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Obligaciones de la Entidades Deportivas y Ocio según la Ley O 8/2022, y la figura del Delegado/a de Protección: Informe POI.

 INFORME SOBRE LAS OBLIGACIONES DE LAS ENTIDADES DEPORTIVAS Y DE OCIO 
EN LA LEY ORGÁNICA 8/2021 
Y LA FIGURA DEL DELEGADO O DELEGADA DE PROTECCIÓN.



ÍNDICE DEL INFORME:
1. OBJETO....................................................................................................................... 4
2. MARCO NORMATIVO DE REFERENCIA........................................................... 4
3. ENTRADA EN VIGOR DE LA LOPIVI................................................................... 6
4. OBLIGACIONES DE LAS ENTIDADES DEPORTIVAS, DE OCIO Y TIEMPO
LIBRE IMPUESTAS POR LA LOPIVI........................................................................ 7
4.1. OBLIGACIONES IMPUESTAS A LAS ENTIDADES DEPORTIVAS, DE
OCIO Y TIEMPO LIBRE INDEPENDIENTEMENTE DEL DESARROLLO
AUTONÓMICO…………………………………………………………….………......8
4.2. OBLIGACIONES DIRECTAMENTE DEPENDIENTES DE LA
NORMATIVA AUTONÓMICA DE DESARROLLO Y LOS PROTOCOLOS DE
ACTUACIÓN, DE IMPOSIBLE CUMPLIMIENTO EN EL MOMENTO
ACTUAL………………………………………………………………………………...9
4.3. OBLIGACIONES QUE INDIRECTA O PARCIALMENTE DEPENDEN DEL
FUTURO DESARROLLO AUTONÓMICO………………………………………...10
4.3.1. Adopción de las medidas de protección "necesarias"…………………………10
4.3.2. Formación específica para fomentar y desarrollar el deporte inclusivo……..13
4.3.3. Designación de un Delegado o Delegada de protección……………………….14
4.3.3.1. Existencia de la obligación……………………………………………....……14
4.3.3.2. Perfil, características y funciones actuales………………………………..…17
4.3.3.3. Argumentos que abogan por diferir la designación actual de un Delegado o
Delegada de protección………………………………………………………………..20
5. CONCLUSIONES. ................................................................................................... 23


Aplicación de la LOPIVI en organizaciones de ocio, deporte o tiempo libre que trabajan con infancia.



Tras la aprobación de la nueva Ley Orgánica de Protección Integral a la Infancia frente a la violencia (LOPIVI), que regula lo relativo al ámbito del deporte y el ocio en el que participan niños, niñas y adolescentes (especialmente en sus artículos 48 y 49, así como destacan el artículo 20,21 y 23) muchas organizaciones de tiempo libre o del mundo deportivo nos habéis trasladado dudas sobre qué obligaciones legales tenéis y cuándo podrán ser exigibles. Por ello, desde la Plataforma de Infancia hemos analizado con un equipo jurídico las posibles interpretaciones de la Ley  y hemos preparado este artículo con preguntas y respuestas para intentar aclarar vuestras dudas. 

Es importante que tener en cuenta que las respuestas corresponden a una interpretación conservadora de la LOPIVI  a fecha 1 de marzo, pero que la aplicación de la misma dependerá de lo que determinen el Ministerio y las Comunidades Autónomas.

Según la LOPIVI, 
.- ¿Qué medidas tienen que poner en marcha las organizaciones de ocio, deporte o tiempo libre que trabajan con niños y niñas?.
.- Además de las medidas que deben regular las Comunidades Autónomas, ¿hay otras cuestiones que puedan afectar a las entidades que trabajan ocio, deporte o tiempo libre?.
.- ¿Qué otras cuestiones deben abordar las entidades que trabajan ocio, deporte o tiempo libre?.
.- ¿Qué se entiende por “medidas necesarias” para proteger a los niños y niñas de una situación de violencia?.
.- ¿A qué se refiere la LOPIVI cuando habla de formación específica para fomentar y desarrollar el deporte inclusivo?
.- ¿Qué funciones debe tener la persona que actúe como Delegado/a de Protección?.
.- ¿Qué características debe tener la persona que actúe como Delegado/a de Protección?.
.- ¿Qué debo tener en cuenta una vez que mi Comunidad Autónoma transponga la LOPIVI?.

«Diseñando la mesa del cambio....». Renovando desde dentro nº4

¿Qué tipo de intervención es más eficaz en la reparación de daños 
por desprotección infantil?.


Este artículo quiere plantear una reflexión sobre los tipos de intervención que se llevan a cabo desde los sistemas de protección a la infancia y adolescencia en general. Diseñar la mesa significa plantearse tres preguntas clave:
.- Quiénes deben participar en la intervención especialmente planteando si las familias negligentes y/o desprotectoras pueden y deben participar en el cambio de sus hijos e hijas.
.- Cómo debe ser esa intervención: si se debe priorizar el trabajo individual con los chicos y chicas, o si se debe privilegiar la participación tanto de las familias que han generado el daño como las familias de acogida y adoptivas.
.- Y qué papel deben tener los profesionales que participan en esa mesa.

La experiencia profesional y la literatura señalan dos claves que normalmente se repiten y que son determinantes en promover el cambio y la reparación del sufrimiento de muchos chicos y chicas:
.- La herramienta más eficaz para ayudar en el cambio es la relación con la persona que ayuda o acompaña.
.- El modelo de intervención a veces puede contribuir a generar cambio, pero también puede convertirse en un factor que mantiene el problema, e incluso puede dar como resultado en intervenciones que no dejaron ningún tipo de huella, que a veces es mucho peor.

Hablar de la mesa implica, a modo de metáfora, pensar en si debe ser una mesa redonda, una mesa larga o estrecha, una mesa de cristal o una mesa de madera robusta… Sea cual sea la mesa hay dos mensajes que queremos transmitir:
.- La reparación del dolor y el sufrimiento requiere la participación de la familia que ha generado desprotección, pero también de la familia que intenta desde el día a día reparar sus manifestaciones y emociones.
.- Que el sufrimiento concreto que se manifiesta a través de traumas, desregulaciones, sufrimiento, problemas de conducta, etc. debe ser un contenido que se trabaje con la implicación y participación de las familias[1].

Por tanto, no sirve cualquier mesa; necesitamos definir las claves que deberían ayudarnos a establecer qué tipo de mesa debe ser el soporte desde el que desplegar el trabajo técnico los y las profesionales, pero también en el que las familias de acogida, adoptivas y de origen sientan qué papel es el que deben tener en este proceso de acompañamiento emocional.

Intervención individual e intervención familiar

Existen diferentes formas del trabajo en protección a la infancia:
.- Intervenciones que se centran exclusivamente en el chico o la chica (psicomotricidad, logopedia, psicoterapia, atención psiquiátrica…), considerando que el cambio está en este principalmente para superar las consecuencias de la desprotección vivida. La denominaremos para facilitar la reflexión “intervención individual”.
.- Intervenciones que consideran la preferencia de fomentar la implicación y participación de las familias en el cambio.

