Jaime Funes: «Los adolescentes tienen más valores que el mundo adulto»

Consideramos la adolescencia la edad compleja por excelencia, pero me da la sensación de que lo hacemos desde el punto de vista de los adultos ¿Somos conscientes de cómo viven ellos esta etapa tan complicada?

elPeriódico

Juan Carlos Garza

26/04/2024


Jaime Funes en Zaragoza. / JOSEMA MOLINA

El temor a la adolescencia está en lo que los chicos se pueden encontrar en las calles, en los amigos que pueden tener... El problema de las adolescencias desconcierta a los adultos, que muchas veces piensan ‘que no sea o que no haga lo que yo hice’, buscando una seguridad imposible. El adolescente está en una etapa de experimentar, de probar, y eso angustia a los adultos. Pero hay siempre gente cerca que va a ayudarles a gestionar ese mundo que están descubriendo.


¿Por qué preocupa tanto al adulto?


Cuando algo es nuevo, diferente a lo que uno vivió, el pánico se apropia del adulto, pero el adolescente solo acabará mal si no se le ayuda a encontrar el camino. Nos acojonamos al ver las incertezas de la vida, pero tenemos que ver las cosas desde la perspectiva del joven, tratar de entender sus argumentos, que no son los nuestros. La mejor manera de educar es la conexión con la vida, tener claro que el aprendizaje de la vida tiene que ver con la convivencia.


¿Y el adolescente cómo vive esa etapa? ¿Cómo es de complicada para ellos?


Es complicada por una serie de confluencias de variables, desde problemas en casa a amigos que conocen en la calle, los porros que amenazan... El adolescente no deja de ser alguien desconcertado por vivencias que no conocía, amistades diferentes... Eso le genera una vida feliz, pero inestable, pues además los adultos adolecen de falta de sensibilidad por ver que lo que el chico dice es importante para él, de demostrar que les interesa su vida y no solo los problemas puntuales. Nos dedicamos a reprender lo que consideramos que no hacen o que no está bien, pero no a escucharlos.


En los últimos tiempos, los adolescentes están en el foco por la cantidad de problemas de salud mental que están sufriendo y que a algunos les llevan incluso al suicidio. ¿Qué está pasando, qué hacemos mal?


Los adultos traspasamos nuestros problemas a la realidad adolescente. El drama del suicidio ya era la primera causa de muerte externa antes de la pandemia, y no ha aumentado. Solo que ahora nos hemos dado cuenta. ¿Qué pasa, que se nos han acabado las razones para explicarles que vale la pena vivir? Los chicos siempre han tenido necesidad de expresarse, pero nosotros no les permitimos hablar de cómo se sienten. Estos problemas no habría que derivarlos a salud mental, sino entender qué les pasa y ayudarles con ello. Seguro que tiene otra manera de expresar su malestar que en un sofá con un psicólogo.


El mundo digital se ha demonizado como una de las causas que están influyendo de forma negativa en los adolescentes. ¿Lo ve así?


Los adultos cometemos el error de pensar que lo digital es negativo, pero nosotros también estamos digitalizados. Es verdad que los chicos están más expuestos, pero hoy también sienten diferente, construyen su identidad de forma diferente. Los amigos virtuales, también son amigos. La vida real está ahí, pero también la digital, donde escuchamos música o aprendemos cosas. Aunque hay que tener claro que el móvil es un instrumento individualista. Hablas con otros, pero no te obliga a comunicarte con ellos, al igual que las gafas de realidad virtual no te conectan con nadie, mientras la escuela obliga a trabajar juntos, a descubrir juntos. La vida ha de desarrollarse en contextos diferentes, no solo en el virtual. El problema son aquellos adolescentes que se aíslan con los móviles.


A pesar de las críticas que reciben los adolescentes de hoy, yo me encuentro con un gran porcentaje de jóvenes con muchos valores.


Objetivamente, tienen más capacidades y más valores que los adultos. El problema es que el adulto que se queja de ello es precisamente el que no los tiene e invoca a tradiciones periclitadas. El compromiso político de hace 30 años es muy distinto al de hoy, pero los jóvenes de este tiempo demuestran, por ejemplo, un gran compromiso con el medio ambiente. Otros van a lugares con ganas de apreciar determinados estados de ánimo que les permiten estar felices; también son conscientes de que hay compañeros de su edad que, por distintas circunstancias, padecen penurias y no tienen lo que tienen ellos. Si comparamos, el conjunto de la juventud tiene más valores que el mundo adulto.

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