El concepto de diálogo intergeneracional va más allá de una conversación entre grupos etarios. Se trata —debería ser— un proceso de interacción necesaria, de un intercambio que permite aprovechar la diversidad de experiencias, de visiones y de conocimientos. La tecnología puede actuar como un nexo en este proceso, que facilita el acceso a la conversación y derriba barreras, de manera crítica y reflexiva. El desarrollo de un marco común —político, social, económico y cultural— que facilite la comprensión y el trabajo conjunto de jóvenes, adultos y mayores para la resolución de conflictos presentes y futuros se hace imprescindible.
No basta con compartir espacio y tiempo. En la sociedad digital estos son precisamente los dos conceptos que más se han visto trastocados. Por eso, la primera pregunta que nos surgió es si deberíamos hablar de diálogo intergeneracional, multigeneracional o plurigeneracional. Intergeneracional se refiere a las interacciones directas entre generaciones, como ocurre en los proyectos donde los jóvenes y mayores intercambian experiencias. Multigeneracional describe la mera presencia de varias generaciones en un entorno, pero sin garantizar un diálogo activo. Por fin, el término plurigeneracional podría ser el más adecuado para describir una sociedad en la que todas las generaciones participan equitativamente. Concluimos, tras comentar con los distintos autores/as que han contribuido en este número, que necesitamos un enfoque plurigeneracional, donde todas las generaciones participen en condiciones de igualdad en la toma de decisiones; la auctoritas por encima de la potestas; las capacidades para comprender los cambios por encima del “aquí mando yo” o del “siempre se ha hecho así”. La ilusión, la generosidad, la transparencia y la colaboración por encima del miedo, la parálisis y el individualismo atenazante.
Los desafíos globales que enfrentamos requieren compromiso activo y modelos de colaboración profunda. Nos adentramos en un entorno de policrisis que ofrece oportunidades y riesgos dependiendo de la forma en que se gestionen factores como la superinteligencia —artificial, humana y colectiva—, la superlongevidad, el cambio climático, el acceso a la tecnología, los cambios laborales y las diferencias demográficas, entre otras.
Las brechas sociales, los temores a la pérdida de posiciones de dominio y el cortoplacismo amenazan nuestro bienestar futuro. Un esfuerzo plurigeneracional contribuirá, concluyen los autores de este número, a sortear la precariedad a la que se enfrentan los más jóvenes y ayudará a que los mayores, cada vez más longevos, no sufran las consecuencias del edadismo y de la soledad no deseada. Para avanzar hacia un futuro que incluya a todas las generaciones, para construir una sociedad cohesionada, es imprescindible abrir espacios de comunicación donde cada grupo pueda aportar su perspectiva y experiencia. TELOS 126 es uno de ellos.