Blog de LIJ.
Durante estos días todo hierve con montones de proclamas, poemas y frases célebres contra la guerra. La verdad es que hacer alarde de pacifismo en este mundo de postureo queda muy bonito y vende la mar de bien, pero el caso es que ponerse serio y hablar de la guerra desde una perspectiva humanista es bastante complicado, sobre todo cuando la sociología y la filosofía se meten en el ajo.
En base a estas dos disciplinas, la guerra suele definirse como la ruptura del estatus social por medio de la fuerza, es decir, seres humanos que difieren con otros seres humanos, se pasan las normas de convivencia por el forro, y lían la de San Quintín. Esto quiere decir que la guerra siempre se relaciona con el poder y su administración -¡Política, siempre política- y por tanto sería una de las características principales de nuestra civilización.
(N.B.1: En ESTE ENLACE pueden disfrutar de una selección de libros infantiles sobre política que tienen relación directa con muchos temas que se recogen en este monográfico)
¿Es un fenómeno exclusivamente humano? Aunque existen especies de animales que atacan con violencia a miembros de su propia especie, sobre todo en los mamíferos (véanse suricatos, caballos o ardillas), la guerra es una cuestión social, es decir, el ser humano mata a otros seres humanos colectivamente, algo en lo que entran en juego el razonamiento o las emociones, características exclusivas de la especie humana. Sí, queridos monstruos, la guerra es un fenómeno profundamente humano íntimamente relacionado con lo que somos y el desarrollo que, como especie, hemos logrado alcanzar.
"Román, si esto es así, ¿no existe la paz?" Desde un punto de vista sociológico, la paz no es otra cosa que el orden establecido por la victoria en una guerra. Esa paz eterna con la que muchos sueñan es una idea desvirtuada porque para que haya paz, debe haber guerra, y viceversa. Además, cada uno quiere la paz a su manera, sobre todo en la que prevalezcan sus necesidades e intereses como ser humano. Sordos, zurdos, mujeres, andaluces, catalanes, rusos, croatas, castristas o musulmanes quieren una paz ad hoc, ya que la paz nunca puede ser igualitaria.
A pesar de este baño de realidad, nunca está de más, que la Literatura Infantil, un arte al servicio del entretenimiento y la razón, aborde esta temática desde un punto de vista creativo y poético. Las palabras nunca están de más, pues embellecen y ayudan a enfrentarse al mundo, ese que genera todo tipo de opiniones y controversias, y de paso pueden intentar cambiarlo. Es por ello que aquí les traigo unos cuantos títulos sobre este tema que sobrevuela nuestras cabezas durante estos días y señalo con tres estrellas (***) mis favoritos.
Los dos álbumes que siguen a continuación se adentran en definiciones sobre la guerra desde un prisma lírico en las que abundan las referencias visuales, los recursos de estilo y cuidadas ilustraciones. Potentes y personales, son los mejores que se me ocurren en esta categoría de idea iustrada.
En esta temática destacan multitud de obras en las que, de una forma u otra, se abren puertas y reflexiones en torno a un tema que, desde muchos púlpitos progresistas y buenistas de la LIJ se execra (¿Por qué no van a querer los niños la guerra? ¡Si se pasan el día riñendo...!), algo con lo que no termino de comulgar al cien por cien, ya que un servidor intenta fluir y no encorsetarse demasiado (que luego vienen los dramas y los ansiolíticos).
No sé hasta qué punto puede ser contraproducente el intentar negar o reprimir un hecho inherente al ser humano. ¿Qué es la violencia? ¿Explícita o implícita? ¿Quién decide qué es violento y qué no? ¿Lo que es bueno o malo? Quizá la mejor pedagogía sea exponer y no dirigir el discurso...
Eric Battut. Los niños no quieren la guerra. Juventud.
No obstante, he de admitir que soy muy partidario de aquellas obras infantiles que desde un prisma más neutral incluyen en su menú cierto aire descriptivo que, con final feliz (o no), nos hablan de las causas y consecuencias de la guerra, nos abren interrogantes sobre la (in)conveniencia de los conflictos armados y plantean ese círculo vicioso que se repite una y otra vez.
