De la infantoflexia a la participación infantil: microhistorias sobre proteccionismo ilustrado.
Guía de accesibilidad cognitiva en centros de educación infantil y primaria
La necesidad de ofrecer unos centros educativos comprensibles, capaces de proporcionar entornos y espacios dónde las personas los comprendan de una manera fácil, segura y autónoma, facilitará que todas las personas conozcan y comprendan los múltiples elementos que componen estos centros.
Consumir, crear, jugar. Panorámica del ocio digital de la juventud
Desde el Centro Reina Sofia sobre Adolescencia y Juventud de la Fundación FAD Juventud, con el apoyo de Telefónica y Banco Santander, han publicado «Consumir, crear, jugar. Panorámica del ocio digital de la juventud».
El informe «Consumir, crear, jugar. Panorámica del ocio digital de la juventud», realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la Fundación FAD Juventud profundiza en las experiencias, percepciones y motivaciones de adolescentes y jóvenes alrededor de sus prácticas de ocio digital. Para ello, se ha realizado una encuesta online a 1.200 jóvenes de 15 a 29 años residentes en España.
- Aproximadamente, el 70% de jóvenes tiene al menos 4 dispositivos tecnológicos diferentes, siendo el más común el smartphone (86,4%) y seguido del PC portátil (79,8%) y la smart TV (64,8%).
- El 79,9% utiliza las tecnologías digitales para actividades de ocio digital todos los días, sólo por detrás de los usos para comunicación (84,1%) y búsqueda de información (83,6%). Además, el promedio es de 6,95 horas al día dedicadas al consumo de contenido audiovisual y otras actividades de ocio vinculadas con las tecnologías digitales.
- 3 de cada 4 jóvenes tienen suscripciones a algún tipo de servicio online de contenido audiovisual de pago, si bien la mitad comparte la suscripción con otras personas (54%).
- Prácticamente, la totalidad de jóvenes sigue activamente a personas que crean contenido online e influencers, sobre todo a través de Instagram (81,6%), la red social más popular, junto con YouTube (58,9%) y TikTok (55,6%).
- Cada vez hay más jóvenes que ven la creación de contenido como una posible carrera profesional: 1 de cada 3 declara que le gustaría dedicarse a ello y 1 de cada 10 ya lo está intentando.
- Los videojuegos se han consolidado como una dimensión fundamental del entretenimiento juvenil. Casi 9 de cada 10 jóvenes son gamers (86,8%).
Entre la juventud aparece un ecosistema tecnológico múltiple, multimediado y diversificado: casi la mitad utiliza entre 4 y 6 dispositivos, siendo los más comunes el smartphone (86,4%) y el ordenador portátil (79,8%). Entre las mujeres destacan comparativamente las tabletas, mientras entre los hombres destacan las videoconsolas y los ordenadores de sobremesa.
El ocio digital está enormemente integrado en la vida diaria de la juventud. 4 de cada 5 jóvenes realizan prácticas de ocio digital a diario, dedicando una media de 6,95 horas al día. Las actividades más frecuentes se relacionan con escuchar música, ver contenido audiovisual (vídeos, películas, series, etc.) y el uso de redes sociales, si bien los videojuegos son también muy frecuentes entre los chicos. Además, 3 de cada 4 jóvenes tienen suscripciones de pago a contenido audiovisual, con un gasto mediano de 20 euros.
El tipo de contenido consumido es enormemente variado y, salvo la música (habitual entre toda la juventud), muy diversificado por género. Entre las chicas destaca el contenido audiovisual de cine o música, de belleza y moda, animales o gastronomía, mientras entre los chicos destacan los videojuegos y el contenido de deporte. Por plataformas, Instagram está generalizada, mientras que TikTok destaca entre los 15 y 19 años y las plataformas vinculadas con los videojuegos (Twitch) destacan entre los chicos. Además, un 31,2% de jóvenes gasta dinero en creadores de contenido, sobre quienes tienen, en general, una opinión positiva, si bien las mujeres son especialmente críticas con la publicidad, las promociones y la sexualización del contenido.
