Ahora que recordamos la matanza del 68 en México y el
segundo año de Ayotzinapa,
y que Colombia pone en jaque su proceso de
paz,
María Fernanda Maquieira, Pilar Lozano, Inés Garland, Jeannete Winter, Nuria Santiago, María Baranda, Perla Suez y Lola Larra
nos hablan de crímenes de Estado, desapariciones forzadas, guerra y estudiantes en lucha, para nombrar y recordar.
Ellas recuerdan. Y no lo hacen para
informarnos o dar cátedra histórica de la dictadura militar argentina,
la guerrilla colombiana, el régimen talibán, el crimen organizado en
México o las movilizaciones estudiantiles, escriben para contarnos una
historia. Hay memoria y dolor, pero primero están los personajes y sus
deseos.
Sobre la pertinencia de ubicar a esos personajes en contextos violentos en la literatura para niños y jóvenes, dice María Fernanda Maquieira: “Creo
que en la LIJ caben todos los temas, aún se traten cuestiones
difíciles, duras, traumáticas como el abandono, el desamor, la
desaparición, la violencia, las guerras, la muerte. Y la historia
reciente de nuestros países, con todos sus dolores, es uno de los
tópicos que considero pertinentes”.
Pero, otra vez: “Debe prevalecer la
historia y no perder de vista el hecho estético. Es decir que el tema no
se imponga al hecho literario”, continúa Maquieira. Y además: “Creo que
debe haber un abordaje acorde a la edad y a la emoción de los niños, un
cuidado porque en el texto haya una tabla de salvación que de alguna
manera les permita elaborar el duelo, la pérdida, la tristeza. Y ese
abordaje debe ser con verdad, emoción y empatía con el lector”.
También Michèle Petit
parece ofrecernos una respuesta cuando afirma que: “La lectura no puede,
como tampoco el dibujo, reparar los desórdenes del mundo ni tener en
todas las ocasiones una función catártica. Sin embargo, entre
más violento e insensato es el contexto, más vital resulta mantener
espacios de respiro, de ensueño, de pensamiento, de humanidad. Espacios en los cuales rehacerse, en los cuales mantener la propia dignidad”.
Aquí, entonces, ocho libros que, sin apartarse de esa difícil realidad, la trastocan.
1. RompecabezasMaría Fernanda Maquieira, Alfaguara, 2013.
Ganadora del Premio Fundación Cuatrogatos 2015, Rompecabezas
es primero una novela de amigas inseparables, “Las Chicas de Siberia”,
que crecen, empiezan a enamorarse y se cuentan todo en la cotidianidad
del colegio, entre tareas, bromas, dudas y primeros besos. Pero ese
entorno, que sentimos familiar, va transformándose poco a poco con una
guerra que estalla en las Malvinas (con reclutas muy jóvenes, uno de
ellos hermano de un compañero del cole), las composiciones escolares
sobre “Patria”, “Soberanía” y “Amigos soldados” que están obligados a
escribir, las manifestaciones de las madres que buscan a sus hijos en
una plaza y la repentina huída de una amiga: Gabi. Este
hecho reavivará en Mora, la protagonista y narradora de esta historia,
la duda central en su vida: ¿dónde están sus padres? ¿qué pasó con
ellos? Mi vida era un curso intensivo de ausencias y espacios vacíos, de preguntas con respuestas múltiples, de fantasmas y secretos.
Un rompecabezas, como metáfora perfecta
del crecimiento, que el lector querrá armar y rearmar, él también, tras
la pista de esas piezas que a todos nos faltan.
2. Era como mi sombraPilar Lozano, Ediciones SM, 2015.
Yo tenía algo muy claro: uno puede
ser muy pelión, pero no falta que por ahí una bala lo coja y lo vuelva
nada. Eso se lo hice entender de entrada a Julián… Temía quedar con las
piernas partidas, sin un brazo… Prefería, mil veces, un tiro en la
frente.
Son guerrilleros sin dejar de ser niños.
Dos adolescentes, que buscan mejorar sus condiciones de vida uniéndose a
la guerrilla colombiana, se emocionan cuando entrenan, cuando salen a
combate y disparan. Pero también quisieran poder jugar con sus canicas y
saltar libres en una cama; tienen miedo, recuerdan a sus familias y
ruegan por ser enterrados dignamente si los matan.
