Entrevista a Stefania Giannini, subdirectora de la Unesco:
Hablamos con
la máxima responsable de educación de Naciones Unidas
sobre el impacto que está teniendo la clausura de escuelas y universidades,
que ya afecta
casi al 90% de la población estudiantil del mundo.
Icíar Gutiérrez.
¿Cuál es el mayor riesgo de decidir echar el cierre a las escuelas?.
El riesgo es aumentar las desigualdades,
pero la oportunidad es que haya un sentido de la solidaridad y la colaboración más fuerte.
Es hora de la colaboración y la solidaridad.
Es lo que puede compensar el riesgo de aumentar la desigualdad,
que sin duda es lo más peligroso de esta situación.
Stefania Giannini, Subdirectora general de educación de la Unesco. Unesco |
Giannini está
siguiendo de cerca el impacto del cierre de centros educativos en todo
el mundo como medida de contención del virus. Desde mayo de 2018, es
subdirectora general de educación de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), el mayor
cargo de responsabilidad de la ONU en el ámbito de la educación. Antes
fue profesora de lingüística y ministra de Educación en el Gobierno de
Matteo Renzi, entre 2014 y 2016.
Se trata de una "crisis sin precedentes e inesperada",
reconoce. El escenario es muy complejo, sin final a la vista. Las
medidas de cierre de colegios y universidades están alterando
calendarios escolares, pero el impacto trasciende lo educativo. Los
países no solo tienen que aplicar modalidades de enseñanza a distancia
para evitar que el aprendizaje se interrumpa. Además, deben abordar las
dimensiones sociales de la crisis que afecta a los menores de muchas
formas. El confinamiento obligatorio les impide ver a sus compañeros y
las actividades de socialización. Muchos niños y jóvenes, especialmente
los que provienen de entornos empobrecidos, dependen de las comidas escolares para una nutrición saludable, recuerda la Unesco. También han alertado de que la medida tendrá mayores efectos en las niñas.
Desde
principios de marzo, la organización internacional ha estado
reuniéndose con ministros, impartiendo seminarios y dando seguimiento a
la clausura de escuelas, que se ha extendido a una gran velocidad por
todo el mundo para hacer frente a la pandemia. Durante semanas, la lista
se ha actualizado prácticamente a diario. El 4 de marzo había 300 millones de alumnos afectados en una veintena de países. En menos de un mes ya son más de 1.500 millones los estudiantes desde
primaria a universitarios que están fuera de las aulas en 188 países.
Son casi el 90% de la población estudiantil del mundo, según sus datos. A
ellos se suman 60 millones de profesores. El mapa de las aulas vacías
está casi completo.
Cuando
empezaron a documentar las cifras del impacto del cierre educativo, ¿se
imaginaban que íbamos a llegar a una situación de esta magnitud?
Empezamos
con el primer informe hace unas semanas y nadie podía imaginarse lo que
iba a pasar a los pocos días, el crecimiento hasta los 1.500 millones.
La cuestión central que estamos abordando en esta crisis es la salud,
pero esto también tiene un impacto en la educación. Desde el principio
teníamos la impresión de que podría convertirse en una crisis enorme y
sin precedentes. Y eso es lo que está sucediendo. Por eso,
inmediatamente después, decidimos enfrentar estar circunstancias
insólitas en la educación. Hemos tenido que tomar algunas medidas
excepcionales, como lanzar una Coalición Mundial por la educación
-formada por Naciones Unidas, sector privado, sociedad civil- para
responder.
¿Cuál es su análisis?
Es
una crisis enorme, una de las mayores de la historia. Tiene un
impacto dramático no solo en la salud, sino en diferentes niveles como
el económico. En la educación, tiene dos vertientes. La primera, la
necesidad de una reacción inmediata, y esto está muy relacionado con los
Ministerios de Educación, intentando tranquilizar a las familias y
asegurarse de que gracias a la comunidad educativa, se seguirá adelante y
el aprendizaje no se detiene. Las organizaciones internacionales
estamos para apoyarles con nuestras herramientas. Este es el lado
negativo.
Luego está el lado positivo. Antes del
coronavirus, hablábamos dela necesidad de cambiar el paradigma, del uso
de nuevas herramientas, de tecnología... Y ahora tenemos que hacerlo
bajo presión. Quizás, estamos ante el 'momentum', la oportunidad de
repensar el modelo. Estamos obligados a hacerlo. Las lecciones que
seguramente vamos a aprender de esta crisis nos pueden ayudar de alguna
manera a potenciar mucho más nuestros sistemas educativos, a hacerlos
más flexibles y más ágiles, para ver cómo la tecnología puede realmente
ayudar y no reemplazar la educación en su forma más tradicional. Es un
gran desafío en una situación difícil.
Si echamos un ojo a la historia, ¿hay algún momento comparable a este?