La creación de contenido digital es un acto cotidiano: más de 4 de cada 5 jóvenes crea algún tipo de contenido en la red, especialmente en Instagram (75,6% ellas y 60,6% ellos), pero también en otras plataformas, como TikTok o Facebook (más ellas) y YouTube o Twitch (más ellos). La juventud percibe la creación de contenido como una práctica con gran potencial profesional, con mayor libertad que los medios tradicionales y que ayuda a difundir causas sociales y sensibilizar, si bien las mujeres están especialmente preocupadas por la exposición de la privacidad en la red. Además 1 de cada 10 jóvenes dice estar intentando dedicarse profesionalmente a la creación de contenido, aunque la juventud opina ampliamente que es una práctica poco valorada socialmente y que es muy difícil vivir de ello profesionalmente.
Los videojuegos se han consolidado como una faceta fundamental del ocio juvenil, pues 9 de cada 10 jóvenes juega a videojuegos. Aun así, se trata de un sector bastante masculinizado (ellos juegan más frecuentemente que ellas). El smartphone es la plataforma mayoritaria, seguida por la videoconsola y el ordenador. El 92% realiza algún gasto relacionado con videojuegos y un 32,6% realiza microtransacciones (loot boxes, DLCs, etc.) mensualmente, siendo la compra online el canal mayoritario de adquisición (58%), seguido de las tiendas físicas (52,4%). Aunque la experiencia mayoritaria jugando es positiva, aparecen algunas experiencias negativas: se critica el modelo de negocio basado en contenido descargable de pago, que puede generar adicción, y se critica la toxicidad de la comunidad: insultos, amenazas, necesidad de ocultar la identidad, etc.
Existen algunos riesgos en el ocio digital juvenil, tanto materiales como psicosociales. Por un lado, es preocupante el elevado desconocimiento sobre el gasto en suscripciones a contenidos de pago, donaciones y microtransacciones entre los grupos más vulnerables. Desde la óptica psicosocial, encontramos algunas experiencias de acoso, hostigamiento y vulneración de la intimidad, tanto en las prácticas de creación de contenido como en los videojuegos online. Este tipo de experiencias negativas son más frecuentes entre las mujeres, más proclives a ocultar su identidad online, si bien la recepción de insultos jugando online es más habitual entre los chicos.
‘F*** your thoughts and prayers’.
Adolescentes se manifiestan por un cambio en la regulación de las armas en Florida, USA. Lorie Shaull |
Hace un par de semanas, como hago todos los días, recogí a mis hijos en su colegio. Mientras íbamos hacia casa, desde el asiento trasero del coche, mi hija me contaba lo que habían hecho en clase.
–Y hoy, papi, tuvimos que ensayar cómo escondernos en una esquina de la clase por si venía un hombre malo.
Casi sin pensar, mientras conducía, pregunté que qué. Que qué era eso de esconderse, de un hombre malo, que qué hombre malo, que de qué hablaba. Mi hijo, rápidamente, me sacó de dudas:
–Un homeless (sic). Ms. C (su maestra) dice que a veces los homeless (vagabundo, persona sin hogar, repitió) pueden entrar en la escuela y que tenemos que escondernos. Pude sentir cómo me invadía una tremenda sensación de tristeza y angustia que, poco a poco, tornó en indignación y hasta cabreo. Solo acerté a decirle a mis hijos que no se preocuparan, que no pasaba nada, que solo era un juego y que, por supuesto, los homeless no entraban en las escuelas, que simplemente eran personas con menos suerte que nosotros.
Y qué mierda, pensé.
Lo dejé pasar. Ni se lo comenté a mi mujer. Lo cierto es que al cabo de media hora lo había olvidado. Pero ayer este episodio volvió a mi memoria y me golpeó de lleno, al poco de entrar por la puerta de casa, mientras mis hijos, que tienen seis años y están a punto de acabar primero de primaria, dejaban sus mochilas. El tiempo necesario para encender la televisión y volver a apagarla en el momento en el que me daba cuenta de lo que la pantalla estaba escupiendo. Porque uno es padre en EE.UU.; y porque para qué. Lo que hice fue darles la merienda mientras, en silencio, seguía los acontecimientos por el móvil.
