Lucía Losoviz |
La crisis provocada por la COVID-19 ha puesto en evidencia la estrecha relación entre la salud mental y salud física, componentes fundamentales del desarrollo y bienestar infantil y adolescente, y ambos altamente influenciables por las condiciones y oportunidades que ofrece el entorno donde viven.
La salud mental sigue siendo una asignatura pendiente, y la situación actual y las consecuencias del confinamiento la convierten en uno de los aspectos que necesita una especial atención de las autoridades gubernamentales. Es necesario que se tomen medidas coordinadas que permitan actuar de una manera eficaz, especialmente para aquellos grupos más vulnerables.
Como ha indicado el Secretario General de Naciones Unidas, “si no actuamos pronto, podríamos tener que afrontar también una seria crisis de salud mental a nivel global”. Si no se minimiza el impacto de una forma adecuada y con urgencia, una generación entera de niños y jóvenes sufrirán las consecuencias, lo que podría tener también efectos socio-económicos de larga duración.
La vuelta al cole de forma presencial constituye sin duda uno de los mayores salvavidas para el bienestar psicológico de nuestros niños y niñas, les vuelve a poner al alcance estrategias de socialización, de espacios de protección fundamentales para ellos. Sin embargo, en su salud mental el disfrute y contacto con el entorno también son fundamentales, y es en este punto donde las ciudades y localidades juegan un papel fundamental.
«En la salud mental de la infancia y adolescencia, el disfrute y contacto con el entorno también son fundamentales, y es en este punto donde las ciudades y localidades juegan un papel fundamental»
Es por ello que hacemos un llamamiento a los alcaldes y alcaldesas de las Ciudades Amigas de la Infancia a que recuerden que en estos momentos es posible seguir impulsando su compromiso con los derechos de los niños y niñas que viven en sus ciudades y localidades.
Una mirada al corto plazo, a lo urgente, que debe ir de la mano de una visión a mediano y largo plazo con procesos de desarrollo de políticas y planes de infancia que tengan en cuenta a los colectivos más vulnerables, que son especialmente sensibles a la ausencia de políticas.
Por ello, y sin olvidar la necesidad de seguir las recomendaciones sanitarias para controlar la pandemia, les pedimos que prioricen dentro de sus decisiones las siguientes acciones:
- Incorporar en la planificación urbana un enfoque de infancia, dónde puedan disfrutar de más espacios verdes, de una movilidad más segura y saludable (en bici, caminando), de calles, plazas y equipamientos urbanos como lugares seguros
- Hacer de su ciudad un espacio que fomente el juego y el deporte. Ambos alivian el estrés y contribuye a la salud mental, física y social de la infancia. El juego no dirigido, en espacios naturales o verdes, y con otros niños y niñas son especialmente importantes para el desarrollo saludable, para su creatividad, para su autonomía, inteligencia y control del estrés, entre otros.
- Crear espacios protectores (ludotecas, espacio joven, centros deportivos, etc.) donde los niños y niñas pueden aprender a comprender, compartir y gestionar sus emociones.
- Ofrecer viviendas y/o alternativas habitacionales dignas al tamaño y condiciones de las familias con espacios comunes para jugar, moverse y socializar.
- Brindar recursos a las familias para fomentar una parentalidad positiva y facilitar las actividades en familia
- Potenciar la participación de los niños, niñas y adolescentes en las decisiones locales, en los centros deportivos, bibliotecas, ludotecas, como un mecanismo para asegurar que tienen espacios de confianza en los cuales compartir sus problemas, preocupaciones o potenciales situaciones de riesgo ante la violencia.
El horizonte sigue estando enfrente nuestro. Las decisiones que tomemos hoy afectarán el camino de la recuperación y tendrán consecuencias a largo plazo de toda la sociedad. Sin embargo, estas decisiones son especialmente sensibles cuando hablamos de la infancia. Los niños, niñas y adolescentes son una población especialmente vulnerable, por su edad y porque se encuentran en un momento crítico de sus vidas, donde se asientan muchas de sus estructuras mentales, cognitivas, sociales, de capacidades y habilidades, que condicionarán su desarrollo y las posibilidades de crecer para llegar a ser adultos, sanos, felices, y preparados para responder a los retos del futuro. Por ello es prioritario implementar medidas eficaces y acordes a sus necesidades.
Pongamos en la balanza de la toma de decisiones la salud mental de la infancia y adolescencia. Evitemos que esta sea, además de sanitaria, social y económica, una crisis para los derechos de los niños, niñas y adolescentes. Una crisis que puede marcar sus vidas y con ello las perspectivas a largo plazo de toda la sociedad.
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