Se me ocurren títulos de excelente factura que haciendo uso de diferentes recursos verbales y/o visuales, describen diferentes escenarios donde el conflicto humano (aunque sea personificado en animales u otros personajes) es una constante. Empezando por aquellos que simplemente plantean conflictos de intereses y riñas menores, y terminando por los que hablan de guerras en condiciones.
Del mismo modo les animo a echarle un vistazo a esta selección de álbumes sobre muros, ya que en muchos de ellos pueden encontrar situaciones que provoquen la guerra o sean consecuencia de esta. Una selección muy necesaria donde esa metáfora de las barreras ayuda a comprender las diferencias entre los seres humanos. ¡No se la pierdan!
David McKee. Los conquistadores. Kókinos.
Ángel Domigo y Mercé López. La casa de los erizos. A buen paso.
Ernesto Rodríguez Abad y Víctor Jaubert. El rey que bordaba estrellas. Diego Pun.
La guerra es consecuencia pero también escenario para multitud de historias que suceden en ella, las de los niños de toda condición que tienen que convivir con la realidad que los conflictos armados traen a su espacio vital.
Niños que tienen que redactar, otros que descubren realidades atroces, hermanos que desarrollan su imaginación para sobrevivir, enemigos que se parecen más de lo que creen, familias que se debaten entre el amor y los dilemas morales, historias de amor (im)posibles, o deportistas con sueños rotos son algunas de ellas. En muchos casos son historias reales que pueden conocer en este post dedicado a este tipo de álbumes basados en hechos reales.
Es curioso como las perspectivas más complejas (véase la guerra preventiva o las revueltas populares) son minoritarias en las obras infantiles, una realidad que choca de lleno con la orientación argumental de una literatura juvenil y/o adulta que aboga por un discurso donde caben facetas sociales, geográficas, históricas, económicas y sentimentales muy variadas. Títulos como el 300 de Frank Miller y Lynn Barley, La guerra de los mundos de H. G. Wells o La guerra de los botones de Louis Pergaud, ahondan en puntos de vista complejos en los que la guerra ejemplifica un servicio político y social a pesar de sufrir bastantes tachaduras.
Frank Miller y Lynn Barley. 300. Norma Editorial (***)
En esa línea y en formato de libro-álbum, solo se me viene a la cabeza De cómo Fabián acabó con la guerra, un libro de Anaïs Vaugelade donde el discurso no se decanta por esa idea buenista de la paz, sino que se retuerce sobre sí mismo y habla de una violencia que, a pesar de ser no deseada, pone fin a un conflicto de mayor envergadura. La culpa, la manipulación, los intereses creados, el honor... una amalgama de perspectivas que se alejan del típico discurso pacifista que solicita el consumidor de Literatura Infantil y que quizá haya sido la causante de que este libro (por desgracia) no sea muy conocido.
Anaïs Vaugelade. De cómo Fabián acabó con la guerra. Corimbo. (***)
Una de la parcelas bélicas más tratadas en la Literatura Infantil es la de los refugiados. Niños que se ven sorprendidos por la guerra y se ven obligados a huir y dejar atrás su hogar, sus amigos y su colegio. Aunque también se podrían encuadrar en este apartado todos aquellos libros sobre migración, cabe recordar que la guerra y no otro, es el motor de estas historias que recojo a continuación.
Nicola Davies y Rebecca Cobb. El día en que llegó la guerra. Alba.
Fatima Sharafeddine y Claude K. Dubois. Mi país está en guerra. SM.
Annika Thor y Maria Jönsson. La niña de muy lejos. Gato Sueco.
Francesca Sanna. El viaje. Impedimenta. (***)
Bertold Brecht y Carme Solé Vendrell. La cruzada de los niños. El jinete azul.
María José Ferrada y Ana Penyas. Mexique. El nombre del barco. Libros del Zorro Rojo.
Marek Vadas y Daniela Olejníková. ¡Huye! Barbara Fiore.
Morten Dürr y Lars Horneman. Zenobia. Barbara Fiore. (***)
De entre todos los libros que nos hablan de la guerra cabe destacar aquellos que parten de una experiencia propia, que en el caso de la Literatura Infantil suelen ser la Primera y Segunda Guerras Mundiales. Es así como Tomi Ungerer, Michael Foreman, Uri Orlev, Judith Kerr, Leo Meter, Anna Frank y muchos otros nos sumergen en un amplio abanico de testimonios y vivencias parecidas bajo el común denominador de la guerra.
