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Son 'inconstitucionales', las leyes estatales republicanas (USA) que atacan los derechos de los niños trans.

La discriminación contra los jóvenes transgénero no solo está mal, 
también es claramente inconstitucional.
Las leyes estatales aprobadas recientemente que atacan los derechos de los niños y niñas transgénero, que han sido condenados por grupos de derechos humanos y expertos médicos, ahora han sido oficialmente calificadas de inconstitucionales por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos.
Tres niñas preadolescentes transgénero se sientan juntas en un dormitorio en el área de Austin, Texas. Los legisladores republicanos en varios estados han impulsado recientemente una legislación para evitar que los médicos brinden atención a los niños transgénero, incluido el suministro de bloqueadores de la pubertad como los que estas niñas han comenzado a tomar. El Departamento de Justicia dijo el jueves que dicha legislación es inconstitucional. (Foto: Adam Gray / Barcroft Media a través de Getty Images / Barcroft Media a través de Getty Images)








"Esperamos que las legislaturas estatales finalmente capten el mensaje", dijo la ACLU, que ha presentado demandas contra la legislación anti-trans

En un escrito legal presentado el jueves (17 junio) en apoyo de una demanda presentada por la ACLU, los funcionarios del Departamento de Justicia escribieron que la ley de Arkansas que prohíbe a los médicos brindar atención de afirmación de género a jóvenes transgénero contraviene la Cláusula de Protección Igualitaria de la 14a Enmienda...

"Las presentaciones de hoy del Departamento de Justicia envían un poderoso mensaje de que la discriminación contra los jóvenes transgénero no solo está mal, también es claramente inconstitucional"dijo Chase Strangio, subdirector de justicia trans en el Proyecto LGBTQ y VIH de la ACLU. "Estos documentos del Departamento de Justicia confirman lo que les hemos estado diciendo a las legislaturas durante todo el año: prohibir a los jóvenes trans de los deportes y negar la atención médica a los jóvenes trans viola la Constitución y la ley federal. Esperamos que las legislaturas estatales finalmente capten el mensaje".

Seminario #NiñasPoderosas

 el 
IV Seminario de Pensamiento Latinoamericano por los Derechos de la Infancia, #NiñasPoderosas Transversalización de las políticas de género  
en las organizaciones de infancia.



12 a 15 hs ARG, UY / 9 a 12 GT, SV, HN / 10 a 13 MX, COL, EC / 11 a 14 BO / 17 a 20 ESP

Más información, programa...: www.tejiendoredesinfancia.org/ninaspoderosas

El formulario de registro estará abierto sólo durante las transmisiones en vivo, el enlace se colocará en la descripción del vídeo y deberá llenarse cada día para contar la asistencia.

Video

"Niñez y Género, Claves de compresión y acción", Libro CIDENI...


CIDENI y el Programa de Género e Inclusión Social de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), editan el libro “Niñez y Género: Claves de Comprensión y Acción” donde las y los autores reflexionan en torno a la relación entre el enfoque de derecho y género en la infancia y los desafíos que enfrenta; recoge, pues, un conjunto de investigaciones y reflexiones de académicas y académicos provenientes de distintas disciplinas y latitudes sobre la temática de niñez, género y derechos humanos..

Soledad Larraín y Gabriel Guajardo.
Centro Iberoamericano de Derechos del Niño, CIDENI.
 Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 
Ediciones FLACSO-Chile.


Acceso libre al libro aquí:

La publicación se organiza en torno a once capítulos con temas como el espacio público de la niñez y del género; las familias y el poder; los derechos sexuales de niños y adolescentes con un enfoque desde las masculinidades; la maternidad posible; las violencias entrelazadas; la niñez transgénero; el reconocimiento legal del derecho a la identidad de género en niñas, niños y adolescentes, entre otros.
La obra refleja la interrelación y complementariedad entre estos ámbitos de la producción científica, y esperamos que pueda ser de utilidad tanto para el esclarecimiento de algunas cuestiones conceptuales, como para el diseño y puesta en práctica de políticas públicas en el ámbito de Iberoamérica.
En la publicación escriben 15 autores y autoras de Chile, Bolivia, España, México y Perú.

Citar esta publicación como:
Larraín, S. & G. Guajardo (Eds.) (2021). Niñez y Género: Claves de comprensión y
acción. Santiago de Chile: CIDENI, FLACSO-Chile


Día Internacional de la Mujer. Declaración ONU Mujeres.



a cargo de Phumzile Mlambo-Ngcuka, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres.
2020 es el año de las mujeres.

Mientras tanto, las niñas no ocultan su decepción con la gestión de nuestro planeta, la incesante violencia ejercida contra ellas y la lentitud del cambio en cuestiones esenciales como la educación.
domingo, 8 de marzo de 2020.


2020 es un año crucial para la igualdad de género. Y los beneficios de la igualdad de género no sólo son para las mujeres y las niñas, sino para todas las personas cuyas vidas cambiarán con un mundo más justo donde no se deje a nadie atrás. Es el año de lo que llamamos la "Generación Igualdad". Con el liderazgo de la sociedad civil, nos estamos movilizando para garantizar el ejercicio de los derechos de las mujeres y conmemorar los 25 años de la implementación de la Plataforma de Acción de Beijing.

Estamos permitiendo que las mujeres participen en las decisiones sobre su futuro. La Generación Igualdad aborda cuestiones relacionadas con las mujeres de todas las generaciones, desde los primeros hasta los últimos años, pero se centra, sobre todo, en las mujeres jóvenes y las niñas.

En la actualidad, no tenemos un mundo igualitario, y las mujeres están enojadas y preocupadas por el futuro. Están radicalmente impacientes por lograr un cambio. Es una impaciencia que tiene raíces profundas y que se ha estado gestando por años.
Tenemos algunos cambios positivos para celebrar. Por ejemplo, disminuyó un 38 % el índice de mortalidad materna desde el año 2000. Un total de 131 países realizaron reformas legales para apoyar la igualdad de género y abordar la discriminación. La discriminación contra las mujeres se legisló en muchos países hace 25 años. Hoy en día, más de tres cuartos de los países aplican leyes contra la violencia doméstica. Por otra parte, el número de niñas que asisten a la escuela es mayor que nunca, y a nivel mundial participan más mujeres que hombres en la educación terciaria.
Si bien hubo avances, ningún país ha logrado la igualdad de género. Aún no hemos puesto lo mejor de nosotros. En todos los países, siguen existiendo problemas, aunque muchos de ellos no son insuperables.

Mientras tanto, las niñas no ocultan su decepción con la gestión de nuestro planeta, la incesante violencia ejercida contra ellas y la lentitud del cambio en cuestiones esenciales como la educación. Por ejemplo, pese al aumento de la matriculación escolar, en la actualidad, una de cada 10 mujeres jóvenes no sabe leer ni escribir. Esta situación debe cambiar para que las niñas sean dueñas de todo su poder, ocupen su lugar en el mundo y desempeñen su papel vital en la tecnología y la innovación.

