Los jóvenes esto y los jóvenes aquello...


y la juventud no es un excluyente de ello.


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Por poner un poco de contexto, citando a la siempre infalible Mafalda (muy de mi época, para nada de la época de la generación siguiente), en la relación paternofilial, estamos dos partes: padres por un lado e hijos por el otro. Dos roles diferenciados, con objetivos conflictivos por definición.

El rol de padres-educadores busca, con distintos enfoques ("amiguetes", "tiranos", "colegas", "doctores", "hippies", "asustados", "perdidos"...) transmitir conocimientos y valores a los que se ven forzados a asumir el rol de hijos-estudiantes. En las culturas japonesas esto está perfectamente definido como la relación senpai-kōhai ("compañero de antes" vs "compañero de después"). El senpai (o sempai) es el maestro sabio, generalmente mayor en edad, que educa, entrena y forma al joven aprendiz, kōhai. Se supone que el aprendiz, lleno de respeto y ganas de aprender, absorberá toda la sabiduría infinita que el anciano maestro ha atesorado a lo largo de su fructífera vida.

¿Qué ocurre cuando los jóvenes prefieren no escuchar las palabras de un anciano supuestamente sabio, sino que prefieren tomar sus propias decisiones, equivocadas o no? Aparece el principio del conflicto generacional, que es tan viejo como la historia de la humanidad, como veremos.
Por favor, les rogaría que presten especial atención a frases tales como:
  1. Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. Ellos no se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos.
  2. Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país, si la juventud de hoy toma mañana el poder, porque esa juventud es insoportable, desenfrenada, simplemente horrible.
  3. Nuestro mundo llegó a su punto crítico. Los hijos ya no escuchan a sus padres. El fin del mundo no puede estar muy lejos.
  4. Esta juventud esta malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura.
Si las leemos con perspectiva, veremos que son relativamente similares a frases que escuchamos o leemos hoy en día sobre la juventud. Parecen la descripción más viva de la generación que nos reemplazará: maleducada, perdida, sin intereses, ociosa y adicta al lujo... un reflejo de los jóvenes que nos rodean.

Pero, realmente, estas frases forman parte de una conferencia titulada "En mis tiempos" impartida por el médico británico Ronald Gibson. La primera frase, tan "aplicable hoy en día" a la realidad de nuestros jóvenes, en realidad es de Sócrates (470-ib - 399 a.C.), la segunda frase es de Hesíodo (siglo VIII o siglo VII a.C.), la tercera es de un supuesto sacerdote del año 2.000 a.C. y, la cuarta, se encontró escrita en una vasija babilónica datada en más de 4.000 años de antigüedad (no estoy completamente convencido de que la historia de esta conferencia sea real, pero para el propósito de este artículo sirve).
El conflicto generacional, el tópico de "la juventud confundida" es uno de esos clichés que se repiten en cada generación senpai, sin que necesariamente sean sabios, ni tengan el menor valor que transmitir a jóvenes que, en muchas ocasiones, son mucho más inteligentes, más valientes y con más ganas de aventurarse que lo que sus antecesores siquiera pudieron soñar.

Creo que es el momento de decir basta ya a tanto comentario de anciano amargado, de prepotentes autoritarios que creen que sus "experiencias vitales" les han otorgado sabiduría; nunca olvidemos que una persona puede sentarse en una silla y dejar pasar el tiempo sin que nada productivo entre en su mente. La edad no es garantía de sabiduría o conocimiento, y la juventud no es un excluyente de ello.

Los jóvenes que yo conozco en primera persona, son alegres, inteligentes, fuertes y poderosos. Hablar con ellos me regala energía, me hace recuperar pasión y me abre los ojos a realidades que, debido a mis propios prejuicios de viejo, a veces soy incapaz de descubrir o siquiera entender.
Son admirables en tantas formas, que no puedo sentir otra cosa que enamoramiento por ellos. Y ustedes deberían sentir lo mismo, y olvidarse ya de sus "experiencias valiosas" y sus "consejos para ayudar".

Cierro con este vídeo imprescindible IMPRESCINDIBLE de los Monty Python, que resume lo dicho de una forma tan perfecta como la viñeta de Mafalda:

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