La pobreza fabrica esclavos

La pobreza fabrica esclavos 

Myriam Fernández Nevado
Periodistas en Español


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Otro día más, nos desayunamos con el tema de la pobreza infantil. Esta vez con el informe de Save the Children. ¡Cuántas manos a la cabeza y cuánta hipocresía a la vez! Solo “nos acordamos de Santa Bárbara cuando trona”.
Pero es verdad. Los niños y niñas españoles cada día que pasan son más pobres y son más numerosos; de momento, detrás de los niños y niñas rumanos. Vaya carrerón que tenemos….
Mientras, hoy se conmemora en todo el mundo el “Día Internacional contra la Esclavitud infantil”. Y no nos damos cuenta que la Pobreza, hace esclavos a los niños y a las niñas, condenándoles a la invisibilidad, al analfabetismo estructural y funcional, a la malnutrición, a la dependencia de la Caridad y no de los servicios propios del Estado de Bienestar, -que sírvase de muestra, está para otros asuntos más importantes como salvar la banca, la corrupción, modificar y anular derechos fundamentales ya conquistados…. En fin, que, según ellos, estamos ganando en PROTECCIÓN para los niños y las niñas de nuestro país, pero la realidad del día a día nos dice todo lo contrario. Los niños esclavos de hoy, serán los adultos esclavos del mañana.
Claro está que, a nuestros políticos y políticas se les llena la boca en decir que están trabajando para nosotros: adultos y niños. Pero cuánto de esto es verdadero o meramente un discurso banal que solamente justifica “en diferido” su nómina.
Porque señores, seamos cuerdos y apliquemos el sentido común: España no está saliendo de la crisis, es más, la crisis económica está enquistada, cual luto o depresión, en la sociedad, en su población, en los ciudadanos que ahora tienen menos derechos gracias a políticas basadas en los privilegios de la “puerta rotatoria” y no del trabajo, el conocimiento y la inversión-investigación e innovación.
Y los niños y las niñas, siguen sufriendo lo que ellos ya tienen muy asumido: que uno de sus padres –con suerte-, no tiene trabajo, que los libros son prestados, que la ropa la aprovechan hasta no poder más, que solo comen o cenan un plato, dando gracias a Dios, a Cáritas o a María Santísima…. Eso sin olvidar que ya no pueden gozar de becas, porque prima ser hijo o hija de consejera antes que de un obrero, empleado o vendedor normalito y corriente. O que, si son niños discapacitados han de pensar que tienen mucha suerte en tener un techo donde cobijarse, aunque no coman, porque siempre hay algún consejero o consejera, ministro o ministra que les retire las ayudas a la dependencia, que antes disfrutaban justamente, o les eche a patadas del centro de atención al que acudían. Una vez más, para eso está la caridad de las instituciones benéficas laicas o religiosas, como en siglos anteriores, las Casas de Beneficiencia.
Vamos, que al ministro de Hacienda actual, no se le ha ocurrido pasarse con una de las miles de invitaciones del Padre Ángel a dar de comer y servir comidas a esos niños que no ven “el final de la recesión”. Y darse cuenta, con sus propios ojos que sus sentencias no se ajustan a la realidad que el resto de los mortales padecen en el país que le sigue pagando sus estipendios mensuales. Parece ser que el cristianismo social, uno de los pilares en que basaba la enseñanza de la institución “San Pablo CEU”, en su época de profesor de Economía en dicho centro universitario, ahora se le olvida cuán rápida y veloz similar a un alzheimer agresivo. Claro, ya va estando en edad de padecer… y que suframos los demás, ciudadanos de cero a 100 años, en este país.
Pero, ¿por qué nos tienen que vender que protegen a la familia, a los niños y las niñas, a los mayores si realmente, nos han vendido cuán esclavos?
Lo fácil es manipular. Y según estamos, no ponemos oposición a dichas manipulaciones porque lo primero es comer y luego pensar. Y lo que es pensar…. Ahora, los españoles con la que tienen encima no piensan como debieran. El nutriente no nos llega adecuadamente. Vamos, que somos un país de catetos, donde entran y salen a nuestro antojo, sirviéndose de nosotros, como esclavos desde que la historia tiene conocimiento de ello. Porque un esclavo es una persona propiedad de otra, en relación a una deuda económica contraída o por apremio individual. Y qué mejor deuda contraída que la que tenemos actualmente nosotros, que nos hace esclavos del sistema productivo ineficaz y garante de privilegios de unos pocos y deficiente y desprotector para el resto de la población. Sírvase de muestra el botón de la Deuda Pública a más del 98% del PIB.