Cuando hablamos de intervención “individual” o “familiar” incluimos todas las intervenciones o abordajes que puedan ser llevados a cabo por todo tipo de profesionales (educativa, psicológica, psicoterapéutica, acompañamiento…) y que se llevan a cabo tanto con familias de origen, como de acogida y adoptivas.

Sin duda, la respuesta equilibrada sería la necesidad de aunar ambas, pero la práctica dista mucho de esta realidad y no solo cuando se trata de plantear la presencia y participación de la familia que ha generado el daño sino de las familias de acogida y adoptivas.

A modo de ejemplo…

“No llevo encima ninguna cuchara” (Gila)

Un chiste gráfico de Gila presentaba a un abuelo pidiendo por la calle con su nieto pequeño que se encontraba por la calle con otro señor, supuestamente con medios económicos y esta es la conversación que tenían[2]:
“Por favor, ¿me podría dar algo para que mi nieto se tome una sopa?
Lo siento, pero no llevo encima ninguna cuchara”.

Sin ánimo de destrozar el chiste, el abuelo esperaba quizá dinero para comprar una sopa y la solución que aportaba el señor con medios no respondía a lo que realmente necesitaba el nieto, que era comer. Esto es lo que queremos plantear en este apartado, cómo a veces las respuestas profesionales no responden al problema real de lo que está pasando, sino que se aportan soluciones que lejos de resolverlos, contribuyen a mantenerlos.

Los últimos años ha emergido una cantidad de literatura especializada sobre las dificultades y necesidades de los chicos y chicas en el sistema de protección. Palabras como trauma, desregulación, disociación, resiliencia, vinculación, apego,… destacan en todas ellas y un sinfín de herramientas para su abordaje.

Pero resulta curioso cómo la mayor parte de los casos atendidos reciben normalmente un importante volumen de intervención individual y un bajo volumen de intervención familiar.

En una administración pública que por respeto no citaremos, menos del 8 % de las intervenciones psicológicas en 2020 correspondieron con intervenciones grupales o familiares, 530 sesiones frente a las 9.100 de sesiones individuales. Es llamativo cómo siendo la causa del daño el funcionamiento familiar, la solución se trabajaba de manera individualizada como si la familia no tuviera un papel en la solución del mismo.

Esto representa una gran paradoja en un sistema de protección cuyo origen está en el daño por situaciones de desprotección, negligencia o maltrato familiar. Es como si para trabajar la inseguridad emocional y el daño emocional, hubiéramos optado por hacerlo sin contar de alguna manera con la familia. Podríamos entender que se pudiera prescindir de la familia desprotectora (si bien es algo que queremos cuestionar en este artículo), al fin y al cabo, son los generadores del daño, pero lo común es que se prescinda en general de todas las familias, también de las de acogida y adoptivas.

Se prescinde de las familias cuando la prioridad en el trabajo técnico se hace con los chicos y chicas por separado de sus familias; cuando no se implica a las familias de origen en la reparación del daño generado; cuando no se realizan intervenciones para mejorar la vinculación con la participación de las familias (de acogida, adoptivas y de origen); cuando se tecnifica tanto el abordaje del trauma, la disociación y la desregulación que solo puede ser desarrollado por profesionales, mientras que el trabajo familiar implica pensar que se puede abordar todo ello en casa, en la vida cotidiana, en los espacios de encuentro familiares…; cuando en las visitas establecidas no se permite que se trabaje la historia de vida; cuando las familias no cuentan con toda la información que los profesionales recogen en las intervenciones con los chicos o chicas, entre otras.

Hace unos años en una mesa redonda un psicoterapeuta con mucha experiencia explicaba la filosofía de su modelo de intervención señalando que, para ayudar en el daño emocional a un chico acogido, él primero intentaba generar seguridad emocional en el chico, para, posteriormente, cuando las cosas fueran bien, transferir esta experiencia a la familia y ayudar a que se generalizaran esas habilidades en la familia. Igual la estrategia es efectiva, pero cuando menos es muy complicada, requiere mucho tiempo, demasiada transferencia de formas de relación, en vez de entrar en el centro de la cocina de la familia, abordar cómo se relacionan, se comprenden y se sienten, y que se pueda generar cambio desde el principio. Este debería ser el objetivo.

Una fragmentación de la intervención, ¿necesaria?

El trauma, la disociación, la inseguridad emocional y la desregulación no son problemas individuales, son problemas que afectan y pueden ser afectados en positivo o negativo por la familia. ¿Podemos intervenir sobre estos daños sin contar con las familias? Desde nuestro punto de vista, NO.

Carl A. Whitaker en su magnífico libro Danzando con la familia señalaba lo siguiente: “Cuanto mayor es la necesidad que siente el terapeuta [o cualquier otro profesional] de asumir la responsabilidad de un paciente, menor es su confianza en la capacidad del paciente para comportarse como una persona competente. Debemos evitar que la gente se convenza que es inepta[3]”. Plantea por eso que “la presencia de toda la familia es la única manera que conozco para generar la ansiedad y la motivación necesarias para el cambio”[4] Las familias del sistema de protección, así entendido, “necesitan experiencias reales (…), el estilo debe consistir en insistir en las experiencias emocionales, no en las enseñanzas educativas”[5].

La existencia de muchos abordajes individuales requiere un nivel de coordinación muy intenso entre todos los intervinientes, pudiendo hacer que al final los profesionales requieran tanto tiempo para ponerse de acuerdo y coordinarse, que no dé tiempo a atender a la propia familia. Recientemente en un caso de acogimiento familiar en familia ajena temporal se planteaban los siguientes recursos de intervención para poder evaluar un retorno:
.- Una figura psicológica para el tratamiento con la madre sobre sus dificultades (consumos de drogas, posible problemática de salud mental).
.- Otra figura psicológica para el tratamiento con el padre.
.- Una tercera, para trabajar la relación de pareja.
Y finalmente, sin contar la derivación a otros recursos como salud mental, punto de encuentro, se planteó incorporar una figura socioeducativa para temas de gestión económica, organización sociofamiliar, la red de apoyo, etc.

Demasiados profesionales trabajando en un mismo problema familiar hecho trocitos técnicamente. La fragmentación de los problemas, fragmenta la intervención y complejiza el trabajo porque requiere más tiempo casi para coordinarse que para intervenir. Todas las intervenciones son necesarias, pero la familia debe descubrir y entender qué parte de su problema puede ser atendido por cada agente interviniente. Es una solución muy compleja para familias en situaciones de crisis y alta inestabilidad emocional. Así planteado, es altamente improbable que se decida una reunificación, porque la familia debe cumplir las exigencias y mínimos de todos los recursos intervinientes, y, además, que todos los profesionales estén de acuerdo y compartan la visión de la familia.

