Al menos medio millón de ciudadanos
norteamericanos se han matriculado en escuelas mexicanas desde 2010, en
medio de una ola de deportaciones y repatriaciones voluntarias.
" Muchos de estos niños han pasado su vida en las sombras, tanto en Estados Unidos como en México –primero como hijos de padres indocumentados en Estados Unidos y luego como niños que no pueden probar su identidad ni su ciudadanía mexicana...".
Más mexicanos regresan a México que los que emigran a EEUU, según un estudio EFE |
La transición no fue fácil: los dos pequeños hablaban inglés y mixteco,
una lengua indígena de la región, pero casi nada de español. El cambio
fue especialmente difícil para el mayor, Jorge, que tuvo problemas para
hacerse nuevos amigos y participar en clase en la escuela.
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Los niños se burlaban de él y de cómo hablaba español. A la maestra no
le importaba. El pobre se sentaba en clase y no entendía nada ni podía
hablar con nadie. Lloraba cada día y me pedía que lo enviara de vuelta a
Estados Unidos", relata Aguilar, de 39 años.
Jorge es uno del casi medio millar de estadounidenses que se han
matriculado en escuelas mexicanas desde 2010 en medio de la creciente
ola de deportaciones y repatriaciones voluntarias incentivadas por la
crisis económica estadounidense y las obligaciones familiares.
Desde 2010, 1,4 millones de mexicanos han sido repatriados por agentes
de inmigración de Estados Unidos y seguramente muchos más lo serán
después de que el mes pasado la Corte Suprema negara el reconocimiento legal de 4 millones de padres indocumentados.
La cifra de mexicanos que vuelven voluntariamente a su país es
desconocida, incluso cuando muchos se llevan consigo a sus hijos nacidos
en Estados Unidos.
Cualquiera que sea la razón de su regreso, la transición es muy difícil
para muchos niños nacidos en Estados Unidos que sufren el choque
cultural y el cambio de idioma, así como dificultades en el acceso a la
educación y los servicios sanitarios mientras sus padres llevan adelante
el pesado y costoso proceso de solicitar la nacionalidad mexicana.
La integración es especialmente difícil para los niños que llegan a
comunidades indígenas sumidas en la pobreza y el analfabetismo.
Mientras en los Estados Unidos la reforma inmigratoria quedó detenida
en medio de debates presidenciales sobre la inmigración ilegal, en ambos
lados de la frontera crece la preocupación por las dificultades que
enfrenta este grupo creciente de población binacional.
"El doble rechazo condena a muchos niños"
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Estos niños son discriminados por su acento, por su ropa, y algunos de
ellos rechazan la cultura y costumbres de su comunidad", afirma Rufino
Domínguez, director del Instituto de Atención Migratoria (IAM) en
Oaxaca. "Este doble rechazo condena a muchos niños a la frustración y la
depresión, y genera conflictos dentro de las familias."
Oaxaca es el segundo Estado más pobre de México. Dos tercios de su
población está bajo el nivel de la pobreza, y los más pobres están
concentrados en la región montañosa Mixteca, donde comunidades indígenas
mixtecas y triquis viven aisladas en los valles, subsistiendo con lo
básico gracias a la agricultura y la artesanía tradicional.
La migración hacia Estados Unidos aumentó notablemente en los años
ochenta, cuando los mexicanos se convirtieron en mano de obra barata del
sector agrícola. Muchas comunidades mixtecas subsisten gracias al
dinero que reciben de familiares que migraron a los Estados Unidos. Pero
estos familiares no se quedan en el país vecino del norte para siempre,
y cuando regresan traen a sus hijos: según un relevo de 2015, un quinto
de los migrantes de Estados Unidos a México son nacidos en Estados
Unidos.
Muchas familias indígenas vuelven a sus pueblos para cumplir con leyes
indígenas tradicionales que los obligan a cumplir ciertos roles en la
comunidad, como ser alcalde o policía. Incumplir estas leyes es
castigado con grandes multas, o incluso con perder el derecho a la
tierra ancestral.
Yucunicoco reúne ocho comunidades mixtecas en Juxtlahuaca. Se llega por
una carretera ondulante que cruza las montañas cubierta de pinos,
huertos de árboles frutales y plantaciones de maíz, calabaza y patata.
La comida abunda, pero el dinero escasea, ya que no hay mercado donde
vender la abundante producción.
Isabel Mendoza, de 28 años, y Salvador Leyva, de 29, estaban recién
casados cuando viajaron a Oxnard, California, en 2004 para trabajar en
plantaciones de bayas y ahorrar dinero para construir su casa en
Yucunicoco. En 2011, volvieron de mala gana al pueblo porque a Leyva le
tocaba dirigir el comité escolar.
Regresaron con sus dos hijos nacidos en Estados Unidos. Ahora, los
niños con ocho y diez años han olvidado el inglés completamente.
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Quiero enviar a mis hijos de vuelta a aprender inglés y a estudiar para
que luego puedan tener mejores empleos y la vida no sea tan dura para
ellos", dice Mendoza en un español poco fluido.