Quizás
es la primera vez en que el enemigo no está entre nosotros, no es una
cuestión de equilibrio geopolíticos o guerra. El algo realmente fuera de
la capacidad de control humana y la consecuencia de esto es bastante
singular: hay que buscar un nuevo tipo de solidaridad
global. Desarrollar alianzas entre distintos sectores. Mecanismos
regionales como la Unión Europea tienen que encontrar la manera de
demostrar que son lugares útiles para encontrar soluciones a los
problemas de los ciudadanos y no para debatir sobre cuestiones
difíciles. Pasa lo mismo para las organizaciones multilaterales. Estamos
tratando de hacerlo. Hace dos semanas, organizamos una reunión con más
de 70 ministros para debatir cómo se puede abordar el impacto que esto
va a tener en la educación. Es un momento único en este sentido. Pero
por supuesto, hay similitudes con otras crisis de la historia, como la
Segunda Guerra Mundial. Aunque los actores principales o las
motivaciones eran totalmente diferentes. Pero después de aquel momento
se vio la necesidad de que hubiera algún tipo de gobierno global y un
mecanismo de solidaridad también.
El
cierre de colegios y universidades ha sido de las primeras medidas que
han tomado los Gobiernos contra el coronavirus. En los inicios, siempre
sobrevolaba la idea de la proporcionalidad. En este caso entraba el
juego el derecho a la educación. ¿Ha sido proporcional?
Es
una decisión de los Gobiernos. Por supuesto, no es una decisión fácil
de tomar, al revés, es muy dura. Pero en momento de paquetes de medidas
tan duras y fuertes como las que vemos ahora y hace unas semanas, tiene
sentido. Si queremos que haya distancia social, la escuela es un lugar
de contacto entre niños y los profesores. Y es una de las únicas maneras
que tenemos ahora para abordar este momento crítico.
Lo que
tenemos que hacer, y hacemos, es encontrar la forma más rápida de
movilizar a la comunidad internacional y apoyar a los países.
¿Cómo? Propiciando el diálogo entre los sistemas educativos, que están
encontrando sus propias formas de abordar la crisis. Y es muy
interesante escucharlo. Irán, Italia, China, Francia, algunos países
africanos vienen y dicen las herramientas que están usando: no solo el
aprendizaje virtual, también usan la radio o los canales de
televisión para llegar a los niños más excluidos, por ejemplo. Lo
segundo es ofrecer herramientas, plataformas y recursos educativos. Aquí
hemos estado sentándonos también con el sector privado. Los proveedores
de conexión a Internet y las compañías tecnológicas pueden demostrar su
apoyo a los países aceptando los principios éticos de protección de
datos y seguridad y prestando servicios gratuitos.
Cerrar
los centros educativos y continuar con las clases con la máxima
normalidad posible es un desafío enorme. ¿Cómo están respondiendo los
países?
Creo que todos los países se sienten
parte de una comunidad global que se ha visto profundamente tocada por
esta crisis. Hay diferencias en la calidad de las soluciones que se han
tomado de manera inmediata. Hay países avanzados en alta tecnología que
fueron más rápidos y mejores durante los primeros días a la hora de
proporcionar herramientas de aprendizaje virtual a los niños, más o
menos en función del nivel del país.
Si miramos al
sur, hay países que están luchando más para poder hacerlo. Es nuestra
prioridad apoyar a los países en desarrollo. Vemos, por ejemplo, que hay
países africanos en los que se está solucionando con radios y canales
de televisión. Mientras tanto, lo que tenemos que hacer es reforzar la
conectividad, que llegue a donde no está. No es la misma fotografía para
todos. La comunidad internacional tiene que encontrar el equilibrio
sobre cómo garantizar, al final de este proceso, la educación de
calidad.
¿Qué país destacaría por su actuación en este terreno?
Mapa de cierre de colegios elaborado por la Unesco. |
Es
una pregunta difícil (risas). China, que fue el primer país afectado
por el virus, puso en práctica de inmediato una maquinaria impresionante
de aprendizaje virtual. En un par de días, casi 200 millones de niños
estaban conectados en una plataforma de educación a distancia. Pero
después de dos semanas, podíamos hablar ya de otros modelos, como el de
Italia, que no ha apostado solo por un sistema de educación virtual,
sino también por un enfoque de integración. Ahora enfrenta algunos
desafíos en cuanto a equilibrar el norte y el sur y la crisis está
golpeando fuerte, lamentablemente. Todo cambia muy rápido. Es un
laboratorio de nuevas herramientas y prácticas. Estoy segura de que en
unas semanas tendremos una fotografía completa de la situación que nos
permita apoyar a los países que van algo por detrás.
¿Qué problemas se están encontrando? ¿Qué efectos colaterales se están repitiendo más?
Hay
muchos desafíos comunes. Hay niños y familias que se van a ver más
afectados en su derecho a la educación porque no están tan bien
equipados para poder continuar con su aprendizaje con plataformas
educativas digitales. Hay que encontrar soluciones, algo que estamos
haciendo es recurrir a aplicaciones que se pensaron en un primer momento
para la asistencia online. Si volvemos a mirar el
sur del mundo, esto ocurre en algunas regiones latinoamericanas -que se
están viendo cada vez más afectadas por la crisis-. Esto también es una
realidad en Europa si nos fijamos en las periferias y la población más
excluida.