Otra meta prioritaria que agudiza nuestra impaciencia es la falta de mujeres en los cargos de poder. Tres cuartos de todos los miembros parlamentarios en el mundo son hombres. Una solución probada es introducir cuotas de cumplimiento obligatorio para la representación de las mujeres. Cerca de 80 países ya lo han hecho con éxito, y algunos Estados tienen gabinetes con equilibrio de género y políticas explícitamente feministas. Esta es una tendencia deseable que debemos ver más tanto en los sectores públicos como privados, donde el porcentaje total de mujeres en los puestos directivos sigue siendo de un 27 %, incluso cuando hay más mujeres que se gradúan de la universidad.
Lo mismo sucede con las mujeres que participan en las negociaciones de paz, donde la gran mayoría de los negociadores y signatarios son hombres. Sabemos que las mujeres logran acuerdos de paz más duraderos, pero siguen siendo marginadas. Los grupos de mujeres y los defensores y defensoras de los derechos humanos sufren persecución, sin embargo, están preparados para hacer mayores esfuerzos. Por este motivo, necesitan con urgencia más seguridad, financiación y recursos.
Lo que más impaciencia me genera es la desigualdad económica que permanece inalterada. Las mujeres y las niñas dedican tres veces más de tiempo y energía que los hombres y los niños a ocuparse de las tareas del hogar. Esto no les permite tener las mismas oportunidades en la educación, el mercado laboral y el poder adquisitivo. Es un motor generador de pobreza. Las mujeres jóvenes que mantienen una familia tienen un 25 % más de probabilidades que los hombres de vivir en la pobreza extrema, lo que afecta a millones de niños y niñas pequeños, con consecuencias que repercuten a lo largo de la vida de la madre y el niño y la niña. La solución incluye la aprobación de políticas adecuadas que fomenten una mayor igualdad en las responsabilidades de cuidado infantil y proporcionen apoyo estatal a las familias y a quienes trabajan en la economía informal.

Si bien estamos radicalmente impacientes, no nos rendimos y tenemos esperanzas. Contamos con un creciente apoyo de los aliados y socios que están dispuestos a eliminar las barreras contra la igualdad de género. Somos testigos de la voluntad impulsora de cambio en todas las generaciones y países. Estamos encontrando los problemas que nos unen y que ofrecen oportunidades para romper el statu quo. El aprendizaje adquirido en los últimos 25 años nos demuestra lo que se necesita para acelerar las acciones en pos de la igualdad. La Generación Igualdad es una de nuestras respuestas, y entre todos y todas conformamos esa generación.

«El cerebro refleja la vida que ha vivido, no el sexo del propietario".

La neurociencia rompe el mito del cerebro femenino.

La experta en neuroimagen dice que la cultura sexista (las mujeres cuidadoras y los hombres fortachones) 
es lo que produce que los cerebros de las mujeres y de los hombres se desarrollen de forma diferente.
A ella lo que le interesa es descubrir cómo afecta al cerebro de una niña el rosa de los vestidos y las cocinitas que les dan para jugar; 
cómo inciden en el cerebro de un niño los Legos para montar castillos que les traen los Reyes Magos. 
«El cerebro es plástico y maleable. Va amoldándose al entorno 
y a lo que una persona cree que los demás esperan de ella».... 
Cada persona es valiosa por ser quien es, no por el grupo al que pertenece....
Gina Rippon. Foto de James Waller
                                                                                                                                 Mar Abad, YOROKOBU.
   
"Acababa de nacer una de sus hijas. Gina Rippon estaba en el hospital y hablaba con otras madres mientras esperaban a que les trajeran sus bebés. Una enfermera apareció al fondo con dos criaturas que llenaban el pasillo con sus llantos y su griterío.

Se acercó a una mujer y le entregó un bebé vestido de celeste:
— Tiene un par de pulmones estupendos —dijo la enfermera, por la fiereza de los gritos del nene.
Después puso en los brazos de Rippon a su niña recién nacida, que lloraba con el mismo ímpetu, y comentó, quejosa:
— Es la más ruidosa de todos. No es muy femenina.

Apenas tenía diez minutos de vida y ya esperaban de ella que se comportara como una señorita: calladita, modosita, discreta. Mientras el niño de al lado berreaba como un campeón y lo jaleaban por ello. ¡Qué pulmonazos!

Tenemos los roles de género metidos hasta el tuétano. Arrastramos desde hace tantos siglos la idea de que las mujeres y los hombres han de actuar de un modo distinto que hemos dejado de cuestionarlo. Está tan dentro de nuestras cabezas y tan pegado a nuestra piel que hasta la ciencia, muchas veces, ha dejado de poner esta premisa en duda. 

Muchos estudios parten de la base de que el comportamiento y el temperamento de los hombres y las mujeres es distinto. Pero ese hecho, ¿lo prueba la ciencia o lo impone la educación?". 
 Esta pregunta llevó a la experta en neuroimagen cognitiva Gina Rippon a investigar el asunto y a contarlo ahora en su libro El género y nuestros cerebros (Galaxia Gutenberg, 2020).


¿DESDE CUÁNDO HABLA LA CIENCIA DE «CEREBRO FEMENINO» Y «CEREBRO MASCULINO»?

La ciencia del siglo XVII asignó un sexo al cerebro: uno «femenino» para las mujeres y uno «masculino» para los hombres. Los valores culturales y científicos empezaron a mezclarse hasta el punto de que en la actualidad se da por sentada esa ridícula frase de que «los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus». Todos son del planeta Tierra, dice, riendo, Rippon.

Muchos piensan que esa máxima de Venus y Marte es la conclusión de cientos de investigaciones rigurosas. Ven obvio que si los genitales son distintos, el cerebro también lo sea. Aunque entonces, ¿por qué no lo es el riñón? ¿Y el corazón? Por esta lógica, el órgano del amor tendría que ser mucho más rosa y mucho más grande en las mujeres. ¿Cómo, si no, habrían de caberles tanta empatía, tantos cuidados y tanta dulzura a las madres y abuelas? 

«Es un concepto equivocado que ha regido la ciencia del cerebro durante varios siglos, que sirve de base a muchos estereotipos perniciosos y que, en mi opinión, representa un obstáculo para el progreso social y la igualdad de oportunidades», escribe la investigadora honoraria de la Asociación Científica Británica en El género y nuestros cerebros.

Gina Rippon cuestiona en este libro muchos de los mitos asumidos por la sociedad: que los hombres son unos cracks leyendo mapas y las mujeres, un peligro al volante; o que las mujeres cuidan de los bebés que es un amor y los hombres no saben ni doblar un pañal.

La catedrática honoraria de Neuroimagen Cognitiva en el Centro del Cerebro de la Universidad de Aston, en el Reino Unido, analiza los estudios en los que se basan esas creencias y desmonta muchas de ellas. Algunas las califica, incluso, de extravagantes. Por ejemplo, que las mujeres son inferiores porque su cerebro pesa 140 gramos menos o que no tienen sentido de la orientación porque su cerebro tiene conexiones distintas a las de los hombres.

Esa idea de que las diferencias anatómicas implican diferencias en el cerebro es la que lleva a dar por sentado que las mujeres y los hombres tienen distintas aptitudes cognitivas, distintas personalidades y distintos temperamentos. Incluso distintos lugares en la sociedad. Aunque, según Rippon, en la actualidad todo esto está en cuestión: «No solo se han puesto en duda las viejas respuestas. También se cuestiona la pregunta, la búsqueda de la diferencia».

