Tal vez ese odio que carcome la lengua
a los que se escudan en discursos anti-Thunberg no sea tan distinto al
que hace diez años llenaba las páginas de opinión de la prensa con
insultos hacia los llamados 'ninis'.
Los mismos que hoy se ríen de que
una chica con trenzas lidere una lucha que ni siquiera se han molestado
en entender son aquellos que quisieron hacernos creer que mi generación,
la millennial, estaba conformada por vagos que ni estudiaban ni
trabajaban ni sentían pasión por otra cosa que por sus lloriqueos.
Hasta el mismo 2017 teníamos que leer a columnistas como
Antonio Navalón arremetiendo contra los que entonces rondaban la
veintena y la treintena, "millennials, dueños de la nada", decía en su
polémico artículo de El País, y se atrevía a
añadir: "me encantaría conocer una sola idea millennial que no fuera un
filtro de Instagram o una aplicación para el teléfono móvil. Una sola
idea que trascienda y que se origine en su nombre. Porque, cuando uno
observa la relación de muchos con el mundo que les rodea, parecen más
bien un software de última generación que seres humanos que llegaron al
mundo gracias a sus madres".
Pero que lo 'nini' era
una trola parece estar quedando bien claro a las puertas de 2020, cuando
los que nacieron a finales de los 90 y principios de los 00 han
decidido no dejar que un grupo de señores les culpe y les insulte
públicamente por errores que no han cometido. Puede que Greta Thunberg,
nacida en 2003, sea la cabeza visible de su generación, pero junto a
ella hay un montón de nombres que desde distintos ámbitos están
cuestionándolo todo.
Pienso en Emma González,
activista estadounidense nacida en 1999, que emocionó a miles de
personas con su discurso contra las armas en el #March4OurLives.
Pienso
en María José Bejarano de Oliveira, boliviana nacida en 2001, activista
climática como Thunberg pero también preocupada por representar las
voluntades de los pueblos indígenas a los que representa.
Pienso en
Sandra, Nuria, Lucía Fernández, Lucía Adrián y Paula, españolas nacidas
entre 2003 y 2004, que se han hecho mundialmente conocidas tras crear la
revolucionaria aplicación When&Where, con la que pretenden ayudar a
que crímenes machistas como los de Laura Luelmo o Diana Quer no vuelvan
a ocurrir.
Pienso en Hunter Schafer, estadounidense nacida en 1999,
conocida por su papel en la serie Euphoria y también activista
transgénero.
Pienso en Simar Singh, nacido el año 2000 en la India, y
uno de los promotores de UnErase Poetry, una plataforma feminista de
difusión de poesía...
Y pienso también en Renata Flores, peruana nacida en
2001, cantante de trap que ha revolucionado la escena musical por
cantar en quechua.
Renata Flores es al mundo del arte
lo que Greta Thunberg al mundo del activismo climático. En Perú muchos
la han criticado por utilizar las redes sociales para lanzar su mensaje.
La han criticado por salir en la tele.
Por mezclar la lucha feminista
con la lucha antirracista como hizo con su canción Tijeras.
La han
criticado por demostrar que se puede ser muy joven y tener mucha
conciencia, en definitiva.
Porque parece que eso es lo que nos molesta.
Eso es lo que verdaderamente nos asusta:
dejar de entender los códigos
de los que vienen,
tener que aprender a pedirles perdón, a veces, por lo
que en nuestro momento no supimos hacer,
escuchar a alguien que tiene
más sensibilidad que nosotros,
darle la razón, acompañarle,
¿de verdad
es tan difícil?.