Ciudadanía de la Niñez.

Hallazgos de Investigación sobre el Movimiento 
por una Cultura de Derechos de la Niñez y Adolescencia en Chile.


FIGUEROA GRENETT, CLAUDIO






diciembre, 2016, pp. 118-139
Centro de Estudios Sociales
Valparaíso, Chile

1. APROXIMACIÓN AL PROBLEMA

Los conceptos infancia y niñez presentan un sinnúmero de complejidades producto de las diversas perspectivas en el campo de estudios sobre la infancia, que conducen a caminos muchas veces divergentes. En el presente trabajo, cuando se habla de niños, población infantil y niñez, se hace referencia al colectivo humano (M. Liebel, 2007*) -si bien diferenciado- que comparte características contingentes como ser personas menores de 18 años, inscritas en el proceso de socialización escolar, económicamente dependientes y sometidas a la autoridad adulta (L.Gaitán, 2006*). 
Por su parte, la infancia como categoría social apunta al continente y no al contenido, es el espacio y tiempo socialmente construido en el cual el ser humano es tratado y habita como niño (Rodríguez, 2007). 

La psicohistoria enseña que los significados que hoy asociamos al significante infancia se remontan a dos fenómenos situados en el siglo XVII, a saber: el despertar de una pesadilla en la cual los niños eran objetos de violencia (De Mause, 1982) y el sentimiento propio de los moralistas y reformadores (Ariès, 1987). En lo sucesivo, surge la necesidad de controlar los movimientos de los niños y presionar su naturaleza maleable, para conseguir, a través de la familia y escuela, el proceso de reproducción social orientado por la emergente burguesía europea (Rodríguez, 2007). En este escenario, la sociedad progresivamente se va obsesionando por los problemas físicos, mentales y sexuales de los niños con el objetivo de adecuar una socialización que los convierta en adultos. 
Sobre estos supuestos se construye el espacio moderno habilitado para la niñez, el cual proyecta sobre ella una incapacidad para enfrentar la vida y, en coherencia, la somete a una régimen de cuarentena (Ariès, 1987) a través de instituciones disciplinarias y de control, responsables de moralizar y normalizar a este grupo social (Rodríguez, 2007). En opinión de Pilotti (2001) dicho proceso encuentra su fundamento en la tensión entre derechos individuales y autoridad estatal, que fue solucionado por medio de la invención de mecanismos de socialización capaces de producir autonomía, consciencia y las virtudes cívicas coherentes con el Estado moderno.

En el campo de las ciencias sociales los discursos tradicionales convergen en lo que Rodríguez (2007) denomina “la sociedad se apropia del niño”, es decir, producciones de sentido que sitúan a éstos en un lugar secundario, como objetos de socialización y existencias transitorias en el camino hacia la adultez. La sociología de Durkheim (2006) y Parsons (1998) y, por su parte, la psicología evolutiva de Erikson (1993) y Piaget (1975), se cruzan en una modalidad de saber en la que los niños constituyen una entidad pre-social que debe adoptar una forma moral, un depósito de las pautas de interacción del sistema social o un conjunto de etapas de maduración orientadas a integrar normas morales, roles sociales y habilidades cognitivas. En cualquiera de los casos se presenta una valoración del tiempo futuro de los niños -cuando ya no son- lo que invisibiliza su experiencia presente (Bustelo, 2011). 

Las instituciones y saberes que conforman la infancia moderna aluden a lo que actualmente puede ser definido con el término adultocentrismo. Dicho concepto hace referencia a un estilo de organización propio del capitalismo que otorga a las clases adultas la capacidad de control sobre quienes define como menores de edad (Duarte, 2012). Esto se expresa en una relación asimétrica y tensional entre los adultos y los “más jóvenes” que está montada sobre un universo simbólico y un orden de valores patriarcales (Arévalo, 1996). 

El adultocentrismo  indica la subordinación de la niñez a una cultura dominada por el mundo adulto, del mismo modo que el patriarcado subordina a las mujeres a los patrones culturales que reproducen la dominación masculina. El conjunto de prácticas discursivas y no discursivas propias de la matriz socio-cultural adultocéntrica sostiene la figura del adulto como modelo acabado al que se aspira para la consecución de tareas sociales y productivas (Kraouskopf, 1998), mientas tanto a los menores de edad se les atribuyen cualidades tales como dependencia, irracionalidad e incapacidad. Lo anterior implica desigualaciones etarias presentes en la elaboración de conocimiento, en el funcionamiento de las instituciones burocráticas y en las prácticas de la vida cotidiana, que tiene como efecto la producción de un espacio-infancia caracterizado por la negación de la visibilidad y el reconocimiento de los niños en las esferas socialmente significativas. 

Lo dicho conecta con la idea de un patrón de ciudadanía y ámbito público propio de las democracias occidentales que tiende a universalizar la figura del hombre, adulto, heterosexual y blanco como aquella que cuenta con las capacidades para discutir las cuestiones públicas, al tiempo que excluye a diversos “grupos minoritarios” (mujeres, niños, afrodescendientes, homosexuales, etc.) caracterizados por las pasiones, la irracionalidad y la dependencia (Fraser, 1997; Young, 2000). A contrapelo del universalismo moderno que admite mecanismos de exclusión situando a determinados grupos al margen de la humanidad (Balibar, 2013a), los movimientos sociales han desarrollado otras ciudadanías que buscan extender la esfera de la igualdad-libertad (Balibar, 2013b), haciendo de la ciudadanía una identificación que se debe construir y propiciar a pesar de que no se encuentre dada empíricamente (Mouffe, 2012).

 En consideración del clásico discurso de la ciudadanía como completa membrecía de la comunidad (Marshall y Bottomore, 2005), el adultocentrismo produciría una ciudadanía parcial para la niñez en tanto limita el ejercicio de los derechos que ejerce el mundo adulto. Por su parte, en los movimientos por la emancipación de los niños cabe  suponer experiencias que fragilizan el estilo de organización adultocéntrica, a través de producciones de subjetividad y, al mismo tiempo, de otras ciudadanías. El Movimiento por la Liberación de los Niños en Estados Unidos, el Movimiento de Adolescentes y Niños Trabajadores Hijos de Obreros Cristianos en Perú, el Movimiento Nacional de Meninhos y Meninhas de Rua en Brasil (Liebel, 2006) y el Movimiento por una Cultura de Derechos  de Niños y Adolescentes en Chile, adquieren una importancia decisiva a la hora de relevar las realidades sociales emergentes producidas en confrontación con el adultocentrismo.

 Las posibilidades teóricas de brindar visibilidad y reconocimiento para los niños puede encontrarse en el interaccionismo simbólico (Mead, 1999; Blummer, 1982) y en el construccionismo (Berger y Luckman, 2001). En estas perspectivas, la perpetua indeterminación de la construcción de sentido y la socialización como proceso conflictivo interminable exige dotar a la niñez de una potencia inventiva en lo que respecta a las significaciones instituidas de la sociedad. En coherencia con lo anterior, la sociología de la infancia (Gaitán 2006; Rodríguez, 2007), la psicología social crítica (Iñiguez, 2003; Garay, 2001; Ibáñez, 1997) y la noción de imaginario social (Fernández, 2007; Bergua, 2007; Castoriadis, 2010), presentan un conjunto de proposiciones que permiten concebir la infancia como una invención discursiva de los colectivos humanos que, sin embargo, no está exenta de sedimentaciones de sentido que promueven la subordinación de los niños al mundo adulto.

 El imaginario social instituido, entendido como el conjunto de significaciones que instituyen a los colectivos humanos, construyendo las relaciones sociales-materiales, las formas contractuales y los universos de sentido (A.M. Fernández, 2007), habilita una comprensión del adultocentrismo como una red de significaciones sociales que generan desigualaciones etarias, categorizando a los cuerpos, asignándoles una identidad y oponiendo una ley de verdad sobre sí mismo que se les obliga a reconocer y que otros deben reconocer en ellos (Foucault, 2011), no obstante la permanente existencia de una dimensión instituyente que, al momento de su emergencia, puede fragilizar las significaciones sociales instituidas. La fijeza relativa de lo que Duarte (2000) define como matriz socio-cultural adultocéntrica, abre la pregunta por la conceptualización de los elementos instituyentes que cabe suponer presentes en los movimientos sociales de reivindicación de derechos de la niñez.
 En este marco, el presente texto expone el análisis del relato de niños y adultos que han participado en el Movimiento por una Cultura de Derechos de Niñez y Adolescencia en Chile. Éste tuvo por objetivo reflexionar sobre la producción de subjetividad en el caso de una experiencia única de participación en la que se implican niños y adultos , considerando los elementos instituyentes que evidencia el Movimiento a pesar de habitar en un fondo simbólico adultocéntrico. En este sentido, el texto pretende ejercitar un gesto crítico-afirmativo abordando cómo el modo de hacer del movimiento, latente en la experiencia organizativa y en las formas de acción política, construye otras ciudadanías. Esto puede contribuir a problematizar las relaciones entre generaciones en instituciones, organizaciones y movimientos sociales......

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*.- Ambos son miembros de la Asociación GSIA.

Espacio Abierto, espacio cultural diseñado expresamente para niñas, niños y adolescentes madrileños.

Espacio Abierto Quinta de los Molinos, un proyecto pionero que abre sus puertas 
el 21 de julio en el Palacete de La Quinta de Los Molinos.

Madrid estrena un espacio cultural diseñado expresamente para niñas, niños y adolescentes.