— Muchas mujeres, hartas de que les pidan que sean discretas, hoy exigen su «derecho a la ira». A los hombres se les permite expresar su enfado mucho más que a las ellas.

— Sí. Cuando una mujer se irrita le dicen que eso es muy poco femenino —contesta, riendo— Si hiciéramos un test a todas las mujeres del mundo, encontraríamos grandes diferencias de temperamento. Es más: si hiciéramos un estudio a una sola mujer, veríamos diferencias de un día a otro. Muchas mujeres no se ven representadas con esa idea de la esposa dócil. Estos estereotipos ahogan a muchas personas.

¿HAY UN CEREBRO ESPECÍFICO PARA CADA SEXO O UNO PARA CADA PERSONA?

Gina Rippon lleva décadas estudiando el cerebro humano. En sus investigaciones sobre el espectro autista en niños y adolescentes ha observado miles y miles de imágenes cerebrales. Y eso le ha hecho ver que, por la foto de un escáner, sería incapaz de decir si un cerebro pertenece a una mujer o a un hombre.

Hay diferencias entre uno y otro, por supuesto, pero porque hay diferencias entre todos y cada uno de los cerebros humanos. Así lo dice Gina Rippon, con una sonrisa y mucha convicción, en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Lo que habría que estudiar es la incidencia de los valores culturales y los roles de género en el cerebro de los individuos: «Cómo afecta el ambiente en el cerebro y cómo responde el cerebro a los estímulos culturales y sociales. Qué viene de nacimiento y qué es aprendido».

Hasta ahora la mirada habitual ha sido la que busca una diferencia biológica. La que no se conforma con las distinciones en los genitales, las gónadas, los genes y las hormonas. También las buscan en el cerebro y pueden dar con el hallazgo que quieran, porque, según Rippon, «podemos usar la información en función de la respuesta que estemos buscando». 

A ella lo que le interesa es descubrir cómo afecta al cerebro de una niña el rosa de los vestidos y las cocinitas que les dan para jugar; cómo inciden en el cerebro de un niño los Legos para montar castillos que les traen los Reyes Magos. «El cerebro es plástico y maleable. Va amoldándose al entorno y a lo que una persona cree que los demás esperan de ella», indica Rippon.

Esto podría explicar la creencia general de que los hombres tienen mejor sentido de la orientación o son mejores en ciencia y tecnología. Si de pequeños jugaron más a construir castillos, es lógico que de mayores se les dé mejor la construcción de edificios. Ocurre lo mismo con los cuidados. Aún no se ha encontrado el gen cuidador con lacito rosa. Pero lo que aún abunda son niñas que con solo cinco años ya van tirando de un carrito y llevando un muñeco pelón para jugar a ser mamás. 

Décadas de investigación llevan a Rippon a afirmar que los cerebros reflejan las vidas que han vivido, no el sexo de su propietario. «Ver las impresiones que dejan para toda la vida  las experiencias y las actitudes en nuestros cerebros plásticos nos hace comprender que necesitamos examinar más de cerca lo que ocurre fuera de nuestra cabeza, no solo dentro», escribe en El género y nuestros cerebros.

En los dos primeros años de vida, los niños absorben muchísima información. Bastante más de la que los adultos imaginan. En estos 24 meses ya aprenden los roles de género y actúan en función de ellos. Ya empiezan a interiorizar frases del tipo «los niños no lloran», «las niñas no hacen esas cosas» o «¡Mira qué tío machote!». 

Esta primera educación es fundamental para entender la brecha de género que llega después. «Parece que comienza desde el nacimiento o incluso antes», explica Rippon. «Los recién nacidos absolutamente dependientes tienen unas habilidades sociales mucho más sofisticadas de lo que pensábamos. Están reuniendo a toda velocidad informaciones sociales útiles, además de datos esenciales como qué rostro y qué voz indican la llegada de alimento y consuelo».

— Del hartazgo de las cadenas que impone una sociedad dividida en dos géneros, han aparecido dos conceptos muy interesantes: el género neutro (personas que no quieren identificarse con lo femenino ni con lo masculino) y el género fluido (individuos que quieren ir definiendo su identidad cambiante según la sientan en cada momento).

El problema es la idea de que tu sexo biológico determina tu género social. Hay muchas presunciones que deben ser cuestionadas. Lo importante es saber qué entendemos por género: ¿es tu identidad? Una de las soluciones es lo que llamo irrelevancia de género. Liberarnos del significado de ese término. Cada vez tenemos más etiquetas para el género. Puede haber tantos géneros como personas en el mundo. Pero ¿por qué no prescindir de él?—ríe—. Es solo un experimento. 

‘NEUROSEXISMO’ Y ‘NEUROBASURA’

La experta en neuroimagen dice que las similitudes entre los cerebros de una mujer y de un hombre son inmensas. Por eso no tiene sentido buscar las diferencias remotas. Pero es lo que ocurrió cuando apareció la primera tecnología que mostraba imágenes cerebrales: «Los estudios se hacían basándose en la antigua lista de las marcadas diferencias entre hombres y mujeres». 

Parte de la neurociencia de aquellos años 90 incluía en sus estudios los estereotipos de género como un dato válido más y eso dio origen a lo que la psicóloga Cordelia Fine ha llamado neurosexismo: la justificación del sexismo por la neurociencia.

Aquellas primeras imágenes del cerebro que aparecieron a finales del siglo XX entusiasmaron al público. Pronto salieron de las consultas del hospital y fueron publicadas en libros, prensa y manuales de autoayuda. El inconveniente, dice Rippon, es que pocas veces les acompañaban explicaciones rigurosas y científicas. Lo que destacaba esta literatura divulgativa eran las diferencias entre el género femenino y el masculino. Algo que resultaba anecdótico para la ciencia se convirtió en el big issue de la cultura popular. 

Todo el conocimiento nuevo que podía haber obtenido la sociedad sobre el cerebro se redujo a los asuntos de siempre: por qué las mujeres son más sensibles y los hombres, más racionales. Para eso se utilizaron la mayor parte de estas sofisticadas imágenes de colores. Y eso dio lugar a la neurobasura y las neurotonterías. Así denomina Rippon a estas imágenes que aparecen en las revistas de sala de espera y libros de autoayuda, y advierte que puede desacreditar el trabajo profesional que hacen los neurocientíficos en sus laboratorios.

— Dices que después de varias décadas estudiando el cerebro humano no has visto dos iguales. Cada cerebro es único y no podemos presuponer unas habilidades por una etiqueta ni de género ni de raza ni de nada.


— Eso significa que cada persona 
es valiosa por ser quien es, 
no por el grupo al que pertenece.



ATENCIÓN: CSW64 / Beijing+25 (2020) se cancela parcialmente por la crisis COVID-19.

