La casa de sus abuelos en el pueblo, sin váter ni luz
eléctrica; la farmacia de sus padres en el madrileño barrio de
Prosperidad, "La Prospe"; el régimen represivo "que llegaba al terror"
en su primer colegio; la huella de la enfermedad de su madre, que
padecía "depresión clínica", o el "gran descubrimiento" de la música de
Los Bravos.
Todos esos episodios forman parte de "¡De Rodillas,
Monzón!", un libro que sale mañana a la venta y es la primera entrega de
las "dos o tres" que tendrán las memorias de Wyoming (Madrid, 1955),
que pertenece, ha asegurado en un encuentro con periodistas, a la última
generación que tuvo "una infancia libre" en la que los pequeños no
tenían "nada que ver" con los padres.
Además de un retrato
generacional, este volumen busca ser una visión de "aquel mundo" -el de
la España de los 60 y 70- que el autor no ve "normalmente reflejada":
"Es una historia que parece que se ha perdido y no hace tanto que
ocurrió", ha lamentado el humorista, actor, guionista, músico y
presentador.
En ese sentido, ha añadido que pretende contar cómo
vio la realidad aquel infante al que no le pasaron "cosas
extraordinarias" en aquellos años que transcurrieron entre la aldea de
La Puebla del Salvador (Cuenca) y "La Prospe", que "hasta que llegó el
metro" era un "pueblecito autosuficiente".
Para Wyoming, las cosas
"han cambiado más en los últimos 30 años que en los anteriores 5.000",
algo que refleja el libro en distintos ámbitos como, por ejemplo, la
relación entre padres e hijos.
Frente al "placer" de "la ausencia y
la lejanía" de los padres que le tocó vivir cuando los hijos eran
"inevitables", actualmente la paternidad es un "proyecto de vida" que
condena a los hijos a la "absoluta tortura" de las "24 horas al día de
educación".
El conductor de "El Intermedio", licenciado en
Medicina que dejó de ejercer porque le "molaba más" su "otro curro" -el
de la tele-, tiene también tres hijos veinteañeros con los que convive
en Madrid aunque confiesa que no ha "cumplido sus expectativas" en su
faceta de padre: "Es lo que peor he hecho", ha lamentado.
De la
generación de sus hijos cree que va a "sufrir mucho más" que la suya
porque, aunque "no es nostálgico", el autor sí cree que ha habido "un
tiempo" en el que "algunas cosas", como el "libre acceso a la
universidad", eran "mejores" que en la actualidad.
Y es que, pese a
haber conocido una España -la que retrata con mucho sentido del humor
en "¡De rodillas, Monzón!"- "muy represiva en todos los sentidos",
Wyoming cree que quienes, como él, nacieron en 1955, han vivido la
"mejor época de la historia de la humanidad" porque, asegura, han tenido
"acceso a todo" y han vivido la "eclosión de la libertad".
Una
libertad que él vio por primera vez en la "Tierra Prometida" de
Amsterdam, escenario del último capítulo de este libro, a donde viajó a
los dieciocho años junto a su hermano y dos amigos para "donar con mucho
gusto" su virginidad.
"En Amsterdam se duchaban juntos chicos y
chicas y entonces claro, yo me duchaba mucho", ha recordado, entre
risas, el humorista, a cuyo juicio, España "aún no ha entrado en Europa"
-"a nivel jurídico, ni de coña- aunque la globalización se haya
"cargado" las ciudades y las haya "uniformado".
A pesar de eso,
sostiene, España sigue siendo un país "único en el mundo", en el que la
corrupción tiene un "sustento increíble" y donde "lo de las dos Españas
no se ha movido ni un milímetro".
Y es que, a juicio de Wyoming,
la Transición "no fue tal" sino que se trató de una "reconversión" del
franquismo en una democracia que ha "heredado" los "poderes" del
régimen: "Ha sido un maquillaje de la dictadura que ha contado con la
participación de los partidos políticos", ha concluido.
Cuenta el Gran Wyoming que cuando cumplió sesenta años un
amigo le dijo que a partir de entonces empezaría a decir aquello de
"antes, todo esto era campo". Se sonroja al afirmar que esa dichosa
frase llevaba diciéndola ya muchos años, mientras explica cómo era el
madrileño barrio de la Prosperidad. El que le vio nacer en una pequeña
alcoba de doce metros cuadrados.
Sin salir del
barrio, muchos años después, él mismo presenta en una comida con
periodistas el libro en el que cuenta como creció en aquellas calles y
sí, aquellos campos. ¡De rodillas, Monzón!, que
se pone a la venta este jueves, no es tanto una autobiografía al uso
como un ejercicio de rescate de su propia memoria. En parte por dejarla
negro sobre blanco antes de que la olvide, y en parte por no pervertirla
con recuerdos falsos. Algo natural en la mente humana.
También, y no tiene miedo a decirlo, porque él disfruta
de una posición en la que sus vivencias son significativas para explicar
una España que quedó atrás. Para lo bueno y para lo malo. "Por alguna
razón, las personas que no han trabajado nunca, como es mi caso, se
convierten en grandes testigos", dice sobre su obra.
"Es difícil negar que es un acto de autocomplacencia, una especie de
masturbación onírica en la que hablas de lo cojonudo que eres. Pero yo
he tenido una infancia muy normal, no he salvado a nadie de morir
ahogado. Por eso sólo quería contar cómo era el mundo y cómo lo vi",
explica Wyoming.
"Yo salía a las tres y media de mi casa dando un portazo y cuando
volvías a las nueve y te preguntaban dónde habías estado, la única
explicación que dabas era 'por ahí'. Un caballo requiere una hora de
doma al día. Veinticuatro, que es lo que viven hoy los niños, es algo
insoportable", asegura. Esta libertad que defiende convierte el libro en
el retrato de una infancia cualquiera. Podrían ser las memorias de su
vecino, de sus amigos. Pero son las de José Miguel Monzón, más conocido como el Gran Wyoming.
Sus vivencias se tiñen de un sentido del humor irónico único que
sorprende por lo emocionante que resulta. Un ejercicio de sinceridad del
popular presentador, que hoy tiene 61 años y echa la vista atrás a su
infancia en un pueblo manchego arrasado por la guerra. Pero también a su
adolescencia entre las calles de un barrio obrero de Madrid y las
paredes de un colegio de padres agustinos hasta que, con 17 años,
descubrió otro mundo en Amsterdam.
Son 350 páginas
que recorren nuestro país en los años 50 y 60, pero en las que vemos
también la España que somos hoy. Por suerte, apenas una hora antes de
que se tenga que cambiar en el coche y se marche a grabar programa de
esta noche, podemos hablar con él sobre la segunda.
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