La potencia en la voz del protagonista,
franca y espontánea, cala hondo. No narra desde la miseria y el
abandono, narra desde la voluntad de sobrevivir, a pesar de un desánimo insuperable y aunque duela hasta la sangre. Y aunque tampoco nosotros podemos evitar preguntarnos: —¿Y no es injusto que un niño que debe estar jugando y estudiando termine en la guerrilla o en los paramilitares?, leemos porque estamos seguros que ese testimonio que tenemos entre manos, alguna justicia nos dará.
3. Piedra, papel o tijeraInés Garland, Alfaguara, 2014.
En capítulos breves, como instantes de
una vida, esta autora construye una atmósfera completamente envolvente y
una narración intimista imposible de soltar. Al paisaje visual y
sonoro lleno de juncos, cañas, chapoteos, pequeños muelles y noches
plagadas de estrellas y chicharras, se integra el paisaje afectivo de
los personajes con sus desconciertos y alegrías. Alma, Carmen y Marito
van y vienen, siempre al margen del río y, como él, cercanos, reales,
melancólicos, pequeños… el río era, para ella, una gran compañía.
—Con eso que tiene de pasar y pasar y estar siempre moviéndose, les
quita importancia a las cosas —decía.
El tono nostálgico con el que recuerda y
cuenta Alma la época dorada de su infancia y adolescencia, cuando iba
los fines de semana de Buenos Aires a su casa en el Tigre, con sutiles
toques humor y una fascinación constante por el devenir de las cosas, no
da casi ninguna señal, en toda la primera parte de la novela, del
contexto violento al que de pronto se verán enfrentados sus
protagonistas. Este giro dramático tiene mucha fuerza; es inesperado sin
perder verosimilitud. La historia de amor de Alma, ese paisaje afectivo
que tanto se ensancha y cambia, nos tocará profundamente.
4. La escuela secreta de NasreenJeanette Winter, Editorial Juventud, 2010.
Cada año la American Library Association
(ALA) publica una lista con los 10 libros más censurados en Estados
Unidos. En 2015, el libro álbum La escuela secreta de Nasreen
fue uno de ellos. Distintos grupos de censores, con una mirada
conservadora sobre la infancia, lo acusaron de difundir entre el público
infantil una realidad aterradora: la del régimen talibán en Afganistán.
Nasreen vivía con su abuela y sus padres en una ciudad pacífica, hasta que llegaron los soldados y todo cambió. El arte, la música y el saber desaparecieron. La ciudad se cubrió de nubes negras. Nasreen
se la pasaba encerrada pues los soldados talibanes prohibían que las
niñas fueran a la escuela. Por si fuera poco, un día, los allanaron y se
llevaron a su papá. Poco después, su mamá salió a buscarlo. Nasreen
dejó de hablar, sus padres no volvían, pero su abuela había oído hablar
de una escuela, una escuela secreta para niñas. Y su vida empieza a mejorar.
Seleccionado en el programa Libros del
Rincón de la SEP en 2011, una historia sobre el poder del conocimiento
para abrir espacios de libertad interior y las esperas que nunca
terminan.
5. Olivia, el bosque y las estrellasNuria Santiago. Ilustraciones de Ángel Campos, Ediciones SM, 2015.
No existía hasta ahora ninguna historia
para niños situada en México que abordara el tema de las desapariciones
forzadas perpetuadas por el crimen organizado en complicidad con el
gobierno. Esta breve novela, ganadora del Premio El Barco de Vapor 2015,
se acerca. Abre preguntas con especial resonancia en nuestro país: ¿Y si mi papá decide no aparecer? Peor: ¿y si hay algo que no le permite aparecer?, se pregunta Olivia.
Su papá no es el único que subió al
bosque y no regresó. Otros padres de sus amigos y gente de su pueblo
también han desaparecido. Los talamontes y la policía local parecen
estar involucrados. Olivia está decidida a averiguarlo.
¿A dónde va la gente cuando desaparece? (este era título original del libro: más sugerente pero menos comercial, opinarían, quizás, los editores), ¿Cómo puede algo dejar de estar? ¿O desaparecer? Hasta este martes el único que desaparecía era mi gato Michu.
Un punto de vista infantil, convincente,
mantiene el interés desde el arranque. Sin embargo, quizá por la
complejidad y la crudeza del tema, hacia la mitad, la autora decide
cambiar el tono y los niños vuelven a su lugar habitual, como
observadores de los adultos. Entonces los acontecimientos se suceden
rápidamente y predomina un mensaje de resistencia y lucha social que
diluye la historia. A pesar de ello, Olivia no pierde el coraje y el
libro es una apuesta valiente que abre brecha.
