ser de terror tengan sentido, significado y aporten claves para reconciliarse con el pasado doloroso.
.- Las familias biológicas deben de poder dejar, con el debido acompañamiento profesional, documentos, fotografías, objetos, medallas, joyas, prendas, juguetes, recordatorios, cartas que posibiliten a los niños, niñas y adolescentes separados de sus orígenes construir su identidad sin trabas, tabúes y ausencias significativas.
.- El acoplamiento en familia de acogida o familia adoptiva se puede hacer mediante la colaboración de la familia biológica con las familias de acogida o adoptivas. Y se puede realizar desde sus respectivos hogares y lugares geográficos, donde las idas y venidas entre unos y otros, cuando sea posible, facilite la integración de los diversos mundos de referencia en la identidad de los niños, niñas y adolescentes. Es recomendable limpiar las dolorosas sensaciones de destierro que provocan las medidas protectoras y hacer lo imposible para que los cambios geográficos algún día puedan desaparecer porque nuestros niños, niñas y adolescentes encuentren y tengan su respuesta protectora en su propia comunidad, barrio, pueblo o ciudad. Lo familiar y lo local y comunitario son aspectos del legado y de la identidad que también deben ser cuidados y promovidos por el sistema de protección. Las visitas regulares a los hogares, barrio y lugares donde uno ha vivido y crecido con los suyos es una práctica muy tranquilizadora. Son lugares y espacios generadores de pertenencia e identidad y facilitan la aceptación de la medida protectora.
.- El seguimiento de los profesionales a las diversas familias y el aprovechamiento de las visitas y lugares de encuentro de los niños, niñas y adolescentes con sus familias biológicas sirve para la notificación de los progresos, las explicaciones y comunicaciones que sean precisas entre las partes sobre los progresos e incluso las dificultades y ayudas necesarias a los interesados y sobre todo para la coordinación interfamiliar. Para los niños, niñas y adolescentes ver coordinadas, juntas y verles actuar juntas en algunas ocasiones a sus familias les aporta seguridad, identidad y sobre todo un sinfín de oportunidades para la reparación y reconciliación.
.- La reparación es un deber significativo de quienes han causado los daños y se puede hacer de muchas maneras para los niños, niñas y adolescentes. En ocasiones puede ser interesarse por los resultados académicos y validar los avances y progresos. Se puede hacer con actividades de ocio y juego programadas, con celebraciones de cumpleaños y fiestas significadas. Con transmisión de historias y anécdotas de la vida familiar e incluso reconociendo explícitamente el daño causado y la culpa sentida por la ausencia de cuidados, malos tratos o situaciones de peligro vividas. Que las familias biológicas pidan perdón y disculpas a los niños, niñas y adolescentes protegidos por los errores, lesiones y daños causados, ayuda a los propios niños, niñas y adolescentes a no repetir los mismos errores de sus padres y madres y a afianzarse en los modelos funcionales de sus familias de acogida y adoptivas. Invertir tiempo y acompañamiento profesional en estos acompañamientos es una inversión que protege de forma considerable.
.- La búsqueda de orígenes y la mediación de orígenes entre la familia biológica y las de acogida y adoptivas tiene que tender hacia algo temporalmente más natural, continuo y permanente y dejar de ser ese acontecimiento vivido frecuentemente como puntual, extraordinario, peligroso y de alto riesgo. El silencio y la ausencia de relato causa más daño que las realidades vividas. Se tiene que tener un cuidado muy especial en los elementos constitutivos de una narración sana, que debe ser lo más completa posible, coherente, veraz y desprovista de juicios. Los juicios con sus correspondientes reacciones emocionales son la prerrogativa de los niños, niñas y adolescentes y les ayudan a integrar la complejidad de sus vida e identidades.

También las familias acogedoras y adoptivas son tratadas como maltratantes, negligentes y culpables de los males y trastornos de sus hijos e hijas

No hace muchos años, en un encuentro de la confederación de asociaciones de familias de acogida y adoptivas de Alemania (PFAD) tituló una de sus reuniones con el siguiente lema: “Familias de acogida y adoptivas, de la alabanza al reproche”. Tradicionalmente estas familias suelen jugar en el equipo de “los buenos”, pero dado el perfil de niños, niñas y adolescentes que se acogen o adoptan pueden llegar a cambiar al bando de “los malos”. Las secuelas y daños que sufren una buena parte de sus niños, niñas y adolescentes, junto con las dificultades propias de sus desarrollos alterados por las adversidades y la escasez de recursos especializados, hacen que sus crianzas y procesos educativos abunden en exceso de tensiones, o que algunos y algunas pasen por graves situaciones de riesgo, y que no pocas convivencias pasen por ruptura. Es en estas situaciones donde las familias acogedoras y adoptivas pueden ser cruelmente juzgadas y tachadas de incompetentes.