Update: CSW 64 Advisory
Following the UN Secretary-General’s recommendation to Member States to amend the format of the 64th session of the UN Commission on the Status of Women in light of the current concerns regarding coronavirus disease (COVID-19), an informal meeting took place today. The Commission decided that the 64th session of the Commission will convene on 9 March, at 10.00 a.m. (EST), for a procedural meeting. The meeting will include opening statements, followed by the adoption of the draft Political Declaration and action on any other draft resolutions. The session will then suspend until further notification. No general debate will take place and all side events planned by Member States and the UN system in conjunction with CSW 64 will be cancelled.

Siguiendo la recomendación del Secretario General de la ONU a los Estados Miembros de enmendar el formato de la 64ª sesión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de la ONU a la luz de las preocupaciones actuales con respecto a la enfermedad por coronavirus (COVID-19), hoy se celebró una reunión informal. La Comisión decidió que la 64ª sesión de la Comisión se reunirá el 9 de marzo, a las 10.00 a.m. (EST), para una reunión de procedimiento. La reunión incluirá declaraciones de apertura, seguidas de la adopción del proyecto de Declaración Política y la acción sobre cualquier otro proyecto de resolución. La sesión se suspenderá hasta nueva notificación. No se llevará a cabo un debate general y se cancelarán todos los eventos paralelos planeados por los Estados miembros y el sistema de la ONU en conjunto con CSW 64.


En 2020, la comunidad internacional celebrará el vigésimo quinto aniversario de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer y la adopción de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing (1995). Se celebran igualemnte cinco años de Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. 2020 es, por lo tanto, un año crucial para acelerar la realización de la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas en todo el mundo.
El sexagésimo cuarto período de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer se celebrara en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York del 9 al 20 de marzo de 2020. Representantes de los Estados miembros, entidades de las Naciones Unidas y organizaciones no gubernamentales acreditadas por ECOSOC (ONG)de todas las regiones del mundo están invitadas a asistir a la sesión.

Temas

El objetivo principal de la 64a sesión es la revisión y evaluación de la implementación de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing y los resultados de la 23ª sesión especial de la Asamblea General. La revisión incluirá una evaluación de los desafíos actuales que afectan a la implementación de la Plataforma de Acción y el logro de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, así como de su contribución a la plena realización de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Mesa

La Mesa de la Comisión desempeña un papel fundamental a la hora de facilitar la preparación del periodo de sesiones anual de la Comisión y asegurar sus buenos resultados. Los miembros de la Mesa ocupan su cargo durante dos años. En 2002, a fin de mejorar su trabajo y asegurar la continuidad, la Comisión decidió celebrar la primera reunión del periodo de sesiones subsiguiente, inmediatamente después de la clausura del periodo ordinario de sesiones, con el único propósito de elegir a la/al nueva/o Presidenta/e y a otros miembros de la Mesa (decisión 2002/234 del Consejo Económico y Social).
La Mesa para la 64ª sesión (2020) está compuesta de los siguientes miembros:
  • S.E. Sr. Mher Margaryan (Armenia), Presidente (Grupo de Estados de Europa oriental)
  • Sra. Zahraa Nassrullah (Iraq), Vicepresidenta designada (Grupo de Estados de Asia y el Pacífico)
  • Sra. Jo Feldman (Australia), Vicepresidenta (Grupo de Estados de Europa occidental y otros Estados)
  • Sra. Ahlem Sara Charikhi (Argelia), Vicepresidenta designada (Grupo de Estados de África)
  • Sra. Devita Abraham (Trinidad y Tobago), Vicepresidenta designada (Grupo de Estados de América Latina y el Caribe)

Preparaciones y Participación de ONGs


Haga clic aquí para visitar la página de CSW64 (solo en inglés) y obtener información completa y actualizada sobre estos y otros temas relacionados con la sesión. 

“El violador eres tú”, coreografía feminista, protagonista la juventud.

Colectivo (feminista) Las Tesis; cabras (muchachas) de Valparaiso. 

El pasado lunes 25 de noviembre, el colectivo chileno conocido como “Las Tesis”, realizó por primera vez la performance “El violador eres tú” (acceso a coreografía), o “Un violador en tu camino”.
Las manifestantes gritan consignas contra las fuerzas de seguridad
durante una protesta contra el gobierno de Chile en Valparaíso. (REUTERS / Rodrigo Garrido)

Luego de esa primera presentación en su natal Valparaíso, la canción de protesta se ha vuelto un himno para los movimientos feministas alrededor del mundo.

El nombre de la agrupación proviene de las tesis que toman como ejemplo para escribir las letras de sus canciones. Los textos de escritoras como Rita Segato son el eje principal de “Las Tesis”.

-La letra-
El patriarcado es un juez, que nos juzga por nacer, y nuestro castigo, es la violencia que no ves. 
Es feminicidio. Inmunidad para mi asesino. Es la desaparición. Es la violación. 
Y la culpa no era mía ni donde estaba ni cómo vestía. Y la culpa no era mía ni donde estaba ni cómo vestía. 
El violador eras tú. El violador eres tú. Los jueces. El Estado. El presidente”.

- Freno a la represión machista -
“Un violador en tu camino” copó en la última semana las redes sociales y este viernes se transformó en el himno de la lucha contra el patriarcado más allá de la Cordillera de los Andes y el océano Pacífico.

Tomar las calles con esta canción “sale del colectivo (feminista) Los adolescentes y jóvenes están marcando el territorio del cuidado del planeta:
Son protagonistas, son ciudadanos, son personas con iguales derechos que los adultos.
El mundo es suyo, y el futuro de ese mundo con más motivo.; cabras (muchachas) de Valparaíso que difundieron la performance con el fin de que el mensaje no pare de cantarse en todos lados y todo el mundo pueda escuchar”, dijo a la AFP Amaru Rivera, estudiante de actuación en Universidad de Chile que llegó a la sede del gobierno, La Moneda, para dirigir la intervención.

Con un megáfono en sus manos, Rivera, de 22 años, lideró el grupo que entonó la canción, afrontando con sus puños en alto la fachada de la casa de gobierno. A su alrededor, decenas de personas detenían su camino para filmar con sus celulares, lo que luego transformó a #LasTesis en una de las tendencias del día en redes sociales.
“Exigimos respeto por ser mujeres” comentó a la AFP Catalina Farias, profesora de historia y geografía que participó de una representación en Plaza de Armas, ubicada a unas 6 cuadras de La Moneda.

A seis semanas del inicio de la convulsión social en Chile, que estalló con protestas de estudiantes contra el aumento en las tarifas del ferrocarril metropolitano, el gobierno de Sebastián Piñera sigue sin poder frenar las manifestaciones que piden mayor igualdad a través de profundas reformas sociales.

Ni un acuerdo histórico alcanzado en el Congreso para cambiar la Constitución heredada de Augusto Pinochet (1973-1990), ni un paquete de medidas que incluye un aumento en las pensiones menos favorecidas, han desactivado el descontento.

Con 23 muertos y miles de heridos -cerca de 300 personas con lesiones oculares y dos con ceguera total- las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos perpetradas por las fuerzas de seguridad alertaron a organismos internacionales como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, que recomendó reestructurar la Policía.