Esto también sucede a los chicos y chicas acogidos en familia ajena del sistema que, por lo general, cuentan con diferentes profesionales en la intervención: técnico de seguimiento, psicoterapeuta, supervisor/a de visitas, intervención desde salud mental,… Decidir a quién tienes que contarle el recuerdo traumático puede ser de mucho interés (irónicamente hablando). Se lo puedes contar a todos, a uno de todos (pero no siempre se garantiza que la información fluya entre todos y al final termines fallando a una de esos profesionales que te ayudan), o decidir no contárselo a ninguno… Cuantos más profesionales, a menudo, peor. Quizá la única solución hubiera sido decidir entre todos que el sufrimiento de ese chico se ayude a que lo comparta con su familia de acogida… Pocas veces es así.

Así visto, algunas soluciones profesionales se pueden convertir en un factor que refuerce la imposibilidad del cambio. La fragmentación de los problemas hace más difícil comprender que todo está interrelacionado, que el cambio no está en la actuación profesional sino en la capacidad de la familia de recoger el dolor y el sufrimiento.

Una intervención profesional práctica que diluye a la familia

Si nos preguntáramos todos los profesionales del sistema de protección qué modelos teóricos son la referencia de la intervención, cuando menos, saldrían le teoría del apego, el modelo sistémico, la resiliencia… Todas ellas comparten de una u otra manera la importancia de la familia para modificar el tipo de vinculación, las dinámicas familiares o para activar los factores de protección y resiliencia.

Pero estos magníficos modelos se ven traicionados por una práctica muy centrada en el “Yo trabajo contigo lo que sientes y luego te ayudo a abordarlo con tu familia”, que normalmente suele ser más bien, “Yo trabajo contigo lo que sientes y después ya veremos lo que pasa, les daré unos consejos y más que suficiente…”. Es decir, que uno termina haciendo lo que un amigo denominaba un BLV, es decir “Búscate la vida”.

Jorge Colapinto habla del proceso de disolución familiar que pasa con la mayor parte de las familias de origen cuando entran en el sistema de protección. Las familias terminan siendo sustituidas en todas sus funciones a menudo por profesionales, generando “pocas oportunidades para interactuar [con la familia de origen especialmente], control exterior de la vida emocional, formación de relaciones significativas con profesionales a expensas de las relaciones internas de la familia y subversión de las relaciones jerárquicas entre padres e hijos”[6].

Si no lo remediamos de alguna manera, corremos el riesgo de generar el mismo proceso de disolución familiar con las familias de acogida y las adoptivas, cuando tenemos que ser capaces de ayudarles a que cumplan su función reparadora y de cambio.

¿Quién debe reparar el daño? ¿Quién se debe sentar a la mesa?

Un trauma se siente, se evoca, se intenta exteriorizar, mentalizar, perdonar, se llora, se silencia… Si este proceso lo tiene que hacer el chico o chica a solas con la ayuda profesional como principal referencia, sería como plantearse escalar el Himalaya. Se puede, pero hay que tener mucha fuerza, mucha motivación interna y mucha experiencia, y aun así tiene riesgos. La mayor parte de los chicos y chicas con los que trabajamos no tienen todas estas claves, pero las pueden tener cuando cuentan con el respaldo de una familia.

La clave para que muchos traumas puedan ser reparados es que dejen de estar silenciados, que dejen de estar solo en la cabeza del chico o la chica y sean compartidos con las personas significativas. No siempre es necesario que este proceso implique poner palabras, pero sí requiere cierta conexión emocional, y sobre todo la posibilidad de sentirse sentido, es decir de sentir que el otro siente lo que ese chico o chica está viviendo.

Sentirse sentido/a implica que los chicos y chicas puedan ver reflejado su dolor en sus familiares cercanos; pueden sentirse comprendidos cuando exteriorizan su dolor de buena o mala manera; pueden percibir que no están solos, aun cuando a veces su sufrimiento les sature y desborde; que la mirada de sus familias sigue observándoles de manera cercana y respetuosa y sigue transmitiendo esperanza; incluso que las familias reconozcan que no han sabido ayudarles en ocasiones o que les han hecho daño. Sentirse sentido ayuda a que el objetivo no sea poner palabras, sino minimizar la sensación de soledad y vivir que el dolor es compartido con su familia y que la familia conoce y reconoce el daño vivido.

Para reparar el daño necesitamos a menudo la implicación de toda la tribu. Pero hay algunas personas que tienen una mayor responsabilidad en el mismo y que sin su participación, se hace más difícil remontar en la vida. La familia puede ser tanto la que ha generado el daño, como la que acoge o adopta a ese chico o chica. Intervenir con la familia no es fácil, pero si no lo hacemos, dejamos la responsabilidad completa del cambio familiar en el propio chico o chica, la suerte o la improvisación.

Reparar el daño implica a las familias de origen, implica a las personas que generaron el daño. Esto implica en todos los tipos de desprotección, como mínimo, reconocer el daño realizado y ayudar a desculpabilizar a la víctima. Pero esta intervención, sin duda de alta complejidad en casos de maltrato y abuso, no puede llevarse a cabo de cualquier manera. Debe llevarse a cabo en condiciones protectoras: con el acuerdo del chico o chica, garantizando un trabajo previo intensivo con las personas responsables del daño; una actitud de colaboración clara y honesta mantenida en el tiempo y la ausencia de contraprestaciones por dicho reconocimiento; una planificación rigurosa; un acompañamiento a la persona menor de edad continuado y la participación de las figuras de referencia (familia de acogida, adoptiva, profesionales clave…). Se debe fomentar que repare el daño quien lo hizo.

No siempre ese daño será posible ser reconocido y reparado. Stefano Cirilo explica que “sin una intervención de coacción es imposible atrapar a la familia, es también verdad que, si no se consigue suscitar en la familia una genuina motivación para el cambio, se obtendrán resultados superficiales y efímeros”[7]. Por tanto, no podemos trabajar la reparación sin trabajar de alguna manera esta posibilidad, aunque no parezca ni posible ni viable.

Recientemente en una visita, una madre biológica le transmitía a su hija acogida en acogimiento permanente en familia ajena que sabía que le había hecho mucho daño, que como ella no había sabido cuidarla, ella había aprendido a cuidarse sola y no compartir el dolor que sentía y, le terminaba diciendo, “quiero que le cuentes a A [nombre de la acogedora] cada vez que sientes algo doloroso, para que entre ella y yo podamos ayudarte”. Este es el objetivo.

Intervenir así “no significa insistir en que todas las familias tienen que estar juntas sin considerar el destino de sus miembros individuales, sino que significa esperar que muchas familias negligentes sean capaces de romper el patrón complementario que ha diluido su propio proceso dentro del proceso de los servicios sociales”[8]. Implicar a la familia de origen, sentarla a la mesa del cambio, es una necesidad, sin que por ello esto suponga tener que promover la reunificación familiar.