Echando la mirada atrás, los niños y las niñas de nuestra sociedad actual española se parecen cada vez más, a los chavales que recorrían las calles de nuestro país a finales de siglo XIX, donde la Restauración monárquica nos trajo a los caciques de las provincias, que gestionaban a su antojo diputaciones, alcaldías, provincias enteras con sus haciendas incluidas; donde la corrupción era la nota dominante para el dominio de la población trabajadora, sin estudios y dependiente de la caridad. Así como no podemos olvidar la falta de cohesión social de la época señalada, la creación de nuevos impuestos y la alternancia política que hizo surgir movimientos secesionistas y nacionalistas. Calcadito a lo de ahora. Y mientras, los niños corriendo descalzos por la calle, con un mendrugo de pan que les daban en las iglesias o conventos, en los famosos comedores de “la sopa boba”, igual que ahora, pero con el “Banco de Alimentos”.
El declive de la sociedad de la monarquía de los Borbones a principios del siglo XX, tuvo mucho que ver con ese caos social, económico y político, que vendía en pasquines los “milagros regeneracionistas” de sus políticos, y alternaba las cacerías del monarca aireando la famosa vida social del insigne rey del momento. Y así les fue: saliendo de España a todo correr, dejando una sociedad española paupérrima y analfabeta, con una pobreza infantil elevadísima, una educación clasista y exclusiva, con una administración en quiebra y caótica gracias al despilfarro de sus gobernantes, y una salud pública inexistente.
Hoy nos venden el ideario del PP porque les toca en el gobierno, y antes nos vendían “los brotes verdes” porque les tocaba a los del PSOE. Pero ¿qué clase de gobernantes tenemos en este país?
¡No pueden ser más mediocres e ineptos! Y pasan los siglos y seguimos en las mismas. No evolucionan, es más, involucionan.
Por esa razón, nos tenemos que preguntar si nuestros hijos, los niños y las niñas españolas del siglo XXI son los mismos que hace siglo o siglo y medio. Está claro que ,por muchos motivos, no. Pero en cuanto a derechos, han retrocedido cien años. Han perdido sus derechos a la educación digna y de calidad, gratuita y garante de su desarrollo y bienestar personal. Han perdido sus derechos en cuanto a la salud pública e inmediata. Han perdido sus derechos en justicia, en cuanto no son atendidos en primera persona, escuchándoles y tomando en paridad su discurso frente al del adulto. Han perdido su identidad, en cuanto han regresado por las leyes aprobadas a la “propiedad” del pater familias, anulándoles en libertad y responsabilidad en las elecciones de su futuro, porque si no, se les etiqueta como “niños emperador”, “ maltratadores”, etc. Eso sin olvidar que solo existen y son visibles para las estadísticas que interesan a los actores del momento: para vendernos lo mal que se desenvuelven en la sociedad, o poco que aprenden y lo mucho que hay que examinarlos para garantizar el sistema educativo que los adultos les imponen.
Y a todo esto, si se rebelan y dicen que no, dicen que eso no lo quieren, entonces es que son díscolos, disruptivos, y en casos incontrolables para el adulto hay que ponerles la pastilla en la boca, para que se calmen o simplemente, otra vez, someterles a las directrices “adecuadas” que marcan los demás. Más esclavismo no se puede dar.
Qué singular, que fácil es volver al redil a los chavales cuando no tienen herramientas para salir adelante, cuan esclavos de su tiempo y sus circunstancias. Con el yugo del riesgo social, de la invisibilidad funcional y la circunstancia inmediata de satisfacer sus necesidades más básicas a priori.
Se busca reproducir el modelo adultísta, que da menos labor al gobernante de turno, que se somete más fácilmente. Y cómo mejor que bajándoles a los infiernos de la pobreza, dándoles unas migajas y diciéndoles que ya están mejor que antes.
Rockefeller ya decía que una gran crisis sometería de nuevo a la sociedad en su conjunto. Pues ya la tiene. Ahora toca a las nuevas generaciones y a los niños y las niñas decir si quieren esto o prefieren tirar por otro camino, aunque éste no sea el fácil.
  • Myriam Fdez. Nevado es consultora internacional en Infancia y Derechos Humanos.

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