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"El reto de mejorar la protección infantil: Necesidades y propuestas".



Asoc. Madrileña para la Prevención del Maltrato Infantil,
7 y 8 JUNIO 2016,
Salón de Actos de la Univ. Pontificia Comillas, 
c/ Alberto Aguilera 23, Madrid.


La APIMM convoca a los profesionales de los diversos ámbitos de la protección infantil a poner en común inquietudes, compartir reflexiones y expresar las necesidades de mejora del sistema de protección. Recuperando la tradición de las jornadas regionales que desde hace veinticinco años ha venido impulsando la APIMM, queremos ofrecer un lugar de encuentro y formación permanente a los profesionales sanitarios, sociales, educativos y  jurídicos para revisar los logros y las insuficiencias de nuestro sistema de protección y de la necesaria coordinación entre los distintos ámbitos.


Coste: 25 € (gratuita para socios de la APIMM o nuevos asociados)

Las Jornadas pretenden facilitar el conocimiento, la reflexión y la puesta en común sobre los logros y los desafíos del sistema de protección a la infancia en nuestra región. En cada uno de los Bloques Temáticos un experto presentará una descripción del tema y una breve revisión del estado de la cuestión, y otros expertos que desarrollan su trabajo en nuestra región presentarán experiencias de dicho ámbito, así como posibilidades de mejora e innovación.

MARTES 7 DE JUNIO

9.00 ACREDITACIÓN Y RECOGIDA DE DOCUMENTACIÓN

9.30 APERTURA OFICIAL
Esperanza García García, Presidenta de la APIMM
Representación de la Consejería de Política Social y Familia, de la Comunidad de
Madrid
Representación del Área de Gobierno de  Equidad, Derechos Sociales y Empleo, del
Ayuntamiento de  Madrid
Representación de la Universidad Pontificia Comillas

9.45- 10.30 CONFERENCIA INAUGURAL: 
“¿QUE DEBE OFRECER UN SISTEMA DE PROTECCIÓN A LA INFANCIA EN EL SIGLO XXI?”
Clara Martínez García, Doctora en Derecho, Directora de la Cátedra Santander de
Derecho y Menores de la Universidad Pontificia Comillas

10.30 – 12.00: Tema Primero: 
“LOS MECANISMOS DE PREVENCIÓN Y DETECCION TEMPRANA DEL MALTRATO INFANTIL”
•   José Antonio Luengo, Psicólogo, Asesor Técnico en la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid
•   Blanca Azpeitia, Trabajadora Social y Socióloga, Jefa de Departamento de
Servicios Sociales de Tetuán
•   José Antonio Díaz Huertas, Pediatra, Director del Programa de Atención al
Maltrato Infantil, APIMM

12.00-12.30 DESCANSO

12.30-14.00: Tema Segundo: 
“LA INTERVENCIÓN CON LAS FAMILIAS EN SITUACIÓN DE RIESGO O  DESPROTECCIÓN”
•   Emiliano Martín, Psicólogo, APIMM
•   Maribel Illescas, Trabajadora Social y Socióloga, Directora del Centro de
Atención a la Infancia CAI 2, APIMM
•   Juan Poza , Psicólogo, Director de los Servicios Sociales del Ayto. de Móstoles
•   Dra. Maria Velasco Ghisleri, Psiquiatra, Centro de Salud Mental Ciudad Lineal

14.00-16.00 PAUSA

16.00 -17.30: Tema Tercero: 
“LAS MEDIDAS DE PROTECCIÓN RESIDENCIAL Y EL LOGRO DE LA AUTONOMÍA POSTERIOR”
•   Miguel Melendro Estefanía, Doctor en Educación, UNED
•   Maite Alcázar Arroyo, Trabajadora Social, Directora Residencia las Rosas
•   Ildefonso Perojo Pérez, Psicólogo, Opcion3


17.30- 19.00 CINE FORUM: 
“Un sitio donde quedarse” (2014) 
Modera: Rosa Suárez Bustamante, Antropóloga, Enfermera, APIMM
Debate: Marta Arribas (Directora de Cine), Azucena Domenech (Psicólogo, APIMM), Ildefonso Perojo (Psicólogo)


MIÉRCOLES 8 DE JUNIO

9.00- 9.30: “LA ASOCIACION MADRILEÑA PARA LA PREVENCIÓN DEL MALTRATO A LA INFANCIA: PROYECTOS Y POSIBILIDADES DE COLABORACIÓN”
•   Antonio Ferrandis Torres, Doctor en Pedagogía Social, APIMM

9,30 - 11.00 Cuarto Tema: 
“EL ACOGIMIENTO FAMILIAR COMO MEDIDA PREFERENTE DE PROTECCIÓN INFANTIL”
•   Ana Berastegui Pedro-Viejo, Doctora en Psicología, Universidad Comillas
•   Jesús María Rubio López, Psicólogo, Jefe de Departamento de Acogimiento
Familiar de la Comunidad de Madrid
•   Julia García Urrutia, Educadora, Programa de Implicación Familiar y
Acogimiento Familiar, Grupo 5

11.00-11.30 DESCANSO

11.30- 13.00 Quinto Tema: 
“RETOS Y RESPUESTAS DESDE LAS ADMINISTRACIONES: REFORMAS LEGISLATIVAS, NUEVAS INICIATIVAS, COORDINACIÓN INSTITUCIONAL”
•   Javier García Morodo, APIMM
•   Pablo Moreno Martínez, Jefe de Área de Programas Sociales de Infancia del
Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad
•   Ana Cristina Gómez Aparicio, Subdirectora General de Protección de Menores de la Comunidad de Madrid
•   Ana Maya, Jefa de Departamento de Programas de Prevención y Atención
Temprana a  Infancia y Adolescencia del Ayuntamiento de Madrid

13.30-14.00: CONCLUSIONES Y CLAUSURA
•   Junta Directiva APIMM/Cátedra Santander Derecho y Menores


COLABORA:

CATEDRA “SANTANDER” DE DERECHO Y MENORES DE LA UNIVERSIDAD COMILLAS


Los niños tienen derecho a no dar besos ni abrazos, si no quieren hacerlo.

