Juan J. Fernández, Profesor asociado,
Ciencias Sociales
Un. Carlos III, Madrid.
1. El debate en torno a la justicia intergeneracional
Aunque
crece la preocupación pública por la evolución del paro juvenil y su
impacto en el poder adquisitivo de este grupo de edad, habitualmente no
se compara su situación económica con la de otros grupos de edad, como
los mayores de 64 o los menores de edad. Tanto la opinión pública como
los científicos sociales han prestado una atención muy limitada a la
posibilidad de que las tasas de pobreza de jóvenes y mayores de 64 estén
divergiendo en la Europa contemporánea. Así, a causa de un enfoque
fundamentalmente filosófico y normativo (Myles, 2002; Preston, 1984), la
bibliografía en ciencias sociales sobre equidad intergeneracional ha
motivado pocos estudios empíricos (para una excepción, Brady 2004). Esto
supone que tengamos un conocimiento limitado sobre la evolución
comparada de la pobreza infantil y la de los mayores.
En primer
lugar, hasta la fecha no se han examinado empíricamente posibles cambios
en las tasas de pobreza a lo largo del tiempo. Esto es importante
porque, incluso aunque los niveles de pobreza de distintos grupos estén
fuertemente correlacionados, las tasas pueden haber evolucionado en
direcciones opuestas ocasionando una divergencia neta. En segundo lugar,
el contexto sociopolítico y económico ha variado sensiblemente desde la
crisis financiera de 2008. Por un lado, la crisis económica ha mermado
los ingresos y la seguridad económica de jóvenes y padres con hijos
menores, lo cual puede haber redundado en un aumento de la pobreza
infantil y juvenil. Por otro lado, las prestaciones de los sistemas de
pensiones públicas, principal fuente de ingresos para los mayores de 64
años en los países europeos, se han mantenido estables o han sufrido
recortes aparentemente menores que la caída en los ingresos de grupos de
población activa. Por tanto, la combinación de una dura crisis de
empleo y salarios y la contención de los costes económicos para los
mayores de 64 puede haber producido tendencias opuestas en las tasas de
pobreza infantil y en las de los jubilados.
2. Ingresos y pobreza
La
mayoría de los estudios sobre pobreza comparten el objetivo de
identificar la población que sufre un alto nivel de inseguridad
económica entendida como privación monetaria objetiva, y definen la
condición de pobreza en términos relativos (Requena, Salazar y Radl,
2013). El objetivo consiste en delimitar el nivel de ingresos que
aseguran un estándar de vida mínimo necesario para la plena
participación en una sociedad dada. Siguiendo esta perspectiva, se usa
aquí el indicador predominante de pobreza relativa: personas con unos
ingresos disponibles equivalentes menores del 60% de la mediana nacional
(Eurostat 2016a), es decir, menores del 60% de los ingresos que ocupan
el lugar central entre todos cuando están ordenados. Por ingresos
equivalentes se consideran los ingresos de cada miembro del hogar y se
toma en cuenta el menor consumo de los menores de edad y la reducción de
costes per cápita en diversos servicios (por ejemplo, calefacción) al
aumentar el tamaño del hogar.
En la mayoría de los países europeos la tasa de pobreza infantil es mayor que la tasa de pobreza de los mayores de 64 años.
Resulta
informativo considerar cuáles son los valores concretos del 60% de la
mediana nacional de ingresos equivalentes. Según datos de Eurostat
(2016b), las medianas de ingresos equivalentes en 2015 eran en España y
en toda la zona del euro (UE-18) de 13.352€ y 17.794€ respectivamente.
Por tanto, en España, el umbral de pobreza relativo (60% de la mediana)
era en 2015 de 668€ mensuales por persona. Si tenemos en cuenta el coste
de la vida y el creciente rango de bienes y servicios considerados
imprescindibles para una plena integración social, queda claro que unos
ingresos por persona menores de 670€ mensuales dificultan severamente la
participación en la vida social y económica del país. De hecho, en
España el salario mínimo estaba fijado en 2016 en 764€ mensuales.
