Entre la violencia y la paz: Novelas, cuentos y poemas...para hacer habitable el mundo para niños y jóvenes a pesar de las injusticias.

Ahora que recordamos la matanza del 68 en México y el segundo año de Ayotzinapa, 
y que Colombia pone en jaque su proceso de paz, 
María Fernanda Maquieira, Pilar Lozano, Inés Garland, Jeannete Winter, Nuria Santiago, María Baranda, Perla Suez y Lola Larra
nos hablan de crímenes de Estado, desapariciones forzadas, guerra y estudiantes en lucha, para nombrar y recordar.





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Ilustración de Vicente Reinamontes 
para “Al sur de la Alameda” (Ekaré, 2014).

Ellas recuerdan. Y no lo hacen para informarnos o dar cátedra histórica de la dictadura militar argentina, la guerrilla colombiana, el régimen talibán, el crimen organizado en México o las movilizaciones estudiantiles, escriben para contarnos una historia. Hay memoria y dolor, pero primero están los personajes y sus deseos. 

Sobre la pertinencia de ubicar a esos personajes en contextos violentos en la literatura para niños y jóvenes, dice María Fernanda Maquieira: “Creo que en la LIJ caben todos los temas, aún se traten cuestiones difíciles, duras, traumáticas como el abandono, el desamor, la desaparición, la violencia, las guerras, la muerte. Y la historia reciente de nuestros países, con todos sus dolores, es uno de los tópicos que considero pertinentes”.
Pero, otra vez: “Debe prevalecer la historia y no perder de vista el hecho estético. Es decir que el tema no se imponga al hecho literario”, continúa Maquieira. Y además: “Creo que debe haber un abordaje acorde a la edad y a la emoción de los niños, un cuidado porque en el texto haya una tabla de salvación que de alguna manera les permita elaborar el duelo, la pérdida, la tristeza. Y ese abordaje debe ser con verdad, emoción y empatía con el lector”.

También Michèle Petit parece ofrecernos una respuesta cuando afirma que: “La lectura no puede, como tampoco el dibujo, reparar los desórdenes del mundo ni tener en todas las ocasiones una función catártica. Sin embargo, entre más violento e insensato es el contexto, más vital resulta mantener espacios de respiro, de ensueño, de pensamiento, de humanidad. Espacios en los cuales rehacerse, en los cuales mantener la propia dignidad”.

Aquí, entonces, ocho libros que, sin apartarse de esa difícil realidad, la trastocan.

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1. RompecabezasMaría Fernanda Maquieira, Alfaguara, 2013.

Ganadora del Premio Fundación Cuatrogatos 2015, Rompecabezas es primero una novela de amigas inseparables, “Las Chicas de Siberia”, que crecen, empiezan a enamorarse y se cuentan todo en la cotidianidad del colegio, entre tareas, bromas, dudas y primeros besos. Pero ese entorno, que sentimos familiar, va transformándose poco a poco con una guerra que estalla en las Malvinas (con reclutas muy jóvenes, uno de ellos hermano de un compañero del cole), las composiciones escolares sobre “Patria”, “Soberanía” y “Amigos soldados” que están obligados a escribir, las manifestaciones de las madres que buscan a sus hijos en una plaza y la repentina huída de una amiga: Gabi. Este hecho reavivará en Mora, la protagonista y narradora de esta historia, la duda central en su vida: ¿dónde están sus padres? ¿qué pasó con ellos? Mi vida era un curso intensivo de ausencias y espacios vacíos, de preguntas con respuestas múltiples, de fantasmas y secretos. 
Un rompecabezas, como metáfora perfecta del crecimiento, que el lector querrá armar y rearmar, él también, tras la pista de esas piezas que a todos nos faltan. 

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2. Era como mi sombraPilar Lozano, Ediciones SM, 2015.

Yo tenía algo muy claro: uno puede ser muy pelión, pero no falta que por ahí una bala lo coja y lo vuelva nada. Eso se lo hice entender de entrada a Julián… Temía quedar con las piernas partidas, sin un brazo… Prefería, mil veces, un tiro en la frente.
Son guerrilleros sin dejar de ser niños. Dos adolescentes, que buscan mejorar sus condiciones de vida uniéndose a la guerrilla colombiana, se emocionan cuando entrenan, cuando salen a combate y disparan. Pero también quisieran poder jugar con sus canicas y saltar libres en una cama; tienen miedo, recuerdan a sus familias y ruegan por ser enterrados dignamente si los matan.
La potencia en la voz del protagonista, franca y espontánea, cala hondo. No narra desde la miseria y el abandono, narra desde la voluntad de sobrevivir, a pesar de un desánimo insuperable y aunque duela hasta la sangre. Y aunque tampoco nosotros podemos evitar preguntarnos: —¿Y no es injusto que un niño que debe estar jugando y estudiando termine en la guerrilla o en los paramilitares?, leemos porque estamos seguros que ese testimonio que tenemos entre manos, alguna justicia nos dará. 

