Un estudio no halla un impacto significativo en las tres primeras semanas de curso.
“Si las escuelas hubieran actuado como amplificadoras de los contagios,
ya debería observarse un efecto en la incidencia global”
Ignacio Zafra,
Colegio S.Sebastión. Fco. Jiménez, |
“Hay que subrayar que es solo un primer análisis y que todo puede cambiar. Pero lo que vemos es que la apertura en sí no ha cambiado significativamente las tendencias. Las comunidades donde la incidencia estaba subiendo han seguido haciéndolo a un ritmo parecido, y las que estaban bajando han continuado haciéndolo”, afirma la física Clara Prats, una de las autoras del informe, especializada en el análisis de la dinámica de la pandemia. “Puede que esté habiendo un cambio más sutil que vayamos viendo las próximas semanas, pero de momento esta es la fotografía”, afirma.
Los resultados parecen respaldar las medidas adoptadas por los centros para prevenir los contagios que, después de ciertas dudas, las comunidades endurecieron a finales de agosto a instancias de los ministerios de Sanidad y Educación. Y deben ser vistos con cautela no solo porque se refieren a un periodo corto, sino porque han coincidido con el buen tiempo, en el que, admite Prats, ha resultado más sencillo ventilar las aulas.
Estudio por edades
El análisis, incluido en un informe mayor y titulado Reapertura de las escuelas en tiempos de pandemia, una primera evaluación tres semanas después, abarca el mes de septiembre y muestra la evolución de la epidemia semana a semana. Primero, observando la incidencia general por cada 100.000 habitantes acumulada en dos semanas. Y a continuación descendiendo a la evolución de los contagios entre la población de cero a 18 años en cuatro autonomías: Andalucía, Cataluña, Comunidad Valenciana y Castilla y León. En este caso, se toman el 100% de los contagiados (independientemente de que sean más o menos que la semana anterior) y se observan las variaciones que experimenta la incidencia específica de cada grupo de edad en la incidencia total de infectados. Los datos reflejan que Andalucía y Cataluña han experimentado un “ligero aumento” de los contagios en edades de población escolar. Pero esa subida, de unos tres puntos porcentuales, puede explicarse “por un mayor esfuerzo diagnóstico” en esta franja tras el inicio de las clases, creen los investigadores. “No quiere decir que sea el motivo, sino que con él se podría explicar el aumento”, señala Prats.
En Cataluña, por ejemplo, cuando un niño da positivo se realizan PCR a todos los compañeros de su grupo burbuja, y también se han hecho cribados en escuelas de zonas de alta incidencia. En Andalucía, que acaba de anunciar un cambio en el protocolo, se han venido realizando las pruebas solo a aquellos compañeros del positivo considerados por salud pública contactos estrechos, lo que a veces implica a toda la clase y otras solo a una parte. En cualquier caso si se hacen más test, lo previsible en un grupo de población que presenta un elevado porcentaje de asintomáticos es que el número de casos aumente, así como su peso relativo frente a otras franjas de población que no están siendo tan escrutadas.
El análisis, incluido en un informe mayor y titulado Reapertura de las escuelas en tiempos de pandemia, una primera evaluación tres semanas después, abarca el mes de septiembre y muestra la evolución de la epidemia semana a semana. Primero, observando la incidencia general por cada 100.000 habitantes acumulada en dos semanas. Y a continuación descendiendo a la evolución de los contagios entre la población de cero a 18 años en cuatro autonomías: Andalucía, Cataluña, Comunidad Valenciana y Castilla y León. En este caso, se toman el 100% de los contagiados (independientemente de que sean más o menos que la semana anterior) y se observan las variaciones que experimenta la incidencia específica de cada grupo de edad en la incidencia total de infectados. Los datos reflejan que Andalucía y Cataluña han experimentado un “ligero aumento” de los contagios en edades de población escolar. Pero esa subida, de unos tres puntos porcentuales, puede explicarse “por un mayor esfuerzo diagnóstico” en esta franja tras el inicio de las clases, creen los investigadores. “No quiere decir que sea el motivo, sino que con él se podría explicar el aumento”, señala Prats.