Judith Kerr. Cuando Hitler robó el conejo rosa. Loqueleo. (***)
Anne Frank. Diario. DeBolsillo.
Otros títulos, aunque no han sido escritos por personas que sufrieron los avatares de las grandes guerras, están muy bien logrados y siempre merecen un hueco en esta estantería sobre causas y consecuencias bélicas. No debemos olvidar que cualquier libro en el que aparezcan pequeños conflictos tiende puentes hacia otros de mayor calado.
Jan Terlouw. Invierno en tiempo de guerra. HarperKids. (***)
No se nos pueden olvidar todas las guerras civiles que han minado diferentes países de nuestro planeta durante el último siglo (un poquito más, si me apuran). En el caso de la guerra civil española hay tantos títulos (ya expliqué el porqué en este post sobre tendencias políticas en la LIJ) que me limitaré a apuntar un par de mis favoritos, pues no todos tratan el tema con el gusto y la neutralidad deseados (NB: Véase esto como claro ejemplo de que las guerras siempre permanecen latentes aunque la violencia termine. Es lo que se llama la guerra ideológica, una a la que también contribuyen los libros infantiles). Si algún día tengo tiempo y ganas haré una pequeña selección.
Por otro lado es bastante paradójico que mientras el universo del libro-álbum se llena de compromiso idealista y denuncia social, el discurso de la Literatura Juvenil fluye en otras muchas direcciones y podemos encontrar ejemplos de cualquier tipo. Sagas paraliterarias llenas de belicismo, novelas ambientadas en trincheras y campos de concentración, o protagonistas que actúan como víctimas y verdugos. Todos diversifican la mirada hacia la guerra desde un sugerente punto de vista para el adolescente en ciernes que se nutre de intensidades varias.
Violencias aparte (ya saben que los libros para jóvenes rebosan de esta por los cuatro costados) y por citar alguno, me quedo con tres novelas gráficas. Una obra maestra y otras dos de corte más actual.
Art Spiegelman. Maus. Reservoir Books. (***)
Benoit Ers y Vincent Dugomier. Los niños de la resistencia (7 vols.). Base.
Quizá Maria Montessori llevaba razón con aquello de "Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz", sobre todo porque seguimos llenando páginas contando las atrocidades de la guerra, como si sus efectos fueran a cambiar la naturaleza humana. Creo que no. Estaría mucho mejor dejarse a un lado la ignorancia e intentar conocer las causas de los conflictos armados, unos que, en la mayor parte de las ocasiones, se deben a las diferencias culturales o religiosas, la geopolítica, la pugna por los recursos naturales o el territorio. Esa es la verdadera educación: conocer en vez de adoctrinar.
Sin ir más lejos el otro día me encontré en un perfil de Instagram cierto alegato para que en los medios de comunicación españoles se le prestara la misma atención a la cuaresma que al ramadán, ya que tanta discriminación positiva, por un lado estaba provocando una pérdida de nuestro patrimonio cultural, y por otro ahondaba en las diferencias religiosas.
Llevaba toda la razón del mundo, máxime cuando no atacaba a otros credos, sino que pedía visibilidad para la suya, una que es mayoritaria en nuestro país, y respeto para todas, algo en lo que, a pesar de no ser cristiano, estoy de acuerdo porque conozco la relación entre España y el catolicismo.
Probablemente quienes la desconozcan sean quienes animan al ninguneo de la cuaresma alentados por sus intereses y las guerras ideológicas que subyacen en la memoria de nuestro país desde hace décadas. Ellos y no otros serán los que prenderán la mecha en loor a esa "concordia" que muchos dicen esgrimir pero que solo es otro arma para hacer la guerra, una cuya línea es muy fácil de sobrepasar. Esperemos que ese no sea un triste principio más.
Para terminar, unos libros para la esperanza con mucha belleza y algo de humor, dos cosas necesarias antes, durante y después de cualquier guerra. He dicho.
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