Espacio Abierto Quinta de los Molinos 
.- abrirá el próximo 21 de julio y supone el primer centro dedicado expresamente a la infancia, la adolescencia y sus familias.
.- quiere ser un lugar abierto a las familias, para que lo hagan suyo y lo disfruten en cualquier momento, más allá de las actividades programadas
.- contará con una programación estable de citas culturales y educativas en colaboración con artistas y centros educativos
.- con una escuela de hostelería para jóvenes en situación de vulnerabilidad que, junto al profesorado, se harán cargo del servicio y gestión del Café-Jardín


Las niñas, los niños y los adolescentes de Madrid estrenan un espacio cultural diseñado expresamente para ellas y ellos. El próximo 21 de julio abrirá sus puertas Espacio Abierto Quinta de los Molinos, el primer centro cultural del Ayuntamiento de Madrid dedicado exclusivamente a la infancia y la adolescencia. La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, ha presentado hoy (11 de junio) este espacio pionero en la ciudad que ella misma ha impulsado desde el primer día que conoció el palacete del parque La Quinta de los Molinos. Junto con Manuela Carmena han presentado este nuevo centro municipal Marta Higueras, delegada del Área de Equidad, Derechos Sociales y Empleo, y Beatriz de Torres, directora artística de Espacio Abierto Quinta de los Molinos.

Espacio Abierto, situado en el palacete de La Quinta de los Molinos, perteneciente al  Ayuntamiento desde 1982 y hasta ahora sin actividad, nace con una fórmula innovadora que propone ser un espacio donde estar, disfrutar, aprender y crear en un entorno que fomente la creatividad.

Para ello Espacio Abierto trabajará en una doble línea, por un lado, ofrecerá un programa de actividades estable de la máxima calidad con espectáculos, talleres y actividades muy diversas. Por otro, invita a convertirse en un "cuarto de estar" abierto donde todos y todas puedan disfrutar, independientemente de que participen en laspropuestas programadas.

Esta fórmula, que nos invita a estar y a participar en Espacio Abierto, se apoya en una tercera línea que define la propuesta innovadora del centro: La Quinta Cocina. Bajo este nombre se presenta una  escuela de hostelería para jóvenes en situación de vulnerabilidad que llevarán el Café-Jardín, un café que ofrecerá menús y propuestas gastronómicas para invitarnos a estar y disfrutar de este nuevo espacio para las familias en Madrid.

Manuela Carmena ha señalado: “Tenía que haber algo para niños de 0 a 16 años en Madrid, son una parte importantísima de la ciudad. Una ciudad que no mira a los niños y las niñas pierde su futuro y eso nunca sucederá en Madrid. Hemos empezado con Espacio Abierto Quinta de los Molinos y seguiremos con esa mirada desde la creatividad a la infancia”.

Por su parte, la directora artística de Espacio Abierto Quinta de los Molinos, Beatriz de Torres, ha señalado: “hay una cosa muy bonita que estamos viviendo desde el principio con este proyecto y es que todas las personas que se han implicado, desde las distintas áreas, desde sus diferentes ámbitos de actuación, han acabado enamorándose de él”. Beatriz de Torres ha apuntado que quería cerrar el acto con una frase “preciosa, que generalmente se atribuye al gran científico Albert Einstein, que dice: La creatividad es contagiosa, pásala. Eso esperamos en este espacio”.

Una “casa” abierta
Estar, tomar un café, jugar libremente o merendar. Espacio Abierto se presenta como un “cuarto de estar” abierto en el que disfrutar independientemente de si se asiste o no a las actividades programadas. En esta “casa” para todos y todas, Espacio Abierto cuenta con diferentes espacios diferenciados también por edades y contenidos. Hasta los 12 años cuentan con la Urbanoteca, un espacio reservado al juego libre y espontáneo. Con diferentes zonas para bebés, para niños y niñas de 4 a 9 años, para el juego pausado y un apartado audiovisual, con juegos específicos y materiales adecuados. Entre sus arcos la Urbanoteca acoge una exposición permanente en homenaje al artífice de la Quinta de los Molinos y su palacete: César Cort y Botí. De este modo, ciudad y urbanismo también se convierten en protagonistas del espacio.

Los mayores de 13 años,tienen en#PlayQuinta su espacio reservado. Los y las adolescentes podrán sentirse cómodos y organizar ellos mismos juegos y actividades espontáneas siempre acompañados dinamizadores cualificados. Para ello #PlayQuinta contará con una sala insonorizada,  una mesa de ping-pong, juegos de mesa, comics, instrumentos y libros fascinantes.

Y para todas las edades, el gran patio central invita a estar y a convertirse en el lugar “central de la casa”  en el Café-Jardín. Gracias a su abundante vegetación será una continuación de los jardines de la Quinta de los Molinos donde además se podrán consumir los menús, platós y postres servidos por La Quinta Cocina.

Menú de actividades
Espacio Abierto contará con una programación estable de los 0 a los 16 años durante todo el año, que arrancará de manera gradual el próximo 21 de julio.

La programación, que se ha diseñado con la exigencia de alta calidad y la búsqueda constante de nuevas propuestas como las máximas fundamentales, se desarrolla en torno a distintas líneas que contarán con diferentes colaboraciones artísticas, educativas e institucionales.

Buscando una relación estable y fluida con el tejido artístico, La Quinta en Compañía, será una un programa donde artistas y colectivos diseñen una propuesta de actividades más allá de la exhibición de sus producciones, compartiendo procesos de trabajo o impartiendo talleres específicos, durante un periodo de tiempo determinado, que normalmente será de un mes.

Como parte de esa relación con el tejido creativo arrancará La Quinta Crea, una línea que ofrecerá la posibilidad a compañías, artistas y colectivos de proponer iniciativas específicas, concebidas e inspiradas por y para el centro.

Además, Espacio Abierto tendrá una intensa y continuada relación con los centros educativos de la ciudad (escuelas infantiles, colegios e institutos) a través del programa La Quinta Con-Ciencia donde se abordarán tanto temas de concienciación como aquellas situaciones que se enfrentan a diario en las aulas como prevención del acoso o el uso de la tecnología.

Para la llevar a cabo sus propuestas y citas, Espacio Abierto cuenta con un Auditorio de 148 localidades muy especial, a medida del público protagonista del centro, además de dos aulas dedicadas a talleres multidisciplinares y un aula digital específica para actividades relacionadas con las nuevas tecnologías.

Citas para el verano
Con la presentación de Espacio Abierto arranca la programación de verano de este nuevo espacio, cuyos contenidos se ampliarán con la programación de otoño. Para este verano, Espacio Abierto Quinta de los Molinos hace su despegue con dos días de puertas abiertas que ofrecerán actividades gratuitas sin inscripción previa.

La instalación teatral Les Irréels de la compañía francesa Créature, la instalación de land art Todos Somos Quinta o los talleres De la Quinta al Cielo de Chiquitectos, serán algunas de las citas que abran el espacio. En el mes de agosto, Espacio Abierto contará con La Quinta: Sinfonía de Verano, un campamento musical de 6 a 14 años, los talleres plásticos de La Quinta de Colores o la propuesta de creación audiovisual y Sonora Esta quinta me suena. En total decenas de citas para las niñas y niños y sus familias que pasan el verano en Madrid y que pueden consultar la programación completa en espacioquinta.madrid.es

La escuela de la Quinta Cocina
La Quinta Cocina será una escuela de hostelería  para jóvenes en riesgo de exclusión social de entre 16 y 23 años que acogerá Espacio Abierto durante todo en curso y que se encargará del Café Jardín. Bajo la filosofía “aprender haciendo” se ofrecerá formación, como ayudantes de cocina y camareros, a 120 alumnos y alumnas por curso, con 4 meses de formación en Espacio Abierto y 2 meses más de prácticas en restaurantes de prestigio.

Dentro de la formación que recibirán en la escuela, los 40 alumnos por cuatrimestre dirigidos por profesorado de la escuela participarán a fondo en el funcionamiento normal de la cocina de una cafetería, incluido la preparación de los alimentos, el emplatado de los mismos, así como en la atención directa al público.

La escuela está gestionada por la ONG CESAL, especializada en el trabajo con jóvenes vulnerables orientado a su inserción en el ámbito social y laboral. Este programa educativo, impulsado por el Área de Equidad, Asuntos Sociales y Empleo del ayuntamiento de Madrid, se desarrolla con la participación de un selecto profesorado entre los que se encuentra el cocinero Chema de Isidro, la repostera Marta López o el especialista en servicios de restauración, David Alonso. /

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El maltrato infantil a través de los ojos de los niños y niñas del proyecto de participación infantil.

Los niños y niñas consideran que el desempleo o la falta de conciliación de sus progenitores 
es el maltrato más habitual al que se tienen que enfrentar.

Lo ya es sabido...:

"...actuar sobre el individuo, en este caso la familia, como responsable de la violencia hacia los niños y niñas 
no solo simplifica el problema, señalando un culpable objetivo, 
sino que desvía la atención de las verdaderas responsabilidades estructurales de la comunidad 
donde se inserta y la administración competente para solucionarlo”.

La Familia soporta y traslada a sus funciones parentales los conflictos y crisis sociales, laborales o económicas.
Y en ese traslado se propicia el maltrato contra NNA.






Según la última estadística del Registro Unificado de casos de sospecha de Maltrato Infantil (RUMI) referidas al año 2015 en España, 13818 menores están sufriendo potenciales abusos y malos tratos en el ámbito familiar. Ello supone que al menos 37 niños o niñas pueden estar sufriendo malos tratos al día en España. Esto supone un 18,2% más que en años anteriores. Datos más alarmantes también se encuentran en el Registro, como el aumento de casos de violación en un 11,7% a menores de 13 años y un 21,3% a adolescentes. 

