"Tiempos inciertos, vidas inestables: configurar nuestro futuro en un mundo en transformación". Informe IDH 2021/2022


Tiempos inciertos, vidas inestables: 
configurar nuestro futuro en un mundo en transformación.  

El Informe sobre desarrollo humano 2021/2022 constituye la última edición de la serie de Informes sobre desarrollo humano publicados a escala mundial por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) desde 1990. Estos informes ofrecen una explicación independiente, analítica y basada en datos empíricos sobre los principales problemas, tendencias y políticas en el ámbito del desarrollo.

Programa ONU para el Desarrollo (PNUD)


El Informe sobre Desarrollo Humano, titulado "Tiempos inciertos, vidas inestables: Configurar nuestro futuro en un mundo en transformación", dibuja un panorama de una sociedad global que va de crisis en crisis y que corre el riesgo de dirigirse hacia un mayor estado de penurias e injusticias.

La pandemia del COVID-19 y la invasión rusa de Ucrania lideran la lista de sucesos que están causando importantes perturbaciones en el mundo, a los que se suman los profundos cambios sociales y económicos, las peligrosas transformaciones en el planeta y el enorme aumento de la polarización.

1) Primer descenso consecutivo en tres décadas

Por primera vez en los 32 años que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) lleva calculándolo, el Índice de Desarrollo Humano, que mide la salud, la educación y el nivel de vida de una nación, disminuyó a nivel mundial durante dos años consecutivos.

Este dato refleja una crisis cada vez más profunda para muchas regiones, especialmente para América Latina y el Caribe, el África subsahariana y el sur de Asia.

El desarrollo humano retrocedió a niveles de 2016 tirando para atrás gran parte de los avances obtenidos en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que conforman la Agenda 2030, el programa de la ONU para lograr un futuro más justo para las personas y el planeta.

El administrador del PNUD, Achim Steiner, afirmó que "el mundo está luchando en la respuesta a las sucesivas crisis" y que con las dificultades “asociadas al aumento del coste de la vida y del sector energético hemos visto que, aunque es tentador centrarse en soluciones rápidas como subvencionar (a la industria) de los combustibles fósiles, las estrategias de ayuda a corto plazo están retrasando los cambios estructurales que debemos introducir a largo plazo".

Steiner pidió una mayor solidaridad mundial para enfrentarse a los "retos comunes interrelacionados", pero reconoció que la comunidad internacional está actualmente "paralizada a la hora de efectuar estos cambios".

El estudio apunta a la inseguridad y a la polarización de opiniones, como los grandes obstáculos para avanzar en la consecución de la solidaridad que permita afrontar los grandes retos mundiales.

El COVID-19 y la inseguridad alimentaria en Myanmar aboca a las personas más vulnerables a la pobreza.
© UNICEF/Nyan Zay Htet
El COVID-19 y la inseguridad alimentaria en Myanmar aboca a las personas más vulnerables a la pobreza.

2) El COVID-19 abre "una ventana a una nueva realidad”

El informe describe la pandemia, que ha entrado en su tercer año, como la aparición de una “ventana a una nueva realidad", más que desvío de las formas convencionales de actuar.

Además, considera que el despliegue de vacunas efectivas contra la enfermedad representó “un logro monumental” que salvó las vidas de unos 20 millones de personas, y que también sirvió como muestra del enorme potencial que nace al juntar la innovación con la voluntad política.

En cambio, resaltó que el reparto de las vacunas puso al descubierto las enormes desigualdades de la economía mundial, que su acceso fue ínfimo en muchos países de bajos ingresos, y que las más perjudicadas por la pandemia fueron las mujeres y las niñas, al tener que asumir más responsabilidades domésticas y de cuidado y enfrentarse a un aumento de la violencia.

Más de cuatro mil millones de personas en todo el mundo, incluidos muchos vendedores ambulantes, carecen de una protección social adecuada, según la OIT.
OIT/MArcel Crozet
Más de cuatro mil millones de personas en todo el mundo, incluidos muchos vendedores ambulantes, carecen de una protección social adecuada, según la OIT.

3) Estamos viviendo un nuevo "conjunto de incertidumbres”

Las oleadas de nuevas variantes del COVID-19 y las advertencias sobre futuras pandemias contribuyeron a agravar una atmósfera de incertidumbre generalizada que iba creciendo en respuesta al vertiginoso ritmo de los cambios tecnológicos, sus efectos en los puestos de trabajo y los temores cada vez más profundos relacionados con la crisis climática.