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3. Piedra, papel o tijeraInés Garland, Alfaguara, 2014.

En capítulos breves, como instantes de una vida, esta autora construye una atmósfera completamente envolvente y una narración intimista imposible de soltar. Al paisaje visual y sonoro lleno de juncos, cañas, chapoteos, pequeños muelles y noches plagadas de estrellas y chicharras, se integra el paisaje afectivo de los personajes con sus desconciertos y alegrías. Alma, Carmen y Marito van y vienen, siempre al margen del río y, como él, cercanos, reales, melancólicos, pequeños… el río era, para ella, una gran compañía. —Con eso que tiene de pasar y pasar y estar siempre moviéndose, les quita importancia a las cosas —decía.
El tono nostálgico con el que recuerda y cuenta Alma la época dorada de su infancia y adolescencia, cuando iba los fines de semana de Buenos Aires a su casa en el Tigre, con sutiles toques humor y una fascinación constante por el devenir de las cosas, no da casi ninguna señal, en toda la primera parte de la novela, del contexto violento al que de pronto se verán enfrentados sus protagonistas. Este giro dramático tiene mucha fuerza; es inesperado sin perder verosimilitud. La historia de amor de Alma, ese paisaje afectivo que tanto se ensancha y cambia, nos tocará profundamente.

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4. La escuela secreta de NasreenJeanette Winter, Editorial Juventud, 2010.

Cada año la American Library Association (ALA) publica una lista con los 10 libros más censurados en Estados Unidos. En 2015, el libro álbum La escuela secreta de Nasreen fue uno de ellos. Distintos grupos de censores, con una mirada conservadora sobre la infancia, lo acusaron de difundir entre el público infantil una realidad aterradora: la del régimen talibán en Afganistán.
Nasreen vivía con su abuela y sus padres en una ciudad pacífica, hasta que llegaron los soldados y todo cambió. El arte, la música y el saber desaparecieron. La ciudad se cubrió de nubes negras. Nasreen se la pasaba encerrada pues los soldados talibanes prohibían que las niñas fueran a la escuela. Por si fuera poco, un día, los allanaron y se llevaron a su papá. Poco después, su mamá salió a buscarlo. Nasreen dejó de hablar, sus padres no volvían, pero su abuela había oído hablar de una escuela, una escuela secreta para niñas. Y su vida empieza a mejorar.
Seleccionado en el programa Libros del Rincón de la SEP en 2011, una historia sobre el poder del conocimiento para abrir espacios de libertad interior y las esperas que nunca terminan. 

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5. Olivia, el bosque y las estrellasNuria Santiago. Ilustraciones de Ángel Campos, Ediciones SM, 2015.

No existía hasta ahora ninguna historia para niños situada en México que abordara el tema de las desapariciones forzadas perpetuadas por el crimen organizado en complicidad con el gobierno. Esta breve novela, ganadora del Premio El Barco de Vapor 2015, se acerca. Abre preguntas con especial resonancia en nuestro país: ¿Y si mi papá decide no aparecer? Peor: ¿y si hay algo que no le permite aparecer?, se pregunta Olivia.
Su papá no es el único que subió al bosque y no regresó. Otros padres de sus amigos y gente de su pueblo también han desaparecido. Los talamontes y la policía local parecen estar involucrados. Olivia está decidida a averiguarlo. 
 ¿A dónde va la gente cuando desaparece? (este era título original del libro: más sugerente pero menos comercial, opinarían, quizás, los editores), ¿Cómo puede algo dejar de estar? ¿O desaparecer? Hasta este martes el único que desaparecía era mi gato Michu. 
Un punto de vista infantil, convincente, mantiene el interés desde el arranque. Sin embargo, quizá por la complejidad y la crudeza del tema, hacia la mitad, la autora decide cambiar el tono y los niños vuelven a su lugar habitual, como observadores de los adultos. Entonces los acontecimientos se suceden rápidamente y predomina un mensaje de resistencia y lucha social que diluye la historia. A pesar de ello, Olivia no pierde el coraje y el libro es una apuesta valiente que abre brecha.

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6. Diente de LeónMaría Baranda e Isidro R. Esquivel, Ediciones El Naranjo, 2012.

Laina tiene once años, cuatro hermanos, dos amigos y, a veces, mucha hambre. La montaña en la que vive se llenó de soldados. Su papá se fue lejos, / muy lejos; tanto, / que a veces ya no se oye /  ni siquiera detrás de las nubes. Y ahora, su mamá se ha ido también para huir de la tristeza y del hambre, y se llevó a sus hermanos. Ella se quedó para cuidar a su abuela.
“Ven, papá, ven”, / grité por toda la casa, / “que el sol nos arde mucho / hasta en los ojos”. / Después llegó el silencio / como si estuviéramos / adentro de la noche.  
Hasta que un día Laina decide ir a buscar a su mamá a un “Campamento”. Va con su amigo Maki. Juntos se preguntan por qué no hay nadie que los cuide. El camino se hace largo y seco. Laina resiste.
Desde la poesía narrativa, con una manera de decir sin censuras pero con sutileza, María Baranda pone en tensión el abandono, la pobreza y la soledad de una niña con su voluntad de sobreponerse y recuperar a su familia. La guiarán las palabras cálidas de su abuela y una voz interna llena de sueños, que ha germinado como un diente de león.

