Blanquita, es un reloj pesado que de alguna manera dura menos de una hora y cuarenta minutos, pero logra dejar un impacto abrasador. Inspirado en hechos reales, el escritor y director Fernando Guzzoni desarrolla una historia de abuso sexual y la lucha por la justicia, que nunca parece ser tan cortante como uno podría esperar. Blanquita no le da a la audiencia respuestas fáciles, ni pretende darle un giro esperanzador a su final demasiado realista. En cambio, Blanquita es una película que obliga a sus espectadores a confrontar las duras verdades detrás de los sistemas de poder a través de un punto de vista comprensivo y poco confiable.
La titular Blanquita (Laura López) vive en un refugio para niños perdidos y maltratados con su pequeña hija. Los arrebatos violentos entre los residentes no son infrecuentes, y muchos están demasiado traumatizados para presentarse como testigos en contra de quienes los lastiman. Cuando una figura pública destacada es arrestada por cargos de abuso sexual contra menores, Blanquita se convierte en testigo estrella del caso debido a sus vívidos recuerdos de lo sucedido y su capacidad para hablar claramente sobre ellos. Ayudada por el cura que dirige el albergue, Manuel (Alejandro Goic), Blanquita sube la apuesta al implicar también a un político. Sin embargo, pronto surgen grietas en la historia de Blanquita, lo que hace que todo se desvíe en una dirección muy diferente.
La joven Blanquita, espoleada por ese sacerdote, se enfrenta a un proceso judicial (de sustrato real) en el que acusa a varios políticos y prohombres de delitos sexuales en Chile.
El estilo seco, casi violento, de montaje con cortes rápidos, espasmódicos, música incómoda y personajes en el filo de la moralidad, acompaña a Blanquita en su camino de dudas, de medias verdades y de búsqueda de venganza, la única opción en un país (otro más) en el que hacer justicia es imposible.
Fernando Guzzoni no hace prisioneros. Su mirada hacia el patio de atrás de la sociedad chilena que ha hecho la transición desde el régimen de Pinochet a la democracia dista mucho de ser benevolente con un país que, aparentemente, mejora todos los estándares de tolerancia, pluralismo y bienestar de sus vecinos en Latinoamérica.
Sinopsis:
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