Aicha, Siham y Malak,
SPE L’Olivar,
Fundació Idea.
Esta es su experiencia, y magnífica reflexión...
La fuerza del grupo ante el virus de la soledad.
Barcelona, 21 de mayo de 2020.
Soy Yamileth*,
tengo 17 años, decidí emigrar desde Tánger, buscando nuevas oportunidades y un
lugar donde empezar de nuevo; llegué a Barcelona en avión, con nada más y nada
menos que un futuro incierto y un equipaje que cabía en una mochila de colegio.
Decidí pedir ayuda y, al ser menor de edad, me trasladaron a un centro, que
luego supe que se llamaba de protección y emergencia fuera de la ciudad Condal.
A llegar, quedé maravillada por el entorno tan bonito y acogedor y por el
recibimiento de las otras chicas que ya vivían allí.
Poco después de
llegar al centro, una horrible noticia llegó hasta nosotras: un virus no
conocido que se propaga con facilidad y contagia a hombres y mujeres, sobre
todo a los mayores. Con el paso de los días, empecé a angustiarme, creo que
porque teníamos que quedarnos en casa sin poder salir, con unas medidas de
seguridad que asustaban y que nunca antes vi, y que tanto nosotras como los
educadores y educadoras debíamos mantener: limpiarnos las manos una y otra vez
a lo largo del día, usar mascarillas, mantener un metro y medio de distancia...
Y, además, escuchar en la tele cómo iban aumentando los contagiados y los
muertos y cómo el virus se iba
escampando por todo el mundo.
En esta
situación, y separada de mi familia y de mi país de origen, sentí entonces (y
siento aún) mucha preocupación y miedo porque sé que yo estoy protegida y
cuidada y cuento con los medios necesarios para no contagiarse, pero mis
padres, hermanos pequeños, abuelos, tíos y primos, como tanta otra gente en
Marruecos, sé seguro que no tienen los medios que yo tengo. Empecé a tener
pesadillas, me costaba dormir por las noches, hasta sentía dolor en el pecho
durante el día y no podía dejar de pensar en ellos. Necesitaba contactar con
ellos para oírlos, saber que estaban bien. Ellos se alegraban de que yo
estuviera bien, pero yo seguía muy preocupada por ellos.
Con el paso de
los días, fui sumando a mis preocupaciones mis deseos y anhelos que han quedado
truncados por esta crisis sanitaria, paralizando así mi proyecto de vida. El
tiempo corre y para mí el tiempo es muy importante. Estos pensamientos, que se
pasean por mi mente una y otra vez a lo largo de los días, hacen que llore, a
veces a escondidas, otras abrazada a alguna de mis compañeras, otras al hablar
con mi educadora… Hay momentos en que noto que estoy perdiendo las fuerzas que
tenía para seguir.
Sin embargo, un
día como otro cualquiera, porque parece que todo ha quedado parado, alguien me
dijo: “todo saldrá bien”. Hablé durante mucho rato con ella, mi tutora, y al
final pude comprender que a pesar del dolor, algo podía aprender de este
momento, algo que me pueda ayudar en un futuro a seguir con más fuerza y quizás
mejorando, yo y el resto de la humanidad, en muchos aspectos que quizás muchos
habíamos olvidado: la importancia del medio ambiente, decir a quien queremos
que les queremos, el valor de ayudar y dejarse ayudar…
Y fue entonces
cuando decidí empezar a valorar todos esos pequeños detalles diarios que, hasta
ahora, me habían pasado por alto y que se escondían detrás de los grandes
objetivos y prioridades, que ahora ya no lo son tanto, y que no veía. Así que
decidí marcar un antes y después en cada momento, aprendiendo a disfrutar de
los espacios conmigo misma como nunca antes había hecho, fortaleciéndome en mis
buenos recuerdos y replanteándome nuevas metas, valorando el trabajo de
acompañamiento que mis educadores y educadoras me prestan, la compañía de mis
compañeras, que, aun sintiendo quizás lo mismo que yo, han estado a mi lado,
acompañándonos mutuamente durante todo este tiempo y apoyándonos en largas
charlas de desahogo. He dedicado tiempo y he descubierto el entorno tan
maravilloso donde está el centro, disfrutando de momentos como el amanecer, los
pajaritos, las flores… Que son vida, eso que tanto necesitamos ahora.
Me doy cuenta de
todos los que mueren solos, de los enfermos y de los que lo pasan mal. Yo
también lo pasé mal, estuve sola, y por eso me siento más cerca de todos ellos.
Y por eso saldré hoy, como todos los días, a las 20 h al balcón, y aplaudiré
con fuerza. Intentaré hacer llegar mi solidaridad y mi reconocimiento al
personal médico y sanitario, pero también a los educadores y educadoras,
cocineras, tenderos y tenderas, que en un momento así no nos hayan dejado
solas.
¡Todo saldrá
bien!.
Aicha, Siham y
Malak,
SPE L’Olivar,
Fundació Idea.
La Fundació Idea,
creada en 1985 en Sabadell (Barcelona) es una entidad sin ánimo de lucro que
tiene como objetivo fundamental la promoción y atención a niños, adolescentes y
jóvenes en situación de exclusión social o en riesgo de padecerla. El Servicio
de Protección en la Emergencia L'Olivar, un centro gestionado por Idea, acoge y
atiende a chicas adolescentes migrantes en una situación particularmente
vulnerable.
Barcelona, 21 de mayo de 2020
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