Pero esta reparación también implica a las familias de acogida y adoptivas. Muchos chicos y chicas han tenido experiencias traumáticas, y ojalá muchos de estos daños pudieran ser reparables completamente, pero la experiencia muestra que, cuando la familia que lo generó no lo reconoce, se tiene que ayudar a que los chicos y chicas puedan aprender a vivir con ello, y aquí estas otras familias son claves.

Las familias de acogida y adoptivas, por lo general, son personas comprometidas, con alta motivación y disposición para poder ayudar, pero que se encuentran con el hecho de que recogen las consecuencias del daño que otros generaron, no siempre pudiendo hacerle frente, entenderlo o manejarlo.

Cuando la intervención es individual y no se cuenta con estas familias, estamos mirando a estos padres y madres de acogida o de adopción como si fueran simples cuidadores mientras que son los profesionales los que generan el cambio. Sería algo así como “Tú como familia dale de comer, atiéndele lo mejor que puedas, llévale al cole y del trauma nos hacemos cargo los profesionales”. Siempre es la familia la que contribuye al cambio, la que ayuda a disminuir la necesidad de disociación hablando de los recuerdos dolorosos sin miedo, la que ayuda a regular el descontrol emocional y la inseguridad a través de los abrazos, del contacto físico, de las actividades de ocio compartidas… y la que recoge una parte del sufrimiento y el trauma y lo hace propio para aliviar la carga de dolor que lleva a sus espaldas cada uno de los chicos y chicas.

El cambio, el sufrimiento, el trauma y la vinculación se reparan, se contrastan y se ponen en jaque en el sofá de casa, no en el diván de un gabinete ni en las mesas de los despachos. Y se hace viendo una película, cuando se colabora en actividades de la casa y la familia, cuando se cocina en familia, cuando se juega en familia… Es decir, se hace a través de las oportunidades que la vida cotidiana nos da cada día. Tenemos el riesgo de tecnificar en exceso una intervención ya de por sí compleja, cuando lo que la intervención debe promover son momentos para ayudar a que las familias reparen dicha relación, pero en casa.

Pero intervenir con la familia también supone devolverle la responsabilidad del cambio y su contribución al mismo. Es fundamental que en esta mesa se puedan reconocer los frutos de los esfuerzos, preocupaciones y actuaciones. Muchas familias piensan que el cambio del hijo o hija es fruto del apoyo profesional, que el hijo o hija ha cambiado él solo o ella sola, o que el cambio está causado por el azar o la conjunción astral, cuando en realidad son las familias las que, en casa, poco a poco y en esa vida cotidiana, son los auténticos artífices del cambio. Es necesario ayudarles a reconocer que los cambios los han provocado con sus esfuerzos, sus nuevas miradas, sus paciencia, su autocontrol… Si esto es importante para todas las familias, es fundamental para las familias de acogida y adoptivas, que ponen todo su esfuerzo y su presente para reparar parte de las consecuencias del pasado pudiendo ofrecer así la oportunidad de un futuro mejor.

¿Qué papel tienen los profesionales en esta mesa?

Sentar a las familias en la mesa del cambio implica que la figura profesional deja de ser la responsable del cambio, la figura central del proceso, para convertirse en alguien que establece las condiciones de seguridad para que se puedan activar las relaciones familiares sin riesgo para los niños, niñas y adolescentes y que acompañe el cambio.

“El rol de experto o gurú tiene cierto atractivo porque nos engaña haciéndonos creer que somos especiales. Que tenemos la sabiduría o la inteligencia necesaria para hacerles saber ‘a ellos’ algo más de la vida”[9].

“Si bien puede ser que las familias se acerquen a nosotros en medio de una crisis, no son de ninguna manera impotentes. En virtud de su interconexión, tienen tremendos recursos para explotar. El dicho ‘un beso de mamá vale por mil del terapeuta’ es cierto. Los miembros de la familia tienen el potencial de ser útiles entre sí, de inspirar el crecimiento. En comparación, nuestra potencia es demasiado débil”[10]

Los profesionales deben ayudar a que las familias pongan encima de la mesa sus recursos, sus miedos, su historia y se les ayude a pensar soluciones compartidas, se le ayude al sistema a pensarse a sí mismo. Podríamos concluir como decía Colapinto: “Una vez que el valor de la conexión familiar es reconocido, las ‘intervenciones’ no son tan complicadas de diseñar”[11].

No necesitamos profesionales especialistas en hacer el cambio, sino especialistas en acompañar a la familia en el cambio, ayudando a que los sistemas familiares se reorganicen y busquen soluciones compartidas, aunque lleven tiempo.

¿Qué mesa necesitamos?

.- Una mesa en la que el centro sea el niño, niña o adolescente, pero en la que estén sentadas sus familias (de origen, de acogida o adoptiva). No siempre podrá estar todo el mundo, pero debe ser una mesa que implique y favorezca la participación de las personas responsables del daño y de los familiares significativos para ese chico o chica.
.- Donde el foco sea el reconocimiento del daño por parte de la familia de origen; la búsqueda en familia de soluciones compartidas, y la creación de relaciones que ayuden a seguir reparando a través de la vida cotidiana.
.- Sin duda, una mesa fuerte de madera que pueda recoger, sin miedo a romperse, el enorme peso del sufrimiento, del trauma, la desregulación y el maltrato vivido.
.- Una mesa firme, que sea capaz de recoger el peso de todo el dolor, los enfados, los golpes en la mesa, y aguante el peso de la incertidumbre, las dudas o el impasse del tiempo cuando no se encuentran soluciones.
.- Una mesa redonda que favorezca la cercanía y evite juegos de poder.
.-Una mesa no muy grande, porque necesitamos a la tribu pero no queremos que la presencia de demasiadas personas diluyan las cuestiones clave que tenemos que trabajar: el sufrimiento, las emociones y el dolor.
.- Una mesa donde se pueda hablar, pero también donde se pueda escribir las soluciones y se pueda pensar en familia.
.- En la que las figuras profesionales garanticen unas condiciones de seguridad para todos, dinamicen y garanticen que todos se puedan sentir escuchados y respetados; el uso de un lenguaje que ayude a visibilizar el daño y favorezca la conexión emocional mutua.
.- Una mesa en la que puedan participar figuras clave como los educadores y educadoras de los chicos y chicas que viven en centros de acogida junto con la familia de origen, vertebrando una interrelación necesaria y focalizada en trabajar el dolor y el cambio.