El
objetivo de este estudio consiste en contrastar la evolución de las
tasas de pobreza infantil (que afecta a personas de 15 o menos años), juvenil (concierne a población entre 16 y 24 años) y de los mayores
de 64 años, en perspectiva comparada y longitudinal, a lo largo de los
años. Siguiendo la operacionalización de Eurostat (2016a), la pobreza se
refiere a la población que vive por debajo del umbral definido
anteriormente. Por otra parte, debido al interés de este artículo en
analizar diferencias en la evolución de la pobreza infantil¸ la pobreza juvenil y la pobreza de los mayores,
el resto del estudio se fundamentará en el análisis de dos ratios.
Ambas responden a cálculos sencillos: el porcentaje de población
infantil (o juvenil) bajo el umbral de pobreza relativa dividido por el
porcentaje de población mayor bajo el umbral de pobreza relativa. Según
esta definición, una ratio de pobreza infantil menor de 1
indica que los menores de 16 años de edad sufren niveles de privación
monetaria relativa menores que los mayores de 64 años, y un valor mayor
de 1 indica que los menores de 16 años de edad sufren mayores niveles de
privación monetaria relativa que los mayores de 64 años.
3. La justicia intergeneracional, más lejos
La
figura 1 refleja las ratios de pobreza infantil y pobreza juvenil en
los principales países europeos con datos relativos a 2015.
Respecto
a la ratio de pobreza infantil, queda claro que en casi todos los
países el valor es superior a 1. Esto indica que en la mayoría de los
países la tasa de pobreza es mayor entre los menores de edad que entre
los mayores de 64 años. Dicho de otro modo, salvo en Suecia, los países
bálticos, Eslovenia y Bulgaria, actualmente la inseguridad económica es
mucho más habitual entre los menores de 16 años de edad que entre los
jubilados.
Las
tasas de pobreza infantil y las de los mayores de 64 años se están
alejando en varios países europeos y en la Unión Europea en su conjunto.
Una
pauta similar se aprecia al analizar la ratio de pobreza juvenil. En
los mismos países (aquí se incluye Suecia), la pobreza juvenil es mayor
que la pobreza de los mayores. Esta evidencia sugiere que en la fase
histórica actual los regímenes de bienestar europeos –los cuales
incluyen el mercado laboral, sistemas de protección social y redes de
apoyo familiares– no están cumpliendo con el principio básico de justicia intergeneracional, según el cual todos los grupos de edad deben disfrutar de niveles equivalentes de bienestar económico.
Los
mapas de la figura 1 no solo revelan la mayor extensión de la pobreza
entre niños y jóvenes que entre los mayores, también indican
sustanciales diferencias en los índices de pobreza entre países. Existe
cierta coincidencia en los valores de las dos ratios. Los países con
mayor infraprotección relativa de los niños respecto a los jubilados
suelen ser los que ofrecen mayor infraprotección relativa de los jóvenes
respecto a los jubilados. A este respecto destacan los casos de los
Países Bajos, España, Francia y, en menor grado, Noruega. En los Países
Bajos las tasas de pobreza infantil y juvenil casi triplican y
quintuplican la pobreza de los mayores. En España la pobreza infantil y
juvenil duplica y triplica respectivamente la tasa de pobreza de los
mayores. A cierta distancia, Francia también destaca por la
infraprotección de sus niños y jóvenes. Mientras que los Países Bajos,
España y Francia cuentan con diferenciales de bienestar económico que se
alejan especialmente del principio de justicia intergeneracional, otros
países se acercan más al cumplimiento de dicho principio. Alemania,
Austria, Bélgica y Rumanía logran un grado de seguridad económica
similar entre grupos de edad.
