El horario intensivo en el alumnado: descansan menos, comen peor y hacen más deberes
Fuente: EFE, 28 de agosto. 2023
Daniel Gabaldón, sociologo de la Universidad de Valencia, especializado en educación, en colaboración con Kadri Táht, de la Universidad de Tallin, ha realizado una investigación, financiada por la Comunitat Valenciana, basada en el análisis de datos de dos ediciones publicadas de la Encuesta del Empleo del Tiempo realizada por el INE, a personas mayores de 10 años.
Una de las resultados principales de la investigación es que la implantación de la jornada intensiva en los centros educativos españoles desde los años 90 impacta en la salud y el bienestar del alumnado: descansa y come peor, hacen más deberes, dedican más tiempo a las pantallas y les obliga a madrugar en exceso.
En fechas ya cercanas al inicio del curso y siguiendo las recomendaciones de la OCDE en relación con el abandono escolar, entre las que plantea una evaluación de la implantación de la jornada completa, el investigador manifiesta su preocupación por el impacto que está teniendo en los niños y niñas el horario continuo, implantado en la mayoría de los institutos de secundaria y en muchos colegios de educación primaria.
Entre las conclusiones del estudio destaca que el alumnado sujeto a la jornada intensiva dedica más tiempo a la realización de deberes, pasa más tiempo viendo pantallas y duerme menos que el de la jornada partida. El hecho de que duerman menos, 42 minutos/dia de media, a pesar de que el inicio de las clases es a la misma hora, puede relacionarse con el dato de que hasta un 10% de los alumnos de secundaria que va a jornada continua duerme siesta, lo que puede reducir la presión del sueño.
El mayor uso de las pantallas detectado en el alumnado de la jornada continua, 43 minutos/día de media más que los alumnos y alumnas con jornada partida es echado en la investigación al mayor tiempo que pasan solos en casa durante las tardes, dedicando a esta actividad buena parte del tiempo que no dedican al estudio.
Otra conclusión de la investigación es que la jornada continua ocasiona un retraso sensible en el horario de comida de los alumnos (entre las 14:00 y las 16:00 horas) frente al horario más habitual del alumnado de la jornada partida, que sitúa entre las 13:00 y las 15:00 h. Esta circunstancia podría estar relacionada con un aumento del sobrepeso y la obesidad, debido a que ese horario tardío se adapta peor al “reloj circadiano” de las células del tejido adiposo y afecta al rendimiento aunque se ingieran los mismos nutrientes.
Daniel Gabaldón, coautor de la investigación, coincide con el último informe de la OCDE, en el que señala que para reducir el abandono escolar en España “Hay que luchar para que deje de avanzar la intensiva en los sitios donde aún se está votando, y tratar de parar y evaluar con evidencias científicas las consecuencias” sobre la salud de los niños, niñas y adolescentes.
Así mismo Gabaldón señala que, tanto en el caso de la jornada continua, como en el de la jornada partida, los alumnos y alumnas madrugan excesivamente: “somos de los más madrugadores de Europa, a la cabeza en secundaria y el séptimo más madrugador en primaria (tras Alemania, Dinamarca, Francia, y el Benelux)”
El autor de la investigación mencionada ha iniciado un estudio denominado “Kairós”, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, en el que va a estudiar el “jet lag social” en la salud y el rendimiento del alumnado. Este estudio de cuatro años de duración, ha empezado con 1º de ESO, el año próximo continuará con 2º de ESO, 1º de primaria y 4º de primaria y después vendrán todos los grupos hasta tener una muestra de cada uno de los cursos de la educación obligatoria.
Gabaldón sostiene que “Vivimos con un horario que no se adecua a nuestro horario interno, que se sincroniza sobre todo con la luz solar. En España tenemos el horario de Europa central pese a que estamos al oeste total; por ejemplo tenemos el mismo horario que Varsovia pero allí el sol sale aproximadamente un par de horas antes que aquí”. Por ello, “nos obligamos a hacer un horario estrictamente centro europeo, de levantarnos a las 7.00 para empezar a trabajar a las 8, los alumnos de primaria empiezan a las 9 y el de Instituto a las 8; tenemos una sobredimensión de lo que hacemos por las mañanas”
Además, señala que “los estudios de cronobiología afirman que los alumnos cuando empiezan con la pubertad comienzan a retrasar su reloj circadiano, es decir, si de normal nos vendría mejor empezar a trabajar a las 10.00, a los adolescentes les vendría mejor las 12.00; si tuviéramos que elegir una jornada continua para la ESO sería la verpertina, no la matutina”.
En España, resume Gabaldón, hay “una confusión de la zona horaria: no nos damos cuenta de que cuando estamos haciendo entrar a un niño de primaria o infantil a las nueve en el colegio son las 8 en otoño, pero son las 7.00 en verano y cuando hacemos entrar a un adolescente a las 8.00 en realidad son las 7.00 en otoño y las 6.00 en verano”.
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