Menos diván y más mesa camilla con brasero

Asumir el tipo de mesa que sugerimos implicaría algunos ajustes posibles y reales…
.- Que uno de los contenidos clave del trabajo sea fomentar la sintonía emocional en familia para disminuir el miedo y la ansiedad que muchos chicos y chicas presentan. Se hace necesario desarrollar más intervenciones que ayuden a mejorar la calidad de la vinculación en las familias atendidas, como un contenido transversal a lo largo del tiempo.
.- Poner en el centro de la intervención que las familias puedan hablar del sufrimiento y el dolor vivido y la búsqueda de soluciones.
.- Utilizar herramientas que ayuden a recoger las visiones diferentes de los adultos y los chicos y chicas y poder trabajar después con las diferencias que surjan.
.- Implicar en el abordaje del trauma, como norma general, el planteamiento de que debe reparar el daño quien lo hizo, reconociéndolo y siempre sujeto a unas condiciones mínimas.
.- No dar por imposible la intervención con una familia sin haberlo intentado suficientemente.
.- Promover que los espacios de visitas se conviertan en momentos clave para el trabajo de historia de vida con la presencia de la familia de origen y de reconocimiento del daño.
.- Favorecer la posibilidad de que las familias de acogida y de origen se conozcan, compartan la mesa para hablar de las necesidades y evolución de los niños y niñas… Ídem para los chicos y chicas en centros de acogida, favoreciendo espacios para la comunicación entre los técnicos del recurso residencial y la familia de origen, centrada en el cambio.
.- Ampliar el número de intervenciones y visitas domiciliarias donde se trabaje principalmente con todos los miembros de la familia
.- Y sobre todo que el principio del interés superior del menor no se focalice en una visión de derechos que sitúan a los profesionales como responsables de su garantía. Los profesionales deben ayudar a las familias a que garanticen esos derechos. Necesitamos un sistema donde los profesionales no tengan la responsabilidad en todas las decisiones, sino que tengan la responsabilidad de promover el diálogo, el cambio en las familias pensando en el futuro y en la necesidad de construir una tribu para cuando el sistema deje de ser el responsable del caso.

Mi experiencia profesional después de 25 años de trabajo intensivo, de multitud de cursos de formación, lecturas, supervisiones de casos, etc., me ha hecho darme cuenta de que lo más terapéutico para ayudar a disminuir el trauma, más allá de las tecnologías, los protocolos, las herramientas novedosas, es que los adultos y el chico o la chica puedan llorar en familia, compartir el sufrimiento, el dolor y sentirse sentidos mutuamente. Llorar en soledad genera rabia, llorar en familia genera alivio. He ahí el verdadero reto para las familias y también para los y las profesionales.

En resumen, 
necesitamos menos diván y más una mesa camilla con brasero que aporte calor y un sitio donde estar y mantenerse para seguir solucionando el dolor y el sufrimiento en familia. Necesitamos más intervención, implicación y presencia de todas las familias en el cambio.

[1] El concepto de familia incluye tanto a la familia de origen como a las familias de acogida y adoptivas, intentando transmitir, a través de esta reflexión, la importancia de la implicación y participación de todas ellas, porque todas ellas forman parte de la historia vital y el mundo emocional de cada niño, niña o adolescente en protección a la infancia.
[2] Por si alguien tiene curiosidad por el chiste gráfico https://www.elperiodico.com/es/fotos/ocio-y-cultura/mejores-chistes-graficos-gila-periodico-112975/4571353 (se encuentra a mitad de página)
[3] Whitaker, C. A., y Bumberry, W. M. (1991). Danzando con la familia. Barcelona: Paidós, p. 54.
[4] Ibídem, p. 55.
[5] Ibídem, p. 60.
[6] Linares, J. L., y Colapinto, J. (2020). Historias para no dormir. El maltrato institucional en la atención al menor. Barcelona: Gedisa, p. 76.
[7] Espina, A. et al. (1995). Problemáticas familiares actuales y terapia familiar. Valencia: Promolibro, p. 341.
[8] Colapinto, J. (1998) La dilución del proceso familiar en los servicios sociales: Implicaciones para el tratamiento de las familias negligentes. Redes: revista de psicoterapia relacional e intervenciones sociales, 1(2), pp. 9-36. Recuperado de: https://www.colapinto.com/files/Dilucion_Proceso.pdf
[9] Whitaker, C. A., y Bumberry, W. M. (1991). Danzando con la familia. Barcelona: Paidós, p. 49.
[10] Ibídem, p. 192.
[11] Minuchin, P., Colapinto, J., y Minuchin, S. (2013). Pobreza, institución y familia. Barcelona: Amorrortu.


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La niñofobia: oponerse a los menores es un nicho de mercado.

Batalla no es entre niños y adultos, sino entre los adultos que, 
en lugar del diálogo y la empatía mutua, se colocan etiquetas unos a otros.

Veo una tanda de diez monólogos. Cuatro sobre cómo los niños pueden cansar y sacar de quicio a los adultos. Un monologuista dice que el aborto debería ampliarse hasta los diez años para controlar las rabietas de los niños. «Si no te portas bien…», dice el monologuista pasándose el índice por el cuello. El público ríe y aplaude.

Monólogos que desafían a la corrección política. (Este artículo no ataca la libertad de expresión —que defenderé en todo momento—: es una observación sobre la televisión y la sociedad). Monólogos que años atrás no hubieran sido emitidos. Nadie habría escrito contra los niños y su naturaleza.

La televisión certifica a su manera que se acabó el tabú de hablar contra los niños y contra la infancia. La televisión rara vez trata asuntos defendidos por un público reducido. Para que una corriente de pensamiento o una moda interese a la televisión, los seguidores deben sumarse por millones. (Millones de espectadores = mayores ingresos por publicidad).

Ahora la oposición a los niños es un nicho de mercado.

Los monologuistas lo saben. Hablan de temas que «están en el ambiente» porque necesitan las risas. Su público: padres agotados (con hijos grandes o pequeños) y personas sin hijos con prejuicios. Personas que no ocultan en reuniones de amigos y las redes sociales que no soportan a los niños. Este rechazo está etiquetado como «niñofobia» por quienes aman a los niños.

Niñofobia, un tema del siglo XXI

La niñofobia es un tema de nuestro siglo. Google muestra un resultado de niñofobia antes de 2000. Anterior a 2006, cinco enlaces: dos erróneos (son recientes); una queja en un blog porque está mal visto decir que los niños hacen ruido («y no tengo niñofobia»), y dos comentarios en foros. Anterior a 2010, 40 enlaces. Anterior a 2016, 5.600 enlaces. Uno de los primeros establecimientos en colgar «no se admiten menores de 12 años» en España (2011) recibió fuertes críticas de personas e instituciones.

Poco después, otros bares y cafeterías se sumaron al «no se admiten niños». Siguieron las ofertas de hoteles solo para adultos y los vagones de tren que no admiten niños. Los últimos «no se admiten niños» están en las bodas y han creado roces entre los novios e invitados que lo consideran inaceptable. Más de una novia visualiza la boda perfecta sin críos correteando, gritando y padres riñéndolos.

