“Sé la calma en la tormenta de tu niño.
Sé la brisa y la lluvia suave cuando sus emociones arden en fuego.
Sé la voz que invita al alivio,
no el grito que aumenta el susto y la desesperación.
Ilustración: Emiliano Ponzi |
Un adulto alterado/descontrolado no será capaz de contener nunca un berrinche o pataleta,
pues para pedir calma, debemos ofrecerla primero.
El adulto eres tú,
y lo que tu hijo ve de ti es lo que hará.
Si ante una situación difícil, tú explotas,
él también explotará.
Si, por el contrario, respiras,
te acercas y buscas una solución,
lo que le das es un hermoso regalo
que se llevará de ejemplo para toda la vida.
Nuestro trabajo no es ni siquiera detener el llanto o la rabia, sino acompañar, estar, amar.
Sé
el tipo de persona que quisieras tener al lado cuando estás muy
molesto, alguien que respete y valide lo que estás sintiendo, no que
trate de cortarlo prepotentemente.
Sé alguien empático y amoroso,
alguien que tiene la seguridad de que, pronto, todo estará mejor”.
Autora: Naomi Toma/Revolución Crianza
La invitación del texto de Naomi nos confronta amablemente como educadores y como seres humanos.
Pablo Pérez Benedicto,
Personal coach | Instructor acreditado de MBSR,
IMTA Certified Mindfulness Teacher.
La exhortación a ser la calma es amable al señalar la dirección de avance, que no es otra que tomar la responsabilidad ante nuestra propia alteración y ofrecer en nosotros lo que queremos para el niño.
Nadie da lo que no tiene, así que la cuestión sería cómo adquiero calma. Trataré de ofrecer alguna ampliación de lo que ya Naomi anuncia al decir “Si, por el contrario, respiras, te acercas y buscas una solución…”
Si tenías alguna expectativa sobre recetas fáciles, esta publicación quizá te decepcione. Te puedo ofrecer un camino sencillo y por ello quizá difícil, aunque muy seguro y aplicable a cualquier situación desafiante
.
La calma es un estado natural, es decir, es algo que somos y por ello podemos conectarnos siempre que queramos. Sí, se que he dicho siempre, incluso en circunstancias muy desafiantes. De la misma manera que nuestra consciencia o las funciones vitales están disponibles cuando estamos ante un león, también nuestra calma.
Te daré unas indicaciones previas y en cuanto la situación lo permita, trata de llevar la atención a ti, a tu cuerpo, a las sensaciones corporales que están surgiendo en este momento. Puedes hacerlo incluso ahora que estás leyendo el artículo.
Primero observa el cuerpo en su conjunto, cómo está colocado, en qué postura está. No visualices, siente cómo está la globalidad, mira su posición y trata de notar las partes en contacto con otras partes de tu cuerpo o algunas superficies de apoyo, suelo, asiento…
Ahora podrías darte cuenta que hay una respiración natural y seguir con tu atención, por unas cuantas respiraciones, el ritmo lento o rápido, la duración larga o corta, las zonas que sientes el paso del aire entrando o saliendo…
La respiración te ayudará a la pausa y siempre que necesites tomar refugio puedes volver a ella haciéndote consciente de cómo es tu respiración y prestarle atención por unos instantes.
Ahora intenta reconocer las zonas que están más activas, aquellas que sientes claramente y que son más preminentes en tu conciencia. Quizá algunas sensaciones estén apareciendo en este momento relacionadas con la experiencia de agitación, inquietud, aprensión… Trata de identificarlas y por el momento darte cuenta que están ahí.
El siguiente paso sería aceptar que eso que te está ocurriendo es así. Esa sensación en la boca del estómago, como mariposas revoloteando… está aquí, y puedes transmitir a esa sensación el permiso para estar. Como ser humano, tú puedes estar teniendo en este momento esa sensación. Tómate el tiempo que necesites.
A continuación, trata de comunicar cariño y comprensión a esa zona. Hay una parte de ti en una situación vulnerable, tanto que aparecen esas sensaciones desagradables. Mira a ver cómo puedes transmitir a esa parte que la has notado y que estás aquí para lo que necesite. Puedes tener un gesto genuino hacia esa parte, llevar una mano sobre ella o abrazarla.
Intenta mantenerte ahí un tiempo, el que sea necesario. Puedes mirar dentro y seguir en contacto con la sensación, percibir los matices, notar si cambia, escuchar qué necesita o, quizá trae un mensaje o alguna preocupación. Valida aquello que traiga, tendrá motivos suficientes para ello.
Estar con atención y amabilidad es mucho. Si has podido dar tiempo, a buen seguro la calma habrá llegado. La circunstancia podrá persistir, pero la vivencia en este momento es diferente.
A veces, en ese estar cerca, con cariño y atención, se produce un despliegue de la sensación, la comunicación de un mensaje sobre el siguiente paso o alguna sugerencia para tu vida. Suelen ser comunicaciones muy fiables por emerger de un lugar genuino, tu cuerpo expresando su sabiduría.
Esta es una manera de regular tus emociones, adquirir y ser la calma. Se trata de estar presente con lo que hay en cada momento, con amabilidad y sin juicio. Es tomar contacto con el sufrimiento que hay en mí y ser un recurso compasivo hacia mí mismo. El comportamiento hacia tu niño vendrá por sí solo, sin pretenderlo, sin otra opción que poder ser calma, escucha y compasión.
“La paz mundial se siembra en la infancia, sin violencia,
sin agresiones, sin humillaciones, sin miedo”
Álvaro Pallamares
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