Los procesos de abandono y sus graves secuelas por las adversidades vividas en edades tempranas suelen tener un eco escandaloso en la pubertad, adolescencia y entrada en la vida adulta de los jóvenes tutelados, acogidos y adoptados. Son muchas las piedras en el camino que se encuentran especialmente sus familias de acogida y adoptivas por parte de sus amistades, familiares, profesionales de la enseñanza, de los servicios de salud e incluso del sistema de protección cuando acuden pidiendo ayuda con auténtica desesperación, agotados y sin recursos.

La adversidad temprana en combinación con la adolescencia, si además confluye la racialidad y otras posibles diversidades y acontecimientos como el fracaso escolar (causado por un sistema educativo que no les atiende ni entiende), las dependencias, los trastornos de salud mental no diagnosticados ni tratados, y cualquier conducta de riesgo posible… va a suponer una cadena de crisis y conflictos de toda índole que dificulta la integración personal, social, emocional y familiar de estos niños, niñas y adolescentes. La interacción de estos factores no es culpa de las familias. Son la consecuencia de una tribu, de una comunidad que no entiende, que no ayuda, que despista por ignorancia y busca siempre la culpa en los más cercanos, llegando a catalogar como fracaso lo que bien tratado es una crisis importante, que tiene que ser abordada con seriedad y compromiso por toda la comunidad.

Que los niños, niñas y adolescentes de acogida familiar o adopción vuelvan al sistema de protección es vivido como un fracaso de sus familias de acogida o adoptivas, del cual todos los demás recursos comunitarios son “inocentes”. Familiares críticos y distantes, enseñantes impotentes, psicólogos empoderados de nuevas técnicas parcialmente eficaces o inútiles, psiquiatras, educadores de preservación… Todos ellos y ellas desconocedores de las situaciones y necesidades de estos niños, niñas y adolescentes, con miedo en el cuerpo, movidos inesperadamente de sus zonas de confort, a menudo con cierto enfado y con una gran decepción por ver no cubiertas sus irreales expectativas de reparación y curación, pueden llegar a arremeter sin piedad contra familias comprometidas, vinculadas, pero también agotadas y sin recursos, que probaron de todo lo que ha circulado como solución en sus foros de referencia.

Estas familias dolidas y en soledad con frecuencia se plantean tirar la toalla y se llegan a creer lo que este contexto de protección y comunitario enloquecido les propone. No es raro que incluso se lleguen a dictar medidas protectoras contra estas familias como si de maltratantes se estuvieran ocupando. Estos niños, niñas y adolescentes no precisan ser protegidos de sus familias sino ser reconectados.

La mayor parte de los casos difíciles que conocemos, no se trata de fracasos, aunque puedan darse rupturas de convivencia. Estas pueden ser necesarias para recomponer las relaciones y reconducir algunos procesos de salud mental y los tratamientos oportunos. Algunas vidas familiares se han convertido en auténticos infiernos por la cantidad de conflictos acumulados por los adolescentes y jóvenes acogidos y adoptados. Y repito que no es culpa de sus familias ni de los niños, niñas y adolescentes.

En nuestra experiencia la distancia física provocada y acompañada puede ayudar a mejorar en relativamente poco tiempo la situación, si se actúa de forma coordinada y sin quitar a las familias de en medio. Con frecuencia estos adolescentes y jóvenes, víctimas de adversidades tempranas cuyas secuelas les impiden un adecuado autocontrol emocional en medio de una inmadurez generalizada, con falta de recursos personales, fracaso escolar, trastornos de salud mental, consumos de alcohol y drogas, relaciones de dependencia emocional de sus parejas, fugas del domicilio, comisión de hurtos y delitos… necesitan una contención, un control y unas terapias que las familias no tienen a su alcance.

En esta vorágine y situación de crisis generalizada, estos adolescentes y jóvenes necesitan límites, pero también la presencia afectiva y emocional de sus familias y personas acogedoras y adoptantes. A una distancia óptima que les facilite la reparación de las relaciones y la seguridad de que no van a volver a sufrir de otro abandono más y para siempre. Convivencia dañada e interrumpida no es sinónimo de ausencia e inutilidad del vínculo afectivo creado durante años de buenos cuidados y atenciones. La estrategia debería consistir en dar cobertura a las necesidades básicas de contención, salud mental, rutinas y orden para que los adolescentes y jóvenes puedan volver a reconectar y activar sus vínculos emocionales y superar las dificultades de la edad y el desarrollo disarmónico.