Quienes muestran su rechazo a los niños ya no se ocultan por temor a ser recriminados. Saben que recibirán críticas, pero también saben que no están solos.

Hay reuniones de vecinos a la gresca por el horario de luces en el patio: unos quieren las luces apagadas a las diez de la noche. No quieren que los niños tengan luz para jugar. Muchos de los que tienen hijos menores quieren luz hasta pasadas las once.

En las redes sociales hay una lucha incruenta pero constante. Hay personas que suben imágenes de bebés y se quejan: «Menudo viaje me espera». Hay madres y padres que denuncian las quejas con «Stop NiñoFobia». Relatan en blogs «casos» de niñofobia. La mayoría comienzan con una madre entrando con su bebé en un transporte público y la mirada acusatoria de los adultos. Miradas en las que se adivinan prejuicios: bebé = ruido.

Pero, ¿realmente existe la niñofobia? ¿La discriminación y el rechazo a los niños por ser niños equiparable al racismo y la homofobia?

Hay distintas clases de rechazo. Hay padres que sólo soportan a sus hijos y detestan a los ajenos; padres que para «una noche sin niños» eligen establecimientos que no admiten menores de edad; y sí, hay personas sin hijos que rechazan a los niños en menor o mayor medida sin motivo aparente. Adultos que consideran que los niños son culpables de ser niños hasta que se demuestre lo contrario. Aunque la auténtica batalla no es entre niños y adultos, sino entre los adultos que, en lugar del diálogo y la empatía mutua, se colocan etiquetas unos a otros. Posturas mantenidas en algunos casos de manera visceral que da pie a pensar que los adultos no somos tan adultos —responsables y capaces de gestionar nuestras emociones— como deberíamos.


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El niño filósofo y la ética. "Dar tiempo de calidad a los niños implica escucha y apartar el móvil", entrevista Jordi Nomen.


 J. 
Nomen ha publicado una trilogía de libros en los que propone ejercicios prácticos 
para que madres y padres (y profesores) activen el diálogo filosófico con los niños. 
En El niño filósofo y la ética (Arpa, 2021), su nuevo trabajo, promueve los valores sociales para que ejerzan como ciudadanos comprometidos, empáticos y responsables.  

Entrevista a Jordi Nomen.

Los niños tienen la capacidad de filosofar, de hacerse preguntas y de dudar de todo. Afirma que pueden empezar de muy muy pequeños. ¿Cómo hacemos los padres y las madres para iniciarlos?

La primera premisa es escucharlos. Normalmente no damos espacio para que los niños y las niñas puedan expresar cuáles son sus preguntas o dudas o hipótesis. La segunda cuestión sería enseñarles a problematizar: mostrarles que la realidad es polifacética y polivalente, que se construye en colectividad y que no hay una verdad absoluta porque la verdad es contextual. Los padres debemos preguntarles más que responderles.

Recomienda a los padres y a las madres sobre todo “darles tiempo”.

Vivimos en una sociedad en la que el tiempo se ha monetarizado y mercantilizado, así que disponemos de poco tiempo para nosotros, y menos para los niños. Parece que no es importante dedicarles tiempos de calidad. "De calidad", añadiendo el sintagma preposicional, quiere decir escuchándoles con atención y dejando el móvil o la lavadora a un lado. Incluso si son pequeños situarnos a su altura para que podamos ver y puedan ver nuestros ojos.

¿Es importante mirarnos a los ojos?

Cuando nos comunicamos tenemos que asegurarnos que el canal del mensaje está libre. Si estamos mirando a otro lado se detecta que el canal está ocupado. Cuando miramos a alguien, a sus ojos, la persona entiende que el canal está libre y la comunicación se establece de forma fluida y plena.

Cuando nos comunicamos tenemos que asegurarnos que el canal del mensaje está libre. Si estamos mirando a otro lado se detecta que el canal está ocupado

¿Qué preguntas podemos hacerles para activar el pensamiento filosófico?

Las primeras preguntas podrían ser formarles ante sus decisiones o acciones. Preguntarles por las intenciones y las consecuencias de sus acciones. Como cuáles son los medios que se está tomando para llegar a la decisión, o qué implicación va a tener esta en las demás personas. O qué consecuencias puede tener o cuál es el contexto o qué alternativas hay. Tienen que aprender a hacer hipótesis, así que el "tú por qué crees" hay que practicarlo mucho.

Estas preguntas sirven para formar diálogo y construir pensamiento propio. Ponen en marcha las habilidades de pensamiento de las criaturas. Lipman dice que debemos fomentar habilidades diversas y que las preguntas que les hacemos son las que las mueven. Pedirle un ejemplo a un niño o a una niña sobre lo que afirma es trabajar la habilidad de ejemplificar, o pedirles resumir su pensamiento en un titular procura la habilidad de sintetizar.

Usted dice que el ejercicio de filosofar hace a niñas y niños creativos, críticos y cuidadosos. ¿A qué se refiere con cuidadosos?

El pensamiento cuidadoso es el que se ocupa de pensar sobre las demás personas. Es un pensamiento valorativo, que emplea los valores, que trabaja la inteligencia emocional porque usa las emociones. Es un pensamiento que se preocupa por los demás: que tengan su espacio y lugar. También trabaja sobre las consecuencias que tienen nuestros actos en el resto y que los tengamos en cuenta cuando tomamos decisiones. Es lo mismo que el pensamiento ético, es un ejercicio de ciudadanía porque tiene un papel social.

Hay que explicar a los niños que los demás siempre tienen que estar en nuestra ecuación. Hay que plantearles pensar cómo van a afectar las decisiones propias en otras personas. Y sobre todo, cómo mostrar respeto hacia ellos con nuestras acciones

¿Cómo se educa a los niños y niñas en la ciudadanía?

Explicándoles que los demás siempre tienen que estar en nuestra ecuación. Hay que plantearles pensar cómo van a afectar las decisiones propias en otras personas. Y sobre todo, cómo mostrar respeto hacia ellos con nuestras acciones. Estamos acostumbrados a imponer a los demás cómo deben pensar y cómo deben sentirse. Lo vemos continuamente en las clases: "Oye, has herido con tus palabras a un compañero", y la respuesta es "era una broma". Y la pregunta que hay que hacerle es: ¿pero tienes derecho a decidir cómo tiene que sentirse la otra persona? Quizá será una broma en intención pero, si la otra persona lo ha vivido mal, ya no es una broma porque no se han reído juntos. Nadie tiene derecho a decidir cómo deben sentirse ni pensar las otras personas. He ahí el pensamiento cuidadoso: no decidir por los demás, sino tenerlos en cuenta.

¿El pensamiento cuidadoso sería el pilar para educar a los niños y las niñas en democracia?

