Me duele la educación, no me siento los derechos
¿Qué me pasa Doctor?
Quiero y deseo
que a mi hijo no le duela la educación,
necesito que mi hijo sienta sus derechos
En
los tiempos tan convulsos que estamos viviendo vemos como cada día que
pasa somos un poco menos libres, un poco menos ciudadanos. Avanzamos con
paso firme hacia un angosto desfiladero llamado Globalización. En este
actual estado de cosas, en pro de la tan llevada globalización se está
normalizando todo, se universaliza el modelo social, un modelo que
pretende eliminar la diversidad, algo que por cierto nos empobrece
enormemente.
Sin aceptar lo que es diferente
no llegaremos a ninguna
parte.
Requerimos de grandes cambios, variar el rumbo
social, y además debemos ser poseedores de grandes cantidades de tesón y
paciencia. Los cambios tardan tiempo y requieren del esfuerzo
colectivo. Pero la normalización no promueve la calidad de pensamiento,
todo lo contrario. Y necesitamos de una gran calidad de pensamiento para
que nuestras generaciones venideras sean capaces de afrontar no solo
los cambios, además puedan dirigirlos y adecuarlos. El presidente de
Uruguay, José Múgica, afirmó en una entrevista , y razón no le falta
“Los sucesos están gobernando a los hombres y
no son los hombres los que gobiernan los sucesos”.
Y para aceptar la diversidad, para encaminar nuestras
vidas y la de nuestra prole hacia una sociedad más justa, más igual,
requerimos de dos factores fundamentales: Educación y Equidad. Sin estos
dos factores conjugados a la perfección no podremos seguir al párrafo
siguiente, en ese donde se habla de derechos, donde se habla de
libertad, paz y felicidad. Corremos grandes peligros cada día, pero si
esos avatares vitales nos llevan hacia el angosto sendero de la
“Normalización global”, incurriremos en errores que quizá sean
irreparables. Y aunque el dolor de hoy ya no se puede reparar, evitar el
de mañana debe ser una obligación. Si nos dejan solos en medio del
drama de la vida, al final, se toman decisiones drásticas y no siempre
correctas, pero decidir qué es lo correcto y qué no lo es, requiere
decidir quien debe ser el juez, y por tanto, será siempre un juicio
subjetivo. Si no reconocemos la realidad, entonces, sí viviremos en una realidad
falsa, una realidad global, aderezada con refrescos, hamburguesas de
plástico, ropa de moda, y la cultura se convertirá en lo que nos
ofrezcan por la televisión. Todo el tiempo que hemos perdido ya no lo
vamos a recuperar, aquellos niños que mañana serán adultos no podrán
volver atrás. Acabo de llegar de Granada, he aprendido mucho en dos
días, ojalá no hubiese ido, hoy sería más ignorante y quizá no sería tan
consciente de la realidad. Pero es que estuve en Granada, y he vuelto
con una mayor conciencia de la realidad, esa que tan poco me gusta.
Escribía Ruben Darío en “Prosas Profanas y otros
poemas” una frase que en estos momentos adquiere una gran relevancia,
quizá hasta demasiada cuando la sacamos de contexto “Abuelo, preciso es decíroslo: mi esposa es de mi tierra; mi querida, de París”.
Y es que esa querida extranjera es quien parece dirigir nuestro
destino, más allá de los deseos de la esposa, que es en suma, quien
camina junto al marido, quien saborea los sinsabores, quien disfruta de
los malos momentos, quien pasa noches en vela. Y sin embargo, los
mejores besos se los lleva la amante. Pues algo así nos está pasando.
Nuestra capacidad para que nuestra educación cambie, se adapte,
evolucione y entienda que debe ser mejorada no es la suficiente. Es
nuestra educación quien sufre las carencias, mientras la amante
extranjera disfruta las mieles. La fiel esposa llora por sus hijos,
viendo como son apartados y segregados, sufriendo por el ¡qué pasará
mañana!, ¡qué será de mis hijos! Y mientras, los hijos bastardos de la
amante extranjera disfrutan del lujo, de la libertad. Y es que para que
los bastardos disfruten de libertad deben robársela a nuestros hijos. Es
una cruel forma de modelar al libertad. Y por eso somos infelices, por
eso no tenemos esperanza, ni paz. Porque sabemos que nuestro esposo se
lo da todo a la otra. Es cierto que la amante es la reina de la
normalización, adora la globalidad, y no le gusta el libre albedrío.
Pero el esposo le hace más caso, ¡a saber por qué! Y por eso no tenemos
ni paz, ni felicidad ni bienestar. Sin paz no hay libertad real y por
tanto los derechos serán siempre derechos condicionados por o para, pero
nunca en favor de…
Y por eso me duele tanto la educación,
y por eso no me siento los derechos.
Cada día veo como hay personas que salen a la
palestra a exponer su queja de forma pública, los hay más vehementes,
los hay más agresivos o incluso con gran ánimo de diálogo. El problema
al final radica en el ajuste del tiempo. Es decir, durante cuanto tiempo
se extiende la queja, la protesta o la reivindicación. Por norma suele
ser poco tiempo, no existe constancia, ya sea por comodidad,
agotamiento, o lo que sea, y claro, esa queja apenas es una gota en un
océano. Por eso es básico el poder crear estructuras sólidas, que puedan
transmitir ese conocimiento, esas ideas, esas reivindicaciones. Y sin
duda, la mejor estructura para eso es un pueblo unido, con su mirada
puesta un poco más allá. Si algo tenemos las familias de personas con
autismo es una dureza a prueba de todo, una capacidad de soportar todo
lo que nos caiga y de seguir adelante. Esa resiliencia
forma parte de nosotros, pero quizá debamos de empezar a usarla de otra
forma. Si queremos cambios, quizá debamos actuar de otra forma.
Quiero y deseo que a mi hijo no le duela la educación,
necesito que mi hijo sienta sus derechos
¿Y usted, qué quiere, qué desea?