Sin notas ni horarios, los alumnos eligen las asignaturas y se motivan a sí mismos.
Los excelentes resultados académicos que consigue el Evangelical School Berlin Centre (ESBC) hacen afirmar a muchos que el mismo enfoque debería implementarse en toda Alemania.
Un estudiante graba la imagen de la canciller Angela Merkel, de visita en una escuela de Berlín. EFE |
Anton Oberländer es un orador persuasivo. El
año pasado, cuando él y un grupo de amigos estaban escasos de dinero
para un viaje de campamento a Cornwall, se las ingenió para convencer al
operador ferroviario estatal de Alemania de que le diera algunos
pasajes gratis. La empresa se quedó tan admirada ante el descaro de
Oberländer que lo invitó para que diera un discurso motivacional ante
sus 200 empleados.
Anton tiene 14 años.
La confianza que tiene en sí mismo este adolescente de
Berlín se debe, en gran parte, a una institución educativa única en su
tipo que ha vuelto del revés las convenciones de la educación
tradicional. En el colegio de Oberländer no se dan calificaciones hasta
que los alumnos cumplen los 15 años, no hay horarios y la enseñanza no
se dicta de la forma tradicional. Los alumnos eligen qué asignaturas
quieren estudiar para cada clase y cuándo quieren hacer el examen.
El plan de estudios de la escuela parece la pesadilla de un padre
sobreprotector. Las asignaturas fijas se limitan a Matemáticas, Alemán,
Inglés y Ciencias Sociales y se complementan con cursos más abstractos
como “Responsabilidad” y “Desafío”. Para el curso de Desafío, a los
estudiantes de entre 12 y 14 años se les otorga la suma de 150 euros y
se los envía en una aventura que deben planear totalmente solos. Algunos
eligen hacer kayak; otros trabajan en una granja. Anton se fue de
excursión por la costa sur de Inglaterra.
La motivación como objetivo
La filosofía detrás de estas innovaciones es simple. Según la directora
de la escuela, Margret Rasfeld, la existencia de Internet y de los
teléfonos inteligentes han transformado la manera en que los jóvenes
procesan la información y, en un mundo donde los requisitos del mercado
laboral están cambiando, el conocimiento más importante que una escuela
puede transmitir a sus alumnos es la habilidad para motivarse.
“Miren a los niños de tres o cuatro años: llenos de confianza”, dice
Rasfeld. “Muy a menudo, los niños no ven la hora de empezar el colegio.
Pero de manera frustrante, la mayoría de las escuelas se las arregla, de
una forma u otra, para acabar con toda esa confianza”.
Según Rasfeld, lo que la Evangelical School Berlin Centre (ESBC)
intenta hacer es nada menos que “reinventar lo que significa la
escuela”. “La misión de una institución educativa progresista debería
ser preparar a los jóvenes para sobrellevar el cambio o, mejor aún,
lograr que vean con buenos ojos el cambio. En el siglo XXI, el trabajo
de las escuelas debería ser desarrollar personalidades fuertes”.
Según Rasfeld, hacer que un alumno le preste atención a un maestro
durante 45 minutos y, después, castigarlo por hablar con un compañero
durante el ejercicio no solo queda totalmente desfasado con los
requisitos actuales del mundo laboral sino que, además, es
contraproducente. “Nada genera más motivación en los alumnos que
descubrir, por sus propios medios, el significado de lo que está
explicando”.
A los estudiantes de la escuela de
Rasfeld se les alienta a pensar en otras formas de demostrar las
habilidades que aprendieron: como programar un videojuego en lugar de
sentarse a hacer un examen de Matemáticas. Oberländer, que nunca había
estado tres semanas fuera de casa hasta que se embarcó a Cornwall como
parte de su curso de Desafío, aprendió más inglés en su viaje que en
varios años en el colegio.