Propuestas de atención y cuidado a las familias de acogida y adoptadas que precisan la ayuda

Teniendo en cuenta lo dicho, ¿qué se puede hacer con las familias en la circunstancia de que se hace necesario un ingreso en centro de acogida de sus niños, niñas y adolescentes? Desde nuestra experiencia en rupturas proponemos las siguientes estrategias:
.- No dar crédito a ciertos mensajes de los chicos y chicas donde sus quejas están únicamente dirigidas a acusar a sus acogedores o adoptantes de padres y madres de exceso de rigidez. Sus quejas pueden y suelen estar lastradas por unos excesivos descontroles emocionales provenientes de sus adversidades tempranas y acompañadas de desacato a la autoridad parental, conductas de riesgo (absentismo escolar, compañías peligrosas, incumplimiento de horarios y rutinas, fugas…).
.- Evitar alianzas perversas con estos adolescentes en contra de sus acogedores o adoptantes. Pueden llegar a ser muy convincentes y seductores y defienden muy bien sus intereses y derechos, pero cojean en rutinas, elaboración de orígenes y cumplimiento de deberes.
.- Si se produce ruptura de convivencia, no aislar a los adolescentes de sus figuras parentales de acogida o adopción. Es útil programar visitas y encuentros breves, aunque el adolescente rechace dichas visitas. Hay que animar a sus acogedores y adoptantes a mantener la presencia y a no tirar la toalla.
.- Hay que pedir a los adolescentes respeto por sus acogedores y adoptantes y favorecer que la familia tenga actos de magnanimidad y oferta de continuidad de relación, confirmando su disposición a no abandonar a su hijo o hija con hechos y presencia.
.- Si hay internamiento en centro de acogida, es conveniente hacer a los acogedores y adoptantes partícipes de las tomas de decisión y de tareas de acompañamiento a su hijo o hija (gestiones, visitas médicas o psicosociales, compra de ropa…). Delegar en acogedores y adoptantes todas las tareas que se puedan. Lo que puedan hacer acogedores o adoptantes que no lo hagan los educadores.
.- Es fundamental también mantener bien informados a los acogedores y adoptantes de los acontecimientos relacionados con sus hijos o hijas, de las rutinas en el centro de acogida residencial, en el centro escolar y en las acciones de ocio. Convendría poner al adolescente normas y rutinas similares o idénticas a las de su hogar familiar.
.- Promover las visitas (en el centro o en el domicilio familiar) y contactos tanto presenciales como telefónicos y posibilitar reuniones familiares y relaciones con la familia extensa.
.- No ofrecer a estos adolescentes el recurso de los pisos de emancipación. Si debe iniciar su vida autónoma que lo haga con los recursos y el apoyo de sus familias.
.- No juzgar ni calificar a estas familias como “negligentes” o “maltratadoras” si no hay motivos: conviene centrar los esfuerzos en la reconexión y en la reunificación. La vuelta del joven a casa con sus acogedores o adoptantes tiene que estar supeditada al cumplimiento de las rutinas de la familia de acogida o adoptiva y de los tratamientos rehabilitadores, médicos, farmacológicos o psicoterapéuticos que se consideren oportunos.
.- Establecer una alianza manifiesta con la familia de acogida o adoptiva y que sea evidente la colaboración entre equipo educativo del centro y el padre o la madre para el adolescente. Es necesario empoderar a sus adultos de referencia todo lo que sea posible y promoviendo contactos, relaciones y presencia de las figuras de referencia del adolescente internado en centro de acogida.
.- Diseñar medidas e intervenciones específicas para fortalecer el papel y la participación de las familias acogedoras y adoptivas en el sistema de protección, fomentando su asociación y el que desarrollen programas que favorezcan sus propias necesidades y las de sus hijos e hijas.

Conclusión

La familia biológica puede ser el origen de los problemas de los niños, niñas y adolescentes necesitados de protección, pero también puede ser un recurso valioso cuando se le dedican cuidados y atenciones. El buen trato no cae nunca en saco roto. Con estas medidas tan sencillas puede ser los adolescentes acogidos en familias o adoptados reconectados con sus familias de referencia y acortarse la estancia en el centro de acogida residencial, cuando la ruptura de convivencia se considere necesaria. La interrupción de la convivencia no impide el mantenimiento de los vínculos y puede ser una oportunidad para una puesta a punto tanto de las familias como de sus hijos e hijas. Lo que con frecuencia el sistema de protección lo vive como un fracaso puede convertirse en una nueva oportunidad de cambio y mejora.

Es importante también recordar a las organizaciones de familias, especialmente a las de acogida y adoptivas, de su responsabilidad en el trato y los cuidados que reciben de instituciones, organizaciones y profesionales. Mientras no alcen la voz, den a conocer su situación y reclamen, promuevan y exijan otros modos de actuación, cuando algunas crisis adolescentes les desborden, habrá quien siga tratándoles como los causantes de los problemas de sus hijos e hijas y como familias fracasadas e incapaces de aportar soluciones.

A modo de conclusión es importante volver a insistir en que el trato y los cuidados a las familias de los niños, niñas y adolescentes en protección en los términos que proponemos pueden hacer que sus familias sean tenidas en cuenta como parte de la solución de las necesidades de protección y no como el problema que debe ser apartado. Desde estas páginas os invito a experimentar en vuestras intervenciones estas sencillas estrategias para romper los moldes con los que se forman nuestros prejuicios, ignorancias y temores ante las familias. También pongo a disposición de quien lo desee los materiales y documentos trabajados que os puedan servir de guía y referencia. Y ante todo no dejéis de compartir estas experiencias con todo vuestro entorno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Danos tu opinión, Escribe tu comentario, AQUÍ