Fuente: "El Universal de México, GDA / AFP

"¿Cómo se hace una criatura?",

Autores: Cory Silverberg y Fiona Smyth

Traductor: Javier Sáez

Se ha vuelto a traducir "¿Cómo se hace una criatura?", de Cory Silverberg y Fiona Smyth (autores de "Sexo es una palabra divertida")

Es un libro pensado para tener conversaciones con niños sobre cómo se les concibió, quién se alegró de su nacimiento, quiénes son las personas que conforman su familia, y otros temas relacionados con la reproducción. 

La novedad radica en que no usa el género, ni atribuye necesariamente ciertas corporalidades a ciertos géneros o sexos, sino que te permite hacer tu propia historia, en función de tu contexto, la curiosidad infantil, las circunstancias... Y no excluye a nadie. 

Viene con una guía para familias y profes, que te ayuda a aprovechar oportunidades que te brindan estas conversaciones para hablar de la reproducción asistida, adopción, subrogación, tipos de partos, padres que gestan, personas LGTB, abuelas cuidadoras, cuestiones de raza, y otros temas nada fáciles.  



Para las personas adultas que lean este libro

En un momento dado, los niños y las niñas sienten curiosidad sobre las criaturas. Esto por lo general ocurre cuando una nueva criatura llega a la familia (o está a punto de llegar y todas las personas adultas están hablando sobre ella). Pero también puede ocurrir en otros momentos.
Los niños y las niñas quieren saber de dónde vienen las criaturas, de manera general. También quieren saber, de forma específica, de dónde vienen ellos y ellas. Estas preguntas no son iguales, y no tienen la misma respuesta. 

Una respuesta explica la historia única de su concepción y nacimiento, mientras que la otra expone los aspectos básicos de cómo nacen todos los seres humanos. Ambas historias son valiosas. La primera conecta a la criatura con su historia personal, así como con la de su contexto familiar, cultural y étnico. La segunda conecta a todas las criaturas entre sí, recordándonos que, aunque las diferencias son importantes, y no deberían ser eliminadas, la humanidad que compartimos también es algo que mola un montón.

Este libro ayuda a las personas adultas a contar a las criaturas esta segunda historia. No incluye información sobre el coito, la inseminación por medio de donantes, los tratamientos de fertilidad, la subrogación, o la adopción. Pero le ofrece un espacio para que hable de estos detalles en la medida que lo desee. 

Hay pocas personas adultas que se sientan cómodas automáticamente hablando de estas cosas con las criaturas. Por esta razón, he escrito una guía de lectura sencilla para padres y madres que se encuentra al final de este libro. También puede contactar conmigo directamente por medio de la web con sus preguntas y sus impresiones. Me encantaría escuchar sus ideas.

A un niño de diez años asustado.

“Vivir como algo natural ante los demás que me gustaban los chicos me parecía fuera de mi alcance. 
Quizás otros pudieran hacerlo, pero yo, en una ciudad del cinturón industrial de Madrid, no”.

Álvaro Zamarreño*


No sé si tenía diez u once años; pero no más. No sé si pasaron un par de días o una semana entre una cosa y la otra; pero no más. Descubrir la masturbación y mi atracción por los hombres fue como el curso de un río, que va de un punto a otro de manera natural y sosegada. Y sin marcha atrás.
Por supuesto que entonces no pensaba en cómo sería mi vida en el futuro a partir de aquello. No fue traumático, ni me generó zozobra. Pasó y punto. Y me ayudó a entender algunas reacciones físicas que llevaba teniendo desde hacía un tiempo.
Recuerdo ver una película en que en un college inglés castigaban a dos niños y les azotaban en las nalgas desnudas delante de todos sus compañeros. Ver esas nalgas me produjo una reacción de miedo y satisfacción a la vez; recuerdo los cabellos erizados, el estómago encogido y mi excitación. Y una cierta vergüenza que entonces no entendía.
Descubrí el placer que uno puede darse a sí mismo con una maniobra tan sencilla. Y que en ese proceso lo que me venía a la cabeza eran imágenes de chicos. No sabía qué nombre tenía aquello. Pero intuí que era mejor mantenerlo para mí mismo. Y más o menos así viví los siguientes ocho o nueve años de mi vida: el final de mi infancia, mi adolescencia y mi primera juventud. Pienso en las cosas que a la gente nos pasan en esos años. Y todas las vives solo; o incluso no las vives.

Mi relación con la sexualidad fue durante mucho tiempo poco más que una relación íntima con mi placer. Con las imágenes mentales de compañeros, de actores, de fotos de futbolistas recortadas de los periódicos. No puedo decir que ni en la España o la Alcalá de aquella época hubiera un lenguaje perverso hacia lo que yo era. Por supuesto que escuchabas expresiones. Pero sobre todo lo que había era un gran vacío. No tenía muy claro en mi soledad si habría muchos o pocos como yo. ¿Los había que lo vivían con normalidad? ¿Era eso posible? Porque a mí en ese momento no me lo parecía. Sí, probablemente yo no fuera el único. Pero, ¿gente normal, de barrios normales, de colegios normales? ¿Los habría en mi clase? ¿Tendrían mis padres amigos con hijos como yo? Esto último era algo que me preocupaba mucho;quizás porque pensaba que eso reduciría su sensación dederrota, de fracaso, si algún día se llegaban a enterar.
No tenía muy claro en mi soledad si habría muchos o pocos como yo ¿Los había que lo vivían con normalidad? ¿Era eso posible?.
En aquellos finales de los 80 y principios de los 90 las referencias en cine, tele, periódicos, radio, eran esporádicas y no siempre muy constructivas; no digo que fueran malas, pero nunca tenía la sensación de que a mí me sirvieran de mucho. Recuerdo cuando era niño que El País regalaba por entregas El libro de la sexualidad de la doctora Ochoa. En la página final de cada entrega venía una especie de trivial sobre sexualidad; cada domingo, disimuladamente, buscaba con ansiedad que pusiera algo sobre gente como yo. Era de las pocas cosas de calidad que estaban al alcance de uno en esa época. E incluso aquello te ponía tan nervioso que, cuando llegó el capítulo sobre diversidad sexual, no fui capaz de leerlo por miedo.
Si el tema aparecía en una película o serie recuerdo la emoción, y el pavor que me producía. Te debatías entre las ganas inmensas de verlo y disfrutar, o huir. Estómago encogido, piel de gallina, miedo sin saber muy bien por qué. Y vergüenza; mirabas a la tele sin desviar la vista, para que no se cruzara con la de nadie de los que te rodeaban, porque pensabas que si alguien te miraba en ese momento a los ojos sería capaz de leer tu mente y adivinarlo.
Digo adivinarlo porque afortunadamente (y aunque ahora esto me avergüence, entonces me parecía una suerte) crecí como un chico recio y de voz sólida. Nada de pluma. Es verdad que odiaba el fútbol y los videojuegos; pero tampoco me dedicaba a jugar con muñecas.
Eran las cosas de equipo las que no me gustaban, y prefería la soledad. No es que viviera aislado y no tuviera amigos, pero pronto empecé a construir una peculiar relación con el mundo exterior. Sería fácil para mi atribuir todo esto a lo que la sociedad me hacía. Pero algunas de mis particularidades las atribuyo a mi personalidad; y no culpo a nadie por ello.
La etapa final de la infancia fue fácil, porque me di cuenta de que yo tenía una sexualidad precoz pero muchos de mis compañeros ni siquiera habían desarrollado la suya. La primera adolescencia tampoco resultó especialmente complicada. Tus amigos, compañeros y compañeras empezaban a vivir y expresar su sexualidad, pero ahora era a ti al que le convenía hacerse el tonto, como si no estuvieras todavía en eso.
Pero el tiempo pasa, y la sexualidad ya no es algo que puedas vivir exclusivamente en el placer contigo mismo. Empieza a ser algo social. Y empieza a ser un nudo en el estómago cada vez con más frecuencia. Ahora sí, empiezas a pensar en eso que con diez u once años ni te planteaste: ¿qué vas a hacer con todo este mogollón?
A mí, vivir como algo natural ante los demás que me gustaban los chicos me parecía fuera de mi alcance. Quizás otros pudieran hacerlo, pero yo, en una ciudad del cinturón industrial de Madrid, no. Así que empecé a pensar en que una cosa iba a ser cómo lo viviría hacia dentro y otra cómo viviría en sociedad.
Con 14 años me parecía lo más normal pensar que algún día, por un proceso que yo desconocía –pero que por lo que veía en los demás se acababa produciendo con la misma naturalidad con que actúa la fuerza de la gravedad–, yo estaría con una chica. Y sería como el resto de mis amigos. Sólo tendría tener un poco de paciencia y disimular hasta que llegara ese día.
Con 14 años me parecía lo más normal pensar que algún día, por un proceso que desconocía, yo estaría con una chica.
Eso suponía utilizar a otra persona para construir tu imagen ante los demás; pero entonces yo no me paraba a pensarlo. La verdad es que soy condescendiente conmigo mismo porque creo que con lo que suponía para un chavalillo que todo esto recayera sobre sus hombros –todos esos miedos, todas esas dudas, toda esa ansiedad, toda esa responsabilidad– es normal un egoísmo autoprotector.
Supongo que para quienes nunca han pasado por algo así, es difícil entender la cantidad de planos en que tu cabeza tiene que trabajar: no sólo tienes las grandes cuestiones sobre tu vida y tu futuro; tienes que estar alerta a cada minuto. Que no te traicione una mirada inapropiada demasiado larga a un compañero. Que no te traicione decir una frase demasiado ambigua o sincera. Que no te traicione esa foto que has recortado de una revista o un periódico y que guardas en tu cajón. Sólo esto último merece todo un libro: las cosas que haces para esconder ese articulito que has leído en el periódico y que para ti es un tesoro de emociones y de información sobre lo que eres. Y esconder esa foto del futbolista, ese anuncio que has recortado de la revista del domingo porque aparece un modelo atractivo.