¿Éste es probablemente el problema de violencia más alarmante al que se enfrentan los niños y niñas? Seguramente sí, pero ¿es así como ellos y ellas lo perciben? Pues si algo nos han demostrado en el proyecto de participación infantil del 2018 de Fundación Atenea en la MISECAM, es que existen otros tipos de violencia que, de alguna manera, pasan mucho más desapercibidas para los/as adultos/as.

Durante el 2018 la mancomunidad MISECAM nos hizo el encargo de aprovechar el proyecto de participación infantil, que la Fundación Atenea lleva gestionando de forma discontinua desde el 2004, para que los y las niñas de los 13 pueblos que forman la mancomunidad, colaborasen en el protocolo de maltrato infantil que el Consejo Local de Atención a la Infancia y la Adolescencia estaba elaborando.
A raíz de esta propuesta se estuvo barajando de qué manera introducir la temática del maltrato a la población precisamente más sensible a esta problemática. Tarea compleja pues se trataba de acercarlo con la sensibilidad suficiente para que, por un lado, los niños y niñas fuesen capaces de reflexionar sobre ello sin que ello motivase angustias innecesarias, pero a la vez, pudiesen aportar información valiosa que diese claves importantes al Consejo.

El método, como en otras ocasiones, ha intentado partir del autoconocimiento emocional, de forma que, mediante ello, se logren extraer conocimientos racionales de lo que ellos vivencian como situaciones de maltrato. Por lo demás, no se pretendía circunscribir el maltrato a la familia sino el maltrato, y el buen trato en este caso, a todos los ámbitos contextuales por donde los/as niños circulan en su vida cotidiana.
Durante el proceso, se formaron comisiones infantiles por cada uno de los pueblos encargadas de la representación de sus compañeros/as, y cuyo cometido era elevar las conclusiones de los y las niñas/os a las autoridades municipales y mancomunadas. Y es aquí donde los niños y niñas nos sorprendieron: para la mayoría de ellos y ellas el mayor maltrato al que podían estar sometidos en su familia es no poder ver a sus padres el tiempo necesario debido a sus trabajos, o que, precisamente, no tuviesen empleo y viviesen en una situación desesperada. En concreto esto es lo que llevaron a las autoridades respondiendo lo que para ellos suponía una vida familiar sin maltrato:
Que la familia viva cerca, que mi padre y mi madre tengan otro horario de trabajo para estar más tiempo con ellos, hacer cosas con mis padres y para muchos niños/niñas que no les falte nada en su familia.

Curiosamente, los niños y niñas han logrado exponer determinadas claves que, quizás, no se corresponden del todo a lo que adultos y adultas pensamos en torno a un problema tan grave como el maltrato. Damos, por hecho, en muchas ocasiones, que los fenómenos de maltrato infantil, acoso o abuso a los/as menores son los problemas más graves a los que se puede enfrentar un/a niño/a. Y efectivamente es así, pero cuando se les alienta a que reflexionen de sus propias vivencias nos sorprenden con cuestiones que, a lo mejor, no habíamos prestado suficiente atención.

De tanto vivirlo como inevitable se nos hace corriente que muchos/as padres/madres no puedan estar el suficiente tiempo con sus hijos/as. Resulta toda una lección para los y las adultas que la mayoría de los niños y niñas considere que el desempleo o la falta de conciliación de sus progenitores es el maltrato más habitual al que se tienen que enfrentar. La violencia estructural de este tipo es un fenómeno al que nos acostumbramos rápido. El cual se invisibiliza en el momento en que la necesaria adaptación sociolaboral nos obliga. Sin embargo, los niños y niñas, en su encuentro con el mundo, es algo que no entienden y viven, en los casos más agudos, de forma traumática. Es quizás, en las situaciones más problemáticas, causa de futuros problemas de adulto.
Por lo demás, todo el proceso ha servido, también, para el aprendizaje emocional de la sensación de maltrato, el trabajo empático con el otro, la reflexión crítica en torno a su contexto geográfico y la diversión como fuente, también, de aprendizaje.

En conclusión, este es el mayor aprendizaje que podemos extraer de los niños y niñas: la familia como fuente de protección y acompañamiento, no solo por los posibles maltratos que puedan ejercer sobre los niños y niñas, sino por los que ella misma, debido a causas sociales, laborales o económicas soporta y traslada a sus funciones parentales.
Nos surge, sin embargo, muchas más preguntas que darían para reflexionar largamente sobre ello, ¿Por qué no se plantea el Consejo Local de Atención a la Infancia y la Adolescencia protocolos de actuación ante la falta de conciliación familiar? ¿Por qué no sale más en los medios estas dificultades familiares tan comunes cuando, sin embargo, nos bombardean intensamente ante casos aislados (y absolutamente macabros) de violencia intrafamiliar? ¿Se destinan los mismos recursos al seguimiento, control, protocolos, profesionales implicados, etc… al contexto micro de la familia que a políticas de conciliación o desempleo?…. Según Mariano Barba, coordinador de proyectos de Fundación Atenea “esto viene a confirmar argumentos de por sí sabidos: actuar sobre el individuo, en este caso la familia, como responsable de la violencia hacia los niños y niñas no solo simplifica el problema, señalando un culpable objetivo, sino que desvía la atención de las verdaderas responsabilidades estructurales de la comunidad donde se inserta y la administración competente para solucionarlo”.

Presentación de la revista Sociedad e Infancias en ICA 2018.


Nuestra compañera de GSIA, Antonia Picornell-Lucas, acompañada de la colega argentina Estela Scheinvar, ambas consejeras de la revista SOCIEDAD E INFANCIAS, presentaron la revista en el 56º Congreso Internacional de Americanistas (ICA) 2018 que se está llevando a cabo en Salamanca del 15 al 20 de julio.


Bajo el lema «Universalidad y particularismo en las Américas», esta edición del ICA llama a la reflexión sobre la dialéctica entre la universalidad y los particularismos en la producción de conocimiento, un diálogo en el que la necesidad de conocer los particularismos de los fenómenos sociales, políticos, artísticos y culturales obliga a formular nuevas hipótesis que enriquecen y replantean las grandes teorías generales de las ciencias y las humanidades.

Con un planteamiento interdisciplinario e inclusivo, ICA reúne a investigadores que estudian el continente americano, desde Alaska hasta Tierra de Fuego, incluyendo el territorio del Caribe, a partir del análisis de su política, economía, cultural, lenguas, historia y prehistoria.


En palabras de Estela: "Antonia hizo lindas y didácticas transparencias, presentando con elegancia este proyecto que instigó a los presentes, entre los cuales se presentaron colegas de Brasil, México, Portugal, Argentina, Italia..."






El mapa de las niñas y niños de Madrid comienza a andar.


"Empezaron a llegarnos proyectos sobre la infancia y ciudad y comenzamos a plantearnos que era un tema que estaba vivo y que había una necesidad de ver y visibilizar qué tipo de propuestas en torno a los más pequeños hay en el entorno urbano”, explica Zoe Mediero, coordinadora de Intermediae, uno de los programas públicos culturales de Matadero, impulsor del proyecto junto a la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM) y otros colectivos. “Planteamos entonces la posibilidad de mapear todas esas iniciativas ya en marcha pero no en clave de denuncia sino propositiva, como forma de mostrar modelos que luego puedan servir de inspiración para otros nuevos”, señala Mediero.
La metodología de trabajo estaba ya construida con  Los Madriles, Atlas de Iniciativas Vecinales, el proyecto nacido en 2015 con los mismos impulsores para señalar en los mapas todos esos proyectos vecinales y sociales que ayudan a construir y vivir una ciudad “más habitable”, y que desde entonces no ha dejado de crecer en formato digital. “Es una línea de trabajo en la que queríamos seguir avanzando”, afirma la coordinadora.