Si se tiene en cuenta que (a) en la
Europa actual la pobreza afecta más habitualmente a niños y jóvenes que
a los mayores y que (b) existen fuertes diferencias internacionales en
el diferencial de protección por grupo de edad, resulta imprescindible
examinar la evolución reciente de los índices de privación relativa. ¿Es
la infraprotección de niños y jóvenes un fenómeno únicamente reciente y
resultado de la profunda crisis económica iniciada en 2008? Para
responder a estas cuestiones hay que analizar la evolución de las ratios
de pobreza infantil y juvenil desde al menos 2005.
La
figura 2, que considera los seis países más poblados de la Unión Europa
y casos representativos de distintos regímenes de bienestar
(Esping-Andersen, 1999), arroja cierta luz sobre estas cuestiones. Para
el conjunto de la Unión Europa 27, las ratios de pobreza infantil y
juvenil han aumentado, lo que crea divergencia en las tasas de pobreza.
De hecho para muchos países el nivel de infraprotección se ha invertido,
siendo ahora los jóvenes y menores los más afectados por la inseguridad
económica. Analizando con más detenimiento las ratios de pobreza, se
aprecian tres grupos de países.
En el primer grupo, las ratios se
han duplicado o casi duplicado. Este es el caso de Francia, Reino
Unido, Grecia y, muy especialmente, España. En todos estos países se
aprecia un claro impacto de la crisis económica. Desde 2008 el
diferencial en las tasas de pobreza de niños y jóvenes aumenta
considerablemente respecto al de los mayores. En un segundo grupo de
países, las ratios han aumentado moderadamente. Este es el caso de
Polonia e Italia, donde la incidencia de la crisis económica es menos
clara. En un tercer grupo de países, las ratios de pobreza infantil y
juvenil han disminuido. Esta es la situación de Alemania y Suecia.
La divergencia en las tasas de pobreza infantil y en las de los mayores de 64 años es particularmente intensa en España.
¿Qué
pautas concretas de las tasas de pobreza por grupo de edad pueden haber
inducido variaciones internacionales tan acusadas en las ratios de
pobreza? La evolución de las tasas de pobreza y los ingresos medianos
equivalentes por grupos de edad ofrecen indicaciones preliminares al
respecto.
La
figura 3 refleja las series utilizadas para la construcción de las
ratios de pobreza: las tasas de pobreza infantil, juvenil y las de los
mayores de 64 años. Respecto a los países con una clara divergencia en
los niveles de pobreza (España, Francia, Grecia, Reino Unido e Italia),
el origen es claro: un importante aumento de la pobreza infantil y juvenil, junto con un sustancial descenso
de la pobreza de los mayores. La estabilidad en la ratio de pobreza en
otro grupo de países (Alemania, Polonia y Suecia) emana de un
diferencial estable en la inseguridad económica de los menores de edad,
jóvenes y mayores de 64. Si bien no se aprecia una divergencia neta en
todos los países europeos, la tendencia es tan intensa en los países
mencionados en el primer grupo que produce divergencia en el conjunto de
la Unión Europa.
Al examinar la evolución de los ingresos
medianos, nominales (los que se reciben en un momento dado y que
incluyen la inflación) y equivalentes de tres grupos de edad,
comprobamos que la crisis y las respuestas institucionales no han tenido
consecuencias homogéneas en el poder de compra de los tres grupos de
edad. De modo que los ingresos de jóvenes y adultos en los grupos de
edad con más probabilidad de tener hijos menores en casa han aumentado
menos que los de los mayores de 64 años. Por un lado, el aumento del
desempleo y la devaluación interna asociada con caídas en los salarios
reales han producido caídas reales en los ingresos de jóvenes y padres
con hijos menores en países como España o Grecia, o aumentos muy
modestos en sus ingresos en Reino Unido o Italia (figura 4).