En ningún caso hay que obligar a los niños a hacer cosas que no desean hacer 
como dar besos o abrazos tanto a conocidos como a extraños, 
hay que respetar sus decisiones y dejarlos elegir sobre sus cuerpos.


Todo el que tenga niños sabe que en la mayoría de los casos lo más normal es que se muestre verdaderamente renuente a dar muestras de afectos tales como besos o abrazos tanto a familiares como a conocidos y lo cierto es que obligarlos a hacerlo de todos modos es la peor de las opciones en cualquiera de los casos. Lo cierto es que obligar a los niños a demostrar afecto que no les nace de manera natural en realidad no los vuelve más sociables sino más vulnerables al abuso sexual y al desarrollo de conductas sexuales de complacencia, aunque los adultos desconozcan estas graves consecuencias.

Lo máximo que se le puede solicitar a un niño es que trate a los otros con respeto, pero nunca que haga demostraciones solamente por contentar a dicha persona o al adulto que se lo indica, ellos deben tener siempre el control de las elecciones en lo referente a su cuerpo y a la forma en la que interactúan con los otros, ya que mientras más rápido asimilen que tienen el total derecho de decidir qué hacer y con quienes, mejor será su desarrollo personal y más positiva su visión sobre si mismos, aprendiendo a respetarse y a cuidarse siempre, sin importar lo que digan los otros, algo que aunque parezca simple en una situación cotidiana de “dale un beso a la tía o se pondrá triste”, en realidad tiene un significado realmente importante en cuanto a no dejar paso a la manipulación, a la obligación o al condicionamiento.

Especialistas en el tema como la cofundadora y directora ejecutiva de Kidpower Teenpower Fullpower International, Irene van der Zande que maneja esta agrupación sin fines de lucro que se especializa en brindar información sobre prevención de la violencia y seguridad personal, indica:
Cuando forzamos a los niños a someterse al afecto no deseado para evitar ofender a un familiar o lastimar los sentimientos de un amigo, les enseñamos que sus cuerpos en realidad no les pertenecen porque tienen que dejar a un lado sus propios sentimientos sobre lo que se siente bien para ellos”…
“Esto lleva a que los niños sean abusados sexualmente, a que las adolescentes se sometan a comportamientos sexuales para ‘que yo le guste’ y a que los niños soporten el bullying porque todos están ‘divirtiéndose’”.
La gran mayoría de los padres no consiguen observar la magnitud del problema, obligar a un niño a tocar a la gente de forma inofensiva cuando ellos no lo sienten de forma natural los deja vulnerables a cualquier otra situación de riesgo con pederastas, teniendo en cuenta que en un alto porcentaje de casos de pedófilos, el abusivo es un conocido del niño, es sumamente probable que los adultos hayan obligado al niño a demostrarle “afecto” a ese individuo con anterioridad, por lo que el mensaje es realmente confuso para el pequeño, que se verá obligado a soportar los abusos ya que siente que eso es lo que sus padres quieren que haga.

Ursula Wagner, especialista de salud mental explica por su parte:
“envía un mensaje de que hay ciertas situaciones en las que lo que hacen con sus cuerpos no depende de ellos”…“Si son obligados a mostrar afecto aunque no quieran, más adelante los hace vulnerables al abuso sexual”.

Día Internacional del Libro Infantil,

Diez ‘fantabulosas’ recomendaciones.





Ya sabemos que hoy no es el Día del Libro Infantil,
pero es el Día del Libro de los niños, niñas y adolescentes.

Las aventuras de Beekle
Las aventuras de Beekle, el amigo (no) imaginario

Desde 1967, cada 2 de abril, coincidiendo con la fecha del nacimiento del escritor danés Hans Christian Andersen, se promueve a nivel mundial gracias al IBBY (The International Board on Books for Young People), la celebración del Día Internacional del Libro Infantil. Un día de fiesta que busca promocionar los buenos libros infantiles y juveniles, y sobre todo la lectura entre los más pequeños de la casa. Aquí os dejamos 10 recomendaciones que llegan con la primavera, libros llenos de vacas, jardines mágicos, humor, superpoderes y delirantes viajes.
Cada año, una sección nacional del IBBY tiene la oportunidad de ser la patrocinadora de este día y selecciona a un escritor representativo y a un reconocido ilustrador de su país para que conjuntamente elaboren el mensaje y el cartel que se dirigirá a todos los niños y niñas del mundo y que se distribuye por infinidad de bibliotecas, centros escolares y librerías para que se promueva la celebración de este día. Este año el país elegido ha sido Brasil y los autores que han elaborado el mensaje y que se puede leer y descargar desde aquí  han sido la escritora Luciana Sandroni y el ilustrador Ziraldo.
El Día de Libro Infantil suele pasar desapercibido, y eso que tiene un público mayoritario que son grandes y buenos consumidores. Los colegios deberían hacerle un hueco, darle mayor protagonismo y casi equipararlo con la celebración del Día del Libro, el 23 de abril. Sería una buena manera de conocer a los autores e ilustradores de todos esos libros que alimentan y despiertan sus sueños. Una buena forma para aprender a valorar y a visibilizar los esfuerzos que se requieren para que un buen álbum ilustrado o un libro juvenil consiga llegar hasta sus pequeñas manos. A veces, la celebración de este día se les queda a sus protagonistas un pelín grande y quizá aburrida y descontextualizada, porque se les vende de forma poca atractiva. Para conseguir buenos lectores no debemos saltarnos la casilla de inicio, que es la de los libros infantiles ilustrados, y la siguiente, la de los libros juveniles. Semillas necesarias para que nazcan buenos lectores y amantes de los libros. Unas casillas apasionantes donde debemos mencionar y dar a conocer los nombres de los autores y de los ilustradores, de qué países proceden sus historias, igual que hacemos cuando hablamos de los libros en general. Cada vez que contamos un cuento deberíamos mencionarles sus nombres y sus detalles. Porque los tienen que conocer, porque sin los autores y sus circunstancias no existirían las historias. Todos los niños y niñas tienen derecho a ser lectores y los adultos que estamos a su alrededor tenemos la obligación de promocionar y ofrecer todo el apoyo necesario para que esto pueda ser posible.
Me encanta celebrar este día que para mí inaugura la primavera. Y descubrir las novedades que van llenando las estanterías de las librerías con buen rollo y energías renovadas. Así que aquí van estas diez primeras flores de esta larga primavera de novedades que se nos avecina. Nos van a servir para llenarnos de alegría y optimismo, y van a contribuir sin duda a seguir fomentando nuestro amor por los buenos libros infantiles.