Grupo de trabajo con expertas

Se estableció un grupo de trabajo con geógrafas, maestras, pedagogos, expertas en infancia y crianza y personas vinculadas a instituciones públicas, vecinales o colegios para comenzar a diagnosticar y sentar los pilares de lo que se quería mapear. Durante cuatro meses, con talleres y encuentros con colectivos e iniciativas, quedaron establecidas las categorías que marcan la hoja de ruta del mapa: juego libre, intervenciones urbanas a escala infantil, creatividad y cultura, redes de cuidado y crianza compartida, microfenismos, desidencias normativas y diversidad, educación, movilidad, accesibilidad y autonomía, infancia con voz y ciudad sana y ecológica.
“En las ciudades hemos pasado de una crianza colectiva a un aislamiento y una educación que se basa en los recursos que tiene cada familia, donde incluso los espacios de juego vienen muy marcados y determinados, donde los niños hacen cola para subirse a un balancín en el que se divierten ellos solos mientras el resto mira”, reflexiona Marta Román, geógrafa y una de las expertas que ha acompañado el proyecto. “El trabajo ha girado en torno a cómo rescatar todas esas iniciativas que van en esa otra línea, en dar voz y libertad a la infancia y mostrar lo diferente qué es hacer una montaña de arena en un espacio de juego libre que no viene marcado”, detalla.
Uno de los talleres realizados a lo largo de este año para crear el mapa. / Intermediae
Uno de los talleres realizados a lo largo de este año
para crear el mapa. / Intermediae
Así, el mapa recoge desde espacios que los vecinos han ido arrebatándole a la ciudad, como un solar en la calle Almendro que se ha convertido en un lugar donde los más pequeños crean sus propios juegos a iniciativas culturales como la biblioteca autogestionada de los vecinos de San Fermín, en el distrito de Usera, que ante la falta de esta dotación pública impulsaron una propia. También hay iniciativas que, aunque más minoritarias, por su relevancia, están en el mapa, como las asociaciones de madres y padres de niños y niñas transexuales. Otras, que si bien parten de las administraciones, tienen también un espacio por la importancia del trabajo que realizan, como son las bibliotecas municipales o el programa de educación sexual a jóvenes que realiza Madrid Salud.
Hay proyectos de asociaciones culturales, vecinales, sociales y cada uno de ellos plantea una solución concreta: ya sea favorecer el aprendizaje en padres, madres, cuidadores y profesionales; garantizar el juego, un derecho que también es una “necesidad” de los niños; “tejer redes” como forma de eliminar la crianza en soledad; favorecer la conciliación de mujeres y mujeres o la mezcla de generaciones, donde los mayores aprendan de los pequeños y viceversa.
El sábado se presenta en Matadero el mapa físico, que tendrá su continuación en la plataforma digital para ir incorporando nuevos proyectos,  con una jornada de actividades con los más pequeños como protagonistas. El programa Cero en Conducta de la radio municipal M-21 plantea talleres de retransmisión radiofónica en los que los niños son los creadores o la creación de un escultura gigante de la mano de la artista polaca Iza Rutkowska.
Como ya ocurre con Los Madriles, Atlas de Iniciativas Vecinales, la edición Infancia no se quedará solo en papel sino que tendrá su continuación en la plataforma digital que ya alberga el primer mapa a través de CIVICS. Esta herramienta permite incorporar nuevas iniciativas para que el mapa vaya creciendo y desde el equipo impulsor se valida que todas ellas cumplan los criterios con los que nace el proyecto. “Esto es lo bonito de esta iniciativa, que es un mapa que nunca se termina”, subraya Marta Román.

“La paz es el único camino a seguir”. No hay justificación para esta matanza.

GINEBRA/NUEVA YORK/AMMÁN/SANAA, 3 de julio 2018 - 

El conflicto incesante en Yemen ha llevado al abismo a un país que ya estaba en una situación desesperada. Los servicios sociales apenas funcionan. La economía está destruida. Los precios se han disparado. Los hospitales han sufridos graves daños. Las escuelas se han transformado en refugios o están ocupadas por grupos armados.
Acabo de llegar de Adén y Sanaa, donde he visto lo que tres años de guerra intensa -después de décadas de poco desarrollo y de una indiferencia internacional crónica- pueden causar en los niños: están fuera ​​de la escuela, se han visto obligados a combatir o a casarse, están hambrientos y mueren de enfermedades prevenibles. Hoy, 11 millones de niños en Yemen, más que toda la población de Suiza, necesitan ayuda para obtener alimentos, tratamientos, educación y agua y saneamiento.
Desde 2015, debido a los ataques aéreos y los bombardeos, más de la mitad de los centros de salud han dejado de funcionar y 1.500 escuelas han sufrido daños. Al menos 2.200 niños han muerto y 3.400 han resultado heridos. Estos son solo los datos que hemos podido verificar. Las cifras reales podrían ser aún más altas.
No hay justificación para esta matanza.
En Adén, en un centro que ofrece apoyo psicosocial a niños que huyeron de la violencia en Hodeida, una niña me entregó un dibujo del mundo en el que le gustaría vivir. Mostraba a una niña bien vestida sentada en un parque con una amiga en un día soleado, justo al lado de una gran casa. Era lo opuesto al mundo que la rodeaba, donde imperan el desplazamiento, la destrucción y el miedo.
En Sanaa, en un pabellón para niños desnutridos, vi a un niño de ocho meses que pesa lo mismo que un bebé recién nacido. En una unidad de cuidados intensivos para recién nacidos vi a pequeños bebés en incubadoras luchando por respirar. Entre ellos había un par de gemelos siameses que necesitan cirugía para sobrevivir, una cirugía que no se puede realizar en Yemen. La unidad, en el hospital principal de la ciudad, no tiene una fuente de electricidad de emergencia; durante los cortes del suministro eléctrico depende de generadores alimentados con combustible. Pero los cortes son frecuentes y el combustible es escaso y caro. He conocido a trabajadores sanitarios comprometidos y desbordados, que hacen todo lo posible para salvar vidas ofreciendo atención y medicamentos sin costo para sus pacientes. Es posible que hayan ayudado a frenar la propagación del peor brote de cólera de la historia, pero llevan dos años sin cobrar su salario.
Sin embargo, el conflicto continúa.
En Hodeida, 5.000 familias han huido de sus hogares en las últimas dos semanas. Los equipos de UNICEF sobre el terreno han informado de que gran parte de las tiendas, panaderías y restaurantes de la ciudad están cerrados, lo que limita la disponibilidad de suministros en el mercado. Los suministros de productos básicos como la harina de trigo, el aceite vegetal y el gas para cocinar están disminuyendo. En la última semana, el precio del trigo y el aceite vegetal han aumentado un 30%, y el del gas de cocina un 50%. No hay electricidad en la mayor parte de la ciudad, y el daño a las tuberías de suministro de agua ha causado una grave escasez de agua.
El jueves llegaron a Hodeida, procedentes de Yibuti, más de 50 toneladas de artículos médicos de UNICEF, incluidos antibióticos, paracetamol y ácido fólico para 250.000 mujeres y niños. Antes de este envío, y antes de que comenzara la batalla por Hodeida, UNICEF preparó suficientes suministros para ayudar a reponer los centros de salud y proporcionar artículos básicos de salud a 500.000 personas, entre ellas mujeres embarazadas, bebés y niños.
En Hodeida, como en el resto del país, la necesidad de que llegue la paz nunca ha sido más urgente. Las partes en el conflicto, y quienes tienen influencia sobre ellas, deberían unirse a los esfuerzos diplomáticos para evitar un mayor deterioro de la situación en todo el país, así como reanudar las negociaciones de paz.
También es fundamental que las familias que desean huir puedan hacerlo de manera segura y que se proteja la infraestructura civil, incluidas las escuelas, los hospitales y las instalaciones de agua. En una crisis de esta magnitud, las organizaciones humanitarias deberían poder enviar a sus equipos rápidamente y sin demora para ayudar a los afectados.
La protección de los niños, tanto contra las minas terrestres como contra el reclutamiento, la explotación y los ataques, debe seguir siendo primordial en todo momento.
UNICEF permanece sobre el terreno en Adén, Sanaa, Ibb, Hodeida y Saada con un equipo de más de 250 personas, la mayoría de ellas yemeníes que trabajan arduamente para atender a los niños al mismo tiempo que tienen que hacer frente a los desafíos cotidianos de la vida en una zona de guerra. En lo que va del año, mediante la colaboración con nuestros aliados gubernamentales y las organizaciones no gubernamentales, hemos podido: 
•         Proporcionar ayuda en efectivo a alrededor de 9 millones de personas mediante una iniciativa conjunta con el Grupo del Banco Mundial para aumentar el poder adquisitivo de las familias vulnerables.
•         Distribuir agua potable a 4,6 millones de personas a través de la rehabilitación de los sistemas públicos de agua.
•         Dar tratamiento a casi 80.000 niños menores de cinco años con desnutrición grave.
•         Ofrecer atención sanitaria primaria a casi medio millón de niños.
Nos comprometemos a hacer todo lo posible para ayudar a los niños y los jóvenes de Yemen, pero debería encontrarse una solución política al conflicto. Todos debemos dar una oportunidad a la paz. Es el único camino a seguir”.

(Material audiovisual de la visita: https://weshare.unicef.org/Package/2AMZIFV87CN4)

Infancia vulnerable en los medios de comunicación en España

María Jesús Rodríguez Costa


Diversidad en la infancia,
Ediciones Complutense,
Vol 1 (2017),


Aldeas Infantiles SOS, organización de ayuda a la infancia que trabaja en 134 países, analiza junto a la Federación de Asociaciones de Periodistas de España la situación de la infancia en los medios de comunicación en nuestro país, elaborando un código ético para la buena realización de informaciones que afecten a los niños.

es una revista interdisciplinaria e iberoamericana, cuyo objetivo es promover el conocimiento científico sobre las vidas de los niños, niñas y adolescentes, principalmente en el ámbito español, portugués e iberoamericano y orientado en la línea de los nuevos estudios de infancia.

© 2017. Universidad Complutense de Madrid
Está permitida la difusión y reproducción no comercial de este artículo siempre citando al Autor, a la Revista Sociedad e Infancias y a Ediciones Universidad Complutense.

Con el Patrocinio de  Aldeas Infantiles SOS y Asociación GSIA 
          




Adopción.

El blog de minni.


Adopción.

Publicado por minni el 11/06/2018, 
Red de Jovenes Cibercorrespales.

Este tema para algunas personas es complicado o hablan de ello como con vergüenza, yo no creo que sea un tema para esconderse o avergonzarse porque es algo de lo más normal.

Os voy a contar mi experiencia.

A ver, mi madre me tuvo demasiado pronto, a los 17 años, una edad demasiado complicada por decirlo de alguna manera; al principio los 6 primeros meses estuve viviendo con mi madre pero a los 6 meses una amiga suya que trabajaba en un centro de monjas me cogio y me llevo al centro porque veia que mi madre no podía cuidarme en la situción en la que vivía. Estuve otros 6 meses en el centro y una familia de Valladolid me adoptó, pero a los 6 meses me devolvieron al centro.