Después está el impacto en los profesores.
No debemos dar por hecho que todos los maestros del mundo están bien
preparados y formados en cómo pasar de la enseñanza tradicional, en una
clase, con libros y pizarra, a la virtual. Nos estamos centrando mucho
en ellos, colaborando con organizaciones de la sociedad civil para que
los profesores puedan involucrarse en el proceso de pensar cómo
aseguramos que la educación sea de calidad. Está habiendo, además,
algunos centros educativos privados que no están garantizando las
condiciones salariales durante la crisis. Los sindicatos están
denunciándolo y nosotros nos debemos centrar en ello también.
Otro
desafío es el nuevo ambiente familiar. Todos estamos experimentando lo
que es tener en un mismo apartamento la oficina, con el teletrabajo, y
las clases virtuales, además de los miembros de la familia que están
haciendo las tareas domésticas. Esto tiene muchas implicaciones sociales
y emocionales. Tenemos que ver cómo apoyar a los padres, que ahora
tienen un nuevo trabajo. Es diferente recoger a tu hijo después de clase
a que te pidan, como madre o padre, estar ahí con ellos, ayudándolos.
Quizás el mayor reto está en la educación primaria, porque en secundaria
puede que los estudiantes ya estén más experimentados en educación
virtual antes de esta crisis sin precedentes. Ahora hay que poner en
marcha la enseñanza online para niños muy pequeños, de primaria. Esto tiene componentes emocionales muy importantes.
Ha
mencionado la desigualdad. ¿Cómo deben asegurarse los Gobiernos de que
ningún estudiante, especialmente los más pobres, se queda atrás? La
nutrición, por ejemplo, es un asunto vital, o la brecha tecnológica,
como decía.
Exactamente, la nutrición es un
asunto muy importante y es parte de nuestra lista de consecuencias más
inmediatas del cierre de colegios. Estamos trabajando con la OMS, con el
Programa Mundial de Alimentos y Unicef. Hay algunas comunidades que ya
se están organizando por su cuenta para encontrar instalaciones en las
que asegurar la nutrición de los estudiantes más desfavorecidos. Sobre
el acceso a la tecnología, desde el comienzo de la Coalición de
Educación gran parte del trabajo se está centrando en cómo podemos
garantizar el traslado a las aulas virtuales desde las tradicionales
aulas físicas, o que haya plataformas y recursos educativos para todos
los niños. Pero el proceso acaba de empezar.
En
Italia hay un debate abierto sobre la necesidad de relajar las
restricciones para que los niños puedan salir a la calle a dar un paseo.
En España, no pueden. Esta es una consecuencia más del cierre de
colegios, la falta de socialización o de actividad física durante la
cuarentena. ¿Qué piensa?
Sí, esto tiene que
ver con lo que mencionaba antes sobre el componente emocional y físico,
totalmente. Pienso que es crucial garantizar, tanto como sea posible
en las circunstancias en las que estamos, el derecho de los niños al
ejercicio físico. Es algo que desde la Unesco estamos analizando porque
hay una demanda muy fuerte por parte de los países para que se analice.
Por supuesto, también se puede recurrir a clases virtuales para hacer
deporte y demás. Pero mi opinión personal es que es importante salir un
poco de los espacios cerrados a tomar el aire. Es cuestión de encontrar
el equilibrio y encontrar las medidas correctas dadas las circunstancias
que tenemos.
Si miramos un poco al futuro, ¿qué debemos tener en cuenta durante la 'vuelta al cole'?
Que
estemos enfrentando la crisis en plena crisis no significa que no nos
tengamos que anticipar desde ya a la fase de recuperación. Tenemos que
asegurarnos de que la educación reciba atención política, compromiso y
financiación. Esto es muy importante para nosotros, no queremos que la
educación se quede atrás después de la crisis. Y tenemos que ver cómo
será la fase de recuperación para los estudiantes y los profesores.
Tenemos que observar cómo será el impacto en los niños pasados de unos
meses. No sabemos cuánto tiempo tenemos por delante. Así que creo que
es vital que anticipemos esta fase de recuperación.
Por
otro lado, también es crucial que aprovechemos este momento para mirar
más allá de la crisis y ver cómo van a ser nuestros sistemas educativos
en un futuro cercano. Cómo deben diferenciarse, tal vez, del modelo
tradicional. Y esto está relacionado con el futuro de la educación.
Hay un debate muy interesante sobre los nuevos desafíos y las nuevas
oportunidades, el cambio de paradigma del aprendizaje y la enseñanza.
Pero la presión que tenemos ahora los principales actores de la
comunidad educativa es aprovechar este momento. Por ejemplo, con el uso
de la tecnología y los principios éticos que tienen que garantizarse.
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