¿Dónde está Tomás?
¿Dónde está Tomás?
‘¿Dónde está Tomás?’. Micaela Chirif y Leire Salaberria. Ekaré.
¿Te gusta esconderte y soñar? ¿Te gusta buscar un rincón secreto y adentrarte en un lugar maravilloso que te va a llevar a vivir nuevas aventuras? A Tomás le pasa exactamente lo mismo que a ti, le chifla esconderse y soñar. Su mamá lo busca en cada rincón de la encantadora casa roja donde viven. Y Tomás va andar viajando lejos, muy lejos…, pero sin alejarse apenas nada de su mamá. Cada página te va a llevar a nuevos remotos parajes acompañados del entrañable Tomás.

Ilustración del libro 'Un jardín'.
Ilustración del libro ‘Un jardín’.
‘Un jardín’. Isidro Ferrer y María José Ferrada. A buen paso.
El señor Wakagi sueña con un jardín, y cada noche se va a transformar en los seres que habitan ese jardín. Se convierte en rana, conejo, zorro. Y, a medida que se va acompasando al ritmo de la naturaleza, se hace lluvia y viento… Todo esto va a pasar hasta el día en que el señor Wakagi se da cuenta de que ese jardín ha sido su escuela. En este delicioso lugar, el lector va a ir saboreando las palabras de la poeta María José Ferrada y verá cómo se despliega ante sus ojos el jardín entero en un maravilloso friso creado por Isidro Ferrer. Un despliegue en el que cada elemento desaparece para dar vida al siguiente, en un recorrido continuo y sin interrupciones, como cada instante que compone una vida.

Beekle.
Beekle.
‘Las aventuras de Beekle, el amigo (no) imaginario’. Dan Santat. Cubilete.
¿Y si los mejores amigos se encuentran más allá de tu imaginación? Todos tuvimos un amigo imaginario, algunos incluso aún nos acompañan. Esta historia comienza en una lejana isla mágica, donde nacen los amigos imaginarios. Nuestro protagonista va a esperar pacientemente a que un niño lo elija para jugar, pero los días pasan y pasan y nadie viene a buscarle. Así que decide ir él mismo a buscar a ese niño… ¡al mundo real! Este álbum combina la narración clásica con unas espectaculares imágenes para crear esta estupenda historia sobre la amistad, la imaginación y el valor para encontrar un lugar propio en el mundo.

Ilustración de 'El pequeño jardinero'.
Ilustración de ‘El pequeño jardinero’.
‘El pequeño jardinero’. Emily Hughes. Impedimenta.
Esta pequeña historia nos traslada a un pequeño jardín, que no parece gran cosa. Pero para su jardinero lo es todo. Emily Hughes nos trae la conmovedora historia de un muchacho apenas más grande que su mascota que se siente incapaz de afrontar el trabajo que supone cuidar de su exuberante jardín. Un buen día decide pedir ayuda y aquí todo cambia. Impedimenta publica esta delicia de historia sobre la perseverancia, el entusiasmo y la fuerza del amor, que hará las delicias de los más pequeños y que a los más mayores logrará emocionar. Emily Hughes llena de vida este jardín gracias a sus vibrantes ilustraciones, llenas de matices e impresionantes colores.

Ilustración de '¿Y mi sombrero?'
Ilustración de ‘¿Y mi sombrero?’
‘¿Y mi sombrero?’ Masanobu Sato. Pastel de Luna.
Desde la colección Lejano Oriente de la editorial Pastel de Luna nos llega esta divertida historia de un extraño animalejo que ha perdido su sombrero. En este libro nos enfrentamos a un largo viaje donde los lectores tendrán que seguir una serie de pistas que le ayuden a encontrar el sombrero, que ha salido volando y aparece camuflado en todos los paisajes de este viaje. Este libro va a despertar la curiosidad y la capacidad de observación de los más pequeños. Fantásticas ilustraciones en blanco y negro, llenas de detalles y sutilezas. Si os apetece viajar hasta lugares remotos y fantásticos, este es vuestro libro.

'Un hada descontrolada'

‘Un hada descontrolada’
‘Un hada descontrolada’. André Bouchard. Edelvives.
¿Qué pasaría si tuvieras superpoderes pero fueras un pelín travieso? Seguramente tratarías de gastar alguna que otra bromilla. Marga ha recibido un fantástico regalo por su cumpleaños, un flamante disfraz de hada y superpoderes con la capacidad de poder transformar cualquier cosa. O eso cree ella. Sin embargo, algunos trucos que realiza guardan extraordinarias sorpresas e imprevisibles consecuencias. Un libro lleno de humor, vida y ternura, para dejar escapar más de cien carcajadas… Sobre todo cuando llegues al final.

'¿Quién compra un rinoceronte?
‘¿Quién compra un rinoceronte?
‘¿Quién compra un rinoceronte?’. Shel Silverstein. Kalandraka.
Este clásico de 1964 que nos rescata Kalandraka es un imprescindible. Con una propuesta estética muy sencilla a base de dibujos sin colorear, sorprende y cautiva por su sentido del humor, su frescura y la habilidad de su autor para plantear argumentos disparatados bajo una aparente seriedad. Desde el momento en que se abre este libro, te das cuenta de que ni un gato ni un perro son ya las mascotas ideales. Un rinoceronte tiene millones de ventajas que las demás mascotas no tiene. De este libro hay que destacar el gran trabajo de traducción de Miguel Azaola, que no sólo ha respetado la rima de la versión original, sino que además reinterpreta con ingenio el texto de Silverstein manteniendo la estructura en verso.