Mientras escribo estas líneas, la CNN reporta 19 niños y dos adultos –uno de ellos una maestra– muertos. El asesino, un chaval de 18 años, también abatido por un oficial del Cuerpo de Fronteras (Border Patrol), uno de los primeros agentes en llegar a la escuela primaria Robb Elementary School en la localidad de Uvalde, Texas, apenas a una hora de la línea divisoria que separa EE.UU. y México. Una de las informaciones que circulaba ayer a media tarde es que el asesino, antes de dirigirse al colegio, habría disparado contra su abuela y que esta luchaba por su vida en un hospital de San Antonio. Todas las de ayer eran informaciones cruzadas, todo podía cambiar en cuestión de horas, incluso de minutos.
Si esperan leer aquí un sesudo análisis sobre el porqué, siento decirles que no lo van a encontrar en estas líneas. Ya les adelanto que es muy posible que en ninguna de las que lean hoy, mañana o en los días posteriores. En primer lugar porque no hay un solo porqué, sino muchos, de muy diversa índole y que, en el fondo, se resumen en que es lo que hay. Porque en el momento en el que escribo hay 19 niños de entre 7 y 9 años muertos. Dos adultos y un asesino de 18 años. Porque esto es inenarrable y, a la vez, es un día más en la oficina. La última vez que escribí sobre esto, hace años, con Sandy Hook, otro día en la oficina, el peor, dicen las estadísticas que cuentan niños, al menos hasta que se dé por cerrado el conteo de ayer, me prometí que nunca más volvería a escribir sobre matanzas escolares en EE.UU. Precisamente porque desde que soy padre ya no soy capaz de ver películas con niños, he seguido esta regla. Pero ayer decidí romper mi propia promesa. Y porque hoy soy padre solo puedo escribir desde las entrañas.
Ha habido 27 tiroteos en escuelas este año. 119 desde 2018, cuando Education Week comenzó a rastrear este tipo de incidentes. El mayor número de tiroteos, 34, ocurrió el año pasado. Hubo 10 tiroteos en 2020; 24 en 2019 y 2018. La lista es interminable. Tengo algunos de ellos recientes y otros no tanto. Por una razón u otra, varios los guardo clavados en la memoria: Oxford, Michigan, el año pasado; Santa Fe, Texas y Parkland, Florida, en 2018, Newtown, Connecticut, en 2012. O antes en el Virginia Tech de Blacksburg, Virginia, en 2007. Y por supuesto Columbine, Colorado, en 1999.
En la escuela Sandy Hook de Newtown, 20 niños de entre seis y siete años, y seis adultos fueron asesinados a manos de otro joven de 20 años que acabó suicidándose. Recuerdo especialmente al entonces presidente Barack Obama conteniendo las lágrimas ante una nación a la que hablaba como padre, a duras penas como presidente. Su entonces vicepresidente y hoy máximo mandatario también habló ayer. Lo hizo bien. Joe Biden sabe que no hay dolor semejante al de perder a un hijo, tiene callo. Ante las cámaras apareció sereno. Se hizo la pregunta obvia: por qué estas cosas solo ocurren en EE.UU. La respuesta la sabemos todos, pero en Estados Unidos aprendemos a vivir haciendo como que no. Un americano es una persona que se dice inocente y bienintencionada que, sin embargo, le silba al viento para evitar unas respuestas que por alguna razón no puede pronunciar en alto.
“No hay forma de prevenir esto” dice la única nación del mundo en la que ocurre esto regularmente”, señalaba la publicación satírica The Onion hace unos años.