El sistema educativo
federal de Alemania, donde cada uno de los 16 Estados planifica su
propio plan de estudios, tiene una tradición de permitir los modelos de
“enseñanza libre”. Pero a diferencia de las escuelas Sudbury, Montessori
o Steiner, la institución de Rasfeld intenta que la autodeterminación
arraigue en los estudiantes dentro de un sistema de reglas relativamente
estricto. Los alumnos que se distraen durante las clases tienen que
regresar a la escuela el sábado por la mañana para ponerse al día, un
castigo conocido como “silentium”. Según Rasfeld, “cuanto mayor es la
libertad, mayor es la estructura que hace falta”.
Resultados académicos
La razón principal por la que la ESBC se está ganando la reputación de
ser la escuela más fascinante de Alemania es por los resultados
sorprendentes conseguidos con su filosofía experimental. Año tras año,
la institución de Rasfeld termina con las mejores calificaciones entre
las gesamtschulen (institutos de educación integrada) de Berlín, donde
se incluyen los tres modelos del sistema educativo alemán. Los que
salieron de la ESBC el año pasado lograron una calificación promedio de
2.0, equivalente a un 8 en España, y eso que antes de entrar en el
colegio, al 40% de esos alumnos le habían aconsejado no presentarse a
los exámenes abitur, el equivalente alemán al examen de selectividad.
Cuando la institución abrió sus puertas en 2007 contaba con 16 alumnos,
ahora opera a plena capacidad con 500 estudiantes y tiene largas listas
de espera para los aspirantes.
Dado el éxito que ha
tenido en el boca a boca, no es ninguna sorpresa que ya haya gente
pidiendo que el enfoque de Rasfeld se aplique a escala nacional. Pero
algunos profesionales de la educación se preguntan si los métodos de la
ESBC son fácilmente exportables. En Berlín la escuela puede atraer a los
aspirantes más prometedores, de familias acomodadas y progresistas,
dicen.
Rasfeld no acepta esas críticas, y asegura que
el objetivo de la escuela es formar una mezcla heterogénea de
estudiantes con diferentes orígenes. Pese a que hay una cruz en el salón
de actos principal y a que cada día empieza con una ceremonia
religiosa, sólo el 33% de los alumnos están bautizados. El 30% de los
estudiantes proviene de familias de inmigrantes y un 7% viene de hogares
donde no se habla alemán.
Aunque la ESBC es una de
las 5.000 escuelas privadas de Alemania, las cuotas se basan en un
estudio socioeconómico y son bastante más bajas con relación al promedio
del Reino Unido, donde las cuotas oscilan entre los 720 y los 6.636
euros al año. En la ESBC, alrededor del 5% de los estudiantes está
exento de pagar.
Sin embargo, incluso Rasfeld admite
que no es fácil encontrar maestros capaces de ajustarse a los métodos de
enseñanza de la institución. A veces, dice, es más difícil que lograr
lo mismo de los alumnos.
Rasfeld
tiene 65 años y está a un paso de su jubilación, en julio, pero aún
tiene proyectos ambiciosos. Un “laboratorio de innovación educativa”
manejado por cuatro personas y con sede en la institución ha estado
desarrollando material de enseñanza para escuelas que quieran seguir los
pasos de la ESBC. Cerca de 40 escuelas en Alemania están en proceso de
adoptar algunos o todos los métodos de Rasfeld. Recientemente, una de
las escuelas del distrito Weissensee de Berlín permitió que un alumno
hiciera una excursión a través de los Alpes como proyecto de su curso de
Desafío.
Como dice Rasfeld, “esto recién está
comenzando”: “En la educación, solo se puede crear cambios desde la
base; si las órdenes vienen desde arriba, las escuelas se resistirán.
Los ministerios son como grandes buques petroleros y cambiarles el rumbo
demanda mucho tiempo. Lo que necesitamos es un gran número de pequeñas
lanchas que demuestren que se pueden hacer las cosas de una forma
diferente”.
Traducción de Francisco de Zárate