Enseñar a desobedecer

Fuente Periódico La Escuela
Tomado de  Educar en Verde

Tal vez como resultado de nuestra historia, y de la cultura latina, la sociedad española es excesivamente protectora con sus hijos. “Están infantilizados” afirma Lorenzo Urbano, uno de los investigadores de la Universidad Rovira i Virgili que evaluaron el grado de madurez de los jóvenes españoles y descubrieron que no empiezan a ser realmente autónomos y responsables ¡hasta los 27 años!. 
Los pésimos (aunque cuestionables) resultados en las pruebas PISA de resolución de problemas (23 puntos por debajo de la media europea), apuntan también a una dificultad endémica para tomar iniciativas y ser creativos. 


Y muchos profesores como la  filósofa Marina Garcés, se inquietan por la excesiva dependencia que observan entre sus alumnos, perfectos ejecutores de instrucciones, siempre ávidos de indicaciones precisas, pautas y modelos. Más allá del miedo y los hábitos sociales, Garcés se pregunta por la forma en que familia y escuela cultivan una obediencia que destruye la capacidad de pensar de forma crítica, de asumir riesgos y tomar decisiones propias. Y constata que en parte es debido a la forma en que nos relacionamos y transmitimos los conocimientos, un estilo más heredero de la escolástica que de una auténtica tradición ilustrada. 
Es cierto que aún se imparten muchos contenidos de manera exclusivamente teórica y dogmática, como si fueran verdades absolutas; que aún se exige memorizar y se persigue el error como si de un cisma se tratara… ¿Cómo podríamos liberarnos del “sesgo autoritario” que continúa impregnando nuestra cultura? Desde mi punto de vista, una buena opción sería ofrecer a los estudiantes la posibilidad de elegir tanto aquello que desean aprender, como la forma en que quieren aprenderlo. Un alumno que decide asistir a una lección magistral sobre por ejemplo, los reyes godos, se convierte en sujeto activo de su aprendizaje: no ha tenido que acatar el mandato arbitrario de otra persona, ni se ha visto forzado a adquirir unas determinadas capacidades. Por tanto, puede dar un sentido a su actividad y, al mismo tiempo, ser crítico con ella. Ofrecerles la posibilidad de participar, decidir y elegir, es decir, de ser sujetos responsables y autónomos, es el mejor antídoto contra la pasividad del obediente ejecutor de la voluntad de otros. 


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