'La primera aventura del Ratoncito Pérez'.
‘La primera aventura del Ratoncito Pérez’.
‘La primera aventura del Ratoncito Pérez’. José Carlos Andrés y Betania Zacarias. NubeOcho.
No lo puedo evitar; siento debilidad por las historias de José Carlos Andrés, sobre todo cuando tienes la posibilidad de que sea él mismo quien te las cuenta. Nunca te pierdas un cuentacuentos capitaneado por él, pero ten cuidado, porque te puede utilizar como ayudante. En esta ocasión, la historia que nos trae José Carlos viene de la mano de las magníficas ilustraciones de Betania Zacarias, con la que compone un maravilloso tándem para desvelarnos la primera aventura del Ratoncito Pérez. Una historia llena de humor para saber qué sucede cuando un niño pierde un diente. Muy pocos conocen la verdadera historia. ¿Quién podría imaginar que todo comenzó bajo el mar?.

Cuando las vacas flotan.
Cuando las vacas flotan.
‘Cuando las vacas flotan’. Ximo Abadía. Takatuka.
A veces nos empeñamos en tener atrapado aquello que por naturaleza necesita libertad. Un buen día, un niño llega contento a casa con un pez dentro de una bolsa que le acaba de tocar en la feria. Es feliz con su pez…, hasta que se va a dormir y empieza a soñar y le despierta el cencerro de una vaca surcando el cielo. Entonces va a descubrir con sorpresa que todo empieza a flotar: los bomberos recorren el cielo en busca de incendios, el cartero persigue su bicicleta que ha echado a volar… ¡Todo flota! Hasta él mismo. Una preciosa metáfora sobre el orden natural de las cosas y la irreductible fuerza de la libertad.

'El mejor libro para aprender a dibujar una vaca'
‘El mejor libro para aprender a dibujar una vaca’
‘El mejor libro para aprender a dibujar una vaca’. Hélène Rice y Ronan Badel. Barbara Fiore.
Un libro muy pequeño, pero que esconde una historia muy grande. Este álbum nos explica dos infalibles técnicas para aprender a dibujar una vaca. Algo que aparentemente resulta muy fácil. El primer método es muy sencillo, sólo hay que seguir cuatro instrucciones con mucha atención. En cambio, el segundo método requiere un poco más de paciencia. Hay que plantar una semilla de diente de león y dejarla crecer hasta que aparezca una vaca. Porque todo el mundo sabe que a las vacas les encanta el diente de león. Un delirante y encantador libro, lleno de humor y con un final sorprendente para el deleite de niños y adultos. Logrará sacarte un par de sonrisas, que vienen muy bien para afrontar esta primavera.




Sobre el autor



Maestro de Educación Infantil, desde hace más de 15 años en la escuela pública. Acompaño a los niños/as así como a sus familias en el proceso de aprender. Apasionado por la literatura infantil y juvenil, que vista desde un punto desde la aproximación adulta, resulta llena de ironía, sentido común y nos ayuda a reflexionar sobre la educación, la vida y nuestras fantasías. 
Decía José Saramago en su cuento para niños La flor más grande del mundo: “¿Y si las historias para niños fueran de lectura obligatoria para los adultos? ¿Seríamos realmente capaces de aprender lo que, desde hace tanto tiempo, venimos enseñando?” 
Instagram: @javierpizavi
Twitter: @javierpizavi


No más esclavos.


16 de abril: 

No más esclavos. Trabajo sobre Capital.

Los niños esclavos esconden el sudor y la sangre de los esclavos del siglo XXI. 
Ellos aparecen en todos los sectores de la economía donde se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar.

En el cacao de nuestros chocolates, en la fabricación de la ropa “low cost” de las tiendas de moda de nuestras ciudades, viviendo entre el humo de los basureros, arriesgado sus vidas como pescadores de perlas, trabajando en las minas para producir nuestros productos cosméticos o electrónicos, utilizados para ser niños soldado, niños bomba, niños callejeros,… Niños a los que se les ha robado la infancia, la educación. Niños sometidos, esclavizados, humillados.
Cuando se habla de crisis económica, nadie dice que esta crisis la pagarán los empobrecidos, y especialmente, los niños que serán eliminados antes de nacer o sometidos a más esclavitud.
Estamos ante un sistema económico internacional radicalmente injusto, organizado a la medida de las grandes compañías multinacionales, y un sistema financiero mundial que busca el máximo beneficio y no reparan en usar a los niños como mano de obra esclava. Todos los programas del FMI, del BM y de las instituciones financieras europeas están directamente orientados a favorecer esta estrategia multinacional que producen directamente esclavitud infantil.


Pero la esclavitud infantil es un crimen primordialmente político y sindical. 

La esclavitud se sostiene gracias a un sistema político, a unos partidos y a unos organismos internacionales (ONU, UNICEF, OIT…) que avalan el estatus actual, legitimando las causas de esta situación.



Todas las Reformas que está llevando a cabo Europa provocan más esclavitud y mayor crecimiento de la economía sumergida. 
Nos preguntamos qué ha sido de los 10.000 niños refugiados desaparecidos en su viaje a Europa desde Siria o Turquía, y denunciamos la barbarie de los niños y familias atrapados en campos en condiciones inhumanas…


PARO Y ESCLAVITUD INFANTIL TIENEN LAS MISMAS CAUSAS. Y POR TANTO SOLUCIONES COMUNES.

La esclavitud infantil es un problema moral y político, y sólo tiene solución desde estos dos terrenos: la moral y la política. Exigimos, por tanto, a sindicatos y partidos que denuncien y combatan las causas de la esclavitud infantil.
Defendamos el derecho de los niños a tener una escuela, una educación, una familia, que puedan jugar y ser personas.
Por eso exigimos a los poderes políticos y económicos la ABOLICIÓN INMEDIATA Y URGENTE de la esclavitud infantil.
¡Construyamos una opinión pública solidaria que haga posible la erradicación de la esclavitud infantil!

logo-02-300x212El 16 de abril de 1995, fue asesinado un niño esclavo en Pakistán, Iqbal Masih, por luchar contra la esclavitud infantil. Por esta razón, volvemos a convocar a jóvenes y adultos a que salgan a la calle en lucha contra la esclavitud infantil, para que se oiga a los que nadie escucha. Son ya 21 años de concentraciones y marchas solidarias contra la esclavitud infantil en España e Iberoamérica.
El 16 de abril es un día para la solidaridad, como ¡DÍA MUNDIAL CONTRA LA ESCLAVITUD INFANTIL!

¡JUSTICIA CON LOS NIÑOS ESCLAVOS!

¡NO MÁS ESCLAVOS!,¡TRABAJO SOBRE CAPITAL!
¡ARRIBA LOS POBRES DEL MUNDO!


