La voz silenciada de los niños y las niñas
que han sobrevivido a los abusos sexuales en la infancia
'Unspoken', un libro que denuncia las agresiones a niños y niñas
a través del testimonio de 17 víctimas con nombre y apellidos
Prado Campos
La fotógrafa Lorena Ros*
publica 'Unspoken'
Ed. Blume
publica 'Unspoken'
Ed. Blume
"Es un tema tan duro y tan escabroso que se silencia y al que se da la espalda, y eso es parte del problema", asegura
En las sociedades occidentales una de cada cuatro
niñas y uno de cada siete niños son agredidos sexualmente. Sin embargo,
más allá de los casos más mediáticos y controvertidos, pocos son los
testimonios en primera persona que escuchamos sobre esta lacra. Los
abusos a menores son tabú y lo son, afirma la fotógrafa barcelonesa
Lorena Ros, porque "es un tema tan duro, tan escabroso, horrible y
espeluznante que se silencia y al que se da la espalda, y eso es parte
del problema". Por eso, para dar voz a los silenciados por la sociedad o
su entorno, a los que están ocultos, Ros acaba de publicar Unspoken
(Blume), un libro que pone rostros, historias y recuerdos en imágenes y
palabras para ayudar a visibilizar sus historias y las de todos esos
miles de niños que han sufrido abusos.
Ocho años de
trabajo en España, México y Estados Unidos –"los patrones son muy
parecidos en todos lados", asegura– ha invertido Ros en recopilar y
retratar los relatos del pasado de estos 17 supervivientes. Les define
así, explica, porque "las personas que he retratado en su momento fueron
víctimas, pero ya lo han superado y dejado atrás, han sobrevivido a
ello".
Para ello, Ros se ha mimetizado en su vida.
Los protagonistas de su libro le han contado sus historias y abierto sus
recuerdos y su entorno, porque su trabajo, que le ha valido uno de los
tres World Press Photo que atesora, no solo recoge los retratos de estos
supervivientes sino que estos también se tejen con su presente y esos
los lugares relacionados con las agresiones que sufrieron durante la
niñez. Algunas de estas localizaciones (piscinas, dormitorios, parques o
canchas deportivas) son reales. Otras las ha recreado ella a través de
sus historias. "Me han dejado acceder a esos aspectos tan oscuros de su
vida gracias a una relación basada en la honestidad y confianza y porque
han visto que el objetivo de este reportaje tiene un fin positivo, que
no es otro que la necesidad de hablar de los abusos a menores para
terminar con ellos", explica.
Víctimas y supervivientes con nombre propio
Unspoken
recoge historias tan duras como la protagonizada por Loli y Mati. Estas
dos hermanas de El Prat (Barcelona) hoy tienen 39 y 48 años pero cuando
la mayor tenía 16 años comenzó a sufrir los abusos sexuales de su
cuñado. Un año después, Loli tenía siete años y se convirtió también en
su objetivo. "Mati decidió, a sus 13 años, explicar a su hermana mayor
lo que ocurría, pero esta la persuadió para que callara y los abusos
continuaron durante cinco años más, hasta que Mati cumplió 18. Por su
lado, Loli acudió a su madre en busca de ayuda, pero, del mismo modo,
pidió que guardara silencio con respecto al abuso", relata Ros.
Pasados unos años y cuando los abusos cesaron, ambas hermanas se
contaron el horror que habían vivido a manos de la misma persona y
hablaron con su madre pero, de nuevo, les pidió que se callaran. Así lo
hicieron y lo superaron juntas hasta que llegó la boda de su sobrina, la
hija de su agresor, y ellas decidieron no ir. Loli por fin contó a su
familia lo que habían vivido de pequeñas. Pero la respuesta de su
entorno no fue ni mucho menos la esperada. "La familia no les creyó,
apoyó al pederasta y tildó a las hermanas de mentirosas", lo que
provocó que rompieran relaciones.
Pero esta tragedia
no acaba aquí. Años más tarde, Mati descubrió que su hijo José también
había sido víctima abusos sexuales. En su caso todo ocurrió con 13 años.
Han pasado siete años de aquello pero José rememora en el libro cómo el
funcionario de la biblioteca de su barrio comenzó a abusar de él, le
chantajeaba y hasta se hacía pasar por su padre. En este caso el
pederasta acabó en juicio y condenado a siete años de cárcel.
Irene es otra de las jóvenes que pone voz a los abusos sexuales. No
sabe cuándo su padre comenzó a abusar de ella pero sí recuerda "que
cuando él entraba en su habitación, ella se hacía la dormida". Con 19
años y ya independizada, se enfrentó a su padre y un par de años
después se lo contó a su madre y a la familia. La sorpresa fue conocer
que su padre cuando tenía 17 años fue acusado de abusar de sus sobrinos y
nadie había dicho ni hecho nada al respecto.
Al
igual que Irene, el padre de Raquel (29 años) comenzó a abusar
sexualmente de ella desde los 3 y hasta los 17 años. Años después se lo
contó a su madre pero ella la culpó de todo, lo que la llevó a la
anorexia. La ayuda para salir de este horror, explica esta barcelonesa,
la encontró en la danza. Y hasta ha desarrollado una técnica
terapéutica propia para ayudar a las personas que han sufrido abusos
sexuales y trastornos de la alimentación".