Paso a resumirles lo que escucharemos en los próximos días –no muchos: estaba loco; no hay forma de prevenir esto (dice el único país [civilizado] del mundo en el que pasa esto, otra vez); las armas no matan, son las personas las que lo hacen, no se puede politizar la tragedia; la izquierda hace política con la tragedia; quieren quitarnos nuestra libertad.
Alrededor de un 32% de los habitantes de EE.UU. posee al menos un arma, unos 81 millones de personas
Lo cierto es que EE.UU. acumula un tercio de las armas de todo el mundo. Hay unos 400 millones de armas, 100 millones más que hace solo cuatro años. La realidad es que no todo el mundo tiene armas: alrededor de un 32% de los habitantes de EE.UU. posee al menos un arma, unos 81 millones de personas. Según Gallup, en un 44% de los hogares hay al menos un arma de fuego. El mayor problema es que, en realidad, hay una minoría de gente que tiene muchas armas, y muchas quiere decir, literalmente, muchas. Gente que está dispuesta a usarlas, especialmente si alguien –el gobierno– pretende arrebatárselas. La mayoría de estas armas están también muy concentradas: en Estados republicanos y zonas rurales.
También se ofrecerán soluciones que irán en la línea de lo sugerido ayer por el fiscal general de Texas, Ken Paxton: maestros armados, más policía armada en las escuelas, más armas, en definitiva. Con los cuerpos de las víctimas todavía calientes, casi parecía culparlas. Por no haber tenido una pistola a mano con la que enfrentarse al asesino. Paxton no fue el único, le siguió el senador Ted Cruz. Hubo quien por televisión incluso propuso regalar a los niños “mantas antibalas” en lugar de “juguetes o videojuegos”. No sé muy bien qué decir más allá de lo apuntado unas líneas más arriba: es lo que hay.
La célebre Asociación Nacional del Rifle (NRA) celebra este mismo viernes su convención anual en Texas. No pocos políticos republicanos participarán en la misma, entre ellos, Donald Trump, Ted Cruz y el propio gobernador de Texas, Greg Abbott, quien hace unos años declaró su enfado públicamente al conocer que California le había sobrepasado en número de nuevos compradores de armas.
Todos, claro, ofrecieron a las víctimas la fórmula habitual: “Thoughts and prayers” (pensamientos, acompañamiento, y oraciones).
Otros muchos hablaron por boca del legendario Steve Kerr, entrenador de los Golden State Warriors de la NBA, que ayer no quiso hablar de baloncesto y expresó su rabia y su vergüenza contra la mitad del Senado que se niega a pasar una ley federal que impondría mayores controles a la venta de armas semiautomáticas.
Dicen que Sandy Hook en 2012 lo cambió todo. Y es cierto: Obama puso al frente a Biden para intentar arrancar del Capitolio una legislación federal encaminada, entre otras cosas, a neutralizar uno de los factores que une a todas estas matanzas: el fácil acceso a las armas semiautomáticas utilizadas, una y otra vez, por los perpetradores. El esfuerzo de la Casa Blanca descarriló. Como tantos otros, antes y después.
La primera consecuencia de Sandy Hook fue el final del debate sobre el control de armas en EE.UU. Cero, se acabó. Legislaciones cada vez más laxas se han sucedido desde entonces en aquellos estados de mayoría republicana. En Texas, por ejemplo, cualquiera puede comprar un arma, solo necesita dos cosas: ser mayor de edad y dinero, dos requisitos que ayer confirmó haber cumplido a rajatabla el asesino de la escuela elemental de Robb.
La segunda consecuencia de que veinte niños fueran asesinados un día cualquiera mientras estaban en la escuela donde sus padres los habían dejado como otra mañana cualquiera es que Sandy Hook normalizó la conspiración como argumentario político masivo: buena parte de la ultraderecha estadounidense –hoy dominante en el GOP–, con Alex Jones como punta de lanza, se dedicó a decir y a repetir que aquello nunca había sucedido. Que todo había sido un montaje, que no había niños muertos y que los padres destrozados eran actores. Una gran obra de teatro orquestada por un gobierno federal que solo buscaría acabar con el derecho de los estadounidenses a tener armas. Hoy hay al menos una congresista republicana que sigue manteniendo la conspiración como frontispicio de su quehacer político: Marjorie Taylor Greene, quien ayer mismo se aseguró sus primarias en su Georgia natal y aprovechó para dejar clara su única respuesta a lo sucedido en Uvalde: “No necesitamos más control de armas, necesitamos regresar a Dios.”