Más de 30 actos contra la esclavitud infantil se realizarán en diversos lugares de España e Iberoamérica; infórmate en la Casa de Cultura y Solidaridad más próxima o en la web http://www.solidaridad.net

Organizan:

logo_mcc_cjs_g

Campaña por la Justicia en las relaciones Norte-Sur

Contra las causas del hambre, del paro y de la esclavitud infantil
No Matarás

Madres inadecuadas

Sobre el embarazo adolescente, o más bien sobre la mujer joven embarazada, recaen muchos prejuicios.

 Por Malvina Silba – 







Pero si encima esa piba es pobre, el discurso es más fulminante: hasta se la acusa de querer ese hijo por un plan social. Contra eso, un informe con preguntas y contextos, que también habla del deseo.

“Frente a las imágenes ‘ideales’ preexistentes, la madre adolescente aparece quebrando lo esperado, cuestionando el saber acumulado sobre el tema, mostrando los límites de las políticas públicas, y de las acciones profesionales y religiosas. 
Estas nuevas vivencias emergen relativizando lo que se creía absoluto y por sobre todas las cosas aparecen ‘pidiendo’ ser pensadas, respetadas, cuidadas, entendidas y no enjuiciadas. […] 
es importante avanzar en el corrimiento de velos de prejuicios que hacen suponer que las madres adolescentes maltratan a sus hijos, que todas son ignorantes o promiscuas, violadas o abusadas sexualmente, que sus hijos son objetos y no sujetos. 
Es importante ver que los problemas para la inserción laboral, para continuar los estudios, para conseguir una vivienda son problemas de injusticias de la sociedad y no consecuencias de la maternidad adolescente”

Fotos: Nahuel Alfonso
Durante la campaña electoral de 2015 (Argentina) circuló por las redes sociales una foto que mostraba a un grupo de tres jóvenes embarazadas y una leyenda que decía: “Heee Critina…y ahora que hacemos con los wachos”. 
Posteriormente, esa foto se transformó en un meme extendido, el cual proponía una comparación de cara al ballotage por lo menos controversial. Sobre la imagen de las jóvenes y sus panzas al aire aparecía la leyenda “Scioli 2015”, debajo de éstas, una familia tipo (padre, madre, hijos), sonriente, feliz, rubia y legítima se quedaba con la propuesta “Macri 2015”. Pasado ya el fragor del cambio de gobierno, pero también frente a los avances de medidas de fuerte corte anti-popular, surge la necesidad de ciertas reflexiones. No sólo sobre la fotografía en sí, su circulación o la carta de una docente que salió en defensa de sus alumnas, sino, en particular, sobre los modos en los que allí se condensan buena parte de los argumentos que el sentido común hegemónico suele utilizar a la hora de abordar temas complejos, simplificando el análisis, obturando los matices y las contradicciones. Y ocultando, claro, la ideología. Hacia ese norte, entonces, se dirige lo que sigue.

Autobiografiarse 

Mi vieja se casó a los 17, en 1958. Tardó tres años en quedar embarazada y en su entorno la miraban mal por ello. Cuando finalmente lo logró, tuvo siete hijos en dieciséis años. Le costó pero pudo demostrar que era una mujer completa. A nadie, por aquellas épocas, se le ocurrió pensar o decir que esa joven era irresponsable o que no estaba preparada para parir y criar a un hijo, hacerse cargo de una casa, un marido y una vida familiar. Mi vieja venía haciendo casi todo eso desde chica: empezó a laburar a los 9, crió a sus hermanos menores desde que tenía uso de razón y lidió con una vida familiar signada por dos condicionamientos tan determinantes como estructurales: la pobreza y el machismo. Ella desafió ambos por momentos, y en otros pereció ante presiones sociales y familiares imposibles de derribar.
A los 37 años fue abuela por primera vez. Mi hermana mayor quedó embarazada a la misma edad que su madre se había casado y a la misma edad que se esperaba, tuviera hijos. Pero en su caso fue un escándalo. La obligaron a casarse con su novio, gastaron lo que no tenían en una fiesta y un vestido blanco. Había que guardar las apariencias, incluso en un entorno social en donde los controles morales parecían ser más laxos. A partir de allí, los hijos de madres y padres jóvenes comenzaron a proliferar en mi familia, así como los prejuicios, los chismes y la devoción de nuestros vecinos y conocidos por juzgar la vida ajena. Otra de mis hermanas, la sexta de los siete que somos, también fue madre joven y presa de los chismes. Yo era la última de las mujeres, criada por una abuela postiza que condensaba todos los lugares comunes del moralismo más pacato. “Que no te pase lo que le pasó a tu hermana”, era una de las frases más escuchada por aquel entonces. ¿Qué le había pasado? Quedar embarazada antes de lo previsto, a los 13 años. Y ese escándalo fue mayor. Y mucho peor.
Yo tenía 7 años cuando mi hermana me lo contó. No sé cuáles fueron las palabras exactas, sólo sé que no llegaba a comprender lo que me quería decir. Me dijo que iba a tener un bebé, que estaba en su panza. Recuerdo que había un muñeco, suyo o mío, tratando, quizás, de representar lo que pronto iba a llegar a nuestras vidas. Su primer hijo. Al que le sucedieron muchos más. Mi hermana padeció la condena moral de mi vieja en una forma cruel y a veces desmedida. Tardé muchos años en comprender cuáles eran los cambios socio-culturales y políticos que habían legitimado la maternidad de mi vieja con los mismos argumentos que condenaban las de mis hermanas.
Hubo allí varios factores que se conjugaron. Uno de ellos fue el contexto histórico, cruzado por tres clivajes que resultan claves en el análisis: la clase, el género y la edad. Cada época moldea determinadas formas de comprender, definir y por lo tanto controlar las vidas de las mujeres jóvenes, sobre todo si son pobres. Como en la historia de mi madre, el destino de estas jóvenes no era la escuela secundaria ni la universidad, sino el trabajo precoz y precario, como empleadas domésticas o como obreras en diferentes rubros (a mi vieja le tocó el textil). El mandato social, que era transclasista, indicaba que debían tener hijos para realizarse como mujeres, y para tenerlos debían casarse, claro. Los hijos precisaban un padre que los legitimara, dándoles el apellido y en lo posible, casa, comida y abrigo. Solía suceder que lo primero no costaba tanto como lo segundo.
En el barrio y en la familia era más común que compartiéramos reconocimiento simbólico (que no es poco, claro) que material (la casa se mantenía a duras penas; la comida no abundaba, comíamos lo que había; y la ropa no se elegía, simplemente se heredaba). Pero mi vieja no se casó por amor, sino por necesidad. Quería escaparse del yugo de su padre, un hombre autoritario y tan violento como despreciable. Lo logró, y siguió trabajando igual que cuando era soltera. Continuó haciéndolo cuando fue madre, de uno, de cinco, de siete. Nunca dejó de trabajar; nunca, tampoco, de ser pobre. Pero sí creció, se transformó en una mujer adulta muy pronto, e impuso su palabra y su voluntad frente a cada uno de sus hijos e hijas. A la mayor la obligó a casarse, igual que a uno de mis hermanos varones cuando a los 19 dejó embarazada a su novia de 16. A la menor, sin embargo, se lo impidió, era demasiado chica para que el matrimonio legitime su “desliz”. ¿Cómo se le había ocurrido ceder a sus impulsos y acceder a lo que, por aquellos tiempos, se llamaba “la pruebita de amor”? Mi madre fue también madre de esos nietos, mi hermana, en parte, hermana de sus hijos.

