La representación social que tenemos de la adolescencia 
está demasiado marcada por unos tintes negativos 
que hace que consideremos a las y los adolescentes como conflictivos, irresponsables e inmaduros. 
Una concepción dramática y poco basada en la evidencia que tiene importantes consecuencias, 
tales como los prejuicios, la tendencia de la profecía a auto-cumplirse, 
el aumento de los conflictos intergeneracionales en la familia y la escuela, 
o la limitación de derechos a adolescentes menores de edad...


Podríamos pensar que poner el foco en algunos de los problemas más prevalentes en la adolescencia ha facilitado la investigación y la intervención sobre unas situaciones de riesgo que durante mucho tiempo habían sido ampliamente ignoradas. Sin embargo, ese interés por el lado oscuro de la adolescencia ha llevado a estrategias basadas en un modelo demasiado centrado en el déficit y similar al modelo médico tradicional, que considera la salud como la ausencia de enfermedad. Frente a ese modelo tradicional, cada vez somos más los investigadores que defendemos un modelo de desarrollo positivo adolescente más interesado por la promoción de la competencia, el bienestar y el desarrollo personal que por la prevención de problemas, y que consideramos que una juventud libre de problemas no es una juventud suficientemente preparada para afrontar los muchos retos futuros que le esperan.

Apostamos por un modelo que presta una especial atención a la inclusión de variables que clásicamente han sido excluidas del interés investigador en el modelo tradicional, como es, por ejemplo, el género. Desde las primeras concepciones de la adolescencia hasta bien entrado el siglo XX, intelectuales en los campos de la filosofía, la antropología, la sociología o la psicología hicieron referencia al adolescente varón como representativo de esta etapa. Así, encontramos en el estudio de la adolescencia un marcado carácter androcéntrico que ha supuesto una escasa representatividad de las mujeres en la investigación.

La inclusión de la perspectiva de género supone una herramienta fundamental para superar este sesgo y atender a una importante variable empírica y analítica que nos ayuda a explicar el comportamiento de chicos y chicas adolescentes. Por este motivo, es importante incluir esta perspectiva cuando analizamos los factores individuales, familiares, escolares, relacionales y comunitarios asociados al desarrollo positivo en la adolescencia Y es que uno de los fines de la investigación en las Ciencias Sociales debe ser el orientarse hacia el desarrollo y la creación de un conocimiento que nos permita comprender los mecanismos que sostienen la igualdad y realizar propuestas de desarrollo de competencias en las personas orientadas a una sociedad más igualitaria en todos los ámbitos y específicamente en la relación entre hombres y mujeres.