“Para hacerte reír”, dicen Diego y
Paola; “para cuidarte y quererte”, dice Luz; “para jugar, bailar y
leer”, dice Alejandra; “para abrazarlo”, opina Patricio, y “para que me
abrace”, pide Jonathan; “para trabajar y comprar las medicinas”, dice
Ariadne; “para ayudarte con la tarea y contarle tus secretos”, dice Juan
Antonio; “los papás sirven para quererlos”, dice María Fernanda.
Cuando les pregunto “¿un papá? ¿para qué?”, los niños de la primaria Ricardo Gómez en la Ciudad de México,
dibujan y escriben en una hoja una respuesta adornada con corazones,
nubes y globos.
Dicen “Te quiero papá”, “Gracias por llevarme al Bosque
de Chapultepec”, “No puedo describirte con palabras. Te amo”, “Somos muy
compatibles y casi pensamos igual”.
Anthony Browne, “Mi papá” (FCE, 2002). |
Algunos lo comparan con Spiderman otros,
como Alejandro, hacen poesía: “Mi papá es como el café con azúcar. Me
quiere, me dio la vida”.
Dar la vida, proteger y proveer son
algunas de las respuestas que más se repiten.
Se trata del rol biológico
y las funciones que tradicionalmente se le asignan al padre, dice
Miguel Kolteniuk, psiquiatra y psicoanalista de la Asociación
Psicoanalítica Mexicana.
Pero desde el punto de vista
psicoanalítico, Kolteniuk coincidiría más con Mayra de cuarto de
primaria: “Los papás sirven para ayudar a las mamás” y con Valeria “y
llevarnos al parque y al circo”.
“El padre principalmente tiene la
función de ayudar al hijo a irse separando e independizando de la madre,
porque a pesar de que el nacimiento los separa, psicológicamente la
madre y el bebé no están separados, hay una dependencia en todos los
niveles. Ayudar al hijo a adquirir poco a poco una mayor autonomía e
individuación es la función primordial del padre”, explica Kolteniuk.
Una segunda función, consecutiva de esta
primera, continúa el especialista, es acercar al hijo o a la hija al
mundo social, a desarrollar habilidades, destrezas y funciones de
comunicación e intercambio que implican cada vez más autonomía.
“Y una tercera función principal es la
de instaurar lo que se llama la ley, el orden moral del mundo, que lo
enseña a ser un sujeto de obediencia a las normas morales y legales que
constituyen la base del funcionamiento social”, dice Kolteniuk.
“Para explicarnos lo dura que es la
vida”, “para ver la boleta de calificaciones”, “para enseñarnos a
manejar”, “para comprarme los zapatos”, “para ir a acampar”, “para
atrapar arañas y alacranes”, “para darte muchos besos”, “para cargarte
la mochila”, “los papás te mandan a bañar”, continúan los niños,
expertos todos en la función de los papás.
“Y aunque algunos de nuestros papás no están con nosotros, sabemos que nos quieren como nosotros a ellos”, explica Julia.
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