Hace unos años, en medio de mis avatares auto-etnográficos, charlé con ella y una amiga sobre su maternidad. Recuerdo dos frases de esa charla-entrevista que quedaron especialmente grabadas en mi memoria: “me dediqué a tener hijos” fue la primera, y la dijo antes que pudiéramos preguntarle nada. “Yo no planifiqué a mis hijos, simplemente vinieron”, fue la otra. ¿Cuál había sido el pecado de mi hermana? ¿Tener hijos desde muy chica? ¿Tenerlos con distintos padres? ¿No comprender que si era pobre lo “ideal” hubiera sido tener pocos hijos para repartir mejor los escasos recursos disponibles? Esa mirada sobre la maternidad joven de mi hermana me enfrentó a una verdad insoslayable: estaba(mos) equivocando las preguntas.

Trabajo de campo

En los años de mi posgrado volví al barrio donde habitaba parte de mi familia a buscar respuestas. Académicas, socio-culturales, pero también, sin duda, familiares. Si bien mi interés se centraba en los significados que la cumbia adquiría para los jóvenes del barrio, el dato sobre los embarazos entre chicas jóvenes no paraba de aparecer, de imponerse como tema de debate, enfrentamientos y sanciones entre los miembros adultos y jóvenes del grupo. 
Al igual que había pasado con mi madre y mis hermanas,
 la mayoría se embarazaba de su primer hijo entre los 14 y los 19 años. 
La historia se repetía 
¿Los prejuicios también?

De forma semejante a mi vieja, mi hermana solía reaccionar mal (con enojos, gritos e insultos) frente a la noticia de los embarazos de sus hijas, o de las novias de sus hijos. En cualquier caso, las pibas salían perdiendo. Podían lograr un apellido, algunos regalos, un tiempo de compañía, apoyo o contención. Las cuotas alimentarias dignas y las figuras paternas eran escasas, casi tanto como el conocimiento amplio sobre sus motivos, sus deseos, miedos y prejuicios. Era más fácil, claro, juzgarlas que escucharlas. También resultaba tranquilizadora la compasión, la denuncia de diversas (y muchas veces hipotéticas) situaciones de violencia de género que podían explicar esos embarazos, que la mayoría daba por sentado, no eran deseados. También aparecía la ignorancia como otra gran matriz explicativa: “no se saben cuidar”, era una frase hecha que rondaba entre y sobre ellas.
En medio de ese torbellino que me obligaba a analizar la realidad como socióloga pero también como miembro (¿marginal?) del objeto a estudiar, me encontré con un hermoso libro de Ana Jusid titulado Cuadernos de la semilla. Historias de madres adolescentes. En él la autora insiste en varios puntos clave para el análisis del fenómeno. El primero es la necesidad, retomada como eje central aquí, de ampliar la mirada sobre la cuestión y tratar de colaborar en la construcción de una percepción “más comprensiva sobre la maternidad y la paternidad en la adolescencia”; es decir, evitar generalizaciones que simplifiquen cuestiones harto complejas. Detrás de cada embarazo suelen existir historias diversas, algunas signadas por la violencia, otras, por el amor, entre múltiples posibilidades. El segundo, gira en torno a la cuestión del deseo. Esos ánimos generalizadores suelen apuntar a dos cuestiones. Uno es que esos embarazos y esos hijos no son deseados, ni buscados “conscientemente”: ninguna “chica” de 15 años podría ejercer el pensamiento racional ni el análisis objetivo, la planificación familiar parece ser cosa de “gente bien”, educada, sensata, coherente. Y obvio, adulta… El otro, que las chicas quedan embarazadas para tener algo de qué ocuparse, algún “proyecto propio”. Es decir, engendran y paren hijos instrumentales. Jusid afirma “seguir hablando del hijo no deseado suma más condena… Muchas investigaciones demuestran el deseo de los hijos en un número importante de madres aunque quizás no del embarazo; continuar afirmando que muchas eligen ser madres porque no había frente a ellas otras oportunidades implica ya una minusvalía para la madre y no el mejor lugar para los hijos”.
Confieso que algo de ese sentido común me ayudaba a explicar situaciones (embarazos, hijos) que escapaban a mi capacidad comprensiva, ya no como analista de lo social sino como parte sensiblemente involucrada: un número importante de esos pibes que nacían eran mis sobrinas y sobrinos.
Una tarde llegué al barrio con la intención de entrevistar a Romina, una de las chicas del grupo. La Romi, como le decían allí, fue una de las jóvenes con quien había compartido noches de cumbia, baile, tragos, peleas, joda. Todo junto y todo a la vez. La primera vez que la entrevisté, apenas iniciado el trabajo de campo, me dijo, mientras hablábamos sobre su negación a ponerse de novia, que el riesgo mayor era quedar embarazada y resignar su espacio de libertad:
– Y sí, porque ya te quedás todo el día en tu casa cuidando al guacho, los otros se van a bailar y vos te querés re matar porque tenés que cuidar al pibe… Los pibes se hacen los boludos, te inventan cualquier chamuyo y se van [de joda] y te dejan, [en cambio las chicas] no van a bailar más…