6. Diente de LeónMaría Baranda e Isidro R. Esquivel, Ediciones El Naranjo, 2012.
Laina tiene once años, cuatro hermanos,
dos amigos y, a veces, mucha hambre. La montaña en la que vive se llenó
de soldados. Su papá se fue lejos, / muy lejos; tanto, / que a veces ya no se oye / ni siquiera detrás de las nubes. Y
ahora, su mamá se ha ido también para huir de la tristeza y del hambre,
y se llevó a sus hermanos. Ella se quedó para cuidar a su abuela.
“Ven, papá, ven”, / grité por toda
la casa, / “que el sol nos arde mucho / hasta en los ojos”. / Después
llegó el silencio / como si estuviéramos / adentro de la noche.
Hasta que un día Laina decide ir a
buscar a su mamá a un “Campamento”. Va con su amigo Maki. Juntos se
preguntan por qué no hay nadie que los cuide. El camino se hace largo y
seco. Laina resiste.
Desde la poesía narrativa, con una
manera de decir sin censuras pero con sutileza, María Baranda pone en
tensión el abandono, la pobreza y la soledad de una niña con su voluntad
de sobreponerse y recuperar a su familia. La guiarán las palabras
cálidas de su abuela y una voz interna llena de sueños, que ha germinado
como un diente de león.
7. UmaPerla Suez y María Belén Sonnet, Comunicarte, 2016.
También el nuevo libro de Perla Suez nos
habla, desde la poesía narrativa y con la voz de una niña, de la
soledad que pueden enfrentar los niños y los nuevos caminos, en este
caso fantásticos, que se abren para ellos. Pero
aquí el tono es de una fábula antigua que se ve interrumpida por la
guerra. Uma, así intuimos que se llama la protagonista, aunque no se
dice explícitamente, vivía tranquila en una llanura. Daba de comer a los
patos y escuchaba historias alrededor del fuego. Pero un día eso cambió. / Una
sombra apareció entre los árboles, en la espesura. / Los murciélagos
gritaron en los techos de las casas, / y el pasto empezó a encorvarse, a
ponerse blanco / como si fuera un viejo (…).
El relato continúa sombrío acentuado por
las ilustraciones en blanco y negro, que en algo recuerdan a la
estética de los ilustradores de cuentos de hadas y fábulas del siglo XVI
y XVII en Europa, y hasta al Pinocho de Enrico Mazzanti (de hecho, a la
usanza de estos artistas, Sonnet firma cada uno de sus dibujos). Sólo
que es más que eso: su mezcla de técnicas también dan actualidad a la
propuesta visual y se corresponden con el poema, transparente, evocador e
inquietante.
Entonces vi hombres de cuero / enfundados en largas botas, / avanzaban, / sus ojos se encendían / como el carbón al arder.
Un bello libro para leer y releer con
pausa, y en el que será necesario quedarse, más tiempo del que dura una
página, a contemplar el final.
8. Al sur de la alameda.Lola Larra y Vicente Reinamontes, Ekaré, 2014.
Alguien los observa hacer y deshacer. Un
personaje que se va revelando poco a poco mira desde sus binoculares a
un grupo de jóvenes que ha tomado el colegio. Entre ellos hay uno, Nicolás, que vaga solitario, como perdido. Y escribe. Lleva un diario, “diario de una toma”: En
estos tres días de toma el colegio ha cambiado y los alumnos también.
Están las sillas amontonadas afuera, las mesas pegadas a las ventanas,
sacos de dormir en el suelo. Y aunque la mayoría anda todavía de
uniforme, se ven distintos, o yo los veo distintos.
Ese cruce de miradas es la clave de esta
novela gráfica. No sólo por las dos historias que se entrelazan (la del
observador y el observado) y los dos lenguajes: el visual y el escrito
(hay que destacar la cercanía que escritora e ilustrador tienen con los
lectores), sobre todo por el choque de mundos que implica enamorarse en
plena revolución y resistir al sometimiento del mundo adulto.
Este libro rescata un momento histórico
en la vida de Chile, la “Revolución de los pingüinos” de 2006, en la que
estudiantes tomaron sus colegios para exigir mejoras en el sistema
educativo. Desde su publicación, Al sur de la alameda
ha generado mucho interés de especialistas, mediadores de lectura,
jurados de premios (ha recibido todos los reconocimientos posibles) y,
principalmente, de sus lectores. Adolescentes, jóvenes, que se
encuentran en estas páginas. Que leen que aquí mandan ellos, con sus
porqués en lo alto.
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Imagen de portada de Vicente Reinamontes.
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