En Texas, por ejemplo, cualquiera puede comprar un arma, solo necesita dos cosas: ser mayor de edad y dinero
A la Escuela Elemental de Robb asistían este curso 535 estudiantes entre primero y cuarto grado. Alrededor del 90% de los estudiantes son hispanos y alrededor del 81% son de clase trabajadora o directamente pobres, según datos del distrito escolar. El jueves iba a ser el último día de clase antes de las vacaciones de verano. Vivo en un país que ha normalizado que sus niños puedan ser asesinados a tiros en la escuela en la que los padres los dejamos cada mañana para proteger nuestro sacrosanto derecho a llevar armas. Mi mujer, profesora de instituto, va cada mañana a trabajar a un centro en Chicago al que los estudiantes entran tras pasar por arcos de seguridad. En el que todos los años realizan simulacros sobre qué hacer en caso de una situación con tirador activo en el recinto. En el que los docentes conocen una serie de expresiones clave que nunca querrían escuchar a través de los altavoces. En el que los estudiantes se ríen de sus propios comentarios morbosos –“todos apelotonados en esta esquina somos presa fácil”, “no creo que esa puerta aguante mucho”– porque el humor negro es una forma de distanciamiento.
Alrededor del 90% de los estudiantes son hispanos en la Escuela Elemental de Robb, y el 81% son de clase trabajadora
No siempre fue así. Mi mujer recuerda que ella nunca hizo ese tipo de ejercicios en su época escolar, Columbine lo cambió todo. Ayer por la noche me contó que en la versión que mi hija le había dado a ella –es curioso, hasta ayer nunca habíamos hablado de este episodio– no había homeless, sino “un espía”. Luego me preguntó si mañana, por hoy, debíamos decirles algo a los niños, que seguro que algo les dirían en la escuela, de la misma forma que ni mi mujer ni yo hemos hablado de la guerra pero mis hijos saben que en Ucrania se mata y se muere. Iremos viendo, le dije después.
En Sandy Hook, recuerdo haber leído por algún lado, las autoridades reunieron a todos los padres en una estación de bomberos cercana a la escuela. Poco a poco, el grupo de progenitores iba disminuyendo en número hasta que, en un momento dado, alguien entró y dijo a los que quedaban que si todavía estaban allí era porque sus hijos se encontraban entre los muertos. Dicen que los gritos de dolor sirvieron a los periodistas concentrados en el exterior del parque de bomberos para confirmar que la identidad de las víctimas había sido comunicada a las familias.
Mientras escribo no alcanzo a imaginar ser un padre que espera noticias. Poco antes de la medianoche de ayer, las noticias anunciaban que se habían comenzado a recoger muestras de ADN entre familiares para identificar a los críos. Imaginen ser uno de esos padres al que le han comunicado que su hijo está entre los muertos, pero todavía no ha podido ver el cuerpo puesto que la escuela seguía siendo lo que en el argot policial se llama una escena activa de un crimen, sede de una investigación en marcha, y en la que policía y forenses trataban de reconstruir lo sucedido segundo a segundo.
Ahora imaginen ser uno de los padres que ayer por la noche sí pudo abrazar a su hija. Un niño o una niña de la misma escuela, puede que de la misma edad de los fallecidos, igual amigos. Imaginen ser ese padre que conoce al padre que desde ayer ya no tiene hijo al que abrazar, el mismo al que, como cada día, cada mañana, una más como cualquier otra, creía haber dejado a salvo en la escuela.