Una tarde, un amigo vino a casa a hacer un trabajo del colegio. Se puso a curiosear entre mis cosas y abrió una cajita en la que tenía guardados mil abalorios. Entre ellos había una foto pequeñita de Rick Astley que había recortado de una revista, con su cara de adolescente rebelde. No sé por qué le llamó la atención justo la foto –con el tiempo he entendido que probablemente le llamó la atención por el mismo motivo que a mí–. Cuando la cogió me entró terror. No era un nudo en la garganta ¡era una emergencia total, al nivel del escape nuclear en Chernóbil! ¡Mi amigo con la foto de Rick Astley en sus manos y preguntándome por qué tenía aquello guardado!
Ahora me río; y a quien lea esto le parecerá una trivialidad. Pero qué injusto que toda la protección de un adolescente aterrorizado dependa de su capacidad para gestionar su vida de esa manera. En la absoluta soledad, sin nadie que le dé apoyo, cariño, consuelo o guía. Viendo mi vida ahora me parece increíble que pasara por todo eso y triunfara; es como si en realidad estuviera recordando la vida de otra persona mucho más fuerte y valiente que yo. Y joder, sólo me consuela –quizás equivocadamente– pensar que ningún chico o chica en este país tenga que vivirlo así hoy en día.
Mientras escribo todo esto suena en mi cabeza una banda sonora de otra época. Me siento como en esas películas y series que recrean los 80, una mezcla entre Los Goonies y Spielberg. Internet no existía y acceder a todo el universo de información que eso supone –y además en la intimidad de la habitación de un adolescente– era impensable.
Los políticos (en masculino además) no te dedicaban palabras salvajes en aquella España que ya tenía color; pero tampoco esperabas de tu presidente del Gobierno que dijera que se sentía orgulloso de ti. El Orgullo Gay era una fotonoticia en el periódico del día siguiente, en que te enseñaban a un pequeño grupo de activistas estrambóticos manifestándose y hablando del SIDA. ¡El SIDA! Por si no tuvieras suficiente con tenerte miedo a ti mismo, tenías que tener miedo a una enfermedad que entonces parecía terrible –en realidad es que no era una enfermedad, era la muerte–.
Mi adolescencia seguía avanzando a toda velocidad hacia el epicentro de todos los problemas en que puedes pensar a esa edad: sexo, sexo... sexo. Todo lo que te rodea parece ser un cóctel de hormonas. Tus amigos ya no salen en pandilla, empiezan a mezclarse con chicas, a tontear. A ir de botellón o de bares. La vida social se complica y tú empiezas a estar muy asustado y desbordado.
Yo era un adolescente gordo. No me considero un chico feo, pero la verdad es que la obesidad es ese gran tabú social que te hace invisible ante las hormonas de los demás. Y sin embargo a mí aquello me pareció una bendición que todavía hoy agradezco. Nadie parecía verme a mi alrededor como digno de ser considerado atractivo. Y eso supone que te dejen en paz, que es lo que tu más quieres en esos momentos. No tienes que justificarte sobre por qué no te interesa tal o cuál compañera que “está por ti”, porque nadie está por ti.
Toda la supervivencia de aquellos años dependía de una poderosa coraza que construías sobre tu afectividad.
La literatura y los estudios fueron cada vez más un refugio seguro. No era un ser raro y asocial, y probablemente mi entorno me veía como un adolescente sólo interesado en leer cosas de Historia, en visitar castillos y museos, y sacar buenas notas para llegar a algo en la vida. Que además era simpático y se preocupaba por los pobres del tercer mundo, y que de vez en cuando la liaba con la dirección del centro porque le daba por emprender una recogida de firmas contra algo o alguien.
Esa combinación de indiferencia de los demás hacia mí, como objeto de atracción física, y de que pensaran que el sexo me debía resultar algo poco interesante entre tanta literatura y tanta causa justa me salvó la vida. Al menos lo que cuando eres adolescente piensas que es la vida.
Creo que pasado el periodo más estúpido de esa edad, mis compañeros y compañeras sentían por mi cariño y respeto. Nunca fui acosado, porque además seguía teniendo un físico y una voz contundentes. Había un chico en otro curso que me parecía increíblemente atractivo –rubio, con un rostro dulce, que vestía con tanta personalidad que parecía que se ponía al mundo por montera–; pero que difícilmente podía disimular su amaneramiento. No es que mi instituto fuera especialmente cruel, pero el chico sufrió por aquello. Era objeto de burlas, de chistes, de comentarios y probablemente de alguna agresión. En cierto modo yo sentía admiración porque él fuera ante los demás lo que yo escondía; pero también sentía un miedo atroz a pasar por algo parecido.
Los padres de ese chico tenían un restaurante pequeñito en el que a veces iba a comer con mi familia. Como era fin de semana, él ayudaba. Recuerdo la emoción por lo mucho que me atraía, y cómo verle allí haciendo la coreografía con platos y bandejas me parecía lo más. Y recuerdo los chistes a media voz sobre él, porque perdía aceite o chorradas por el estilo.
En las pocas ocasiones en que alguien hizo una mínima insinuación no ya sobre mi sexualidad sino sobre lo macho que uno era, lo atajé sin miramientos. Siento una repulsión enorme hacia la violencia. Pero uno no se imagina la fuerza que es capaz de sacar cuando busca sobrevivir en esa selva. Recuerdo un día, en bachillerato, en que tres compañeros –que para mí reunían todo lo que odiaba de los demás adolescentes– empezaron a martirizarme disparando bolitas de papel. Nos habían dejado sin ningún profesor en el aula. Y recuerdo cómo en un momento dado no fue la rabia sino el sentido común el que me llevó a levantarme y poner fin a aquello, partiéndole una regla en la cabeza a uno de ellos. Me hice respetar. Problema solucionado.
Otras situaciones eran más difíciles de solventar. Mis amigos del pueblo son gente por la que a día de hoy sigo sintiendo una gratitud que no se imaginan, por la forma tan sana en que creo que vivieron su adolescencia –y con ello la mía también–. Un verano decidieron por mí que había una chica, de otro grupo próximo al nuestro, con la que yo tenía que intentar algo. Probablemente no sea una situación tan difícil de gestionar. Pero cuando ni tienes experiencia ni otro mecanismo más que cerrarte como un puto bicho bola, estas cosas se acaban convirtiendo en algo realmente horroroso para ti.
Una noche, conspiraron para que esa chica y yo nos quedáramos a solas, pero bajo su cercana vigilancia. Y ahí me veías, junto a una persona contra la que no tenía nada, pero con la que tampoco quería tener nada. Sin saber qué decir. Asustado y con unas ganas enormes de llorar y salir corriendo hasta donde los pulmones me dejaran. No creo que nadie de quienes vivieron aquel momento lo recuerde. No creo que yo lo olvide nunca y piense en él sin un cierto nudo en el estómago.
Pero, paradojas de la vida, en la medida en que mis compañeros y compañeras crecían y maduraban, nuestros vínculos se estrechaban. Y eso era un problema. Tus relaciones se hacen más humanas, más sinceras. Y no sólo tu necesidad de vivir tu propia sexualidad se hace increíblemente intensa, sino que los demás sienten hacia ti una mayor inclinación por conocerte. El bachillerato llega a su fin, y en un centro en el que estudiábamos un puñadito de personas, que habíamos crecido juntos desde la más tierna infancia, se produce un apego en ese momento de la vida que es hermoso. Gente con la que te has peleado durante años, estrecha sus lazos contigo.
Era experto en sobrevivir, pero me había perdido todas esas experiencias maravillosas de tontear, del primer amor, de compartir con tus amigos y amigas esa parte de ti.
Entonces yo era un estudiante modélico y no era raro que mis compañeros y compañeras pidieran mi ayuda. Empiezas a mirarles con respeto y cariño y con unas ganas enormes de poder ser tú de verdad con ellos; aunque sepas perfectamente que no puedes serlo. Quizás algunas personas en tu entorno han madurado lo suficiente como para no tener miedo a expresar sus opiniones de apoyo a gente como tú. Pero el vacío que se abre ante ti es enorme. El vacío literal por un tema del que no se habla o se habla poco; y el vacío simbólico del abismo que presientes.
Recuerdo un día volviendo a casa desde clase con un grupo de compañeros. El tema salió; como salía entonces; como una referencia fugaz. Y uno de mis amigos –no, uno de mis amigos, no... ¡el primer chico del que probablemente me enamoré en mi vida!– se atrevió a decir con total rotundidad que él no tendría ningún problema si alguno le dijera que le gustaban los tíos. Que no iba a dejar de ser su amigo. No sé si las cosas ahora siguen siendo así, pero puedo asegurar que era algo que uno escuchaba en muy contadas ocasiones en esa época. Lo terrible es que incluso en esos momentos de felicidad tienes que estar en guardia, porque no puedes mostrar más alegría de la debida al escucharlo. Es importante mostrar tanta indiferencia como puedas. Aunque para dentro tu estómago se encoge, tu boca se seca, la sangre se sube a tus mejillas y tú buscas como loco la manera de salir de esa situación,porque te sientes como un cervatillo en peligro.