Los autores del estudio advierten que el trastorno global causado por la pandemia no es nada comparado con lo que experimentaría el mundo si se produjera un colapso de la biodiversidad y las sociedades se encontraran con el reto de cultivar alimentos a gran escala, sin insectos polinizadores.

"Por primera vez en la historia de la humanidad las amenazas existenciales antropogénicas [provocadas por el hombre] se ciernen sobre las naturales", dice el informe.

Las tres capas que plantea el actual “conjunto de incertidumbres" son: los peligrosos cambios planetarios, la transición a nuevas formas de organización de las sociedades industriales y la agudización de la polarización política y social.

Una científica trabajando en el centro de transferencia de tecnología ARNm en Sudáfrica.
MPP/OMS/Rodger Bosch
Una científica trabajando en el centro de transferencia de tecnología ARNm en Sudáfrica.

4) La incertidumbre brinda nuevas oportunidades

Aunque el cambio es inevitable, no lo es la forma en que reaccionamos ante él. Pese a que hay un gran temor respecto al uso creciente de la Inteligencia Artificial, la tecnología también puede aportar muchas ventajas cuando ayuda a simular los impactos del cambio climático, a mejorar el aprendizaje personalizado y al desarrollo de medicamentos.

Uno de los resultados del mundo post-COVID es la creación de una nueva categoría de vacunas, las que usan tecnología de ARN mensajero, y que auguran grandes avances en el tratamiento de otras enfermedades.

Las energías renovables son un valor fundamental en la lucha contra el hambre y el cambio climático. Foto: Banco Mundial/Curt Carnemark
Las energías renovables son un valor fundamental en la lucha contra el hambre y el cambio climático. Foto: Banco Mundial/Curt Carnemark

5) Podemos fijar un nuevo rumbo

Los últimos tres años nos pueden servir para demostrar de lo que somos capaces, cuando vamos más allá de las formas convencionales de actuar, y nos permiten transformar nuestras instituciones para adaptarlas mejor al mundo actual.

Según Steiner, el estudio puede ayudar a trazar un nuevo rumbo que nos permita salir de la actual situación de incertidumbre mundial. "Tenemos un estrecho margen para reiniciar nuestros sistemas y garantizar un futuro construido en base a una acción climática determinante y con nuevas oportunidades para todos", afirmó