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7. UmaPerla Suez y María Belén Sonnet, Comunicarte, 2016.

También el nuevo libro de Perla Suez nos habla, desde la poesía narrativa y con la voz de una niña, de la soledad que pueden enfrentar los niños y los nuevos caminos, en este caso fantásticos, que se abren para ellos. Pero aquí el tono es de una fábula antigua que se ve interrumpida por la guerra. Uma, así intuimos que se llama la protagonista, aunque no se dice explícitamente, vivía tranquila en una llanura. Daba de comer a los patos y escuchaba historias alrededor del fuego. Pero un día eso cambió. / Una sombra apareció entre los árboles, en la espesura. / Los murciélagos gritaron en los techos de las casas, / y el pasto empezó a encorvarse, a ponerse blanco / como si fuera un viejo (…). 
El relato continúa sombrío acentuado por las ilustraciones en blanco y negro, que en algo recuerdan a la estética de los ilustradores de cuentos de hadas y fábulas del siglo XVI y XVII en Europa, y hasta al Pinocho de Enrico Mazzanti (de hecho, a la usanza de estos artistas, Sonnet firma cada uno de sus dibujos). Sólo que es más que eso: su mezcla de técnicas también dan actualidad a la propuesta visual y se corresponden con el poema, transparente, evocador e inquietante.
Entonces vi hombres de cuero / enfundados en largas botas, / avanzaban, / sus ojos se encendían / como el carbón al arder.
Un bello libro para leer y releer con pausa, y en el que será necesario quedarse, más tiempo del que dura una página, a contemplar el final. 

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8. Al sur de la alameda.Lola Larra y Vicente Reinamontes, Ekaré, 2014.

Alguien los observa hacer y deshacer. Un personaje que se va revelando poco a poco mira desde sus binoculares a un grupo de jóvenes que ha tomado el colegio. Entre ellos hay uno, Nicolás, que vaga solitario, como perdido. Y escribe. Lleva un diario, “diario de una toma”: En estos tres días de toma el colegio ha cambiado y los alumnos también. Están las sillas amontonadas afuera, las mesas pegadas a las ventanas, sacos de dormir en el suelo. Y aunque la mayoría anda todavía de uniforme, se ven distintos, o yo los veo distintos.
Ese cruce de miradas es la clave de esta novela gráfica. No sólo por las dos historias que se entrelazan (la del observador y el observado) y los dos lenguajes: el visual y el escrito (hay que destacar la cercanía que escritora e ilustrador tienen con los lectores), sobre todo por el choque de mundos que implica enamorarse en plena revolución y resistir al sometimiento del mundo adulto.
Este libro rescata un momento histórico en la vida de Chile, la “Revolución de los pingüinos” de 2006, en la que estudiantes tomaron sus colegios para exigir mejoras en el sistema educativo. Desde su publicación, Al sur de la alameda ha generado mucho interés de especialistas, mediadores de lectura, jurados de premios (ha recibido todos los reconocimientos posibles) y, principalmente, de sus lectores. Adolescentes, jóvenes, que se encuentran en estas páginas. Que leen que aquí mandan ellos, con sus porqués en lo alto.
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Y vale la pena mencionar que en 2015, un personaje secundario de la novela, Pablo “el gordo” Mellado, puso en circulación un extraordinario fanzine: Estudiantes en lucha: apuntes para una historia de las movilizaciones estudiantiles. Documento informativo, inspirado en las clases que “el gordo” dictaba a sus compañeros durante la toma del colegio, que se puede descargar de manera gratuita aquíSi nos hemos lanzado a las protestas para desafiar el orden establecido y el obsoleto sistema educativo, la injusticia (…), lo mínimo que podemos hacer es saber un poco de lo que pasó antes de nuestro modesto mayo de 2006 en esta materia. Conocer lo que hicieron nuestros compañeros y compañeras en el pasado: en Córdoba, en 1918. En París y en México, en 1968. En La Plata, en 1976 y en Pekín, en 1989, dice Mellado y ofrece un vivo repaso por frases e imágenes emblemáticas de las principales resistencias estudiantiles del siglo XX. Da cuenta de los hechos respondiendo tres preguntas básicas: ¿Qué pedían los estudiantes? ¿Cómo? y ¿Qué pasó después? De consulta urgente. 
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Imagen de portada de Vicente Reinamontes. 
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