Se aproximaban las fiestas y solo yo y otros dos niños quedabamos en el centro y una de las monjas empezó a buscar familias para que nos adoptasen, al menos por esa semana de fiestas, y una de las señoras a las que llamaron decidió tenerme por esa semana (la mujer era ya de las que había tenido otros cuantos chic@s en adopción).

Al acabar la semana de fiestas es decir el día en el que me tenian que devolver la mujer dijo que quería adoptarme definitivamente y así fué, pero unos meses despues mi madre fué a buscarme a casa de esta mujer y me llevó con ella. Días despues tras un juicio y hacerle ver a mi madre que no podía cuidar de mi aceptó y ademas con otro niño que venía en camino (mi hermano) .

Y así fué nos acogieron a los dos para que no nos separásemos ya que eramos de edad bastante cercana, desde entonces vivimos con esta familia, han pasado ya 14 años y bueno aunque tengamos nuestras peleillas estamos super bien y seguiremos hasta la mayoría de edad.

Quería contaros mi experiencia porque no soy la única que lo ha vivido y para hacer ver a los que están como yo y a los que "se meten con ellos " que es algo normal y no tienen por qué esconderse.

Gracias, hasta la proxima

Alimentar la capacidad metafórica. Primera infancia y derechos culturales.






¿Cómo empieza lo que empieza? 
¿Qué sabe el que comienza sobre lo que comienza?, ¿cómo lo encara? 
¿quién lo acompaña?, ¿cómo funciona ese acompañamiento?, 
¿qué provoca o inhibe en el comienzo?

Desde hace más de 25 años, María Emilia López* describe la radiografía de una génesis. Observa, escucha, lee y habla con bebés y niños pequeños fascinada por su inteligencia y habilidad para integrarse a una cultura. 
Cercana también a los padres, interesada en la relación entre la calidad de la compañía de los adultos y las variaciones en el desarrollo psíquico de los bebés.

Desde ese lugar, uno que entrecruza la investigación y la proximidad: el trato cuerpo a cuerpo con los bebés y niños pequeños que asisten al jardín maternal que dirige, ha desarrollado programas de formación docente, mediación en primera infancia, ferias de libro, edición de colecciones y más… y ha escrito ensayos como el que leerán a continuación.

Tomado del libro Un mundo abierto. Cultura y primera infancia (CERLALC-Secretaría de Cultura de México, 2016), aborda diversos saberes de la cultura de la crianza -con su correspondiente dimensión política- en una dialéctica de preguntas sin respuestas fijas que desbarata prejuicios y extiende nuestra concepción sobre esta enigmática etapa de vida.

¿Cuántas historias de la infancia conviven actualmente en los contextos que nos convocan? 
¿Cuántas formas de ser niño, madre, padre, maestro, artista interpelan las prácticas de hoy? 
Si hacemos hincapié en la multiplicidad de culturas que conviven frente a una misma institución como es la infancia, es para mostrar ese carácter heterogéneo que construye sensibilidades, representaciones, afectaciones diversas, y disponernos a una búsqueda, a la creación de experiencias culturales más allá de la lógica cultura-mercancía, escribe María Emilia.

Desde la primera vez que escuché una ponencia suya me pareció revolucionario lo que decía sobre primera infancia, y cómo lo decía. Me emociona que podamos publicar uno de sus ensayos en este espacio. Agradecemos mucho su generosidad al compartirlo. ¡Que lo disfruten! 
Escena de lectura en la feria de libros para bebés y niños pequeños, organizada
por el Jardín maternal de la Facultad de Derecho (UBA),
los días 4, 5 y 6 de julio de 2018. Buenos Aires. Foto: Andrés Santamarina.


Alimentar la capacidad metafórica,

Por María Emilia López*

Introducción

“La infancia que no pasa es una seguridad y un gusto por ir a la vez en todas las direcciones que se abren, tomando cada una por sí misma y por sí sola, y yendo lo más lejos posible: tocar, olfatear, saborear, palpar, fijar la mirada o el oído, embargarse de lo que los penetra, formar, modelar, proyectar, sacudir, y las cien maneras de decir ‘jugar’…”.[1]

Jean-Luc Nancy

La infancia temprana constituye un territorio fértil y novedoso para las prácticas artísticas, educativas y culturales. Las investigaciones de los últimos años enfatizan el enriquecimiento de la experiencia de vida de los niños a partir de la intervención cultural desde que nacen. Por intervención cultural entendemos el acceso al juego, al arte, a la lectura, a la palabra y a la narración como hechos comunitarios, además de la ampliación del universo de prácticas familiares que acompañan espontáneamente a los niños desde su llegada.

Escena de lectura en el Jardín maternal de la
Facultad de Derecho (UBA). Foto: Andrés Santamarina.
En este texto buscamos elaborar un corpus de pensamiento alrededor de la idea de cultura e intervención cultural, así como un acervo teórico que reflexione sobre las prácticas lúdicas, artísticas y afectivas en la vida contemporánea, con el fin de discutir la posibilidad de construcción de nuevos dispositivos culturales como política pública hacia los bebés, los niños pequeños y las familias. Los más pequeños son los que están aprendiendo a expresarse, los que buscan afanosamente comprender el mundo, los que están urgidos de un entorno amoroso y dialógico para entrar en la cultura y construir su propio psiquismo; sin embargo pueden resultar los menos visibles de nuestra sociedad. Sobre esa paradoja también nos proponemos trabajar.

Para pensar las relaciones entre la cultura y la primera infancia es necesario definir los alcances del concepto de cultura, del que no haremos una historización (existe mucho material de consulta al respecto), sino que fundamentalmente plantearemos una interrogación.


1. Reflexiones sobre el concepto de cultura y su dimensión política

Refiriéndose a la infancia, Graciela Montes señala:
Las distintas maneras en que cada uno se relaciona con su propia infancia, el modo en que la repara y reconstruye día a día, esforzada y afanosamente, termina por dibujar, como demuestra el psicoanálisis, una historia personal. Del mismo modo, las distintas maneras en que se han relacionado los padres con sus hijos en distintos momentos de la historia de las culturas, la manera en que se plantan los adultos frente a los niños en una determinada sociedad, las variadas formas que ha ido adoptando esa relación fundamental, terminan por dibujar una historia de la infancia.[2]

¿Cuántas historias de la infancia conviven actualmente en los contextos que nos convocan? 
¿Cuántas formas de ser niño, madre, padre, maestro, artista interpelan las prácticas de hoy? 
Si hacemos hincapié en la multiplicidad de culturas que conviven frente a una misma institución como es la infancia, es para mostrar ese carácter heterogéneo que construye sensibilidades, representaciones, afectaciones diversas, y disponernos a una búsqueda, a la creación de experiencias culturales más allá de la lógica cultura-mercancía (por acumulación, por mera repetición). Se trata también de interpelar una concepción de cultura como cultura de masas o “máquina de producción de subjetividades capitalísticas”, tal como lo define la pensadora brasileña Suely Rolnik[3].

¿A qué nos referimos con esta expresión? Rolnik enfatiza la diferencia entre una subjetividad hegemónica, imbuida de sistemas jerárquicos, valores y sumisión, de aquellas otras subjetividades atravesadas por “procesos de singularización”[4], es decir, procesos en los que se forjan creativamente los modos de relación con el otro, con las cosas, con el mundo. La lógica del mercado apela al poder que la repetición tiene sobre los niños y los adultos para fijar o acuñar estereotipos. Con la insistencia de la publicidad, los productos que inundan el mercado de consumo infantil se instalan en la vida cotidiana a riesgo de saturar los espacios destinados al intercambio y a la comunicación, al juego y a la experiencia.

¿Cómo producir nuevos agenciamientos de singularización que trabajen por una sensibilidad estética, por la transformación de la vida en un plano más cotidiano y, al mismo tiempo, por las transformaciones sociales a nivel de los grandes conjuntos económicos?, se pregunta Suely Rolnik. 
¿Cómo hacer para que la música, la literatura y el arte en general pertenezcan de pleno derecho al conjunto de los componentes sociales? ¿Cómo hacer para que esos diferentes modos de producción cultural no se vuelvan únicamente especialidades, sino que puedan articularse unos con otros, entramados en la vida cotidiana y, a la vez, logren escapar a la posesión hegemónica de algunos grupos privilegiados?

“Cuando los medios de comunicación de masas o los ministros de cultura hablan de cultura, quieren siempre convencernos de que no están tratando problemas políticos y sociales”, dice Rolnik en su agudo análisis. Podríamos preguntarnos: ¿qué idea de cultura permea una visión que desmembra la política social y económica (alimentación, educación, salud) de la capacidad creadora, del derecho al arte, de las construcciones simbólicas que aportan sentidos a las prácticas sociales y comunitarias? ¿O acaso en la política económica y social no entran en juego pautas culturales?

Escena de lectura en el Jardín maternal de la
Facultad de Derecho (UBA). Foto: Andrés Santamarina.
Proponernos garantizar los derechos culturales de los niños implica una mirada amplia sobre las propias prácticas y también un esfuerzo por revisar reiteradamente cualquier señal de etnocentrismo o las marcas propias de vivir inmersos en nuestro tiempo, velados por un presente que dificulta advertir las sombras del propio contexto; porque pocas cosas son más complejas que ver las luces y las sombras de una realidad de la que se es parte y artífice. Agamben lo dice de un bello modo: “Contemporáneo es aquel que mantiene la mirada fija en su tiempo, para percibir no sus luces, sino sus sombras. Todos los tiempos son, para quien experimenta su contemporaneidad, oscuros. Contemporáneo es quien sabe ver esa sombra, quien está en condiciones de escribir humedeciendo la pluma en la tiniebla del presente”[5]. 
La contemporaneidad es la relación singular con el propio tiempo, que adhiere a éste, pero a la vez toma su distancia. En la distancia puede hallarse la luz. La intervención sobre el presente, para producir singularidad, requiere al menos la intencionalidad de volvernos contemporáneos.