En Cataluña, por ejemplo, cuando un niño da positivo se realizan PCR a todos los compañeros de su grupo burbuja, y también se han hecho cribados en escuelas de zonas de alta incidencia. En Andalucía, que acaba de anunciar un cambio en el protocolo, se han venido realizando las pruebas solo a aquellos compañeros del positivo considerados por salud pública contactos estrechos, lo que a veces implica a toda la clase y otras solo a una parte. En cualquier caso si se hacen más test, lo previsible en un grupo de población que presenta un elevado porcentaje de asintomáticos es que el número de casos aumente, así como su peso relativo frente a otras franjas de población que no están siendo tan escrutadas.
Bajada y subida
En la Comunidad Valenciana (que realiza PCR a todos los miembros de una burbuja cuando hay un positivo), los datos reflejan incluso un pequeño descenso relativo, en torno a un punto porcentual, en los contagios de los grupos de hasta 18 años desde el inicio de las clases. En Castilla y León, en cambio, sí se ha producido un aumento relevante en el grupo de 0 a 9 años (cuyo peso en el total de los contagios ha avanzado 10 puntos porcentuales, hasta alcanzar el 22,8%). Los investigadores creen que ello puede indicar que se están produciendo más contagios en los centros, pero sin descartar otras opciones, como que se esté realizando a este grupo de edad un número de pruebas mayor del esperable o que haya un infradiagnóstico de otros grupos. “No tenemos una respuesta clara, es un dato sorprendente que requiere buscar una explicación”, admite Prats.
Una portavoz de la Consejería de Educación de Castilla y León señala que desde el inicio del curso se han detectado 173 contagios de alumnos en toda la autonomía —destaca Palencia, que suma ella sola 91—. Y que, pese a que se realizan PCR a todos los compañeros de una clase en la que se encuentra un contagiado (se han realizado 5.000 en el ámbito escolar, tanto a estudiantes como a profesores), apenas se han encontrado cadenas de transmisión en los centros escolares.
El análisis por franjas de edad no incluye otros territorios porque no ofrecen datos segmentados “utilizables” por el grupo de investigación (esto es, en archivos descargables que incluyan series históricas). Madrid tampoco los ofrece, pero la comunidad sí ha sido incluida en la primera parte del informe, que analiza la evolución general de la epidemia en el territorio desde que empezaron las clases, “debido a su actual importancia en términos de la situación epidemiológica”.
Pese a la advertencia que supone el dato de Castilla y León, Prats indica que los resultados reflejan una baja tasa de transmisión debida quizá al hecho de que los niños puedan tener menos capacidad de infectar, aunque la tienen. Y probablemente al éxito, al menos provisional, de las medidas implementadas para prevenir los contagios.
En la Comunidad Valenciana (que realiza PCR a todos los miembros de una burbuja cuando hay un positivo), los datos reflejan incluso un pequeño descenso relativo, en torno a un punto porcentual, en los contagios de los grupos de hasta 18 años desde el inicio de las clases. En Castilla y León, en cambio, sí se ha producido un aumento relevante en el grupo de 0 a 9 años (cuyo peso en el total de los contagios ha avanzado 10 puntos porcentuales, hasta alcanzar el 22,8%). Los investigadores creen que ello puede indicar que se están produciendo más contagios en los centros, pero sin descartar otras opciones, como que se esté realizando a este grupo de edad un número de pruebas mayor del esperable o que haya un infradiagnóstico de otros grupos. “No tenemos una respuesta clara, es un dato sorprendente que requiere buscar una explicación”, admite Prats.
Una portavoz de la Consejería de Educación de Castilla y León señala que desde el inicio del curso se han detectado 173 contagios de alumnos en toda la autonomía —destaca Palencia, que suma ella sola 91—. Y que, pese a que se realizan PCR a todos los compañeros de una clase en la que se encuentra un contagiado (se han realizado 5.000 en el ámbito escolar, tanto a estudiantes como a profesores), apenas se han encontrado cadenas de transmisión en los centros escolares.
El análisis por franjas de edad no incluye otros territorios porque no ofrecen datos segmentados “utilizables” por el grupo de investigación (esto es, en archivos descargables que incluyan series históricas). Madrid tampoco los ofrece, pero la comunidad sí ha sido incluida en la primera parte del informe, que analiza la evolución general de la epidemia en el territorio desde que empezaron las clases, “debido a su actual importancia en términos de la situación epidemiológica”.