Sí, sobre el bien común y el interés general, se trata por tanto de pensar que no estamos solos y que convivimos con otras personas que tienen los mismos derechos y deberes que nosotros. Es imprescindible educar a nuestros niños en el pensamiento cuidadoso para vivir la ciudadanía responsable, activa y rebelde. Y digo rebelde porque rebeldes son aquellos que no se conforman cuando hay alguien que está mal y piensa y trabaja para que todos estemos bien. Hay un concepto sudafricano que me encanta: ubuntu, que significa "yo soy porque nosotros somos". El mundo iría mucho mejor si tuviéramos en el pensamiento que si los demás no son felices, es imposible que uno lo sea.

Las familias y la escuela estamos intentando inculcarles el valor del bien común a la vez que el de la competencia y el sálvese quién pueda. ¿Cómo casa?

Este es el gran dilema. Entiendo que hay otra manera de interactuar con el mundo más allá de la adaptación social, me refiero a la transformación social. Hay demasiada injusticia y cuestiones que no funcionan y nosotros tenemos el poder, sobre todo si nos asociamos y lo hacemos con los que tenemos al lado, de intentar cambiar a un mundo mejor. La filosofía no puede ser una entelequia que sueña y en la que los filósofos están flotando en el éter: desde pequeños hay que remangarse e intentar trasformar las cosas para que seamos mejores. Por supuesto esta idea contrapone a toda idea mercantilista, de súper éxito o de emprender negocios sin tener en cuenta a los demás.

La filosofía no puede ser una entelequia que sueña y en la que los filósofos están flotando en el éter: desde pequeños hay que remangarse e intentar trasformar las cosas para que seamos mejores

Si la filosofía consiste principalmente en hacerse preguntas y los niños demandan principalmente respuestas, ¿no les podemos frustrar?

Lo importante es que comprendan que las respuestas no son cerradas, porque eso es dogmatismo. Hay que explicarles que las respuestas dependen del contexto y las circunstancias, así que se construyen con los demás. Y para esto hay que valorar la diversidad y educarles en la escucha a todo el mundo. Las respuestas cerradas solo son posible en la ciencia. Mis alumnos no se frustran con las respuestas diversas, al contrario, las analizan e incluso aceptan que se han equivocado. Es importante que aprendan que no tener la razón no significa inferioridad.

¿Hay que educarles en la tolerancia incluso a la intolerancia?

No, es una línea roja. La intolerancia se carga a la tolerancia, entonces ya no hay espacio para seguir siendo tolerante. Frente a la intolerancia hay que actuar con métodos como la denuncia o la desacreditación de la validez de esas opiniones que seguro estarán basadas en prejuicios y estereotipos o en sesgos cognitivos erróneos. La intolerancia se basa en la ignorancia, por tanto es imperiosa la necesidad de desenmascarar la ignorancia.

¿Cuándo y cómo matamos la curiosidad y las ganas de saber de los niños?

Cuando no les escuchamos. La Filosofía para niños tiene esa ventaja, no es un currículum cerrado en el que se dice lo que hay que hacer, sino que se invita a los niños y niñas de qué quieren hablar. Matamos su curiosidad cuando les entregamos la tecnología sin haber trabajado su buen uso antes. La tecnología lo que hace es absorber la atención y a la vez dispersarla. Si los mantenemos encerrados en cuatro paredes también merma, así que es bueno salir a la naturaleza, viajar y abrirles el mundo, conocer otras culturas y personas diversas. Y por supuesto acercarles el arte: ver cuadros, películas o música juntos y reflexionar luego o mientras.

Dice en sus libros que a sus alumnos los pone a dibujar. ¿Por qué el dibujo puede ser filosófico?

Les propongo por ejemplo dibujar la isla de sus pensamientos. Les indico que, metafóricamente, su cabeza es una isla, y si esto es así, qué pensamientos habría en esa isla. El dibujo incluye una forma de simbolismo, es lo que se llama pensamiento analógico. En esta isla ellos han llegado a poner el volcán de la rabia, el río de la calma o la bahía de la amistad. Lo interesante es que te expliquen por qué identifican un río con la calma. El dibujo les ayuda a hacer un ejercicio de introspección y a analizar sus pensamientos y sus emociones. El dibujo es una manera fantástica de entrar en el mundo filosófico de los niños y las niñas.

Cuando un juego es reflexivo, después del juego es un buen momento para preguntarles cosas como: ¿por qué solo juegan a fútbol los niños? o ¿qué han sentido los que han perdido?

¿Por qué es tan importante el juego en la educación y, como cuenta usted en sus libros, también en la filosofía?

El juego es una forma de acercarse al mundo y de conocer la realidad. Todos nos hemos acercado a las normas de convivencia y a las reglas sociales a través de este. Así que considero que cuando un juego es reflexivo, después del juego es un buen momento para preguntarles cosas como: ¿por qué solo juegan a fútbol los niños? o ¿qué han sentido los que han perdido? El juego acompañado de preguntas pertinentes puede dar lugar a buena filosofía.

El Gobierno ha eliminado en la Lomloe la Ética en la ESO. ¿Qué opina usted?

La ética es imprescindible para una democracia y una ciudadanía de calidad. La ética se centra en el pensamiento cuidadoso. Perder ética es perder humanidad en las aulas. Considero que la asignatura no debe impartirse como el estudio de lo que han dicho anteriores pensadores sino que la ética tiene que bajar a la calle. Esto quiere decir aterrizarla y abordar los problemas sociales e individuales que tenemos. Tiene que basarse en dilemas éticos y morales y hablar sobre estos temas. Por ejemplo, la pandemia nos ha planteado un buen dilema: libertad o seguridad. Esto debería abordarse en las aulas. No hay ningún interés en promover una ciudadanía crítica, creativa y cuidadosa y esto da que pensar. ¿Por qué a los estados no les interesan ciudadanos y ciudadanas pensantes?, ¿es porque les vuelve más rebeldes y exigentes a la hora de pedir transparencia al poder?. 

*Filosofía para niños fue el proyecto creado en los años 60 por el educador y filósofo Matthew Lipman (Vineland, 1932). Si un niño piensa, un niño puede filosofar, así que el reto consiste en plantearles problemas y preguntas filosóficos desde la cotidianidad, el diálogo entre iguales y la escucha activa. 
*Jordi Nomen (Barcelona, 1965) es discípulo de Lipman: profesor de Filosofía y Ciencias Sociales en la escuela Sadako de Barcelona. Nomen ha publicado una trilogía de libros en los que propone ejercicios prácticos para que madres y padres (y profesores) activen el diálogo filosófico con los niños. En El niño filósofo y la ética (Arpa, 2021), su nuevo trabajo, promueve los valores sociales para que ejerzan como ciudadanos comprometidos, empáticos y responsables.  
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GSIA es una asociación sin ánimo de lucro, de carácter independiente, que fue creada hace 10 años por un pequeño pero apasionado grupo de profesionales de diferentes especialidades.