Prólogo del Informe Desarrollo Humano.
Vivimos en tiempos inciertos. La pandemia de COVID-19, actualmente en su tercer año, continúa produciendo nuevas variantes. La guerra en Ucrania resuena en todo el mundo, provocando un inmenso sufrimiento humano, incluida una crisis relacionada con el costo de la vida. El mundo se ve amenazado todos los días por desastres climáticos y ecológicos. Resulta tentador pensar que las crisis son problemas puntuales, y muy natural confiar en una vuelta a la normalidad. Sin embargo, será imposible apagar el incendio más reciente o echar al nuevo demagogo a menos que comprendamos que el mundo está experimentando una transformación fundamental. No hay vuelta atrás. Múltiples niveles de incertidumbre se acumulan e interactúan, desestabilizando nuestras vidas de maneras sin precedentes. No es la primera vez que la población se enfrenta a enfermedades, guerras y problemas ambientales. Sin embargo, la confluencia de presiones planetarias desestabilizadoras y desigualdades crecientes, unida a las profundas transformaciones sociales necesarias para aliviar esas presiones y la polarización generalizada, plantea al mundo y a todas las personas que habitan en él nuevas y complejas fuentes de incertidumbre que interactúan entre sí. Esa es la nueva normalidad. Comprenderla y responder a ella son los objetivos del Informe sobre desarrollo humano 2021/2022, Tiempos inciertos, vidas inestables: Configurar nuestro futuro en un mundo en transformación. Con él culmina una trilogía de informes que comenzó con el informe de 2019 sobre las desigualdades, seguido del informe de 2020 sobre los riesgos del Antropoceno, la época en la que los seres humanos se han convertido en una poderosa fuerza que está provocando un peligroso cambio planetario. Hace 32 años, el primer Informe sobre desarrollo humano declaró solemnemente que “la verdadera riqueza de una nación está en su gente”. Esta poderosa afirmación ha guiado desde entonces al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y sus informes sobre desarrollo humano. Los mensajes y significados que transmite adquieren matices de una riqueza que aumenta con el tiempo. En la actualidad, personas de todo el mundo nos están diciendo que se sienten cada vez más inseguras. El Informe especial sobre seguridad humana publicado por el PNUD este mismo año constató que, a escala mundial, 6 de cada 7 personas declaraban sentirse inseguras acerca de muchos aspectos de sus vidas, incluso antes de la pandemia de COVID-19. ¿A quién puede sorprender, por tanto, que muchas naciones se tambaleen bajo el peso de la polarización, el extremismo político y la demagogia, todos estos sobrealimentados por los medios sociales, la inteligencia artificial y otras potentes tecnologías? ¿O que, en lo que supone una impactante reversión con respecto a lo que sucedía hace tan solo un decenio, el retroceso democrático entre los países se haya convertido en la norma y no en la excepción? Por no mencionar que, por primera vez, el valor del Índice de Desarrollo Humano ha descendido por segundo año consecutivo a escala mundial a resultas de la pandemia de COVID-19. La verdadera riqueza de una nación está en su gente, una riqueza que surge de nuestras relaciones con nuestros Gobiernos, nuestros entornos naturales y nuestros semejantes. Cada nueva crisis nos recuerda que cuando se ponen trabas a las capacidades, opciones y esperanzas de futuro de las personas, el bienestar de sus naciones y del planeta sufre las consecuencias. Imaginemos la situación opuesta: ¿qué aspecto tendrían nuestras naciones y nuestro planeta si ampliáramos el desarrollo humano, incluidas la capacidad de actuar y las libertades de las personas? Sería un mundo en el que nuestra creatividad se liberaría para reimaginar nuestros futuros, renovar y adaptar nuestras instituciones y crear nuevos relatos acerca de quiénes somos y qué valoramos. No sería tan solo algo deseable; sería algo imprescindible en una época en la que el mundo se encuentra inmerso en cambios constantes e impredecibles. La pandemia de COVID-19 nos ha dado un ejemplo de lo que puede ocurrir. Se calcula que una batería de nuevas vacunas, algunas de ellas basadas en tecnologías revolucionarias, salvó 20 millones de vidas en un año. Se trata sin duda de un logro extraordinario en los anales de la humanidad. Igualmente extraordinaria es la cantidad de vidas que se perdieron innecesariamente, sobre todo en los países de ingreso bajo y mediano, como consecuencia de la notable desigualdad en el acceso a las vacunas. La pandemia ha sido un poderoso recordatorio del modo en que el deterioro de la confianza y la cooperación, tanto entre las naciones como dentro de ellas, limita absurdamente lo que podemos conseguir juntos. La historia de incertidumbre actual tiene una protagonista que actúa al mismo tiempo como heroína y como villana: la elección humana. Es demasiado simplista animar a las personas a buscar el lado positivo o afirmar que el vaso está medio lleno en lugar de medio vacío, pues no todas las elecciones son iguales. Algunas —probablemente las más importantes para el destino de nuestra especie— están impulsadas por la inercia institucional y cultural que lleva gestándose varias generaciones. El Informe de este año nos invita a considerar con visión crítica las hipótesis arcaicas y excesivamente simplificadas acerca de la toma de decisiones humanas. Las instituciones ignoran la complejidad de las personas —nuestras emociones, nuestros sesgos, nuestro sentimiento de pertenencia—, lo cual supone un gran peligro para nosotros. Como los que le precedieron, el Informe cuestiona también las ideas convencionales de “progreso”, basadas en compensaciones autodestructivas. Las ganancias en determinados ámbitos, como los años de escolaridad o la esperanza de vida, no compensan las pérdidas producidas en otros, como la sensación de control sobre la propia vida. Tampoco podemos disfrutar de la riqueza material a expensas de la salud del planeta. Este Informe se plantea firmemente que el desarrollo humano no solo es un fin, sino también un medio para determinar el camino a seguir en tiempos inciertos, recordándonos que la verdadera riqueza de las naciones está en su gente, con toda nuestra complejidad, diversidad y creatividad. 
Achim Steiner 
Administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PRÓL

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