1.1 La cultura en la crianza: cultura de cuidados, nuevas formas de familia y el niño mediático-tecnológico

Retomando a Graciela Montes, podemos decir que cuando hablamos de cultura de la infancia no nos referimos únicamente al arte, al juego, a las expresiones creadoras. La crianza en sus distintas modalidades y los vínculos entre niños y adultos constituyen un fondo cultural de alta densidad en la vida de los niños y las familias, por eso nos proponemos detenernos en las prácticas de crianza y los modos de acompañamiento que se ofrecen desde el punto de vista social.

¿Qué experiencias están contenidas en el concepto de “crianza”? Podríamos decir que la crianza se refiere al conjunto de tareas que prodigan cuidados para asegurar la supervivencia de los más pequeños. Podríamos objetar que con la supervivencia no es suficiente y que la crianza debe apuntar a mucho más. Sin embargo, cuando los contextos son muy complejos, casi podríamos decir que la supervivencia lo es todo y que en esa serie de acciones que las madres o los padres realizan están en juego valoraciones afectivas y de cuidado, aun bajo la rudeza de ciertas formas. Esas valoraciones pueden pasar inadvertidas si las observamos cómodamente desde una postura universalizadora. Muchas veces resulta complejo desvelar ciertas valoraciones, ciertas formas de ejercer la responsabilidad del cuidado.

El siguiente relato fue escrito por Irma Lilia Luna Fuentes, educadora del estado de Veracruz (México), y puede resultar iluminador para trabajar esta idea.

Las prácticas de crianza en el estado de Veracruz, como en el territorio nacional, son de lo más diversas y casi todas tienen un enfoque regional. Tomamos una experiencia de crianza en la región del centro del estado de Veracruz que específicamente nos llamó la atención, porque contrasta mucho con la idea que tenemos del cuidado y protección de los niños pequeños. Fue registrada en el año 1997.

La observamos en una comunidad llamada Duraznotla, del municipio de Tehuipango, perteneciente a la región de Zongolica. En ese momento este municipio estaba identificado en el ámbito nacional como el de menor desarrollo humano, el municipio más pobre del país.

En la modalidad de atención no escolarizada, en ese tiempo se hacían visitas domiciliarias a las madres participantes. Decidimos ir a buscar a las madres de familia en su actividad cotidiana. La lavada de ropa en el río: todas las señoras acuden de las 9 de la mañana a las 12 del día aproximadamente a esta actividad.

Los niños pequeños son cargados en la espalda de las señoras aun cuando están lavando, si requieren de alimento la madre da vuelta al rebozo y el niño se prende del seno, hay momentos en que la corriente del río hace que el agua suba de nivel y el niño se moja los piecitos que le cuelgan. Nos llamó la atención que los bebés (3 a 6 meses) no lloraran al contacto con el agua (la cual es muy fría, porque proviene de un volcán cercano). Las madres nos comentaron que desde que los niños cumplen la cuarentena son llevados al río y ellas inician un trabajo de “preparación de sus pies”. Este consiste en que estén en contacto con el agua un rato, para lo cual ellas juntan con sus manos algo de agua, la “entibian” y dejan caer en los pies de los niños, poco a poco van haciendo que los niños tengan contacto directo con el agua a la temperatura del río, hasta que ya pueden dejar sus pies un rato en el agua.

Este es el trabajo de inicio para algo más sorprendente: a partir del año de edad, las madres colocan los pies de los niños en las piedras calientes que sobresalen del río; cuando los niños protestan o lloran por el calor tan fuerte, ellas meten los pies de los niños al agua del río, este proceso lo hacen varias veces en el transcurso del tiempo que están lavando la ropa.

Esto hace que los pies de los niños se llenen de ámpulas, por el efecto de calor y frío, las cuales ellas rompen con cuidado, ponen árnica o manzanilla y “yerba de sanalotodo”. Repiten esta práctica hasta que se forma una callosidad en los pies y dejan de formarse las ámpulas (este proceso a decir de las madres se lleva casi un año).

Pudimos observar que los niños de dos años ya tienen sus pies con una callosidad tan gruesa que caminan en las piedras descalzos, sin lastimarse.

Esto podría verse como una directa agresión a la integridad física de los niños y a sus derechos, pero en este contexto es concebida como una medida de protección y de promover la independencia de los niños. Las madres saben que, ante la falta de calzado y de recursos para ello, el niño requiere desarrollar otros medios para poder deambular y ser visto ante la comunidad como un “niño completo”; también para la madre es un descanso que los niños puedan caminar en un camino tan difícil (sin pavimento), sin que estén colgados a su espalda. Esta práctica de crianza las coloca a ellas como “buenas madres”.[6]

Esta escena pone de relieve una forma de vida familiar contemporánea, nos habla de los modos en que estos niños construyen su relación con el mundo de los afectos, de la naturaleza, con su propio cuerpo, con el juego, con el tiempo y sus avatares.

Vivimos, sin embargo, una época de fuertes contrastes. Las formas familiares actuales hablan de modificaciones en los modelos tradicionales de variadas maneras, no sólo la relación básica de cuidados ligados a la supervivencia está en juego en los modos de construir subjetividad, sino también las constituciones familiares: familias monoparentales, familias con niños nacidos por inseminación artificial y con donante de esperma u óvulos anónimos, niños hijos de parejas homosexuales; todas ellas y otras hacen a la cultura de la infancia.

¿Cómo construir un pensamiento que aloje las preguntas nuevas que vienen con los niños, una escucha, una envoltura, un paño donde desplegar las incógnitas e incertidumbres del crecimiento, de la identidad, de la crianza? ¿Cómo pensar el acompañamiento de lo familiar en su singularidad? ¿Cómo incluir en el fluir imaginario de los niños las problemáticas que hacen a la vida contemporánea? Los libros infantiles, las películas, los juguetes, ¿deberían nombrar en su dimensión más amplia esa heterogeneidad propia de la cultura que habitamos? ¿Cómo desarticular los puntos de vista propios cuando estamos a cargo de un grupo de niños, para alojar lo emergente, lo disruptivo, lo singular?

Para la comprensión hace falta la empatía, es decir una disponibilidad. Un pensamiento sobre las nuevas modalidades subjetivas que pueden interpelar desde la infancia, o las disruptivas frente a lo homogéneamente aceptado, exige sobre todo ese ejercicio afectivo y epistemológico de poner en suspenso conceptos, certezas o gestos aprendidos como parte de la propia historia de infancia, para dar lugar a la diferencia y también a una lectura más ética del mundo. Una disponibilidad que, como diría Jullien[7], sea capaz de abstenerse de privilegiar nada, que pueda mantener en pie de igualdad todo lo que se escucha para no dejar pasar el menor indicio de sentido.

La semióloga Cristina Corea y el historiador Ignacio Lewkowicz escribieron ¿Se acabó la infancia? Ensayo sobre la destitución de la niñez. Según su hipótesis principal, debido a las mutaciones culturales los niños ya no se diferencian de los adultos (de allí la pregunta acerca del fin de la infancia) fundamentalmente por dos razones: la relación con el consumo y el acceso a la información a través de la tecnología. Su trabajo se inspira en un episodio muy mediático: el caso de los niños asesinos de Liverpool en 1993. Los asesinos tenían diez años cada uno; la víctima, tres. Los investigadores ahondan en la idea de que el concepto de infancia, tal como lo acuñó la modernidad, está agotado. Es decir, esa infancia frágil, inocente, carente del ser total, preparada para cumplir etapas y completarse en la adultez, ya no se ve reflejada en muchos de los niños de hoy. En ese sentido, los casos mediáticos de violencia infantil no serían índice de violencia social, sino síntoma de agotamiento de la infancia instituida. “Los cachorros actuales no se dejan tomar dócilmente por las prácticas y los saberes tradicionales del universo infantil. No porque desobedezcan a las instituciones; la sublevación es más radical: desobedecen a la operación de la institución misma”[8].

¿De qué nos hablan esos discursos que escuchamos reiteradamente sobre la “crisis de la autoridad”? 
¿Qué dicen los diagnósticos de hiperactividad, ADD y demás “patologías” contemporáneas acerca de los modos de leer la infancia? ¿Quién no ha abierto los ojos desconcertado frente a un niño pequeño usando con maestría aparatos tecnológicos complejos? ¿A qué velocidad perciben los niños la información a pesar de que parecen concentrados en otra cosa?

El filósofo italiano Franco Berardi investiga las mutaciones subjetivas en los jóvenes y adolescentes contemporáneos a partir de la relación con la tecnología; se centra fundamentalmente en la violencia y la apatía (también comienza estudiando casos de violencia escolar). Se refiere a los jóvenes como “la primera generación videoelectrónica”. Analiza cómo con la virtualización la presencia del cuerpo del otro se vuelve superflua, y sobre todo lo que llamará, siguiendo a Virilio, “la catástrofe temporal que se produce en el plano cognitivo” como consecuencia de un colapso entre la velocidad de la infósfera y los tiempos de la elaboración racional y emotiva. El número de palabras que usa un ser humano de la primera generación videoelectrónica, indica Berardi, está cerca de 650, frente a las 2000 que usaba un coetáneo suyo veinte años atrás. Pero la primera generación videoelectrónica ha adquirido competencias de elaboración sin precedentes en la mente humana y también la capacidad de moverse a gran velocidad en un tupido universo de signos visuales. No obstante, Berardi señala con preocupación lo que está sucediendo en la esfera afectiva y emocional de los niños. Niños medicalizados por hiperactividad o por trastornos de atención: “Cualquiera que por dedicarse a la enseñanza trabaje con niños sabe que los tiempos de concentración sobre un objeto mental tienden a reducirse progresivamente. La mente trata enseguida de desplazarse, de hallar otro objeto”[9]. Aumento de la agresividad y depresión en niños y adolescentes, sentimiento de inseguridad, miedo al futuro.