Pese a la advertencia que supone el dato de Castilla y León, Prats indica que los resultados reflejan una baja tasa de transmisión debida quizá al hecho de que los niños puedan tener menos capacidad de infectar, aunque la tienen. Y probablemente al éxito, al menos provisional, de las medidas implementadas para prevenir los contagios.
El grupo de
Prats remite desde marzo, en virtud de un convenio, a dos direcciones
generales de la Comisión Europea, la sanitaria y la vinculada a las
nuevas tecnologías, así como al Centro Europeo para la Prevención y
Control de Enfermedades, informes, que al principio eran diarios y ahora
son tres a la semana, sobre la evolución de la pandemia en España y en
otros países europeos basados en los indicadores y modelos de análisis
de tendencia que han desarrollado.
Cuarentenas rápidas, cadenas de contagio cortas
El informe elaborado por el grupo de Biología Computacional y Sistemas Complejos destaca el análisis sobre las cadenas de contagios en los centros educativos elaborado por el Departamento de Salud de la Generalitat de Cataluña, que ofrece una visión esperanzadora, aunque de momento muy provisional, sobre el comportamiento del coronavirus en las escuelas y el éxito de las barreras implantadas para contenerlo.
Según los datos recopilados en los centros durante las dos primeras semanas de clase en Cataluña, el 87% de los llamados casos índices (el primero que se detecta, a partir del cual se empieza a tirar del hilo) hallados en grupos burbuja no generaron ningún contagio en su clase. Es decir, tras realizar pruebas PCR a todos los demás integrantes de la clase no se detectaron más infectados, por lo que cabe deducir que su contagio se había producido fuera del centro. En un 7% de los casos solo se detectó otro infectado. En un 4% se encontraron dos. En un 1%, tres. Y solo en un 0,6% un número superior.
En el informe, los investigadores no aventuran los motivos de que apenas haya contagios o de que las cadenas sean cortas. Pero sí subrayan las medidas sanitarias adoptadas, especialmente la obligación de que profesores y alumnos, a partir de los seis años, lleven la mascarilla toda la jornada salvo para comer. “En esto interviene quizá que los niños puedan ser menos infecciosos. Y muy probablemente las medidas implantadas para prevenir los contagios, así como las cuarentenas de los grupos burbuja, que al aislar a la clase entera permiten cortar rápidamente la posibilidad de que se produzcan cadenas de contagio en el aula”, afirma Clara Prats, una de las autoras del informe.
El informe elaborado por el grupo de Biología Computacional y Sistemas Complejos destaca el análisis sobre las cadenas de contagios en los centros educativos elaborado por el Departamento de Salud de la Generalitat de Cataluña, que ofrece una visión esperanzadora, aunque de momento muy provisional, sobre el comportamiento del coronavirus en las escuelas y el éxito de las barreras implantadas para contenerlo.
Según los datos recopilados en los centros durante las dos primeras semanas de clase en Cataluña, el 87% de los llamados casos índices (el primero que se detecta, a partir del cual se empieza a tirar del hilo) hallados en grupos burbuja no generaron ningún contagio en su clase. Es decir, tras realizar pruebas PCR a todos los demás integrantes de la clase no se detectaron más infectados, por lo que cabe deducir que su contagio se había producido fuera del centro. En un 7% de los casos solo se detectó otro infectado. En un 4% se encontraron dos. En un 1%, tres. Y solo en un 0,6% un número superior.
En el informe, los investigadores no aventuran los motivos de que apenas haya contagios o de que las cadenas sean cortas. Pero sí subrayan las medidas sanitarias adoptadas, especialmente la obligación de que profesores y alumnos, a partir de los seis años, lleven la mascarilla toda la jornada salvo para comer. “En esto interviene quizá que los niños puedan ser menos infecciosos. Y muy probablemente las medidas implantadas para prevenir los contagios, así como las cuarentenas de los grupos burbuja, que al aislar a la clase entera permiten cortar rápidamente la posibilidad de que se produzcan cadenas de contagio en el aula”, afirma Clara Prats, una de las autoras del informe.
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