Toda la supervivencia de aquellos años dependía de una poderosa coraza que construías sobre tu afectividad. Pero lo que tienen las corazas es que, para ser efectivas, son muy poco flexibles y acaban amarrando a quien las viste. Y eso es otra de las cosas que te pasan. Que aquello que es lo más importante de tu vida, es lo más ausente en tu relación con los demás. Yo podía abrazar cualquier causa que pensara que era justa. Menos esta. Hubiera ido a cualquier manifestación que me hubieran propuesto. Excepto a una por mis más íntimos derechos. Hubiera levantado la voz –y lo hice muchas veces– ante cualquier frase racista de mis compañeros. Pero jamás me hubiera atrevido a hacer ni la más leve defensa de quienes eran como yo. Porque el miedo puede con todo. Y miedo es lo único de lo que en ese momento estás sobrado.
Tenía una sed enorme por la vida, por viajar, por experimentar y conocer personas de todo tipo. Pero nada me aterraba más que pensar en conocer a alguien como yo. Un día, ya en COU, el año anterior a la universidad, los que estudiábamos literatura fuimos al teatro. Cuando estábamos entrando a la sala, justo delante de nosotros había un chico algo más mayor que yo y que a mí me pareció un ángel: alto, con un maravilloso pelo rizado y negro azabache. De repente uno de mis compañeros comentó por lo bajo que ese chico llevaba un pendiente no sé en cuál de las dos orejas y que eso significaba que era gay y era un lenguaje que los gais usaban entre ellos. Yo no sé si ese chico era gay o no, y si lo que dijo mi compañero tenía el más mínimo sentido. Pero aquello me abrió todo un mundo,porque de repente vi a alguien que podía ser como yo en mi misma ciudad y que se relacionaba con sus amigos con normalidad. No pude quitarme aquello de la cabeza durante toda la obra, y aún a día de hoy me viene el recuerdo del perfil con que grabé su rostro.