'A la mierda tus pensamientos y oraciones'
*Diego E. Barros: Estudió Periodismo y Filología Hispánica. En su currículum pone que tiene un doctorado en Literatura Comparada. Es profesor de Literatura Comparada en Saint Xavier University, Chicago.
Llamada a Contribuciones de la Revista Sociedad e Infancias, Volumen 6(2), 2º trimestre 2022, bajo el tema:
Volumen 6(2)
Publicación: Segundo semestre 2022
SECCIÓN MONOGRÁFICA:
LOS DERECHOS DE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES EN EL ENTORNO DIGITAL
Actualmente, el uso continuo de
móviles, ordenadores y demás dispositivos inteligentes se ha mostrado como una
de las formas más frecuentes para compartir, comunicar, jugar y sociabilizar. Aunque
esta práctica se extiende a las distintas
generaciones, es particularmente más utilizada por adolescentes y jóvenes, al
ser usuarios y usuarias activas de Apps y plataformas digitales de comunicación
a través de dispositivos móviles. Ante este contexto, las redes sociales se han
convertido en espacios sociales que integran diferentes fenómenos tanto
positivos como negativos, llevando a suscitar diversos interrogantes sobre la
forma en la que opera este espacio virtual, los límites en los que se
establecen estas nuevas relaciones, y en especial, la existencia de diferentes
formas de discriminación especialmente dirigida hacia niños, niñas y
adolescentes.
Este monográfico quiere poner el
acento en los principales factores que afectan, determinan y se vinculan a las
distintas formas en las que los derechos de los niños, niñas y adolescentes (a
la dignidad, a la propia identidad, a la no discriminación, etc.) se pueden ver
afectados negativamente en el entorno digital, pero también, en aquellos
factores que se erigen como oportunidades y fortalezas ante estos fenómenos, y
que son articulados y gestionados por ellos mismos. Se hace un llamado a la
postulación de artículos desde los que se aborde:
- La inclusión/exclusión
digital de los niños, niñas y adolescentes por razón de su situación económica,
sexo, discapacidad, origen étnico o nacional, idioma, grupos minoritarios y
niños indígenas, solicitantes de asilo, refugiados y migrantes, orientación
sexual, acogimiento en modalidades alternativas de cuidado.
- Nuevos fenómenos
en las redes sociales de internet vinculados con la exclusión de las niñas y
las adolescentes por distintas formas de violencia de género en el entorno
digital.
-
El discurso de odio por
razones etarias (vinculadas con la edad) hacia los niños, niñas y adolescentes
en las redes sociales
-
La falta de regulación de la gestión
automatizada de los datos de los niños y niñas en Internet como forma
específica de discriminación.
- Y cualquier otro donde, a través de la investigación con niños, niñas y adolescentes, se conozcan sus propias estrategias de resistencia frente a su discriminación y defensa de sus derechos en el entorno digital.
Fecha límite de recepción de artículos para esta sección: 15 de septiembre de 2022
CONVOCATORIA ABIERTA SIN LÍMITE DE FECHA PARA OTRAS SECCIONES:
· MISCELÁNEA: Artículos
originales, de carácter teórico o empírico, sobre cualquier otro tema distinto del monográfico,
siempre referido a la infancia y adolescencia y/o al estudio de
las vidas de niños, niñas o adolescentes.
· RECENSIONES:
Trabajos de evaluación y análisis
crítico de una obra que verse sobre alguno de los temas de
interés para la revista.
· OTRAS
COLABORACIONES: Aportaciones en el campo de la investigación aplicada, la intervención
social, la defensa de los derechos o el desarrollo y evaluación de proyectos;
especialmente de aquellas que hayan contado con la participación activa de
niños, niñas y adolescentes.
Envíos:
. Se aceptarán contribuciones
escritas en español y en portugués.
. Directrices para autores y
autoras: https://revistas.ucm.es/index.php/SOCI/about/submissions
. Forma de envío: registro en la
página web de la revista http://revistas.ucm.es/index.php/SOCI
Contacto: Secretaría de la Revista: sociedadeinfancia@ucm.es
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