Mendoza consiguió la doble nacionalidad de sus hijos antes de irse de
California, algo que Estados Unidos está intentando fomentar, ya que el
procedimiento es mucho más ágil que hacerlo luego en México.
Pero es muy poco común. Muchos padres no saben siquiera qué documentos
necesitan llevar, otros tienen miedo de hacer trámites porque son
inmigrantes ilegales. Los que son deportados a menudo llegan a su país
sin ninguna documentación.
Karla Ramírez, 16, nació en Oregon, donde su madre Rosa Rincón había
viajado en busca de empleo. Como eso no dio resultados, enseguida
volvieron a San Juan Yuta, otra aislada comunidad mixteca, donde Ramírez
creció con sus hermanas nacidas en México. (Los nombres de todos los
integrantes de la familia fueron modificados para preservar su
identidad).
A los 11 años, Ramírez se fue a vivir con familiares a Texas, donde
aprendió inglés, comía pizza, iba al cine y soñaba con ser agente de
policía. Pero cuando regresó a México de vacaciones en 2014, Ramírez decidió quedarse a pesar de las dificultades.
Su certificado de nacimiento y sus documentos escolares quedaron en
Texas, por lo que fue rechazada por el sistema educativo local. Se quedó
en casa cuidando de su sobrina recién nacida mientras los demás
trabajaban en el campo o iban a la escuela.
Pero en febrero de 2015 fue violada por su cuñado. Aunque no se lo
contó a nadie debido al pánico que sentía, la verdad se supo cuando el
pasado octubre dio a luz a una niña.
Investigar una violación por 150 euros
Cuando Rincón llevó a su hija a denunciar la violación, la policía se
negó a tomarle la denuncia hasta que no llegara el certificado de
nacimiento de Ramírez desde Estados Unidos con una apostilla o
legalización oficial. Entonces, los agentes le pidieron 3.000 pesos (150
euros) por investigar el delito, una suma que la familia no tenía.
Mientras tanto, el violador escapó.
Las autoridades se niegan a registrar al bebé porque el certificado de
nacimiento de Ramírez tiene mal escrito el nombre de su madre. La
clínica de la comunidad amenaza con negarle a la niña la cobertura de
salud básica, incluidas las vacunas, porque no tiene documentos de
identidad mexicanos. La familia está destrozada. Ramírez, que hace dos
años que no va a la escuela, quedó traumatizada.
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Si la escuela la hubiera aceptado o si yo la hubiera obligado a volver a
Estados Unidos, nada de esto habría pasado", se lamenta Rincón.
Ramírez quiere volver a Texas a terminar la escuela, y el consulado
estadounidense la está ayudando a sacarle el pasaporte y la nacionalidad
norteamericana a su hija, pero su futuro todavía es incierto.
En el pasado, a menudo los padres pagaban por conseguir certificados de
nacimiento mexicanos falsos para sus hijos para poder matricularlos en
la escuela, darles vacunas y tener acceso a otras coberturas básicas.
Pero esto es ilegal y luego puede traerles problemas a los niños para
reclamar su ciudadanía estadounidense.
Desde 2011, Rufino Domínguez y su equipo del Instituto de Atención
Migratoria han ayudado a miles de familias por año a pedir la doble
nacionalidad de sus hijos.
La discriminación hace que vuelvan
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La identidad es un derecho humano. Es la llave para acceder a muchas
cosas, pero este sector de la población sigue siendo invisible", explica
Domínguez, cuyo mandato acaba en diciembre. "La verdad es que la
violencia, la pobreza y la discriminación terminan por hacer que muchos
regresen a Estados Unidos."
Estados Unidos considera a las familias transnacionales como muy
vulnerables, según Lisa Gisvold, directora del Departamento de Servicios
a Ciudadanos Estadounidenses de la Embajada de Estados Unidos en la
Ciudad de México.
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Muchos de estos niños han pasado su vida en las sombras, tanto en
Estados Unidos como en México –primero como hijos de padres
indocumentados en Estados Unidos y luego como niños que no pueden probar
su identidad ni su ciudadanía mexicana. Estos niños binacionales
deberían ser uno de nuestros grandes recursos para la próxima
generación", afirma Gisvold.
De regreso en San Martín Peras, Julia Aguilar nos cuenta que su hijo
Jorge estaba tan deprimido que al final lo envió de vuelta a California a
vivir con sus hermanos mayores (e indocumentados). Está más contento en
la escuela, pero la separación es dolorosa.
Aguilar dice: "No me habla, solo llora porque quiere que yo también
regrese, pero es muy caro y peligroso. Es lo mismo para todos aquí:
dejamos a nuestros hijos para encontrar trabajo o los enviamos lejos
para estudiar. Nunca tuve a todos mis hijos conmigo al mismo tiempo".
Este reportaje fue financiado por la Fundación WK Kellogg como parte de
un proyecto de investigación sobre discriminaciones invisibles del
Programa de Periodismo sobre Políticas Públicas del Centro de
Investigación y enseñanza de Economía ( cide ), en la Ciudad de México.
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