Su finalidad principal es la de contribuir al reconocimiento de los derechos humanos en la infancia y la adolescencia, a través del estudio, la formación, la sensibilización y la difusión de los mismos.

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Día de Debate General 2021: Los derechos de la infancia y el cuidado alternativo.


El Comité de los Derechos del Niño de la ONU
se reúne en Debate General los días 16 y 17 de septiembre 
para tratar sobre «Los derechos de la infancia y el cuidado alternativo."


Dicho Día de Debate General es una reunión pública cuyo fin es fomentar una comprensión más profunda del contenido y las implicancias de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) en relación con temas específicos. Durante casi un año han sido invitados a participar los representantes de los Gobiernos, los mecanismos de derechos humanos de las Naciones Unidas, los órganos y organismos especializados de las Naciones Unidas, las instituciones nacionales de derechos humanos, la sociedad civil, el sector empresarial y expertos individuales, así como los niños, las niñas y la juventud. 


Acceso a las contribuciones de Eurochild
al Día de debate general. 


Al #colegio hay que ir andando y con amigos.

 ¿Por qué sigue siendo importante 
ir a la escuela andando con amigos y amigas a pesar de la pandemia?
Diferentes investigaciones apuntan a los beneficios 
que tiene ir a la escuela de una manera activa (andando, en bicicleta, en patinete) 
en el bienestar integral de los y las NNA, y no solo en los aspectos físicos, 
también en los sociales, emocionales y académicos.

#HábitosSaludables #ActividadFísica.

Naiara Berasategui Sancho,  
e   Israel Alonso, y otros...* 
Euskal Herriko Unibertsitatea,
Fuente The Conversation/Educación.

La Covid-19 ha demostrado que el mundo que conocemos puede cambiar en cualquier momento. El estrés motivado por la inseguridad económica, política y social nos puede llevar a pensar que planificar el futuro, incluso el cercano y simple, puede parecer imposible. Para muchas personas, estas situaciones no han hecho más que agravar la creciente sensación de inseguridad.

Aunque sean tiempos de incertidumbre, los niños y las niñas tienen que seguir creciendo y desarrollándose. La infancia sigue teniendo necesidades y capacidades que hay que atender: socializarse, desarrollar su autonomía, movimiento, conocimiento del entorno…

Diferentes investigaciones apuntan a los beneficios que tiene ir a la escuela de una manera activa (andando, en bicicleta o en patinete) en el bienestar integral de los menores, no solo en los aspectos físicos, también en los sociales, emocionales y académicos.

En esta línea, investigadores de la Universidad de Granada han demostrado que ir a clase de esta manera mejora la autoestima, la autonomía de los niños y niñas y su salud individual.
Únase y apueste por información basada en la evidencia.

Pero ¿por qué sigue siendo importante ir a la escuela andando con amigos y amigas a pesar de la pandemia? La Covid-19 ha traído consigo muchos cambios en el ámbito social que han influido e influyen directamente en la vida de los niños y niñas. Con el fin de controlar la crisis sanitaria, se han impuesto varias limitaciones tanto en la movilidad como en las relaciones.

Proyectos paralizados
Entre otras medidas, la nueva normalidad ha paralizado proyectos que estaban en marcha y que mejoran la calidad de vida y el bienestar de las y los menores, entre los que se encuentran el proyecto Caminos Escolares.

Puede parecer que el hecho de que un niño o niña vaya caminando a la escuela junto a otros niños y niñas y sin ninguna persona adulta que vigile sus pasos no supone ningún cambio, pero con cada paso que da, ese niño, esa niña, descubre su entorno, aprende, crece… Ese camino, que recorre cada día, le ayuda a ganar seguridad en sí mismo, a ser corresponsable, a saber que hay personas adultas que confían en ellos y ellas, a construir relaciones de cercanía y apoyo mutuo entre iguales. En definitiva, a desarrollar su autonomía y sus interacciones de manera gradual.

Un mapa de mínimos
Para ello, desde Haurren Hirien Sarea –Red Vasca de Ciudades por la Infancia– se ha dibujado un mapa –unos mínimos y unas acciones- que puede ayudar a aterrizar en lo concreto de cada situación o imaginar un recorrido posible.

Eskolara Lagunekin (A la escuela con Amig@s) es una apuesta municipal de transformación del espacio común y nuestros hábitos de relación/movilidad a través de la promoción de la autonomía de movimiento de la infancia en la ciudad.

El camino de casa a la escuela se convierte en un espacio que se realiza sin la ayuda de una figura adulta. Para ello, la transformación de los entornos y la implicación de la comunidad, como las personas de los comercios, supone que esos tránsitos sean seguros.
Shutterstock / LeManna

¿Qué se consigue de camino al colegio?
Diferentes entidades y personas que compartimos, más allá de preocupaciones, el compromiso de restaurar la autonomía de la infancia desde la salud comunitaria y el desarrollo de nuestros pueblos y ciudades hemos redactado un documento porque sabemos que hoy, en este contexto de pandemia, ir andando a la escuela con amigos y amigas tiene más sentido que nunca.

Hoy también es necesario seguir incentivando este tipo de estrategias y proyectos como los Caminos Escolares para fomentar la autonomía de la infancia y para promover, entre otros, estos aspectos:
    La realización de actividad física y los desplazamientos activos.
    El descubrimiento y conocimiento de sus barrios, pueblos y ciudades.
    El fortalecimiento de redes y el tejido de alianzas.
    La puesta en valor de lo comunitario.
    La transformación de relaciones y espacios.
    La contribución al diseño de nuevas estrategias.
    La conciliación familiar.

Por todo ello, como se recoge en el manifiesto COVID 19: Una respuesta comunitaria para una pandemia social, del Observatorio de Salud Comunitaria Covid-19, es importante, no solo disponer de una estrategia sanitaria, sino también desarrollar intervenciones conjuntas de toda la sociedad con las que se aprenda a convivir con la pandemia.

Es necesario diseñar nuevas formas de proteger a las personas más vulnerables promoviendo la educación y el desarrollo social de la infancia y juventud, mejorando la calidad de vida, la interacción social y los cuidados personales.

* Naiara Berasategui Sancho: Profesora en el Departamento de Didáctica y Organización escolar, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
  Israel Alonso: Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea.
Este artículo se ha redactado en coautoría con Pedro Blanco (Solasgune), Eneritz González (Solasgune), Patxi Cirarda (Departamento de Salud Gobierno Vasco), Aitziber Benito (Departamento de Salud Gobierno Vasco) y Goizalde Atxutegi (Innobasque).

Información a través de la Consejería de Educación y Deporte de la Junta de Andalucía, Estrategia de Promoción de una Vida Saludable en Andalucía Familia y Salud; Consejería de Salud y Familias Escuela Andaluza de Salud Pública Ventana Abierta a la Familia.