La adolescencia nos hará libres
a los ojos de Kureishi
Por PALOMA BRAVO*
Hanif Kureishi, el autor |
“Mi nombre es Karim Amir y soy inglés de los pies a la cabeza, casi. (…) Lo que buscaba a toda costa eran problemas, movimiento, acción y cualquier tipo de aventura sexual…”.Así empieza su relato, a los diecisiete años, el protagonista de El buda de los suburbios(1990), la primera novela de Hanif Kureishi.
Empieza en la adolescencia, a unos pocos kilómetros y varias clases sociales de distancia de Londres… Empieza donde empezamos todos, en esos años en que descubres lo difícil que parece ser quien eres, y lo fácil que resulta, cuando, por fin, pasas de lo que los demás quieren hacer de ti.
Karim se estaba haciendo él mientras se deshacían sus padres y eran, por si fuera poco, los años más crueles del ‘Thatcherismo’ (paralelismo para despistados: Thatcher y Merkel gobernando un mundo en paro en el que la creación es la única forma posible de resistencia. 1980-2010).
Los mayores vivían con miedo: “La rutina y la capacidad de aguante lo eran todo: la seguridad y el hecho de saberse a salvo eran la recompensa por una vida monótona”. Los jóvenes(y esos mayores que siempre resisten) sabían que no.
Lo gritaban, lo escribían, lo cantaban, lo demostraban. Londres era el lugar donde todo era posible, okupar una casa, convertirte en estrella de rock, descubrirte a ti mismo, hacerte punk, recibir una paliza por el color de tu piel, follar en unos columpios oxidados y, también, claro, una pinta calentorra en el pub de siempre.
Karim es un niño que mira a los adultos que hacen el mundo (que han hecho su mundo) y que sabe que un día él también se equivocará como ellos. Pero en Londres.
El buda de los suburbios habla de crecimiento, de sexo, de ambición. Y lo hace con humor, ternura y empatía. Lo hace y es desopilante. Pero, sobre todo, habla de llegar a donde quieres, porque Karim cruza todas esas clases sociales y esos mil mundos que le separan de Londres y acaba allí la novela.
“Y así me quedé allí sentado en el corazón de aquella vieja ciudad a la que adoraba, que a su vez estaba asentada al pie de una isla diminuta. Me encontraba rodeado de gente a la que quería, y me sentía feliz y desdichado al mismo tiempo. Pensé en lo complicado que había sido todo, pero tampoco tenía por qué ser siempre así”.
En esta novela, en la vida real, Londres es el lugar de esa adolescencia en la que nos hemos quedado todos, ya siempre cambiantes, ya siempre inseguros. Y lo sigue siendo: a dos horas de avión y tan cerca como para darnos cuenta de que salir del suburbio, como hacía Karim Amir, es abandonar a los que no nos quieren dejar crecer libres.
“Los psicólogos londinenses aconsejaban que uno viviera la vida a su manera, a pesar de la familia, si no quería volverse loco”, dice Karim. Y yo lo firmo:vivid a vuestra manera, elegid vuestra familia, volved siempre a Londres.
Traducción de Mónica Martín Berdagué
Edt. Anagrama