Mientras la escuchaba justificar su posición con vehemencia, no podía evitar sentirme seducida por la esperanza de corte “progresista” que su testimonio despertaba en mí. Romina era mujer, joven, pobre, de tez oscura, iba encaminada a no terminar la escuela secundaria (lo que duplicaba sus posibilidades de mantenerse en ese espacio de la pirámide social durante toda su vida). Y sin embargo parecía haber sido atravesada por los discursos de un feminismo combativo que la había empoderado, enseñándole que un preservativo o una pastilla podían ser la clave que separara una vida de bailes, joda y disfrute, por una de sometimiento a una vida familiar y doméstica que no la seducía para nada. Libertad o dependencia.
Distintas circunstancias hicieron que entre la primera y la segunda entrevista pasaran casi dos años. Cuando volví a preguntar por ella me contaron que había sido mamá de una nena. La llamé. Me fui hasta el barrio un viernes lluvioso. Atravesé el barro de las calles que rodeaban su casa con la necesidad de escucharla contarme su verdad. Imaginé que su sonrisa y su desparpajo, ese que la diferenciaba por lejos de muchas pibas de su barrio, iban a estar aplacados. Que ahora su alegría ya no sería la misma.
Su casa había sido montada en el garaje de sus suegros. Un ambiente de 4 x 3 metros donde cabían la mesa, las sillas, el equipo de música y el televisor. La cocina estaba integrada a ese espacio. El dormitorio, que compartía con su marido y su hija, pegado al comedor. Apenas entraban el placard, la cama de dos plazas y la cuna. La Romi me recibió con una sonrisa, estaba contenta de verme. Me presentó a su hija con orgullo. Una beba cachetona y mamera que había heredado los rulos de su madre. Nos pusimos a hablar un poco de todo. Romina seguía pensando que la distribución de tareas domésticas era injusta entre ella y su pareja (a pesar de que el único que trabajaba fuera de su casa era él, aclaraba), y que estaría bueno poder completar la secundaria para salir a trabajar mejor preparada, aunque su horizonte seguía siendo, como años atrás, trabajar por hora limpiando casas “por la libertad que te da ese laburo”, sentenció. 

En un momento le traje a colación aquella charla que había quedado en mi memoria como argumento casi libertario.
– Hace un par de años me dijiste que no querías tener hijos porque perdías un poco de libertad. ¿Cómo lo ves ahora a eso?
– ¡Es verdad! (risas)
– ¿Seguís pensando lo mismo?
– Sí
– ¿Y eso te hace arrepentirte de haberla tenido?
– ¡No!… bah! En realidad nosotros la buscamos a ella, no es que vino así de…
– ¿Y cómo te dieron ganas de buscar un bebé?
– Y sí, porque ya no querés ir más a bailar, estábamos todo el día juntos entonces, ¿qué hacemos?…y ¡bueh! Vamos a hacer uno. Y así llegó ella.

Luego de eso recuerdo que ambas nos reímos. La risa era la mayor arma de seducción con la que contaba Romina. Su simpatía la distinguía incluso de su propio entorno, que parecía palidecer, gris, a su alrededor, sobre todo en un día de lluvia, donde la humedad, las goteras y las calles inundadas no ayudaban. “Vení que te muestro fotos de la nena”, me dijo. Me senté en su cama. Sacó una pila de fotos de su hija, desde que había nacido hasta antes del año. En la mayoría la nena estaba sola. Sonriente, feliz, haciendo pucheros, llorando, tirando los brazos. La mayoría estaba fuera de foco y no se distinguían bien los gestos, los colores o el ámbito en el que habían sido tomadas. Claramente eso no le importaba a Romina que me las mostraba entusiasmada mientras se ocupaba de su hija que le pedía upa.

Salí de allí contrariada. Mi conciencia feminista me decía que ahí había algo que no cerraba. Pero mi formación etnográfica me había enseñado que no podía describir como alienación, dependencia, sometimiento o violencia la alegría que esa joven tenía al hablar de su hija. La perspectiva nativa, como nos enseñaron nuestros maestros, debe valorarse, y nunca sobreimprimir la propia voluntad racional a las formas de experimentar la vida que tienen esos “otros”, por más distantes que éstas estén de lo que a nuestro juicio es el “deber ser”. Esa joven había sido consciente a la hora de querer quedar embarazada (como lo era antes, cuando decía no hacerlo). Su hija había sido una beba deseada, cuidada, rodeada de amor y alegría. Al menos en ese corto período que compartí con ella fue así. Si luego los avatares de la vida y la maternidad llevaron a Romina a arrepentirse, a enojarse con su elección, con su pareja o con su hija; a decidir tener otro o no tener más, a querer cambiar de vida o a continuar con esa, es algo que no puedo saber. Y es algo que, en todo caso, no se explica por las complejas combinaciones de posiciones subalternas de las que era deudora Romina. Cualquiera de nosotras, madres mucho más legítimas a los ojos de ese mismo sentido común que juzga a las pibas pobres que se embarazan (y no a los varones que “las embarazan”, claro), sufre esas mismas contradicciones en carne propia y casi todo el tiempo. Pero dispone de otras herramientas para procesarlas (psicoanálisis, yoga, terapias alternativas, amigas con conciencia de género convenciéndote de que es natural sentir rechazo por los propios hijos y las propias elecciones de vida en ciertas ocasiones). Y superarlas, claro. Convencidas, nosotras, madres conscientes, de que amamantar mucho, alimentar sano, jugar al ras del suelo a todo lo que los hijos proponen, escucharlos, explicarles todo lo que pregunten y darles todo el amor del mundo (ese que a veces no sentimos ni tenemos, siquiera, para nosotras mismas) es garantía suficiente de éxito. De que van a crecer felices y libres. Sin condicionamientos que los hagan inseguros, ni pesadas mochilas que los obliguen a repetir la historia de ser madres y padres adolescentes. Dios nos libre y nos guarde…
Estamos convencidos, muchos de nosotros, que nuestras mater-paternidades son mejores que las de las personas pobres. Que mientras nosotros damos amor, ellos propinan gritos y autoritarismo. Que no saben ser madres o padres buenos, amorosos, comprensivos porque todavía son “inmaduros”, porque “les falta”, porque al ser tan jóvenes “viven en estado de transición” hacia una madurez que llegará en algún momento. Todavía tienen que crecer, hacerse mujeres y hombres “de bien”. Y al decir eso desoímos, una vez más, que la maternidad y la paternidad para estos jóvenes es ya en sí mismo un rito de pasaje que los hace sentir, según sus propias percepciones, adultos responsables, más allá del grado de alcance de esa responsabilidad. Tampoco vamos a creer ahora que todas las madres y padres no-pobres y no-jóvenes del planeta ejercen el mandato de cuidar de sus hijos según un rictus de conducta intachable. Las equivocaciones y las irresponsabilidades atraviesan clases sociales, edades, géneros y territorios. La diferencia radica en que el ojo que juzga (sobre todo el mediático, mucho más el que se identifica con el sentido común) suele ser más benévolo con los “más cercanos”, y más cruel con esos “otros” a quienes en el fondo desprecia, no importa ya cuáles sean sus comportamientos.

