Declaración de Phumzile Mlambo-Ngcuka,
Secretaria
Gral. Adjunta de las Naciones Unidas y Directora Ejecutiva de ONU
Mujeres,
con ocasión del Día Internacional de la Mujer
El tema de este año se centra en la intensa vida de las mujeres
activistas, cuya pasión y compromiso han permitido hacer realidad los
derechos de las mujeres generación tras generación, y a las que debemos
los cambios conseguidos. Celebramos un movimiento internacional sin
precedentes a favor de los derechos, la igualdad, la seguridad y la
justicia de las mujeres, reconociendo el trabajo incansable de las
activistas que han sido fundamentales en este avance mundial de la
igualdad de género.
Hoy presenciamos una importante unión de fuerzas entre las mujeres de
todo el mundo, lo que demuestra el poder de hablar con una sola voz, en
un momento en el que reclaman oportunidades y rendición de cuentas,
aprovechando el impulso de las redes y las coaliciones de base que se
extienden hasta llegar a la dirección de los gobiernos. Estos
movimientos tienen sus raíces en el trabajo de activistas de varias
generaciones, desde la difunta líder feminista por los derechos humanos
Asma Jahangir, de Pakistán, hasta la nueva generación que emerge con
fuerza, representada por mujeres jóvenes como Jaha Dukureh en Gambia, la
Embajadora de buena voluntad regional de ONU Mujeres para África sobre
la erradicación de la mutilación genital femenina y el matrimonio
infantil.
Las sociedades saludables cuentan con un amplio abanico de voces e
influencias que proporcionan contrapoderes, experiencias y perspectivas
diferentes, y el debate que garantiza una toma de decisiones adecuada.
Allí donde no se oigan ciertas voces, significará que falta una pieza
importante de la sociedad. Cuando estas voces silenciadas suman millones
de personas, sabemos que algo no funciona bien en este mundo. De igual
modo, cuando observamos y oímos que estas voces se alzan con decisión y
solidaridad, sentimos que eso es lo correcto.
Aplaudimos a todas aquellas personas que han exigido con valentía
tener acceso a la justicia, como, por ejemplo, las del movimiento #MeToo
o #YoTambién, que en los últimos meses han utilizado los medios
sociales para expresarse en más de 85 países y exponer a aquellos que se
han aprovechado de quienes tienen menos poder. Con ello han demostrado
que cuando las mujeres se apoyan entre ellas, contribuyen a superar el
estigma y a que la gente crea lo que tienen que explicar.
Encomiamos a las mujeres que se han pronunciado en la Corte Penal
Internacional, donde sus testimonios han hecho responsables a aquellos
que utilizaron la violación como arma de guerra. Celebramos el trabajo
de las personas activistas que han luchado por la igualdad de derechos
de las personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e intersex, y
el de aquellas que han impulsado la reforma legal en países como Túnez,
para poner fin a una disposición que permitía a los violadores eludir la
pena si contraían matrimonio con sus víctimas. Nuestro reconocimiento a
aquellas personas que han tomado las calles de la India para denunciar
el asesinato y la violación de niñas y niños pequeños, convirtiendo las
protestas en movimientos de base más amplia en los que participan
comunidades enteras. Honramos a las líderes indígenas que han alzado la
voz por sus derechos de posesión de tierras y en contra de las prácticas
tradicionales, y a las personas que incluso han perdido la vida
defendiendo los derechos humanos.
El movimiento feminista debe seguir aumentando la diversidad y la
cantidad de personas que trabajan por la igualdad de género,
incorporando a personas y grupos —como, por ejemplo, hombres y niños,
jóvenes y organizaciones confesionales— para respaldar y configurar la
agenda, para que los jóvenes y los niños aprendan a valorar y respetar a
las mujeres y las niñas y para que los hombres puedan cambiar su
conducta. El activismo de hoy tiene que modificar la manera en la que
escuchamos a las mujeres y la manera en la que las percibimos,
reconociendo el poder que tienen los estereotipos para influir en cómo
valoramos a las personas. Es imprescindible que haya un movimiento de
mujeres que aborde estas cuestiones, pero también necesitamos un
movimiento de hombres feministas.
Este tiene que ser un punto crucial: poner fin a la impunidad y al
sufrimiento silencioso de las mujeres en las zonas rurales y urbanas,
incluidas las trabajadoras domésticas. Como refleja nuestro último
informe, Hacer las promesas realidad,
las personas activistas de hoy en día deben empoderar a aquellas
personas que tienen más posibilidades de quedarse atrás, la mayoría de
las cuales son mujeres. En todas las regiones, las mujeres tienen más
probabilidad de vivir en una situación de pobreza extrema que los
hombres. Esta brecha de género alcanza hasta el 22 por ciento en el
grupo de edades comprendidas entre los 25 y los 34 años, los años
reproductivos clave de las mujeres, y pone en evidencia el dilema a las
que muchas mujeres se enfrentan: el de conciliar la obtención de
ingresos con los cuidados. En este ámbito, se necesitan urgentemente
medidas y un cambio de políticas.
ONU Mujeres tiene una relación especial con el movimiento de las
mujeres. De hecho, nuestra organización surgió de este activismo. La
sociedad civil ha desempeñado desde siempre un papel esencial al dirigir
las acciones mundiales sobre igualdad de género defendiendo la reforma,
haciendo hincapié en las complejidades de los retos a los que se
enfrentan las mujeres, influyendo en las políticas, participando en la
supervisión, y promoviendo la rendición de cuentas.
Debemos crear
deliberadamente un apoyo más firme al activismo político de las mujeres y
un espacio más amplio para las voces de la sociedad civil de mujeres a
fin de unir nuestros esfuerzos a favor de las personas que realmente
necesitan más el cambio. Necesitamos una nueva generación de igualdad
duradera que ponga fin a la cultura de la pobreza, el maltrato y la
explotación por motivos de género.
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