Por
otro lado, existen indicios de que las principales reformas en los
sistemas de pensiones aprobadas en Europa desde 2008 no han reducido
significativamente en el corto plazo la cobertura de estas prestaciones o
el valor de la pensión mediana. De ahí que los ingresos de los mayores
de 64 años no hayan descendido sustancialmente desde 2008. Es más, en al
menos ocho grandes economías europeas y en el conjunto de la Unión
Europa, los ingresos medianos de la población de 64 o más años han
aumentado más que los ingresos de los jóvenes y los de la población en
edad de tener hijos menores en casa (figura 4).
4. Conclusiones
El
principio de igualdad en derechos y oportunidades, ampliamente
compartido en las sociedades occidentales, dice que los grandes grupos
de población económicamente dependiente deben disfrutar de niveles
equivalentes de protección económica y social. Pocos ciudadanos
cuestionarían la presunción de que niños, jóvenes y jubilados son
dependientes económicos y por tanto merecedores de apoyo a su seguridad
económica. Sin embargo, este estudio muestra que desde 2008 las
sociedades europeas no están distribuyendo riesgos económicos de modo
coherente con el principio de equidad intergeneracional.
El
análisis realizado conduce a tres grandes conclusiones. La primera, que
en la actualidad y en la mayoría de los países europeos, la probabilidad
de tener un poder de compra que impide una participación plena en la
sociedad es mayor entre niños y jóvenes que entre jubilados. El grado de
infraprotección de menores y jóvenes es especialmente acusado en los
Países Bajos, España y Francia. La segunda es que al adoptar una
perspectiva longitudinal se comprueba que la infraprotección de menores y
jóvenes ha ido creciendo a lo largo de la última década. En otras
palabras, en Europa la pobreza relativa de menores y mayores de 64 está
divergiendo. Esta divergencia ya era apreciable en 2005, pero se ha
acelerado desde el inicio de la crisis económica global en 2008. Y
tercera, una exploración de las tasas de pobreza por grupos de edad
indica que la divergencia mencionada emana de tendencias opuestas según
el grupo de edad. Desde 2005 la pobreza infantil y juvenil ha aumentado
en varios países, mientras que la pobreza de los mayores de 64 muestra
la tendencia opuesta pues ha disminuido en la mayoría de los países.
Los
resultados de este estudio estrictamente descriptivo tienen claras
implicaciones colectivas: las sociedades europeas deberían prestar más
atención al problema de la pobreza infantil y juvenil. Si bien desde
2008 han surgido voces y se han hecho esfuerzos para mejorar la calidad
de vida de los adultos jóvenes, todavía existe poca concienciación en
los países europeos sobre el aumento de la pobreza en el grupo
especialmente vulnerable que representa la infancia. Es un deber
colectivo resaltar que el aumento de la pobreza infantil y juvenil en
Europa perjudica gravemente las oportunidades vitales y la calidad del
capital humano de las generaciones futuras. Asimismo, si (y solo si) la
divergencia en tasas de pobreza por grupos de edad se dilata en el
tiempo, la inequidad intergeneracional podría convertirse en un nuevo
problema estructural en las sociedades europeas.
Juan J. Fernández, profesor asociado, departamento de Ciencias Sociales, Universidad Carlos III de Madrid.
5. Referencias
Brady, D. (2004): «Reconsidering the divergence between elderly, child, and overall poverty», Research on Aging, 26.
Esping-Andersen, G. (1999): The social foundations of post-industrial economies, Oxford: Oxford University Press.
Eurostat (2016a): «People at risk of poverty or social exclusion by age and sex», Eurostat.
Eurostat (2016b): «Mean and median income by household type – EU-SILC survey», Eurostat.
Myles, J. (2002): «A new social contract for the elderly?», en G. Esping-Andersen (ed.): Why we need a new welfare state, Oxford: Oxford University Press.
Preston, S. (1984): «Children and the elderly: divergent paths for America’s dependents», Demography, 21.
Requena, M., L. Salazar y J. Radl (2013): Estratificación social, Madrid: McGraw-Hill.
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