Por Kepa Paul Larrañaga
Valga de ejemplo el suceso del lunes 20 de abril de 2015 en el ‘Instituto Joan Fuster’ de Barcelona.
Nuestra representación ideal de la infancia elude imaginar (sobre cualquier escenario posible) la silueta de un niño empuñando un arma: ballesta o cuchillo, pues en nuestra esquiva representación de la infancia a esa sombra la denominamos adulto y no niño, para querer juzgarla en la proporción de su mayor sombra.
Según su forma
el espacio compone una serie infinita de puntos mientras una figura
contenida en el espacio está delimitada por sus propios puntos. La
figura es una representación perceptible. Los pintores ‘impresionistas’
componían formas instantáneas, delimitadas por la espontaneidad al ser
captadas, mientras la técnica de pintura japonesa sumi-e componía representaciones y trazos interiorizados. El pintor sumi-e libera sus sentidos durante el metsuke para centrar y focalizar su mente. En cambio, el impresionista queda arrebatado en el instante de sus sentidos.
Estas
dos maneras de representar contraponen una espontaneidad vívida, fiel
al instante, y otra espontaneidad íntima que precisa de interpretar la
experiencia al velar su realidad. Ambos movimientos artísticos o
técnicas interpretativas confluyen sobre otro conjunto de matices de
toda representación: color, textura y tono. Una figura antropomórfica de
un niño no varía en número de elementos y forma de otra figura
antropomórfica de un adulto si se proyectara su silueta. Depende de la
distancia a la que se encuentra el foco que apunta para formar esta
silueta. Aunque el gesto también es textura pues en la dinámica de las
cosas interpretamos para suponer reproducir veracidad en el que imagina.
Debe de ser como poder decir durante este acto performativo de siluetas
y formas. Y el mensaje sea: mi gesto y mi silueta es exactamente lo que
debes pensar y finalmente piensas.
La representación social no deja de ser
un juego de luces y sombras. Así el emisor de su forma se amolda a lo
que quiere el observador piense de su figura. Valga de ejemplo el suceso
del lunes 20 de abril de 2015 en el ‘Instituto Joan Fuster’ de
Barcelona. Nuestra representación ideal de la infancia elude imaginar
(sobre cualquier escenario posible) la silueta de un niño empuñando un
arma: ballesta o cuchillo, pues en nuestra esquiva representación de la
infancia a esa sombra la denominamos adulto y no niño, para querer
juzgarla en la proporción de su mayor sombra.
Nuestra adulta representación infantil
debería equilibrar identidad y representación. Y debería sumar dar voz a
su propia representación infantil (la de los niños, niñas y
adolescentes), para permitirles a éstos y éstas saberse conducir en su
identidad. Pues esta depende, a su vez, de los modelos a los cuales se
acercan los niños y niñas de manera recíproca, al ser observadores
participantes de este juego de luces y sombras con sus adultos.
El biólogo Richard Dawkins en su libro
“El gen egoísta: las bases biológicas de nuestra conducta” define el
concepto Meme. La estabilidad de este ‘gen cultural’ se debe por
replicación de copias fidedignas de cerebro en cerebro, penetrando en el
sistema cultural por imitación. Tal y como señala Susan Blackmore, “[…]
si un observador recibe un trato amable por parte de otros, es
posible que se sienta obligado a corresponder al modelo […] Este efecto
se podría desprender de la combinación de la “regla de reciprocidad” que
se deriva del altruismo recíproco y de la norma benéfica de Allison,
ser amable con los que nos imitan” (Susan Blackmore, “Las Máquinas
de los Memes”). En correspondencia con el ‘altruismo recíproco’ la
profusa y rápida evolución de las TIC ha hecho de la Red de internet un
contenedor global de memes.
Según afirma Albert Bandura en su teoría
del ‘aprendizaje vicario’, éste (el aprendizaje) se da mediante procesos
imitativo-cognitivos a través de un modelo, aprendiendo durante la
intervención y en la interacción en las acciones y actividades. Este
paradigma excluye la necesidad del refuerzo, cualquiera de éstos,
durante el aprendizaje; formando, a su vez, la identidad de manera
mimética.
La correspondencia entre el modelo de
aprendizaje vicario que preconiza Albert Bandura con el ecosistema
‘memético’ que se compone en internet, construye una red cultural donde
los niños y las niñas coparticipan al imitar y reproducir fenómenos de
entropía al variar los memes en un entorno performativo online y
offline.
El proceso que abre la memética queda
vinculado a la propia capacitación identitaria con base kinética del
niño y de la niña. Así, deberíamos aprender a recoger y registrar,
también, todos los gestos posibles e imposibles que los niños y niñas
proyectan. Y éstos no son trazos de ‘brocha gorda’.
Finalizo definiendo ‘MEME’ como:
ALTRUISMO MIMÉTICO EN LA TRANSMISIÓN
CULTURAL Y UNIDAD MÍNIMA INFORMATIVA QUE MANTIENE LA FIDELIDAD DE LA
COPIA SOBRE UNA RED DE INTERNET COMO CONTENEDOR GLOBAL.
Kepa Paul Larrañaga Socio GSIAExperto en TIC y Derechos de Infancia
NETólogo,
Experto en TICs y Derechos de Infancia. Especialista en “Gestión
estratégica y liderazgo social”, por el Programa del Departamento de
Gestión Pública del IESE. En el año 2011 participé como Experto en
Infancia en el II seminario del PENIA (Plan Estratégico Nacional de
Infancia y Adolescencia) del Gobierno de España. En octubre de 2012,
Ponente en el XI Congreso Internacional de Infancia Maltratada con la
ponencia “Hacia la ciudadanía digital, ¿quién nos pide ayuda?” y relator
en el Foro "Justicia e Infancia" del Ministerio del Justicia. Desde
marzo de 2013, convocado como ponente-experto en la Subcomisión de Redes
del Congreso de los Diputados de España y convocado como
ponente-experto en la Ponencia Conjunta de Estudio sobre Internet y
Redes Sociales del Senado de España. Actualmente co-director del libro
co-editado por UNED, Ministerio de Justicia y Thomson Reuters-Aranzadi
"Menores e Internet". Director del curso sobre Derechos de la Infancia
"Los espacios de la Infancia y la Adolescencia" con FIOB (Fundación
Internacional O'Belen). Miembro del “Grupo de Trabajo Público-Privado de
Menores e Internet” de Red.es para la Agenda Digital española.
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