Michelle Bachelet Jeria, Presidenta de Chile
Fundación Bernard van Leer

  
Chile tiene una tradición de protección a la niñez en la que desde mediados del siglo XX comenzó a profundizarse e intensificarse, paralelamente al surgimiento de una preocupación y una conciencia mundiales sobre el tema. Esa protección se centró, sin embargo, en intentar paliar las carencias mayores, aquellas relacionadas con la nutrición y atención de la salud mediante la alimentación complementaria, las vacunas y los cuidados médicos básicos.
Photo:Courtesy Consejo Nacional de Infancia, Chile
Han pasado 58 años desde la adopción por parte de Naciones Unidas de la Declaración de los Derechos del Niño, y 28 años de la aprobación, por parte de la misma organización, de la Convención sobre los Derechos del Niño, texto que Chile ratificó en 1990. Es decir que hace 27 años –pocos meses después de la reinstauración de la democracia– nuestro país asumió un compromiso claro y decidido con la infancia, como una política integral y transversal, recogiendo los cuatro principios fundamentales de aquella convención: la no discriminación; el interés superior del niño; su derecho a la supervivencia, el desarrollo y la protección, y la participación en las decisiones que le afecten.
Hemos dados pasos importantes para cumplir ese compromiso. Entre los hitos más relevantes se cuentan la Ley de Filiación (1998), que puso término a la infame distinción entre hijos legítimos e ilegítimos, así como el surgimiento de una nueva justicia de familia en 2004, junto con una legislación en materia de adopción que resguarda el interés por que el niño o la niña de vivir en un hogar donde se sienta amado/a y protegido/a.