En el caso de Pam (48 años, de Ladson, Estados Unidos)
fue el marido de su madre el que la violó. Tenía ocho años. A los 12
cuando estaba jugando al baloncesto en el colegio, sintió un dolor muy
fuerte en el abdomen y tras una revisión médica, le dijeron que estaba
embarazada de ocho meses. Algo que ella misma ni entendía. "Nadie le
preguntó quién era el responsable", explica. Tuvo a su hija y su
padrastro no dejó de abusar de ella hasta que su madre murió en 1976,
cuando ella tenía 15 años y su niña tres. Fue el momento en el que se
fue de casa e intentó recomponer su vida, pero todo volvió de nuevo 15
años después. Un investigador de Florida le informó de que su padre
había sido detenido por maltrato a un menor. Tres años después fue
condenado a tres cadenas perpetuas por abuso sexual, asalto sexual y
violación.
El libro no solo recoge el testimonio de
personas que ha sido agredidas sexualmente por sus padres, padrastros o
familiares cercanos. También pone el foco en el entorno social de los
niños. En el caso de Migue Ángel, un joven que tiene 23 años y vive en
Mataró, fue el sacerdote responsable del grupo católico juvenil al que
acudía. Tenía 16 años cuando empezó a abusar de él. Explica que era una
figura paterna para él y que durante mucho tiempo se sintió culpable de
lo ocurrido por no haberlo detenido.
O el de
Joaquín, mexicano de 28 años, que fue violado por un cura cuando era
monaguillo. Aunque sus padres denunciaron al sacedote, no se encontraron
pruebas contra él hasta que, años después, descubrieron que también
tenía cargos por pederastia en Los Ángeles. En 2007 Joaquín presentó
cargos contra el cura por violación. En 2009, el Papa Benedicto XVI y el
Vaticano reconocieron su culpabilidad y fue retirado de su diócesis,
pero no excomulgado.
Estas son algunas de las
espeluznantes historias que pueblan el libro de Lorena Ros y nuestra
realidad. Historias con nombre propio, con episodios de silencio,
culpabilidad, estigmatización y secuelas psicológicas y físicas. Pero
también historias de supervivencia, como recalca con pasión la autora.
Para ponernos en la piel de estos protagonistas el libro concluye con
una suerte de relato contando en primera persona que bien podría parecer
una autobiografía o la intención de colocarnos a nosotros ante la
brutal y desgarradora realidad a la que nos acercan sus textos y fotos.
Ros mantiene el misterio sobre sus intenciones y lo único que confirma
es que "lo dejo en mano de la mente del lector. El final forma parte de
la estructura narrativa del libro y son ellos los que tienen que llegar a
sus conclusiones. Que sea de una u otra forma no le da más o menos
valor al libro".
El silencio
"Más del 90% de los casos de abusos a menores se dan en
el entorno más cercano. Si además es un entorno tan nuclear como el
familiar, y el abusador es el padre o el tío, la situación es mucho más
complicada porque la tendencia es no romper la familia, hacer callar a
la víctima 'por el bien de todos'. Cuando el entorno es ajeno, es más
fácil que las víctimas hablen y denuncien", explica la fotoperiodista.
Por eso, Lorena Ros incide en que es fundamental romper el silencio.
Que lo rompan las víctimas pero también todos. "La sociedad no tiene que
tener miedo a hablar de los abusos a menores porque es algo real que
puede ocurrirle a cualquier niño. Y tiene que aprender a tratarlo porque
cuando una persona que lo ha sufrido quiere hablar, normalmente se le
da la espalda. La sociedad y los medios de comunicación tienen mucha
responsabilidad para visibilizar este problema y tratarlo desde el
respeto y no desde el morbo", señala abogando por la educación y la
desestigmatización. Y también por mejorar la legislación. Lo primero que
tiene que hacer una víctima es denunciar los abusos pero " el problema es que en España este delito prescibe, no como en Estados Unidos. Parece que la ley favorece a los agresores", remacha Ros.
Lorena Ros (Barcelona, 1975) estudió Humanidades en la Universidad Pompeu Fabra e hizo un posgrado de fotoperiodismo en Londres. Su primer reportaje sobre la inmigración ilegal en España ganó un World Press Photo en 2001. Este fue el inicio de un proyecto sobre tráfico de mujeres nigerianas a Europa (Beca Fotopress 03) con el que obtuvo una Mención de honor de World Press Photo en 2004 y el premio OneWorld Media de Amnistía Internacional en 2005. Actualmente trabaja en un proyecto sobre la industria del cine en la India.
Lorena Ros (Barcelona, 1975) estudió Humanidades en la Universidad Pompeu Fabra e hizo un posgrado de fotoperiodismo en Londres. Su primer reportaje sobre la inmigración ilegal en España ganó un World Press Photo en 2001. Este fue el inicio de un proyecto sobre tráfico de mujeres nigerianas a Europa (Beca Fotopress 03) con el que obtuvo una Mención de honor de World Press Photo en 2004 y el premio OneWorld Media de Amnistía Internacional en 2005. Actualmente trabaja en un proyecto sobre la industria del cine en la India.
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