Uno de los motivos por los que ya entonces renuncié al alcohol era por el miedo a perder el control sobre mí mismo. Sabía que no me podía permitir el lujo de irme de la lengua o, peor aún, intentar algo con algún chico. Mi pequeño entorno de esa época me daba estabilidad, pero a cambio ofrecía pocos estímulos prometedores (con el tiempo he descubierto que estaba muy equivocado, pero eso es otra historia). Ni hubo héroes o heroínas en mi círculo social que dieran el paso que yo no me atreví a dar, ni nadie nunca se aproximó a mí con ninguna pretensión sexual ni nada por el estilo.
El tiempo pasaba y a tiro de piedra aparecía el final de esa etapa tan importante de la vida, llámalo adolescencia o llámalo bachillerato. Y cuando por fin acabé e hice el examen de acceso a la universidad, había conseguido superar esa dura prueba de supervivencia que había durado años. Pero a cambio, emocionalmente seguía casi en ese mismo punto que aquella noche de cuando tenía diez u once años en que había descubierto la masturbación: kilómetro cero.
Era experto en sobrevivir, pero me había perdido todas esas experiencias maravillosas de tontear, del primer amor, de compartir con tus amigos y amigas esa parte de ti. No sabes lo que es un beso o una caricia. Ni siquiera sabes cómo suena en tu voz decir palabras que todos los demás pronuncian con naturalidad: guapo, me gustas, te quiero, qué bueno está tal chico, cómo me pone no sé quién. Ni siquiera le has dicho nunca a otra persona lo que eres. La sexualidad para tus amigos consiste en enrollarse con alguien. Para ti es un tratado filosófico al que le llevas dando vueltas desde antes de que supieras lo que era la filosofía.
Con 18 años recién cumplidos tenía por delante la etapa de la universidad. Es un momento muy emocionante de la vida, lleno de sueños y en el que todo parece a tu alcance, todo parece posible en ese último verano antes de tu nueva vida. Pero tú tienes la misma pregunta que desde hace años: ¿qué vas a hacer con este mogollón?
Tus amigos han crecido, alguno es incluso gente madura y de mente abierta. El país ha cambiado y el vacío en este tema es un poco menos. Algunos partidos hablan abiertamente de derechos que te permitan vivir con normalidad lo que eres. E incluso con suerte has podido ver parejas de gente como tú en alguna visita a Madrid.
tienes vértigo, porque sabes que es cuestión de tiempo que tengas que dar el salto al vacío.
Y de repente tienes más miedo que nunca. Precisamente porque sabes que lo que hace no tanto era impensable es ahora posible. Que, de hecho, es lo único razonable. Que es lo que debes hacer si quieres vivir, lo que se dice vivir de verdad. Por eso tienes vértigo, porque sabes que es cuestión de tiempo que tengas que dar el salto al vacío.
Descubres que en esto no hay fuerza de la gravedad que valga, que tienes que dar los pasos porque nadie los va a dar por ti. Que simplemente por ir a la universidad las cosas no cambian si tú no das los pasos. Que en esa primera escapada fugaz que haces a Chueca descubres que nada va a pasar si tú no das el paso. Es aterrador, porque de repente descubres que eres libre. Y que ser libre consiste en tomar decisiones y dar pasos.
En esa ansiedad estuve meses. Y un buen día de mayo de 1997, cuando estaba acabando mi primer curso en la universidad, todo lo que había vivido desde que tenía diez u once años saltó por los aires. No sé qué lo provocó, pero la presión que sentía por dentro debía ser enorme para imponerse al miedo.
Era el último fin de semana antes de los exámenes finales. Era viernes por la noche, estaba con mis amigos en algún bar de Alcalá y vi que ya no podía aguantar seguir viviendo así. Me acuerdo como si fuera ayer de pasar por la plaza de Cervantes, volviendo yo ya sólo de madrugada a casa y pensar “mañana es el día”.                                                
No dormí nada. Había quedado con el amigo que consideraba la persona más próxima a mí y que mejor me podría escuchar. Di muchas vueltas. Empezaba una frase y la dejaba a medias cambiando de tema, nervioso como nunca en mi vida. Recuerdo que caminábamos por un sendero junto al río y que era casi mediodía. Le mareé. Pero al final fui capaz y lo dije. Dije con 19 años lo que sabía sin duda alguna desde que era un niño, mucho, mucho tiempo atrás: soy gay; No sé cómo voy a hacerlo, pero quiero vivirlo y ser feliz. Y necesito que los demás me ayudéis.
Ojalá haya un día en que nadie tenga que pasar por algo así de artificial en que se agolpan miedo, nervios y emociones contenidas durante años. Pero para los que hemos tenido que hacerlo, sabemos que es uno de los momentos que marcan tu vida y que guardas para siempre, como otros guardan su boda. Es muy emocionante, con lo bueno y malo que supone. Rompes desde dentro esa coraza sólida y confortable que te ha protegido durante años. El sol llega a tu piel, pero te sientes tan vulnerable y desvalido como un pollito.

Ese día puse fin a años de disimulo y tramas y metí el acelerador. En unos meses mi vida cambió y de repente disfruté de la sinceridad que llevaba años negándome. Decidí aprovechar al máximo el tiempo perdido y compartir mi sexualidad, mis emociones, mis deseos. Y luchar como había luchado por tantas causas, pero esta vez por la más mía de todas.
No fueron meses fáciles; para ti no es fácil saber qué hacer y cómo hacerlo. Y para quienes te rodean no es fácil saber cómo ayudarte. No es fácil vivir sin el caparazón que te ha protegido tanto tiempo. Y porque la sexualidad humana nunca es fácil, sea cual sea, y menos si encima casi no tienes experiencia. Te ves con 20 años pasando por lo que el resto de la gente pasó con 15.
Echando la vista atrás te sorprendes por lo mal equipado que estabas para pasar por todo aquello. Es difícil pensar que todo ese miedo y esa falta de experiencias no dejen secuelas. Yo tengo una familia que me quiere y que llegado el momento me ha apoyado en todo. Pero he visto a muchas personas que no han tenido tanta suerte y sufrieron mucho más que yo en todo este camino.

Hace unos días leí el texto de un chico sirio contando cómo vivió él todo el proceso que yo describo aquí. Tiene más o menos mi misma edad. A lo mejor otras personas ven todo lo que separa nuestras experiencias. Pero a mí lo que me queda de su historia es todo lo que nos une. Es maravilloso descubrir todo lo que se comparte cuando te has sentido tan solo.
¿Por qué cuento todo esto ahora? La mayoría de quienes hicieron el bachillerato conmigo son personas decentes que seguro que sienten aprecio por mí. Con muchos he compartido momentos con el paso de los años; con algunos incluso sigo compartiendo amistad. Ninguno sería capaz de hacerme sufrir o excluirme de su vida por lo que soy y siento. Incluso aquellos tres chicos que me martirizaron tantos días han sido con el tiempo muy cariñosos conmigo. Sé que me aprecian y admiran mi trabajo. Es increíble ahora pensar en ellos como fuente de la más horrorosa ansiedad de un pobre chico. Y sin embargo fue así.
Nada de todo aquello puede cambiar. Pero a mí me da mucho optimismo que quienes crecieron conmigo hayan acabado estando de mi lado. Ojalá se lo pudiera contar a aquel chiquillo de 10 años. No puedo. Pero también ahora hay chicos y chicas asustados con 10 años a los que se lo podemos decir: no tengas miedo. No hay nada malo en lo que sientes. Todo va a salir bien. Sé feliz.
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*El autor es Álvaro Zamarreño, periodista en Cadena SER Radio.