¿Pero cuáles podrían ser las causas de esta “epidemia psicopática” de la primera generación videoelectrónica? Al respecto, Berardi responde:

Hay una relación directa entre la velocidad de exposición de la mente al mensaje videoelectrónico y la creciente volatilidad de la atención. Nunca, en la historia de la evolución humana, la mente de un niño estuvo tan sometida a un bombardeo de impulsos informativos tan intenso, tan veloz y tan invasivo. ¿Cómo puede pensarse que eso carezca de consecuencias?


Foto: Andrés Santamarina.
El aspecto más misterioso e inquietante es la mutación que afecta a la esfera de la emoción. La transmisión del lenguaje siempre ha tenido relación con la carnalidad. El acceso al lenguaje ha sido siempre acceso a la esfera de la sociabilidad. Lenguaje y sociabilidad han estado mediados por la afectividad, por la seguridad y el placer que provienen del cuerpo de la madre. Pero el cuerpo de la madre ha sido sustraído, separado y alejado del cuerpo del niño de las últimas generaciones. En las condiciones creadas por el capitalismo liberal y por la privatización de los servicios sociales, las mujeres se vieron forzadas a asumir situaciones de doble trabajo, de estrés psicofísico, de ansiedad y de empobrecimiento afectivo. La presencia de la madre ha sido sustituida por la presencia de máquinas que se han entrometido en el proceso de transmisión del lenguaje. […] Las emociones sin palabras alimentan la psicopatía y la violencia. No se comunica, no se dice, no se pone bajo una mirada compartida. Se agrede, se estalla.[10]

Dada la envergadura de este cambio cognitivo, Berardi se pregunta si esta generación debería ser considerada “mutante”.

El lenguaje, el cuerpo y el tiempo son tres categorías profundamente afectadas por la variación socio-electrónico-informática. En sus pensamientos sobre lo posmoderno, Lyotard también problematiza este devenir: “La red electrónica e informática que se extiende sobre la tierra da origen a una capacidad global de puesta en memoria que hay que estimar a escala cósmica, sin punto de comparación con la de las culturas tradicionales. La paradoja que implica esta memoria reside en que en definitiva no es ya la memoria de nadie. Pero en este caso ‘nadie’ quiere decir que el cuerpo que sostiene esa memoria no es ya un cuerpo terrestre.”[11]


1.2 Expresión y creación como manifestaciones de una subjetividad activa y autónoma

Ya hace muchos años Walter Benjamin hizo referencia a la desaparición de la narración como uno de los costos del pasaje a las sociedades industrializadas, donde los espacios intersubjetivos, mediados por el lenguaje, se reducen[12]. La televisión y los medios reemplazan a la voz humana encarnada en otro real en simultaneidad de presencia, las nanas y arrullos hechos de voz, contacto y aliento son reemplazados por máquinas televisivas, la ternura desplazada por la imagen-mercancía que viene de la pantalla. Los finales del siglo XX e inicios del XXI suman a ritmo vertiginoso nuevas máquinas, y a la pasividad de la mirada frente a la televisión agregan la transformación cognitiva de un niño activo frente a la pantalla, incitado a la actividad frenética, de rápida resolución, lucha de poder frente a los aparatos que lo desafían.

Pensemos en la convivencia temporal de las pautas culturales de las madres de Veracruz (y en tantas otras prácticas diversas en las zonas rurales, en la selva, en las sierras, en los pueblos) con la máquina mutante-tecnológica de la ciudad en un mismo tiempo cronológico. Seguramente la lectura de Berardi produce resonancias con las imágenes de niños que nos han interpelado, con situaciones de la vida cotidiana que producen fisuras en las formas de crianza, con lo cual la pregunta por cada contexto, por cada situación particular, se vuelve necesaria. La cultura de crianza contemporánea aparece llena de matices y, en algunos casos, con convivencias de diferencias radicales. Todo ese abanico de subjetividades se nos ofrece como un territorio que es preciso acompañar desde el punto de vista de una política cultural.

¿Qué necesitan de nosotros los niños si tomamos en cuenta la tesis de Franco Berardi? 
¿Hay posibilidades de mitigar ese déficit de palabras, de caricias, de dialogía humana? ¿Cómo crearlas? 
¿Qué lugar ocupa el juego con los otros, la lectura, el canto, cuando el vínculo no es una condición dada, sino un desafío por conquistar? ¿Cómo alimentar la capacidad metafórica de las poblaciones más desfavorecidas social y económicamente, necesitadas también de bienes culturales y de experiencias simbólicas?

Sabemos que con los materiales a disposición no se genera necesariamente una experiencia. Benjamin, en un texto llamado “Experiencia y pobreza”, afirma que tenemos el conocimiento, pero como algo exterior a nosotros, como un útil o una mercancía. Hay infinidad de estímulos y, sin embargo, pobreza de experiencias, pues lo que consumimos no deja huella en nosotros, no se produce una relación íntima que altere la subjetividad, no hay apropiación sensible del objeto[13]:

¿Para qué valen los bienes de la educación si no nos une a ellos la experiencia? Pobreza de la experiencia: no hay que entenderla como si los hombres añorasen una experiencia nueva. No; añoran liberarse de las experiencias, añoran un mundo entorno en el que puedan hacer que su pobreza, la externa y por último también la interna, cobre vigencia tan clara, tan limpiamente que salga de ella algo decoroso. No siempre son ignorantes o inexpertos. Con frecuencia es posible decir todo lo contrario: lo han “devorado” todo, “la cultura” y “el hombre”, y están sobresaturados y cansados.[14]

¿Es posible asimilar esa saturación, de la que habla Benjamin en este texto de 1933, con algunas de las formas actuales de vivir la relación con el consumo, con la información, con la educación? ¿Hay en los niños de hoy marcas o signos de una pobreza de experiencias? ¿Podríamos leer en esa clave las preocupaciones de muchos maestros y padres frente a las dificultades para encontrarse con los niños y producir un común (de sentidos, expectativas, diálogo)? ¿Cuál es la pregunta por la experiencia que compete a una política cultural para la primera infancia?

Heidegger, citado por Larrosa, dice: “Hacer una experiencia con algo significa que algo nos acaece, nos alcanza; que se apodera de nosotros, que nos tumba y nos transforma”[15]. Cuánta potencia puede cobrar una política cultural para bebés y niños pequeños si construimos dispositivos que consideren el devenir cultural, cognitivo, social y económico de cada comunidad, lo que tiene de creador cada niño como sujeto que se abre al mundo, lo que hay de constructor en los niños que tienen a disposición materiales y oportunidades para inventar, para jugar en el territorio de la metáfora, que es fundamentalmente el campo de la narración en un sentido amplio. Los niños pueden ser grandes inventores; la relación con las palabras, con los juguetes, con la naturaleza, con los otros, es una relación de descubrimiento y creación. De allí que niño y artista construyan una relación de estrecha hermandad.

Félix Guattari se refiere al papel del artista de esta manera:

El artista, y en términos más generales la percepción estética, desprenden, desterritorializan un segmento de lo real haciéndole jugar un papel de enunciador parcial. El arte confiere una función de sentido y de alteridad a un subconjunto del mundo percibido. Este tomar la palabra casi animista de la obra tiene la consecuencia de modificar tanto la subjetividad del artista como de su “consumidor”. Se trata, en suma, de rarificar una enunciación excesivamente proclive a ahogarse en una serialidad identificatoria que la infantiliza y la aniquila. La obra de arte, para quienes disponen de su uso, […] conduce al sujeto a una recreación y a una reinvención de sí mismo.[16]

¿No es acaso esa relación del artista con el mundo comparable a la relación del niño con el juego? ¿No son el juego y el arte las formas básicas —en cuanto fundantes— de la experiencia de la infancia?


1.3 El derecho a la existencia de lo diverso

Existen otras formas de empobrecimiento de la experiencia, siguiendo a Benjamin. Al respecto, Vilma Amparo Gómez Pava, coordinadora del proyecto Raíz indígena en Colombia, realiza las siguientes reflexiones a partir de sus propias investigaciones:

En la mayoría de comunidades indígenas cumplidos los cinco o seis años los niños y niñas verán transformarse sus arrullos y sonidos por los silencios del recorrido que los llevará de su comunidad a la escuela o al internado. Entonces, el amanecer cambiará la tibieza de la vida en casa o en comunidad por la frialdad de una campana, un pito o un grito despertador. El día a día será partido en segmentos breves que transcurren en un aula de clase. Las palabras dulces, calientes o frías, según el idioma y la tradición, serán reemplazadas por vocablos desconocidos. La escuela, viva representación de imaginarios de prestigio y progreso, ocupa un lugar importante en la vida de toda familia indígena, aunque allí se aprendan las primeras rutas para dejar de ser hijo o hija de Juyá, el que llueve y Má, la tierra si se es Wayuu; hijo o hija del Tabaco, la Coca y la Yuca dulce si se es Uitoto.