Lo hacen por un plan”

Otra de las justificaciones predilectas de ciertos referentes del arco político (UCR y PRO,  es decir, la alianza “Cambiemos”) fue asegurar que la Asignación Universal por Hijo (luego extendida a Asignación Universal por Embarazo a partir del tercer mes de gestación) era el motivo por el cual muchas de estas chicas quedaban embarazadas. “Para cobrar la platita”, dijo del Sel simulando preocupación por esas “pibitas de 12, 13 años” a las que la medida, según el humorista devenido en político, “les está arruinando la vida”.
No es este el espacio, claro está, para discutir o ponderar el significado y los alcances materiales y simbólicos que representaron, para muchas madres de familia, los ingresos percibidos a través de esta política de fuerte impronta inclusiva, tanto por la ayuda económica en sí como por las contraprestaciones exigidas en materia de salud y educación pública. El punto a debatir se conecta, justamente, con la foto y el meme que dio origen a esta reflexión. La ridiculización y el oprobio al que se sometió a esas jóvenes (y no solo a ellas en tanto personas, seres humanos con derechos, sino a todo lo que ellas y sus panzas al aire simbolizaban, a la frase que se le agregó a la foto, mencionando directamente a la ex-presidenta Cristina Fernández, impulsora de la medida) fue ampliamente legitimada por discursos que se amparan, matices más, palabras menos, en lo mismo que dijo del Sel: se embarazan para cobrar la AUH o la AUE. Porque es claro, desde esta lógica, que con los $837 pesos que se cobraban por este concepto a junio de 2015 alcanza para criar, alimentar, vestir y mandar a la escuela a cualquier pibe pobre, sin importar el alcance de los condicionamientos estructurales que atraviesan cada situación particular. Ellos saben arreglarse con poco, muy poco.
Lo que ese sentido común no puede ni quiere ver, es, justamente, la complejidad y los diversos matices involucrados en el diagnóstico de esta situación. Como señalé, cada época histórica construye sus propios demonios, elige en qué territorios y en qué sujetos depositar todo lo indeseable. En el caso de los varones jóvenes, esa figura pareciera condensarse en el “pibe chorro”, quien desafía con sus actos delictivos, cotidianos el fundamento por excelencia de la sociedad capitalista: la propiedad privada. El pibe chorro se atreve a creer que hay objetos circulando a su alrededor, propiedad de otros, que él puede arrebatar, hacerse de ellos, “poseer para ser”, al igual que poseen quienes verdaderamente “son” a sus ojos desclasados. Para el caso de las mujeres, el riesgo mayor, quizás, es que se atrevan a experimentar una sexualidad libre, que no repriman su deseo, sino que lo saquen a la luz y lo expongan. Y si tienen ganas de cojer, cojan. Y encima tengan el tupé de mostrar orgullosas el fruto de esas relaciones: las panzas al aire. ¿O es que acaso el mandato debe ser que sientan vergüenza de esa condición?

Hay allí otra contradicción, que es más hipocresía que otra cosa. Una porción importante de la sociedad (clases medias y medias altas urbanas, pero también variadas fracciones de las clases trabajadoras-populares) condena a estas jóvenes por embarazarse, consecuencia, podría decirse, de tener relaciones sexuales sin protección –voluntaria o involuntariamente– pero a su vez, en muchos casos, no alientan ni promueven la educación sexual libre, abierta, democrática. La clave pareciera estar en que estos pibes se repriman, se aguanten las ganas de cojer como se aguantan las ganas de disfrutar de miles de cosas en la vida. Tampoco colaboran –y los referentes del campo de la salud menos que menos– en la entrega gratuita de diversos métodos anticonceptivos, para que evitar embarazos no deseados sea algo común y no un proceso engorroso, burocrático, atravesado por la moralina del padre, madre, vecino, médico o enfermero de turno. Y ni hablar del aborto, esa herejía, y una de las mayores deudas de esta democracia que ya lleva 32 años.

Para cerrar, vuelvo a Jusid: “Frente a las imágenes ‘ideales’ preexistentes, la madre adolescente aparece quebrando lo esperado, cuestionando el saber acumulado sobre el tema, mostrando los límites de las políticas públicas, y de las acciones profesionales y religiosas. Estas nuevas vivencias emergen relativizando lo que se creía absoluto y por sobre todas las cosas aparecen ‘pidiendo’ ser pensadas, respetadas, cuidadas, entendidas y no enjuiciadas. […] es importante avanzar en el corrimiento de velos de prejuicios que hacen suponer que las madres adolescentes maltratan a sus hijos, que todas son ignorantes o promiscuas, violadas o abusadas sexualmente, que sus hijos son objetos y no sujetos. Es importante ver que los problemas para la inserción laboral, para continuar los estudios, para conseguir una vivienda son problemas de injusticias de la sociedad y no consecuencias de la maternidad adolescente”

Sintetizando podríamos decir: el problema no es que las pibas se embaracen sino el contexto de enorme desigualdad social e injusticia distributiva en el que lo hacen. Todo lo demás, es puro prejuicio.