Con excepciones que tienden al aumento, en algunas escuelas el contacto entre niños y niñas de diferentes pueblos refuerza la necesidad de comunicarse en su propio idioma, las preguntas que formula un maestro llevan a los niños y niñas a averiguar, a preguntar y a acercarse a sus sabedores. No obstante, la mayoría de los contenidos de la educación van tallando una trocha que en español va tomando un rumbo donde se relegan, invisibilizan y callan las palabras e historias propias, las celebraciones, los rituales con los que se ha iniciado la vida. El silencio será ahora el territorio de las lenguas maternas. La imagen de ancestros y sabedores no hará parte de los libros de texto. Los enunciados de un texto traerán voces y referentes ajenos como avenida, semáforo, fábrica, hotel, uva, calle, carro, etc. Mediará la palabra un tablero, una tiza o marcador y las palabras sin obra que la soporten serán como canasto de agujeros grandes por donde escapa su contenido.

Una de las principales rupturas con la identidad, la lengua y la cultura está mediada por el paso de los niños y niñas indígenas de la casa a la escuela. Un paso socialmente alentado entre las familias y comunidades sin que medie una participación en las decisiones que en adelante van a afectar la vida para siempre. Estas rupturas, en algunos casos, van acompañadas de migraciones constantes para alcanzar el ciclo escolar básico y medio completo. Así, los niños y niñas serán sujetos de fracturas en su socialización primaria y secundaria una y otra vez. Las mujeres que deciden acompañar a los hijos en edad escolar también verán fragmentada su vida entre los hijos pequeños que tienen en casa y los que inician la escuela; entonces sus tiempos y espacios vitales se verán forzados a migrar y cambiar sucesivamente. El cambio será ahora el que ocupe la cotidianidad y la velocidad de asimilación será menor que el vértigo de estar viviendo por fuera de la comunidad. Se rompen los vínculos con los ancestros y con ellos el respaldo para la crianza, cuidado, protección y educación propios. Los conflictos de identidad y entre generaciones empiezan a aparecer y sin red familiar o comunitaria no se hace fácil transitarlos.

¿Qué desafíos implican a las gentes indígenas estos cambios? Muchos más de los imaginados y por lo tanto poco aplicados a la hora de estar sumergidos en las nuevas situaciones, como por ejemplo el fortalecimiento del idioma. Aunque la escuela promueva su uso y lo enseñe, se pasa de las palabras-obra a las palabras-esqueleto, esas que son transmitidas en oraciones sueltas y no en narraciones vivas y completas. El desafío consiste en cómo seguir habitando los territorios lingüísticos en los espacios circundantes de la escuela, como continuar con prácticas como los ritos de paso, los bailes, la transmisión de historias orales, las labores de chagra, tejido, rezo y curación en los espacios donde conviven muchas familias en ritmos y asentamientos, que cobran imágenes y costumbres urbanas. ¿Cómo se asimilan las imágenes de la T.V. satelital? Supone un reto a la investigación incluyendo a sus televidentes indígenas. ¿Cómo se transforma la vida al ritmo de la escuela? Esta pregunta puede responderse mediante un diálogo sostenido en diferentes regiones donde habitan los indígenas. ¿En qué lugar quedan los derechos de los niños? ¿A qué tiene derecho un niño y una niña en sus propias comunidades? La indagación con sus familias en un intercambio intercultural podría esbozar algunas respuestas. ¿En qué idioma se piensa? ¿En qué idioma se habla cuando se traslada la vida alrededor de la escuela?[17]

El derecho a la identidad puede convertirse en mera retórica cuando la cultura dominante produce un desgajamiento de la cultura de origen. Recuperando palabras de Vilma Gómez, constituye un desafío enorme para la política cultural destinada a la primera infancia diseñar e implementar dispositivos de acompañamiento que permitan incluir a los niños en nuevas prácticas sin arrasar el bagaje de sentidos que los constituye como integrantes de sus pueblos, con el que son capaces de pensar, elaborar ideas, sentir, constelarse en el mundo.

¿Cómo enriquecer la experiencia sin abolir sentidos? ¿Cómo producir encuentros que estimulen el intercambio, y a la vez facilitar una práctica de cuidados que haga pie en la cultura de origen? ¿Qué desafíos plantea la intervención de Vilma Gómez a quienes diseñan programas para niños en zonas rurales o para las poblaciones indígenas?

“Un sentido descubre sus profundidades al encontrarse y al tocarse con otro sentido, un sentido ajeno: entre ellos se establece una suerte de diálogo que supera el carácter cerrado y unilateral de estos sentidos, de estas culturas”[18], señala Mijail Bajtín. Esta bella forma de pensar el carácter abierto e interrogador del encuentro con el otro es una hilera de luces reflectivas para nuestros interrogantes, es también una promesa de enriquecimiento mutuo que vale la pena investigar.
Escenas de lectura en la feria de libros para bebés y niños pequeños, organizada por el Jardín maternal de la Facultad de Derecho (UBA), los días 4, 5 y 6 de julio de 2018. Buenos Aires. Foto: Andrés Santamarina.

* María Emilia López
Especialista en Primera infancia. Investigadora. Asesoró Programas culturales para niños en Argentina, México, Colombia, Brasil. Consultora de CERLALC. Directora del jardín maternal de la Facultad de Derecho (UBA), una institución de educación artística para bebés y niños pequeños, donde creó y coordina el Programa de Lectura y Biblioteca y el Programa de Investigación y Formación docente continua.

NOTAS
[1]Nancy, Jean-Luc. La musas. Amorrortu: Buenos Aires, 2008, p. 141
[2] Montes, Graciela. El corral de la infancia. México: Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 34.
[3] Rolnik, Suely. En: Guattari, Félix y Suely Rolnik. Micropolítica. Cartografías del deseo. Buenos Aires: Tinta limón, 2005. pag. 25
[4]“Lo que caracteriza un proceso de singularización es que sea automodelador. Esto es, que capte los elementos de la situación, que construya sus propios tipos de referencias prácticas y teóricas, sin permanecer en una posición de constante dependencia con respecto al poder global, a nivel económico, a nivel del saber, a nivel técnico, a nivel de las segregaciones, de los tipos de prestigio que son difundidos. A partir del momento en que los grupos adquieren esa capacidad de vivir sus propios procesos, pasan a tener capacidad para leer sus propia situación y aquello que pasa en torno a ellos. Esa capacidad es la que les va a dar un exactamente mínimo de posibilidad de creación y les va a permitir preservar ese carácter de autonomía tan importante”. Rolnik, S. Op. cit, p. 65
[5]Agamben, Giorgio. “Paradoja del tiempo que se escabulle”. Revista Ñ [Buenos Aires, Argentina] 21 de marzo de 2009.
[6] Registro del trabajo en Foro de Irma Lilia Luna Fuentes, cursante del Diplomado en Educación Temprana y Desarrollo infantil, dirigido por María Emilia López. Universidad Autónoma de Querétaro –UAQ- y Secretaría de Educación Pública –SEP-, México, 2011-2012.
[7]Jullien, Francois. Cinco conceptos propuestos al psicoanálisis. Buenos Aires: El cuenco de plata. 2013, p.26
[8]Corea, Cristina e Ignacio Lewkowicz. ¿Se acabó la infancia? Ensayo sobre la destitución de la niñez. Buenos Aires: Lumen, 1999, p.25
[9]Berardi, Franco. Generación post-alfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo. Buenos Aires: Tinta Limón Ediciones, 2007, p. 192
[10] Ibid, pp. 192-193
[11]Lyotard. Jean-Francois. Lo inhumano. Charlas sobre el tiempo. Buenos Aires: Manantial, 1998, p. 71.
[12] Benjamin, Walter. Sobre el programa de la filosofía futura. Buenos Aires: Planeta, 1986. p. 190
[13] Pienso en la cantidad de libros de buena calidad que suelen distribuirse en centros infantiles, escuelas, centros comunitarios, pero a los que, por estar guardados en los armarios o ubicados en estantes, los niños no pueden acceder libremente, por lo cual no producen ninguna posibilidad de experiencia. También pienso en los mediadores, quienes muchas veces no han tenido oportunidades propias de lectura y al encontrarse con un libro para niños no saben cómo ubicarse frente a éste en tanto objeto estético, y sobrellevan la situación —con la mejor intencionalidad— a la manera más escolarizada (sin poder entregarse a la aventura poética, a sus imprecisiones, a sus devenires). Pienso en la importancia de crear dispositivos que acerquen a los adultos acompañantes de los niños a la idea de experiencia, al reencuentro con su propia sensibilidad, con su permiso para jugar, pensar, sentir, hacer.
[14] Benjamin, Walter. “Experiencia y pobreza”. En Obras II. Madrid: Abada, 2007, p. 218
[15] Larrosa, Jorge. La experiencia de la lectura. Estudios sobre literatura y formación. México: Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 30
[16] Guattari, Félix. Caosmosis. Buenos Aires: Manantial, 1996, pp. 158-159
[17] Gómez Pava, Vilma Amparo. “Arrullos y silencios. Reflexiones sobre niñez y adolescencia en pueblos originarios colombianos”. Ponencia. Octubre 2012.
[18] Bajtin, Mijail. Estética de la creación verbal. México: Siglo XXI, 1999. p.352

Fotografía de portada: Andrés Santamarina. Escena de lectura en la feria de libros para bebés y niños pequeños, organizada por el Jardín maternal de la Facultad de Derecho (UBA), los días 4, 5 y 6 de julio de 2018. Buenos Aires.